El Sábado
La palabra sábado
proviene de la palabra hebrea ‘shavat’, que significa ‘pausa o descanso’,
hace alusión al descanso de Dios tras los períodos de la creación. El sistema
sabático prescrito en la Ley de Moisés, consistía en un día de descanso semanal,
que era el séptimo día de su semana civil y duraba desde la puesta de sol del
viernes de nuestro actual horario, hasta la puesta de sol del día siguiente.
Nuestro domingo era pues
para los judíos el primer día de la semana, un día en que los primeros
cristianos se reunían para estudiar las Escrituras, partir el pan y compartir la
copa de vino, según el mandato de Cristo. Lucas escribe: “El primer día de la
semana,
estando nosotros reunidos para la fracción del pan, Pablo, que debía marchar al
día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la media noche”. (Hechos 20:7)
Con relación a estas
cosas, Justino mártir, describió con detalle en el año 165, las costumbres de
los cristianos y dice en el capítulo 67º de su Apología: “...y en el día llamado
‘del sol’
(el día que luego se denominó Domingo), todos los que habitan en las ciudades o en
los campos se reúnen en un mismo lugar, y se leen las cartas de los
apóstoles o las Escrituras de los Profetas mientras lo permite el tiempo.
Luego, cuando el lector ha acabado, el que preside, exhorta e incita de palabra
a la imitación de estas cosas excelsas. Después, nos levantamos todos y oramos,
y como dijimos antes, cuando terminamos de orar, se presentan el pan y el
vino...”
Es evidente que esta explicación concuerda con el relato de Lucas y nos
confirma cómo y cuando se celebraban las reuniones semanales de los discípulos
de Jesús.
Así, aunque algunos
cristianos continúen observando el Sábado de la Ley de Moisés, la mayoría guardan el ‘día Domingo’, que significa ‘día del Señor’, cómo día de descanso y de
adoración.
¿Están los cristianos
bajo la obligación de guardar un día
de descanso semanal?
La Ley decía: “Los israelitas guardarán
el sábado, celebrándolo de generación en generación como alianza perpetua.
Entre yo e Israel será una señal perpetua.” (Éxodo 31:16-17)
La observancia del
sábado era una señal distintiva entre Yahúh e Israel; no sería así si
todas las demás naciones estuviesen también bajo la obligación de guardar el
sábado.
La palabra hebrea que se
traduce cómo ‘perpetuo’ es ‘ohlam', que significa fundamentalmente un
período que, desde el punto de vista del presente, es indefinido o está oculto
a la vista, comunicando la idea de una larga duración. Esta palabra puede
significar para siempre, pero no necesariamente. Por ejemplo, refiriéndose a
Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, se dice: “Habrá para él y para su descendencia
después de él, una alianza de sacerdocio perpetuo (‘ohlam')”, (Números 25:13)
aplicando esta palabra a un sacerdocio que posteriormente tuvo un final, cómo
lo muestra Pablo cuando escribe: “Si a través del sacerdocio Levítico, el
sacerdocio recibido por el pueblo mediante la Ley, hubiese sido posible llegar a la perfección, no se hubiese hecho necesario instituir un nuevo sacerdocio
que fuese, no como el de Aarón en el orden precedente, si no de acuerdo
con el rango de Melquisedec. Y al cambiar el sacerdocio, también se
hizo necesario un cambio de ley”. (Hebreos 7:11-12.)
Pablo escribe: “La Ley termina con Cristo, para que cualquiera que tenga fe sea justificado”. (Romanos 10:4)
La obligación de guardar el sábado formaba parte de aquella Ley que Dios abolió
mediante Cristo. Así, desde la redención que él proporcionó a la humanidad, una
posición o condición de justicia ante Dios no depende de la práctica de las
formalidades de la Ley, si no de la fe en Cristo que conduce al respeto de los
principios que en ella se contemplan.
Pablo, que era el
apóstol enviado a todas las naciones no judías, escribe: “Dios os ha dado la vida y
os ha redimido de todos vuestros pecados, al anular el documento escrito que os
era adverso, clavándolo en el palo... Ninguno debe atreverse a juzgaros por las
comidas, por las bebidas, o con respecto a las fiestas, los novilunios y
los sábados.” (Colosenses 2:13-16)
Los requisitos del
Sábado judío eran severos, era un día de descanso total en el que ni siquiera
se cocinaba, y bajo la Ley de Moisés, cuando alguno se hacía culpable de
profanar el shavat de Dios, toda la asamblea debía apedrearle, según se dice en Éxodo
31:14 y en Números 15:32-35. Por este motivo, aquellos cristianos
que pretenden estar aún sujetos a la Ley de Moisés y favorecen la observación
del sábado, deberían alegrarse de que en realidad, con el sacrificio de Cristo,
Dios la clavase en el palo, aboliéndola.
Desde entonces, el
disfrute de una posición aprobada ante Dios, no exige la observancia del
requisito sabático, ni tampoco de las comidas, de las bebidas, de las fiestas y
los novilunios prescritos en la Ley de Israel, puesto que para los seguidores
de Cristo, “…toda
la Ley queda cumplida en solo estas palabras: "debes amar al prójimo
cómo a ti mismo’”. (Gálatas 5:14)