Se
Nos Revela un Secreto Sagrado
1
¿A quien no le gusta investigar secretos y misterios? Pues bien, de todos los
secretos que existen en el mundo, el más grandioso y magnífico es aquel que ha
permanecido oculto en las Escrituras durante miles de años y que afecta
significativamente nuestra vida presente y futura. Es este un “Secreto Sagrado
manifestado en las escrituras proféticas y escondido desde tiempos
remotos”, (Romanos 16:25) que Yahúh, el “Dios … que revela los misterios”, (Daniel
2:28..29) ha desvelado por medio de su espíritu a los discípulos de
Cristo, y está ahora al alcance de todos los que buscan la verdad y ponen fe en
su palabra.
2
La
primera declaración de Dios con respecto a este secreto, la encontramos en el
libro del Génesis, cuando tras la desobediencia del hombre, anuncia su
intervención en favor de la humanidad, diciendo a “la
antigua serpiente, el que es llamado Diablo y Satanás”,
(Apocalipsis 12:9) estas misteriosas palabras: “pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu
progenie y la suya; él te aplastará la cabeza y tú le herirás en el
talón”. (Génesis 3:15)
Con
el transcurso del tiempo, Yahúh fue revelando otros aspectos de su designio y
del origen de la progenie prometida; dice la Escritura que cuando en obediencia
al mandato de Dios, Abraham se mostró dispuesto a ofrecerle a su hijo Isaac, el
ángel de Yahúh le llamó desde los cielos,
“y le dijo: “Yahúh declara: ‘Juro por mí, que por haber obrado así en
este asunto y no haber retenido a tu hijo, tu único, yo te daré mi
bendición; te bendeciré multiplicándote, porque aumentaré tu descendencia que
será cómo las estrellas de los cielos y cómo la arena de la orilla del
mar. Y tu descendencia heredará la puerta de sus enemigos y todas las
naciones de la tierra serán bendecidas por medio de tu descendencia porque
tú has escuchado mi voz’”. (Génesis 22:15..18)
3
Más tarde Jacob, uno de los nietos de Abraham,
bendijo a cada uno de sus hijos antes de morir y profetizó con respecto a su
hijo Judá: “No se apartará el cetro de Judá ni
el cayado de sus pies, hasta que llegue
Shiloh, (un nombre que significa ‘aquel a quien pertenece’) entonces la obediencia de los pueblos será para él”.
(Génesis 49:10) De este dueño
del cetro y caudillo de los pueblos, dice la
Escritura: “Juró Yahúh lealtad a David y no se
retractará; ‘Estableceré en tu trono al fruto de tu
seno”. (Salmo 132:11) Se nos revela
una “descendencia” que procede de Abraham y está constituida por un grupo
que no puede ser contado a vista lo mismo que “las estrellas de los cielos”, bajo la autoridad de un “Shiloh” entronizado, que procede de la estirpe de David,
como lo confirma repetidamente Yahúh con palabras como estas: “Una vez juré por mi santidad ¿Acaso decepcionaré a David? Su
descendencia durará para siempre y su trono estará ante mí como el
sol; igual que la luna, será un testimonio fidedigno permanentemente
establecido en el firmamento”. (Salmo 89:36..37)
4
A través de los escritos de Moisés y de los profetas, podemos también percibir
la misericordiosa motivación que el designio de Dios encierra. Por ejemplo, las
palabras de Job a Yahúh ilustran la triste condición del hombre y su expectativa
final, pues él dice:
“El humano nacido de
mujer es
escaso en días pero rebosante en sufrimiento
… pasa
sin detenerse como una sombra.
Además de esto ¡Vigilas y me traes frente a ti para veredicto! ¿Quién
proveerá pureza desde lo impuro? ¡Ninguno! ... has hecho pues perecer el cordón
(de
la vida)
para el hombre … Sus hijos alcanzarán gloria, pero él no lo sabrá; menguarán,
pero no lo percibirá. Para él solo será el consumirse de su carne, y con él
sucumbirá su aliento”. (Job
14:1..4 y
19..22) Y sin embargo, la respuesta que de parte de Dios le da
Elihú, desvela que existe para
la humanidad una esperanza. Dice: “si hallase un ángel favorable, uno
solo entre los miles, que haciendo de mediador, apoyase su justificación, uno que mostrándole compasión, dijese: ‘¡He hallado un rescate para él, redímelo de bajar a la fosa!’
Entonces
su
carne se tornaría aún más lozana que en su vigor, y volvería a los días de
juventud. Suplicaría a Dios, y él le escucharía y le mostraría con alegría su
rostro, porque el hombre sería restituido a la rectitud ...” (Job 33:
22..26)
5
Más
tarde leemos en relación a este
mediador en la redención del
hombre:
“He hallado a David mi siervo, le he ungido con mi óleo santo
para que mi poder sea establecido por medio de él, así prevalecerá mi brazo
… por su poder será mi nombre exaltado … Él me invocará: ¡Tú eres mi
Padre, mi Dios y la roca de mi salvación! Y yo le haré
primogénito, el más excelso de los reyes de la
tierra. En él depositaré mi amor para siempre y en él se verificará
mi pacto; estableceré su estirpe a perpetuidad y su trono será como
los días de los cielos”.
(Salmo 89:21..29) Y el profeta Isaías declara:
“… nos ha nacido un niño, se nos ha entregado un hijo; sobre su
hombro estará el gobierno, y será llamado con los nombres de Admirable
Consejero, Poderoso Divino, Padre de la Perpetuidad,
Príncipe de Paz. La grandeza del gobierno y de la paz no se acabará sobre
el trono de David y sobre su reino, hasta establecerlo y sostenerlo con
equidad y rectitud desde entonces y para siempre”. (Isaías 9:6..7)
El
desarrollo y el triunfo de este designio salvador, que no llegó a comprenderse
hasta que fue desvelado por medio de la Congregación de Cristo, integra el
Secreto Sagrado de Dios.
Se
desvela el Secreto
Sagrado
6
En el año 29 de nuestra era, Jesús de Nazaret fue al río Jordán para ser
bautizado por su primo Juan y ocurrió que “una vez
bautizado, enseguida salió Jesús del agua y he aquí que se le abrieron los
cielos y vio al espíritu de Dios bajando como si fuese una paloma que venía
sobre él; y una voz que procedía de los cielos dijo: ‘Este es mi
hijo amado, el que yo he aprobado’”.
(Mateo 3:16..17) Por esta razón Mateo comienza su evangelio identificando
a Jesús como el Mesías prometido por los profetas, y escribe: “Libro de la generación de Jesús Cristo, hijo de
David, hijo de Abraham …” (Mateo 1:1)
Más
tarde, tras la resurrección de Jesús, el apóstol Juan que recibió la revelación
o apocalipsis por medio de visiones alegóricas, escribe en armonía con las
declaraciones de los profetas: “Jesús
Cristo, el testigo fiel,
el primogénito de entre los muertos, el
magistrado de los reyes de la tierra”, (Apocalipsis 1:4) y
el apóstol Pablo declara “Es en verdad grande y
misericordioso el Secreto Sagrado que 1fue manifestado
mediante un cuerpo que 2fue declarado
justo, 3se manifestó en
espíritu a los ángeles,
4fue anunciado a las naciones, 5se dio a conocer
al mundo y 6fue ascendido a la gloria”. (1Timoteo
3:16)
7
Es necesario indicar con respecto a este versículo, que lo mismo que sucede con
otros, algunos de los que sostienen la trinidad de Dios, han oscurecido su
sentido al interpolar la palabra “Dios”
delante las palabras “fue manifestado mediante un
cuerpo”. Por esto, en la Versión Reina Valera, edición de 1904, lo
leemos así: “Dios ha sido manifestado en la
carne”. Sin embargo, la crítica textual bíblica concuerda en que esta
inserción en el texto es un grave error que lleva a confusión y
por este motivo, muchas traducciones posteriores, como la de la Biblia de
Jerusalén o la Nueva Versión Internacional, correctamente lo traducen
“Fue manifestado mediante un
cuerpo”.
“Fue
manifestado mediante un cuerpo”
8 En
el momento de su bautismo,
Jesús “fue manifestado” como Hijo de Dios “mediante un cuerpo”.
Jesús no tenía un padre humano porque Yahúh había transferido la vida de
su hijo al seno de María, de manera que no procedía de Adán y no había heredado
el pecado. El hecho de que Jesús fuese un hombre libre de pecado y de muerte era
necesario para el propósito de Dios, puesto que establecía una base legal para
la redención de los hombres. Por este motivo dice Pablo: “Está escrito que el
primer Adán fue hecho alma viviente, mientras que el último Adán, un espíritu
dador de vida. Así que el espiritual no fue el primero, lo fue el físico y luego
el espiritual, porque el primer hombre fue extraído de la tierra y es terrestre,
en cambio, el segundo vino del cielo”. (1Corintios
15:45..47) Jesús llegó pues a ser un segundo o “último” Adán, un hombre perfecto y sin padre humano
como el primero. Y cuando se presentó para ser
bautizado fue aprobado por Dios, convirtiéndose en
“el mediador
de un nuevo pacto o testamento”, sellado mediante “la sangre de aspersión que habla más elocuentemente que la
de Abel”. (Hebreos 12:24)
9 Este
Nuevo Pacto también está relacionado con las personas que por medio de la fe,
comparten con él el linaje de Abraham, porque como dice Pablo, “la promesa recibida por Abraham y su descendencia de ser los
herederos del mundo, no fue en virtud de la Ley, si no en virtud de la
justificación que deriva de la fe”. (Romanos 4:13) “La promesa llega” pues “como consecuencia de la fe y es posible atribuirla
generosamente como un don, asegurándola a toda la descendencia, no
solamente a la descendencia que viene mediante la Ley, también a la que
desciende de Abraham mediante la fe. De esta manera es
constituido padre de todos nosotros, como está escrito: ‘Yo te he
constituido padre de un gran número de naciones’”.
(Romanos 4:16) El apóstol Juan que pudo
contemplar en una visión a esta descendencia, escribe: “… vi al Cordero en pié
sobre el Monte Sión, estaban con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban
escrito sobre sus frentes su propio nombre y el nombre de su Padre. Y oí un
coro que procedía del cielo … eran los ciento cuarenta y cuatro mil, cantando
una canción nueva ante trono ... Nadie podía aprender esta canción,
solamente los ciento cuarenta y cuatro mil que han sido rescatados de la
tierra y siguen al Cordero dondequiera que vaya, pues han sido
adquiridos de la humanidad como primicias para Dios y para el
Cordero, y no ha proferido su boca mentiras, son irreprensibles”.
(Apocalipsis 14:1..3)
10 Pero ¿Que ocurre con el resto de la humanidad? El apóstol Juan que
pertenecía “a la congregación de los primogénitos
inscrita en los cielos”, (Hebreos 12:23) dice que Jesús “se dio a si mismo en sacrificio propiciatorio por nuestros
pecados, aunque no solamente por los nuestros, también por los de
todo el mundo”. (1Juan 2:2) Toda la humanidad se
beneficiará de la redención de Cristo, porque como dice el apóstol Pedro, “nosotros estamos esperando unos nuevos cielos y
una nueva tierra según su promesa, que alberguen la
justicia”. (2Pedro 3:13) Esta nueva tierra que estará bajo el
gobierno del Cristo, constituye “la futura
tierra habitada de la que hablamos”, (Hebreos 2:5) y Dios
mismo promete que “La tienda (o templo) de Dios” estará “con la
humanidad … porque ellos serán su pueblo. Dios mismo intervendrá en su favor y
enjugará toda lágrima de sus ojos, ya no habrá muerte ni duelo, ni llanto ni
dolor, porque las cosas anteriores han pasado”. (Apocalipsis
21:3..4) Esta vida perpetua en una tierra restaurada donde reine el
bienestar que la justicia y la paz proporcionan, fue descrita por los profetas y
es el resultado de lo que la redención y el reinado de Cristo traerá a toda la
humanidad.
“Fue
declarado justo”
11 Dice el apóstol Pablo que “cuando llegó el tiempo previamente establecido, Dios envió a
su Hijo, que nació de una mujer, y bajo la Ley”. (Gálatas 4:4) En obediencia de la Ley,
“cuando se cumplieron los ocho días para la
circuncisión, se le dio el nombre de Jesús” (Lucas 2:21) Por esta razón, lo mismo que
cualquier judío circunciso, Jesús tenia la obligación de cumplir la Ley,
como lo confirma Pablo cuando dice: “cualquiera
que se haga circuncidar, queda obligado a observar absolutamente toda la
Ley”, (Gálatas 5:3) y
puesto que “de la justificación que se obtiene
mediante la Ley, dice Moisés: ‘el hombre que practique todas estas cosas
vivirá gracias a ellas’”, (Romanos
10:5) Jesús, habiendo cumplido
perfectamente el espíritu y la letra de la Ley, “fue declarado Justo” y
obtuvo ante Dios el derecho a una vida perdurable. El primer Adán se había alejado voluntariamente de la
justicia y perdió toda posibilidad de una vida permanente para él y para su
descendencia, pero el segundo Adán, que por ser directamente hijo de Dios era
hermano del primero, entregó voluntariamente la vida perdurable que había
obtenido, para redimir la vida de la humanidad.
“Se
manifestó en espíritu a los ángeles”
12 Con
estas palabras, Pablo se refiere a la manifestación de Jesús en la nueva
posición alcanzada en los cielos tras ser resucitado por Dios a la vida
espiritual. Los ángeles conocían ya su posición original, sin embargo él había
abandonado “su posición” para asumir “la
condición de un servidor, haciéndose
igual a los hombres. Y cuando se encontró en la condición humana, se humilló
a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, una muerte de sacrificio.
Por esta razón Dios le ha elevado a una posición superior, y le ha
dado un nombre más sobresaliente que cualquier otro, para que ante el
nombre de Jesús, todos los que están en los cielos, sobre
la tierra o bajo la tierra, doblen la rodilla”. (Filipenses
2:7..10) Al despedirse de sus discípulos, Jesús había declarado:
“Me ha sido entregada toda la autoridad en el cielo
y en la tierra”; (Mateo 28:18) esta autoridad implicaba la
soberanía sobre los ángeles, como lo confirma Pedro con estas palabras: “Él está ahora a la diestra de Dios, después de haber subido
al cielo y de haber obtenido la soberanía sobre ángeles,
autoridades y potencias”, (1Pedro 3:22) y
así, revestido de este gran poder, se presento o “se
manifestó en espíritu a los ángeles”.
“Fue
anunciado a las naciones”
13 Poco antes de su arresto, Jesús había dicho a los apóstoles: “En verdad, en verdad os digo que el que crea en mí,
hará también las obras que yo hago y las hará mayores que
estas, porque yo voy hacia mi Padre”. (Juan 14:12)
Jesús se había presentado ante el pueblo judío como el Mesías enviado; durante
su ministerio anunció y desveló los designios de Dios predichos desde la
antigüedad por los profetas, y antes de ser ascendido a los cielos, dio a sus
discípulos el encargo de continuar su obra, diciendo: “Id y haced discípulos de todas las naciones en el
nombre mío". (Mateo 28:19) Esta era una obra
inmensa y para ayudarles, en el
Pentecostés del año 33 de nuestra era, Jesús derramó espíritu santo sobre sus
discípulos, y “Pedro, presentándose con los once, alzó
su voz y dijo: ‘Judíos y habitantes todos de Jerusalén, os quede esto bien claro
y prestad atención a mis palabras’”, entonces comenzó a proclamar la
Buena Nueva, concluyendo así su discurso: “Jesús el
Nazoreo, hombre acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y
señales que por medio suyo hizo entre vosotros … A este Jesús, le resucitó Dios,
cosa de la que todos nosotros somos testigos”. (Hechos
2:14..32)
14 De esta manera se inició la predicación apostólica en el pueblo judío.
Más tarde, también muchos samaritanos aceptaron la palabra de Dios y recibieron
espíritu santo, lo mismo que lo recibieron en el año 36, aquellos gentiles
reunidos en casa de Cornelio para escuchar a Pedro, que aceptaron la Buena Nueva y
el bautismo en el nombre de Jesús. Tal como Lucas informa, “… la Palabra de Dios crecía y se multiplicaba”;
(Hechos 12:24) y se relata en el libro de los ‘Hechos de los Apóstoles’
que aquellos que en el norte de Grecia se les oponían, clamaban: “¡Estos que han trastornado el mundo entero han
llegado también hasta aquí!” (Hechos 17:6)
Después
de treinta años, Pablo escribió desde Roma a los discípulos colosenses, que la
Buena Nueva había ya “sido anunciada a toda la
humanidad bajo el cielo”. (Colosenses 1:23) Aquellos
discípulos habían obedecido el mandato de Jesús y le habían anunciado a las
naciones del mundo de entonces, haciendo posible que la Buena Nueva continuase
difundiéndose sobre la Tierra hasta su retorno, pero la gran apostasía de los
siglos tercero y cuarto, modificó y desfiguró el “grande y misericordioso … Secreto Sagrado” y el
designio de Dios quedó oculto. Se hace pues necesario vindicarlo,
esforzándonos como lo hicieron ellos, y desvelándolo sin miedo ante los que
quieran escuchar. Recordemos que Jesús advirtió a los suyos: “de aquel que se avergüence de mí y de mis palabras
en esta generación adúltera y pecadora,
se avergonzará también el Hijo del hombre cuando venga en la gloria de su
Padre con los santos ángeles”. (Marcos 8:38)
“Se
dio a conocer al mundo”
15 Aquella fiel y activa predicación de los discípulos del primer siglo,
“dio a conocer al mundo” al hijo de
Dios enviado en beneficio de la humanidad. Aunque no conocemos los hechos de
todos los apóstoles y discípulos, sí sabemos que predicaron en toda el Asia
Menor y extendieron su mensaje hacia el Este y hacia el Oeste, llegando a muchas
naciones, pueblos y etnias. Por ejemplo, sabemos que Pedro servía en Babilonia y
que la Buena Nueva llegó hasta el África oriental a través de aquel prosélito
etíope, bautizado por Felipe cuando regresaba a su tierra desde
Jerusalén. Y si hoy en día el nombre de Cristo es conocido en todo el
mundo, se debe al esfuerzo de aquellos valientes y animosos predicadores de la
Buena Nueva.
“Fue
ascendido a la gloria”
16 Después de haber sido resucitado en el espíritu, Jesús se presentó ante
sus discípulos y “les habló acerca del reino de
Dios” (Hechos 1:3) durante 40 días, y después ascendió a
los cielos. Dios había escuchado su ruego, cuando “alzando los ojos al cielo”, dijo: “Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo
para que tu Hijo te glorifique a ti, pues le has otorgado autoridad sobre
todo mortal, para que dé vida eterna a todos los que le has entregado. Y esto es
vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y
al que has enviado, Jesús Cristo. Yo te he glorificado en la tierra y
he llevado a cabo la obra que me has encargado que hiciese. Y ahora
glorifícame tú, Padre, a tu lado, con la gloria que a tu lado tenía antes de
que el mundo fuese”. (Juan 17:1..5) ¡Cuánta alegría
debía haber en los cielos por el regresó de Jesús y su manifestación a los
ángeles! Dice la Escritura que cuando el Creador estableció los fundamentos de
la Tierra, “todos los ángeles gritaron de
alegría”, (Job 38:7) pero la alegría de recibir triunfante
al fiel vindicador de la soberanía de Yahúh, tenía que ser aún mayor. Jesús
había abierto a la humanidad el camino de la misericordia de Dios, fijando un
modelo para todos los que desde entonces, quisieran alcanzar la vida eterna, y
estableciendo una expectativa segura y fidedigna para quienes obedecen su
palabra. Como Pablo dice, “esta esperanza es en
nuestras vidas, como un ancla segura y firme que penetra más allá de la
cortina del santuario, el lugar donde entró Jesús como precursor
nuestro”, (Hebreos 6:19) puesto que “mediante la sangre de Jesús, hemos adquirido la libertad de
entrar en el Lugar Santo”. (Hebreos 10:19)
Conclusión
17 El entero Secreto Sagrado está pues construido en torno a Jesús, en torno
a su confianza y profundo respeto al orden establecido por Dios, y su obediencia
y fidelidad a sus designios. Él, que era el Primogénito de Dios, su portavoz o “Palabra”, el
Arquitecto de su creación “por medio de quien fueron
hechas todas los cosas”, (1Corintios 8:6) renunció a todo por amor y respeto al propósito de Dios, y “se hizo hombre y habitó entre nosotros, y percibimos su
gloria, una gloria cual unigénito del Padre, colmado de favor y
veracidad”. (Juan 1:14) Verdaderamente y en armonía con la
primera profecía del Génesis, Jesús procedía o descendía de la
mujer mencionada en ella, pues hasta que renunció a su vida en los cielos para nacer como hombre,
formaba parte de “la Jerusalén celeste”, constituida por “la entera asamblea de miríadas de ángeles”
(Hebreos 12:22) voluntariamente sujetos al Creador, lo mismo que una
mujer fiel se sujeta voluntariamente a su esposo.
18 Jesús
es por tanto el principal de la
descendencia de la mujer, aquel que al ser ejecutado por sus
compatriotas, fue herido por “la antigua
serpiente, el que es llamado Diablo y Satanás y está engañando a la humanidad
entera”, (Apocalipsis 12:9) pero triunfó ante Dios, venciendo la
contienda suscitada por “el Maligno”, (1Juan
5:19) con respecto al beneficio que la autoridad del Creador representa para
sus hijos.
Jesús
ha demostrado la veracidad de Dios y su fidelidad para con sus hijos, y “ha expuesto a la vergüenza pública” (Colosenses
2:15) a “los gobiernos, las autoridades y los
gobernantes cósmicos de estas tinieblas, o sea … las fuerzas espirituales
malvadas que habitan las regiones celestes”,
(Efesios 6:12) condenándolos a la eterna destrucción; es decir, a
una muerte sin posible retorno, representada por el simbólico “lago de fuego que arde con azufre”. (Apocalipsis
20:10) Y “después de haber cumplido con la
purificación de los pecados mediante el sacrificio de expiación, se ha sentado a
la diestra de la Majestad divina en el más alto de los cielos, y ha adquirido
una naturaleza tan superior a la de los ángeles, cuanto mayor es su
responsabilidad en la posición que le ha sido otorgada”. (Hebreos
1:3..4) Porque Dios “ha sometido todas las cosas
bajo sus pies”, (Hebreos 2:8) y le ha hecho el “cabeza del cuerpo, o sea, de la Congregación, y el principal
y primogénito de los que resucitan de entre los muertos, de manera que
en todo ocupa el primer lugar”. (Colosenses
1:18..19)
19 En relación a todo esto, el apóstol Pedro escribe a los discípulos:
”… no habéis sido liberados del modo de vida inútil
que heredasteis de vuestros padres, por medio de cosas corruptibles como la
plata y el oro, si no mediante la preciosa sangre de Cristo, que es
como la de un cordero sin defecto ni mácula, predestinado antes de la
fundación del mundo y revelado a vosotros en estos últimos tiempos”.
(1Pedro 1:18..20)
Cristo
es por tanto el cordero de Dios, el novio o el desposado con “la novia”, que como
“esposa del Cordero”, (Apocalipsis
21:9) forma con él un solo cuerpo y es también denominada “la ciudad santa, la Nueva Jerusalén”.
(Apocalipsis 21:2) Esta Jerusalén nueva está constituida por “la Congregación de los primogénitos, inscrita en los cielos”, (Hebreos
12:22) y es la “columna y soporte de la verdad”. (1Timoteo
3:15)
Entonces,
“profesemos la verdad con
amor” mientras progresamos
“en armonía con Cristo, el cabeza a quien todo
el cuerpo se une armoniosamente, para recibir la fuerza que le hace crecer y
edificarse en el amor, con la ayuda de cada articulación y según la energía
propia de cada uno de sus miembros”, (Efesios 4:15..16)
20 El apóstol Pablo exclama: “¡Este Secreto
Sagrado es grande! Me refiero a Cristo y la Congregación”.
(Efesios 5:29..32) Y es que la Congregación de los primogénitos es junto
al Nuevo Pacto, una nueva creación de Dios, porque es fruto de la nueva
posición alcanzada por su cabeza, que es Cristo. Por esto dice Pablo que “ni la circuncisión ni la incircuncisión son nada”, ya no tienen sentido porque la circuncisión
verdadera es la que está en el corazón por medio del espíritu y “lo que importa es una
nueva creación”. (Gálatas 6:15 y Romanos
2:29)
Con
todas estas cosas, “se cumple la Palabra de Dios
recogida en el Secreto Sagrado que ha estado escondido durante siglos y
generaciones, y que ha sido ahora revelado a sus santos, porque Dios ha
querido que ellos comprendan la gloriosa riqueza que hay en este Secreto Sagrado
para las naciones: la esperanza gloriosa de pertenecer al Cristo.
De hecho, esto es lo que nosotros anunciamos, haciendo razonar a todos
los hombres e instruyéndoles con sabiduría, para que nada les falte al ser
presentados delante de Cristo”.
Participemos también hoy en día en dar a conocer los designios de Dios,
sostenidos por “el poder” que nos “transmite su
energía”. (Colosenses 1:26..29)