¿Por qué permite Dios
el sufrimiento?
Esta es una pregunta que
surge espontáneamente ante una desgracia y que la mayoría de los pensadores
religiosos no saben contestar convincentemente, a pesar de que la respuesta se
halla en las Escrituras. Por este motivo, el enjuiciado no debiera ser Dios si
no una enseñanza que ignora o pasa por alto sus designios.
La Escritura nos dice que toda
la creación de Dios era buena; que el hombre fue creado moralmente puro
y con capacidades para ejercer libre albedrío y autoridad responsable, puesto
que "…dijo
Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen (la imagen moral), que sean semejantes a
nosotros, y tengan autoridad sobre los peces del mar, las aves de los
cielos, y los animales..." Luego, "Dios dijo: Sed fructíferos y multiplicaos,
llenad la tierra y dominadla; disponed sobre los peces del mar, y las
aves de los cielos, y todo animal..." (Génesis 1: 26-28)
Y "…el ETERNO Dios
tomó al hombre y lo llevó al jardín de Edén para que lo cultivase y
cuidase..." (Génesis
2: 15) Así el jardín se convirtió en su morada, aunque no en su propiedad,
puesto que se puntualiza que el jardín era de Dios, y en armonía con esto se le
dijo: "Come
cualquier fruto de los árboles del jardín con entera libertad, pero del fruto
del árbol del ‘conocimiento del bien y del mal’, no comas, porque en el día
que lo comas, ciertamente morirás". (Génesis 2: 16-17)
Esta disposición creaba
desde el principio un arquetipo de respeto a la propiedad, destinado a
facilitar la convivencia entre los hombres que previsiblemente se
multiplicarían sobre la tierra. La desobediencia a este mandato en el ejercicio
del libre albedrío, significaría una vindicación de la facultad de decidir lo
que es el bien y lo que es el mal, con independencia de las normas que el
Creador había establecido, y una reclamación de autonomía moral que
rechazaba la condición de ser creado y por tanto, dependiente
del Creador. Evidentemente, este rechazo implicaba la ruptura con Dios, con la
fuente de la vida, y por este motivo el hombre recibió el aviso de que, según
sus decisiones, podía perder la posibilidad de vivir una vida perdurable.
Dice también la Escritura, que uno de los hijos angélicos de Dios quiso liberarse de su autoridad y
atribuirse el poder de legislar según su propio criterio, diciéndose: “…ascenderé a los cielos
superiores; por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono,
me asentaré en el Monte de Asamblea, en los límites recónditos ¡Ascenderé sobre
las más altas nubes! ¡Me igualaré al Altísimo! (Isaías 14:13-14)
El apóstol Juan le identifica cómo: "…el Gran Dragón, la antigua Serpiente,
el llamado Diablo y Satanás que está engañando a la humanidad entera", (Apocalipsis 12: 9)
Es por tanto aquella antigua serpiente, que sembrando dudas en la mente de los
humanos, desmintió las palabras de Dios, afirmando: “¡No es cierto, no vais a
morir! Dios sabe muy bien que, cuando comáis de ese árbol, se os abrirán los
ojos y llegaréis a ser como Dios, conocedores del bien y del mal”. (Génesis 2:17;
3:1-5)
Aludiendo a su proceder,
Jesús había dicho de él: “Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay
verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es
mentiroso y padre de la mentira”. (Juan 8:44)
Ahora bien, este concepto
de independencia moral, hizo surgir ante todos los seres creados a semejanza de
Dios, ángeles y hombres, una cuestión de suma importancia:
¿Por qué motivo
limitaba Dios la libertad de sus criaturas imponiéndoles sus normas?
¿Acaso Dios retenía de
sus hijos alguna cosa deseable y positiva para su dignidad?
Si entonces Dios hubiese
eliminado inmediatamente a los rebeldes, estas preguntas hubiesen permanecido
sin una respuesta definitiva y hubiesen podido surgir de nuevo; solamente había
una forma efectiva de resolver la cuestión planteada, la de permitir que
ángeles y humanos desarrollasen su proyecto.
La decisión consciente
de alejarse del Creador, dio lugar a lo que el apóstol Pablo describe: "Igual que por
causa del primer hombre, el pecado entró en el mundo, por causa
del pecado, la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos
heredaron el pecado". (Romanos 5: 12) Los padres de la humanidad, apartados de la
fuente de la vida y de la justicia, obtuvieron para sí y para sus descendientes
la muerte, e iniciaron un camino que condujo a la injusticia, la violencia, el
dolor y las enfermedades. Un camino que el Creador tolerará solamente hasta que
llegue el momento de su anunciada intervención.
La paradoja es en
realidad, que cuando rechazó la autoridad de Dios, el hombre quedó sometido a “los gobiernos, las
autoridades y los gobernantes cósmicos de estas tinieblas, o sea …las fuerzas
espirituales malvadas que habitan las regiones celestes”. (Efesios 6:12)
Esto significa que, cómo dice el apóstol Juan, “todo el mundo está bajo el poder del
Maligno”; (Juan
5:19) y en armonía con sus palabras, Mateo relata que cuando Satanás ofreció
a Jesús el poder y la gloria de todos los reinos de la tierra, es decir, la
gobernación sobre la humanidad, afirmó: "…a mi me fue entregada y se la doy a quien yo quiero…" (Mateo 4: 5-6)
La injusticia, la
esclavitud y la angustia no vienen pues por causa del desinterés de Dios, que
incluso entregó a su primogénito para la redención de los hombres, de modo que
todos los que pusiesen fe en él pudiesen alcanzar la vida; la maldad y el
sufrimiento son los frutos de la arrogancia del hombre y de su desprecio por la
justicia de Aquel que ha creado todo lo que existe.
La historia de Job
Por otro lado, hallamos
en las Escrituras un relato de Moisés, la historia de Job, que nos muestra la
razón del acoso de los que buscan ser fieles a Dios y nos da a entender que
hasta el momento establecido para su intervención, Dios permite a los rebeldes
llevar a cabo sus proyectos.
Job era un hombre rico e
importante, y también un hombre temeroso de Dios y bendecido por él, que fue,
en un momento de su vida víctima de graves calamidades. Sufrió en rápida
sucesión, la pérdida de todos sus bienes, la muerte de sus hijos y una penosa
enfermedad que le llenaba el cuerpo de úlceras y pústulas.
¿Cuál fue el origen de
estas calamidades?
Leemos en el primer
capítulo: “…el
día que los Hijos de Dios venían a presentarse ante Yahúh, llegó también entre
ellos el Satán (el Adversario). Yahúh le dijo: ‘¿De dónde vienes?’ El Adversario respondió
a Yahúh: ‘De recorrer la tierra y pasearme por ella’. Entonces le dijo Yahúh:
‘¿Has fijado tu ojo en mi siervo Job, a pesar de que en la tierra no hay un
hombre que cómo él, sea tan íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado de
mal? Le dijo en respuesta el Adversario: ‘¿Acaso teme Job a Dios
gratuitamente? ¿No has puesto una valla en torno a él y en torno a
su casa y alrededor de todas sus posesiones? ¡Has bendecido la obra de sus
manos y su ganado abunda en el país! Pero extiende tu mano y toca
todos sus bienes, entonces ¡Verás si no te maldice a la cara!’
Y dijo Yahúh al Satán:
‘Ahí tienes todos sus bienes en tus manos. Cuida sólo de no poner en él tu
mano’. Y salió el Satán de la presencia de Yahúh”.
Pero a pesar de que Job
sufrió entonces la ruina y la muerte de sus hijos, solamente dijo: “Desnudo salí del seno
de mi madre, desnudo allá retornaré. Yahúh dio, Yahúh quitó: ¡Sea bendito el
nombre de Yahúh!” (Job 1:6-12 y 21)
Volvió Satán a estar de
nuevo en presencia de Dios y acusó de nuevo a Job, diciendo: “‘¡Piel por piel! ¡Todo
lo que el hombre posee lo dará por su vida! Pero extiende tu mano y toca sus
huesos y su carne ¡Verás si no te maldice a la cara!’ Y dijo Yahúh al Satán:
‘Ahí le tienes en tus manos; pero respeta su vida’.
El Adversario salió de la
presencia de Yahúh e hirió a Job con una llaga maligna desde la planta de los
pies hasta la coronilla de la cabeza. Job tomó una tejoleta para rascarse y fue
a sentarse entre las cenizas. Entonces su mujer le dijo: ‘¿Aún perseveras en tu
lealtad? ¡Maldice a Dios y muere!’ Pero él contestó: ‘Hablas cómo un
estúpido cualquiera. Si aceptamos de Dios el bien ¿No aceptaremos el mal?’ Y en
todo esto Job no pecó con sus labios”. (Job 2:4-10)
Estando en esta
situación, fueron a visitarle unos amigos con la intención de proporcionarle
consuelo, sin embargo, al verle en una situación tan triste, estuvieron siete
días sentados sin hablarle. Job, aún sin comprender el motivo de tanto
sufrimiento, había mantenido su integridad ante Dios, pero viendo el dolor de
sus amigos, maldijo el día de su nacimiento y deseó no haber llegado a existir.
Sus amigos, buscando comprender la razón de su desgracia, razonaban diciendo
que puesto que Dios se la había enviado, resultaba evidente que recibía un
justo castigo por alguna mala acción, (Ver Job 4:7-9,18) y le
reprochaban que insistiese en considerarse inocente a pesar de lo que le había
ocurrido; con esto hacían a Dios causante de su mal, dando a entender que era
él quien le golpeaba.
Todo esto le angustió
profundamente ¿Le atribuía tal vez Dios alguna cosa de la que él no era
consciente? ¿Era su juicio sin misericordia? Y se puso a argumentar con ellos.
Pero por medio de uno de
los amigos que nada había dicho hasta aquel momento, Dios le hizo comprender el
error de su razonamiento y le preguntó: “¿Dónde te hallabas tú cuando yo fundé la tierra?” (Job 38:4, 8-10,
33; 39:9; 40:15; 41:1) “¿Pretendes declararme injusto y culpable, a fin de que tú
aparezcas inocente?” (Job 40:2, 8) Y Job, comprendiendo su error, dijo
apesadumbrado: “…me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento…” (Job 42:6)
Entonces dice la Escritura que Dios le restituyo la salud, el honor y la riqueza, dándole también hijos e
hijas. (Job 42:10-17)
La modesta actitud de
Job, es la que ante el Creador de la vida y del universo deberían asumir
aquellos que caen en la tentación de culpar a Dios por la maldad y las
injusticias de este mundo.
En la última cena con
sus discípulos, Jesús avisó a Pedro, diciéndole: “¡Simón, Simón! Mira que Satanás ha solicitado poder
sacudiros como a trigo…” (Lucas 22:31) Y también Pablo escribió a Timoteo: “…todos los que
quieran vivir siendo fieles a Jesús Cristo serán perseguidos, mientras que
los malvados y los impostores progresarán, engañando a los demás y siendo
engañados”, y le aconsejó: “…tú persevera en las cosas que has aprendido, persiste
convencido en ellas por saber de quien las has aprendido, porque desde niño
conoces las sagradas Escrituras que pueden darte la sabiduría, que mediante
Jesús Cristo, lleva a la salvación. Pues toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para convencer, para corregir, y
para educar hacia la rectitud, para que el hombre de Dios sea maduro y esté
bien preparado para cualquier obra buena”. (2Timoteo 3:12-17)
Es necesario mostrar
fidelidad y paciencia ante la adversidad, sin olvidar que, cómo escribe Pablo, “Dios mismo ha prometido:
"Yo no
te dejaré ni
te abandonaré", mientras que atentos a las Escrituras, ponemos en nuestro corazón esta exhortación
del Creador, que nos permitirá darle gloria cuando sufrimos tribulación: “Se sabio hijo mío y
alegra mi corazón, para que pueda dar respuesta al que me denigra”. (Proverbios 27:11)
El sufrimiento será
eliminado... ¡Para siempre!
Pablo escribe: “Nosotros sabemos que
hasta ahora, la entera humanidad está gimiendo cómo en los dolores del parto”. (Romanos 8:22)
Sin embargo, la Escritura dice que transcurrido el tiempo concedido por Dios a
sus adversarios, él vindicará su propósito inicial e instaurará sobre la tierra
su gobierno, el gobierno del Cristo que bendecirá a la humanidad.
En la revelación
recibida de parte de Jesús, a Juan se le dice: "Mira, hago nuevas todas las cosas”, puesto que durante
este gobierno, Dios estará "con la humanidad y permanecerá con ella porque será su
pueblo y Dios mismo intervendrá en su favor, enjugará todas las lágrimas de sus
ojos y ya no habrá muerte ni duelo ni llanto ni dolor… …Escribe, porque estas
palabras son fieles y veraces" (Apocalipsis 21: 3-5)
Desde el primero de sus
libros, las Escrituras dan a entender que Dios proporciona una redención a la
humanidad. En el libro de Génesis leemos que tras la decisión del hombre
incitado por la serpiente, Dios dice al Adversario: “Puesto que has hecho
esto… …pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu progenie y la suya;
él te aplastará la cabeza y tú le herirás en el talón”. (Génesis 3:14-15)
Estas son algunas de las
muchas cosas que con respecto al Reino de Dios, escribieron los profetas de la
antigüedad y los apóstoles:
“Venid a contemplar los
prodigios de Yahúh, aquel que llena la tierra de asombro. Hace cesar las
guerras hasta el extremo de la tierra; quiebra el arco, parte en dos la lanza,
y prende fuego a los escudos.” (Salmo 46:8-9)
“Entonces se despegarán
los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará
el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. En aquel
tiempo brotarán aguas en el páramo y torrentes en la estepa”. (Isaías 35:5, 6)
“Un poco más y no habrá impío,
buscarás su lugar y ya no estará; entonces los humildes, poseerán la tierra y
gozarán de inmensa paz”. (Salmo 37:10, 11)
“Pues he aquí que yo creo
cielos nuevos y tierra nueva, y no serán mentados los primeros ni vendrán a la
memoria” (Isaías
65:17)
“No os extrañéis de esto:
llega el día en el que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y
saldrán, los de buen hacer para una resurrección de vida, y
los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio”. (Juan 5:28, 29)
“…el último de los
enemigos destruidos será la muerte”. (1Corintios 15:26)
Y el apóstol Pablo
confirmó esta promesa escribiendo: “…los sufrimientos del tiempo presente no son
dignos de ser comparados con la gloria que se revelará en nosotros. La
humanidad entera está esperando ansiosamente la revelación de los hijos de
Dios, porque no fue sometida a la futilidad por voluntad propia, si no por la
culpa de aquel que transgredió. Por esto también mantiene la esperanza de
llegar a ser emancipada de la esclavitud a la corrupción, para poder participar
en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Romanos 8:18-21)
El sufrimiento y el
engaño serán por tanto, borrados de nuestra memoria para siempre.