Nombre de Dios
1 Mateo nos explica que en
cierta ocasión, Jesús subió al monte y desde allí comenzó a instruir a sus
seguidores. En aquel memorable día les impartió las enseñanzas que se registran
en el “Sermón del Monte” del evangelio de Mateo, y les dijo:
“Felices son los que suplicando piden para el espíritu,
porque por ellos es constituido el reino de los cielos”.
“μακάριοι οὶ
πτωχοὶ τῷ πνεύματι, ὅ̓τι αὐτῶν
ἐστιν ἡ βασιλεία τῶν
οὐρανῶν”.
“
Makarioi hoi ptôchoi tôi pneumati, hoti autôn estin hê basileia tôn
ouranôn”.
(Mateo 5:3)
Luego indicó a
los discípulos que le escuchaban, y que ciertamente formaban parte de los “que suplicando piden para el espíritu”, una cosa de
gran importancia para alcanzar una íntima relación con el Creador ¿Cuál es? En
Mateo 6:6…10 leemos que es la oración, porque al
orar tenemos el privilegio de hablar con nuestro Padre del cielo. Jesús dijo:
“Tú cuando ores, entra en tu habitación y cerrando la
puerta, dirige en privado tu oración al Padre tuyo, y el Padre tuyo que ve lo
privado, te dará la recompensa”, y siguió: “Vosotros debéis orar así: Padre nuestro que estás en los
cielos, sea santificado tu Nombre…”
Notemos que en esta oración tan conocida, donde se nos enseña a pedir a
Dios día a día las cosas fundamentales, Jesús dice en primer lugar: “sea santificado
tu Nombre”; en griego: “ἁγιασθήτω
τὸ ὄνομά σου·
”.
2
Para los discípulos de Cristo el hecho de santificar el nombre de
Dios, es algo fundamental. Hablando del
tiempo del final de este mundo que “está bajo el poder
del Maligno”, (1Juan 5:19) el profeta Malaquías predijo:
“En aquel tiempo, aquellos que tengan temor de Yahúh
hablarán entre ellos, cada uno con su prójimo, y Yahúh les escuchará y les
prestará atención, y ante él se escribirá un libro para el recuerdo de los que respetan a Yahúh y piensan en su
Nombre. «Ellos serán míos», dice Yahúh de las multitudes, «en el día que
cree un bien precioso para mí». Entonces me apiadaré de ellos, lo mismo que un
hombre se apiada de un hijo que le sirve»”. (Malaquías 3:16…17) Pero ¿Cómo puede santificarse,
pensarse y respetarse aquello que se ignora? Por esta razón Jesús consideró
necesario enseñar el santo nombre de Dios a sus discípulos, como Juan nos
informa citando estas palabras de una oración de Jesús a su Padre: “He dado a conocer tu nombre a los hombres del mundo que me
diste … les he dado a conocer tu Nombre y lo daré a conocer” (Juan 17:6 y 26)
3
Ahora podemos preguntarnos ¿No eran tal vez hebreos aquellos primeros
discípulos? Entonces ¿Por qué se hacía necesario darles a conocer el nombre del
Padre? ¿Acaso el nombre de Dios no está escrito 6.828 veces en las Escrituras
Hebreas?
La respuesta es que, debido a una interpretación equivocada del
mandamiento divino registrado en Éxodo
20:7 y en Deuteronomio 5:11, que dice: “No pronunciarás el nombre de tu Dios Yahúh en vano”,
se desarrolló entre los hebreos un temor supersticioso a pronunciar el nombre de
Dios. Una amplísima generalización de la palabra “La-shua”, que se traduce “en vano”, convirtió este mandamiento en una
prohibición de pronunciarlo, a pesar de que, como explica el léxico hebreo de Koehler y Baumgartner, esta palabra
dentro del contexto de la frase, solo tiene el sentido de “pronunciar el nombre sin motivo… usar el nombre
erróneamente”.
Este mandamiento no prohibía por tanto pronunciar el nombre de Dios,
solamente emplearlo de modo impropio, pero aún así, cuando los lectores
encontraban el nombre de Dios, YHWH, lo sustituían por Adonay (Señor), y si el
nombre iba acompañado por la palabra Dios, es decir, si tenían que leer Yahúh
Dios, como es frecuente en la Escritura, decían Adonay Elohim, o
sea, Señor Dios.
4
Durante el período del Tanaj (Antiguo Testamento) era
corriente emplear el nombre de Yahúh, siempre con el respeto debido, como ha
sido cumplidamente demostrado por los hallazgos arqueológicos. Una tableta de
arcilla hallada junto a la puerta de Istar de la antigua Babilonia, y datada
entre los años 595 al 570 antes de nuestra Era, revela la presencia en el país,
de los miembros de la familia real de Judá, en calidad de prisioneros. Esta
lista incluye por tanto a “Yahukin, rey de la
tierra de Yahud” (Judá). Yahukin significa “Yahúh enaltece” y este nombre, junto con muchos
otros, demuestra que el nombre de Dios, no solo se pronunciaba, también se
incluía en los nombres propios.

(1
sila = 0,84
litros)
5 En el mes de Mayo de 1893, durante
la remoción de los escombros de unas antiguas ruinas en Nippur, uno de los
grupos de trabajadores hizo un descubrimiento sorprendente. Sepultadas bajo los
escombros, se hallaron 730 tabletas de arcilla escritas en arameo y en escritura
silábica cuneiforme. Habían formado parte de un archivo perteneciente a la
familia Murashu, habitantes de Nippur en el siglo V antes de nuestra Era.
(H.V. Helprecht, “The Babylonia Expedition of the University
of Pennsylvania”. Series A: “Cuneiform Texts”, vol.
IX, 1898, página 13)
En las tres tabletas que mostramos,
está escrito “Yahúh es Dios”, otra muestra más de que en aquel
tiempo, el nombre del Dios de Israel se empleaba
habitualmente.

6
Entre los años 1932 y 1938, una legación arqueológica inglesa
encontró bajo las ruinas de la casilla de vigilancia de la puerta principal de
Laquis, veintiún óstracas o fragmentos de terracota, inscritos en hebreo y
pertenecientes al período de las conquistas babilónicas en el año 596 antes de
nuestra Era. Algunas de estas tabletas contenían urgentes mensajes de Hosha-Yah,
oficial de un puesto avanzado cerca de Jerusalén, a Yah-ush, comandante de la
guarnición de Laquis, y expresaban su preocupación por el avance del ejército
babilónico.
De los ocho fragmentos legibles,
siete comienzan con un saludo como este: “A mi señor
Yahush. Haga Yahúh llegar a mi señor, noticias de paz día tras día”. Los
siete mensajes en total, contienen el nombre de Dios once veces, testificando
así su uso en la vida cotidiana.

7 Puesto que durante el período del
Tanaj o Antiguo Testamento, el nombre de YHUH era de uso común ¿Cuándo comenzó
el temor a pronunciarlo? Según se dice en el Talmud, fue más o menos a partir
del año 300 antes de nuestra Era. Simón el justo, sumo sacerdote en el período
de los Tolomeos, dejó de pronunciar el nombre de Dios en las bendiciones, (Talmud: Yoma 49b) y más tarde solamente se
pronunciaba en el Templo. En la
Mishná se dice: “En el Santuario se pronuncia el Nombre tal como está
escrito, pero en las provincias, solamente con un eufemismo” (Talmud: Sotah 7:6; Sotah 38b; Tamid 7:2)
En el primer siglo, el historiador Josefo Flavio hace referencia a la
prohibición de usar el nombre de Dios, cuando al comentar los sucesos que se
describen en el capítulo tercero del Éxodo, dice: “He aquí que Dios declaró su santo nombre a Moisés, un
nombre que anteriormente nunca había sido declarado a los hombres, y respecto al
cual, no me está absolutamente permitido pronunciarlo” (Antigüedades Judaicas 2: 12:4) En los días de Jesús estaba pues en
vigor la regla de leer el Tetragrama como Adonay o como Elohim, cuando se leían
las Escrituras en el Templo y en la Sinagoga, por este motivo era
necesario que Jesús diese a conocer el nombre del Padre a sus discípulos, como
lo revela cuando se dirige a Dios diciendo: “Les he
dado a conocer tu Nombre y lo daré a conocer”. (Juan 17:26)
8 El influjo ejercido por la filosofía
griega sobre la cultura de la época, contribuyó a radicalizar el temor de
pronunciar el nombre de Dios. Los escritos de Filón, filósofo hebreo de
Alejandría, más o menos contemporáneo de Jesús, que consideraba al griego Platón
como un hombre inspirado por Dios, son un claro ejemplo de la intrusión de la
filosofía platónica en las creencias de los hebreos. Así, el “Lexikon des Judentums” o Léxico del Judaísmo, explica bajo el
nombre de “Filón”, que “integró el lenguaje y los conceptos de la filosofía
griega (platónica) con la fe revelada de los hebreos” y que “influyó
manifiestamente sobre los padres de la Iglesia Cristiana”.
También él como Platón, sostenía que Dios era indefinible y por tanto, innombrable.
Durante mucho tiempo se sostuvo que el Nuevo Testamento nunca había
contenido el nombre de Dios, ni siquiera cuando se citan en él las Escrituras
hebreas procedentes de la traducción griega de los “Setenta”, puesto que
solamente aparecen en ella los términos Kirios o Theos. Pero
¿Tiene esta afirmación un fundamento sólido?
Jerónimo, que en su
“Vulgata” tradujo al latín la “Setenta” griega, escribe en el
prólogo de los libros de Samuel y de los Reyes: “Encontramos el nombre de Dios, el Tetragrammaton, aún
ahora en algunos de los libros griegos escritos con letras hebreas
antiguas”. Y los tres fragmentos de la versión de los “Setenta” que
presentamos demuestran la veracidad de su afirmación.



9
La presencia del Tetragrama en el texto de las Escrituras hebreas y
en el de su versión griega de los “Setenta”, es pues indiscutible, y aunque en
ninguno de los manuscritos del Nuevo Testamento que hoy en día tenemos aparece,
a excepción de Apocalipsis 9:1…6, donde se encuentra incluido en la
expresión “ἁλληλούϊα o AlleluYa”, que significa “Alabanza a Yah”, hallamos en algunos
versículos, vestigios evidentes de la presencia del nombre de Dios, como por
ejemplo en Mateo 6:9, en Juan12:28; 17:6, 26; o en Hebreos 6:10.
Aunque los manuscritos que poseemos no contengan el Tetragrama, tenemos
que recordar que no disponemos de los originales, las copias más antiguas
proceden de los siglos IV y V, y aunque no se conserve en ellas el nombre de
Dios, existen pruebas indirectas de su presencia en los textos originales. Por
ejemplo, la primera parte del Talmud de Babilonia, titulada
“Shabbat”, contiene el conjunto de normas que establecen las actividades
permitidas en día de sábado, y en el lugar donde se argumenta si en este día es
lícito salvar del fuego los manuscritos de las Escrituras, leemos: “los espacios en blanco (hagilyonim) y los libros de los Minim (seferi-minim) no podemos salvarlos del fuego. El Rabino José dijo:
«En los días laborables es necesario recortar los nombres de Dios que contienen,
esconderlos y quemar el resto». El Rabino Tarfón dijo: «Pudiese yo enterrar a mi
hijo, si no quemase junto a los nombres de Dios que contienen, cualquiera de
ellos que llegase a mis manos»”.
(Tomado de la traducción inglesa del doctor H. Freedman). En el libro “Who Was a Jew?”, de Lawrence H. Schiffman), este texto del
Talmud se traduce así: “No salvamos del fuego (en
Sábado) los evangelios y los libros de los Minim. Se queman donde se encuentren,
ellos y sus Tetragramas”.
10
¿Quiénes son los Minim? La palabra “min”, en plural “minim”, significa “herético, sectario, cismático, disidente”, Diccionario Hebreo-Español de Judit
Tarragona Borrás. Según dice el doctor Freedman, este término se empleaba para
denominar a los judíos convertidos al cristianismo. Y ¿Qué son los gilyonim?
Esta palabra que puede traducirse como espacios en blanco, se refería a los
escritos de los cismáticos, como lo eran para ellos Pedro, Pablo, Juan y los
discípulos de Jesús. Los gilyonim designaban pues los escritos de
la Buena
Nueva que los judíos cristianos predicaban. En armonía con
esto, una frase del Talmud, previa al argumento de la quema de los
“seferi-minim” o libros de heréticos, dice: “Los
libros de los minim
(judio-cristianos) son como gilyonim
(espacios en blanco)”, y así lo confirma el citado diccionario, que entre
los sentidos de la palabra “gilyonim”, incluye el de “Evangelios”.
Para mayor soporte de la presencia del nombre de Dios en los escritos
originales del Nuevo Testamento, el profesor George Howard, de la Universidad de Georgia (USA), observa: “Cuando la “Setenta” que la iglesia del Nuevo Testamento
empleaba y citaba, contenía el nombre Divino en caracteres hebreos, los
escritores del Nuevo Testamento incluían sin duda el Tetragrama en sus
citas”, Biblical Archeology
Review, (Marzo 1978, página 14). Además existen otras pruebas indirectas de
que Jesús y sus apóstoles empleaban libremente el nombre de Dios. Por ejemplo,
la acusación que tras su muerte le hacían los hebreos, de que realizaba milagros
“solo porque se había apoderado del nombre secreto
de Dios”. The Book of Jewish Knowledge.
11 Ahora bien ¿Cuál es la correcta
pronunciación del Tetragrama? Hasta la Edad Media, el texto de las
Escrituras hebreas llamado ketib
permaneció sin vocales, y siempre que en él aparecía el Tetragrama, se leía
Adonay o Elohim.
El hecho de que el nombre de Dios no
fuese dicho ni leído, origino el olvido de su pronunciación, y originó diversas
interpretaciones del modo en que debía leerse. Entre los siglos XI y XII, los
masoretas o soferim añadieron vocales al texto ketib, que entonces tomó el
nombre de texto masorético. Ellos intercalaron en el Tetragrama las vocales de
Adonay y de Elohim
para sugerir la elección de la palabra sustitutiva, de acuerdo con la regla
llamada “keré”, que significa:
“está escrito así … pero leeré así…” Es decir: “si
encuentras “a”, leerás Adonay y si
encuentras “e”, leerás
Elohim”.
Esto dio lugar a que con el tiempo, se difundiesen lecturas erróneas,
como la de Jehová o Yehovah, de gran divulgación. Hace ya bastantes años se
estableció que la lectura debía ser Yahweh (Yahué), basándose en la
pronunciación Ἰάω, que
Teodoreto atribuyó a los samaritanos. (Theodoreti Cyrensis Quaestiones in
Octateuchum, Madrid, 1979, página 112) Sin embargo y por causa de su
sistemática omisión, el nombre con el que el Creador se identificó y se dio
conocer a su pueblo, ha sido sustituido en la mayoría de las versiones de
la Escritura
por los títulos de Señor y Dios, siguiendo así la tradición de los copistas
hebreos. Pero de hecho, toda la evidencia verificable confirma
incuestionablemente que la pronunciación correcta de Tetragrama es Yahúh.
12 Retornemos al momento de su origen, es
decir, al momento en que desde la zarza ardiente y por medio de un ángel, Dios
se identifica como el Dios de Abraham. (Éxodo 3:6) Moisés, que iba a ser enviado a
Egipto, un país con multitud de dioses y de diosas, pensaba que si declara a los
hijos de Israel: “El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros”, ellos querrían saber cómo tenían que nombrarle, por
esto pregunta: “Si ellos dicen: «¿Cuál es su nombre?»
¿Qué les responderé?” (Éxodo
3:13) Entonces Dios, para diferenciarse
de la multitud de dioses falsos, de dioses que no tienen en sí la vida,
contesta: “‘ehyeh ‘aser ‘ehyeh”, unas
palabras que
significan: “Yo soy el que es”, o
“Yo soy aquel que
existe”.
Con esto, Dios se refiere a sí mismo como aquel que por siempre vive y por siempre
es. Y dice luego a Moisés: “Dirás a los hijos de
Israel «Yo Soy (ehyeh), me ha enviado
a vosotros»”. Por esta razón Moisés y el pueblo de Israel le llamarón Yahúh (Él es), un término procedente de la
tercera persona singular del verbo ser: (yahuhé), que pierde la e
final al convertirse en nombre propio.
En nuestra lengua los verbos se denominan en el modo infinitivo, es
decir: ser, creer, ver etc. mientras que en la lengua hebrea se denominan en
tercera persona, es decir; es, cree, ve, etc. Así, el nombre de Yahúh que proviene de yahuhe, denominación del verbo ser, incluye la
raíz gramatical y todo el alcance del verbo ser. El apóstol Juan que conocía el
sentido de todas estas cosas, transcribe su significado al griego con estas
palabras: “ο
ων και ο ην και ο ερχομενος”, o sea, “El que
es, el que era y el que viene”. (Apocalipsis 1:4)
13
Aunque a través de la escritura hebrea no silábica, reconstruir la
correcta pronunciación del Tetragrama hubiese sido difícil, tenemos la
posibilidad de hacerlo mediante la escritura cuneiforme con caracteres
silábicos, que la investigación arqueológica en la zona Asirio-Babilónica pone a
nuestra disposición, al facilitarnos varias tabletas que registran nombres
hebreos que incluyen el Tetragrama, como por ejemplo: Yirmeyahú
o Jeremías, Yahúkin o
Joaquín, y muchos otros.
He aquí algunos ejemplos de cómo se pronuncia el nombre de
Dios:
También Clemente Alejandrino corrobora esta lectura, cuando en el segundo
siglo de nuestra Era, escribe así con letras griegas el nombre de Dios: “Ιαού”; (en lengua griega, el diptongo ού se lee ύ)
Stromata V: 6,34.
No es por tanto extraño que de
acuerdo con la evidencia, historiadores acreditados, como por ejemplo Giuseppe
Ricciotti, admita en su obra Historia de
Israel, (Luis Miracle, 2º volumen, página 174) que Yahúh es probablemente la
lectura correcta del Tetragrama.
El famoso Shema de Deuteronomio 6:4 nos recuerda que:
SHMAA YISRAEL YAHUH ELOHEINU YAHUH ECHAD |
ESCUCHA ISRAEL YAHÚH ES NUESTRO DIOS YAHÚH ES UNO
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14 Antes de ascender al cielo, Jesús
dijo a sus discípulos: “Toda autoridad me ha sido
entregada en el cielo y sobre la tierra. Id y haced discípulos de todas las
naciones en el nombre mío, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado,
y mirad, yo estoy todos los días con vosotros hasta que el mundo
termine”. (Mateo 28:18...20)
Él había dicho a su Padre: “Les he dado a
conocer tu Nombre y lo daré a conocer”, (Juan 17:26) y estas palabras suyas están
ciertamente en armonía con la voluntad de Yahúh, que desde la antigüedad dice
por medio de los profetas: “Sea mi Nombre dado a
conocer en toda la
Tierra”, (Éxodo
9:16) “Ciertamente, el pueblo mío conocerá mi Nombre”, (Isaías 52:6) y “puesto
que se adhiere a mí, yo le salvaré
y le defenderé, porque conoce mi Nombre”. (Salmo 91:14)
Moisés declaró al pueblo: “Escucha Israel, Yahúh, nuestro Dios Yahúh, es uno”
(Deuteronomio 6:4), y los salmistas escribieron: “Quienes conocen tu Nombre
confiarán en ti, puesto que tú, Yahúh, no abandonas a los que te buscan”,
(Salmo 9:10) “Alabanzas a Yahúh proclamará mi boca; y todo viviente
bendecirá constantemente su santo nombre, por toda la eternidad” (Salmo 145:21)
En este tiempo
cercano a su llegada, Jesús cumple de nuevo aquellas palabras que había dirigido
a su Padre, y de nuevo da a conocer su Nombre ¿Cómo lo hace? Por medio de sus
discípulos, que son aquellos que por encima de todo buscan la verdad que apaga
la sed del espíritu, y se esfuerzan en obedecer y en difundir todas las cosas
que él dispuso. Esforcémonos pues y hagamos todo lo necesario para dar a conocer
el nombre de nuestro amado Dios y Padre, Yahúh.