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La esperanza de la resurrección

        

1 Casi toda la gente ha experimentado el dolor que la muerte de una persona querida causa, porque desde el principio del mundo, en todos los lugares de la tierra se repiten las inevitables despedidas. Sin embargo, a pesar de que los hombres saben que han de morir, se resisten a la idea de un irreversible ‘no ser’, y con el tiempo han desarrollado diversas teorías orientadas a proporcionarles la esperanza de una continuidad y de un reencuentro con aquellos que aman. Estas creencias que van desde la posibilidad de una reencarnación, a la de la pervivencia de un 'alma' individual o colectiva indestructible, en un lugar inmaterial, han impregnado casi todas las culturas de la tierra; en todas partes existen pues rituales destinados, cómo se cree, a contentar a los espíritus de los muertos, o a guiarlos hacia su morada final. Según las Escrituras, el concepto de la continuidad de la vida tras la muerte del cuerpo, es realmente antigua, ya que fue sugerida al hombre en Edén, cuando en contraste con las palabras de Dios, la ‘serpiente’ afirmó: De ningún modo moriréis. Y Dios sabe muy bien que el día en que lo comáis se os abrirán los ojos y seréis cómo  Dios. (Génesis 3:4..5)

 

2 Otras personas sin embargo, piensan que la muerte simplemente significa el final de la vida, y así coinciden, tal vez sin saberlo, con la descripción que de la muerte se hace en las Escrituras. En el Libro de Job está escrito: “El humano nacido de mujer es escaso en días pero rebosante en sufrimiento; lo mismo que un brote, se abre y se seca; cómo una sombra, pasa sin detenerse ...” (Job 14:1..4) “... su ser se acerca a la fosa y su vida a los exterminadores (los gusanos) …”. (Job 33:22) Y en los Salmos leemos: “No pongáis vuestra confianza en los poderosos, los hijos del hombre, puesto que en él no hay salvación; en el día que expira vuelve al suelo, y en ese día perecen sus pensamientos. (Salmos 146:3..4) También el rey Salomón escribió: “Cualquier cosa que desees hacer, óbrala con toda tu energía, porque no existen obras, ni razones, ni ciencia, ni sabiduría, en el sheol (sepulcro) a donde vas”. (Eclesiastés 9:10) Por esto: “… un perro vivo vale más que un león muerto, porque los vivos saben que han de morir, mientras que los muertos nada saben, ni reciben recompensa alguna; su memoria se ha perdido, y también su amor, su odio y su energía. Y han dejado para siempre su parte en todo lo que se hace bajo el sol”. (Eclesiastés 9:4..5)

 

3 Estas palabras de Salomón están en armonía con el resto de las Escrituras, y por consiguiente, con las de esta advertencia de Dios al hombre: “Puedes comer de todos los frutos de los árboles del jardín con entera libertad, pero del fruto del árbol del ‘conocimiento del bien y del mal’, no comas, porque desde el día en que lo comas, irás muriendo (envejeciendo) y morirás. (Génesis 2:16..17) Y según dice el relato, cuando el hombre desestimó el aviso, Dios le recordó la consecuencia final de su trasgresión con estas palabras: “… comerás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra de donde fuiste tomado, porque eres tierra y volverás a la tierra. (Génesis 3:19) Con esto, el hombre perdió para él y para su descendencia, la vida sin muerte que, cómo a los ángeles, Dios le había otorgado, y gradualmente, fue envejeciendo hasta morir y volver al suelo. No existen en las palabras de Dios, indicios que nos hagan sospechar una existencia inmortal en el hombre; por el contrario, demuestran que a partir de aquel día, su único destino era el de volver al suelo.

 

4 No obstante, dice Pablo que la descendencia de Adán, o sea “… la humanidad entera … no fue sometida a la futilidad por su propia voluntad, si no por la culpa de aquel que transgredió, y puede mantener la esperanza de ser emancipada de la esclavitud a la corrupción, para poder participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Romanos 8:19..21) Así pues, aunque la mayor parte de la humanidad ha desconocido al Dios verdadero y se ha forjado dioses y mediadores de acuerdo a su criterio y medida, el Creador no la ha abandonado a la muerte, y ha querido desde el principio proporcionar a los hombres una esperanza a través de las declaraciones de los profetas. Muchos siglos antes del nacimiento de Jesús, Isaías había declarado que Dios “eliminará la muerte para siempre, y el Señor ETERNO enjugará las lágrimas de todo rostro ...”. (Isaías 25:8) Confirmando sus palabras, Jesús dijo a los discípulos: “No os extrañéis de esto: llegará la hora en que todos los que están en los sepulcros (todos los que han muerto) oirán su voz (la del Hijo del hombre) y saldrán. Los que hayan practicado cosas buenas, a una resurrección de vida, y los que hayan practicado cosas viles, a una resurrección de condena”. (Juan 5:28..29) Y también les dijo: “…esta es la voluntad de mi Padre: Que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y que yo lo resucite en el último Día. (Juan 6:39..40) Por lo tanto, si bien es cierto que volvemos al suelo y allí terminan nuestros pensamientos, también es cierto que podemos alimentar la esperanza de recuperar la vida perdurable; una esperanza prometida por Dios a través de sus profetas, y confirmada por Jesús mediante la buena nueva; una esperanza que es digna de confianza por estar fundamentada en las promesas del Dios “que no puede mentir”. (Tito 1:2)

 

5 En los días del ministerio de Jesús, predominaban en Israel dos grandes sectas judías; la de los Saduceos, integrada por sacerdotes, y la de los Fariseos, que reunía a los escribas y a los maestros de la Ley. Los saduceos no creían en la resurrección, mientras que los fariseos sí creían en ella, pero influenciados por el helenismo, anulaban su trascendencia al admitir una existencia consciente tras la muerte, a pesar de que es evidente que quien está vivo no necesita ser resucitado. Cristo y sus discípulos, por otra parte, se adherían a las Escrituras y comparaban la muerte a un profundo sueño; creyendo firmemente en la promesa de resurrección que se halla en las Escrituras canónicas hebreas. Por este motivo, Pablo, tras ser detenido por los judíos y presentado ante el gobernador romano Félix, declaró: “... te confieso que conforme a la Vía que ellos (los judíos) llaman herejía, yo sirvo al Dios de mis padres, creyendo en todas las cosas que están escritas en la Ley y en los Profetas; y tengo en Dios la misma esperanza que tienen estos (los fariseos) de que habrá una resurrección, tanto de justos cómo de injustos. (Hechos 24:14..15) Sin embargo es un hecho que el concepto de la resurrección resultaba una fuente de conflictos entre los judíos; por este motivo, cuando Pablo compareció ante el sanedrín (el tribunal judío) para ser interrogado, dijo: “Varones, hermanos, yo, un fariseo hijo de fariseos, soy juzgado por causa de la esperanza en la resurrección de los muertos”; (Hechos 23:6) con esto, los que habían ido a declarar en contra suya, se enzarzaron en una encendida discusión, y no le acusaron.

 

6 Estas polémicas entre judíos, afectaban también en cierto modo a los discípulos de Cristo procedentes del judaísmo, y para atajar incipientes desvíos, el apóstol Pablo escribió: “Ahora bien, si se predica que Cristo ha sido resucitado de entre los muertos ¿Como es que algunos de vosotros decís que no hay resurrección de los muertos? Puesto que si la resurrección de los muertos no existe ¡Tampoco ha sido resucitado Cristo! Y si Cristo no ha sido resucitado, nuestra predicación y nuestra fe no tienen sentido. Es más, si fuese verdad que la resurrección de los muertos no existe, al declarar que Dios ha resucitado a Cristo, se nos puede considerar falsos testigos de Dios, puesto que si los muertos no van a resucitar, Cristo tampoco ha resucitado, y si él no ha sido resucitado, vuestra fe es inútil, estáis todavía inmersos en vuestros pecados, y aquellos que han muerto en unión con Cristo están perdidos. Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, somos más dignos de lástima que cualquiera. (1Corintios 15:12..19)

 

El retorno de Jesús y la primera resurrección

 

7 En cierta ocasión en que Jesús hablaba con los discípulos de su futuro retorno cómo rey, les explicó que quienes heredasen la tierra serían también juzgados en base a la atención dispensada a sus hermanos menores, porque él les diría: “… he tenido hambre y me habéis dado de comer, he tenido sed y me habéis dado de beber, he sido forastero y me habéis hospedado, desnudo, y me habéis vestido, enfermo, y me habéis visitado, encarcelado, y habéis venido a verme. Entonces los justos le responderán: Señor ¿Cuando es que te hemos visto hambriento y te hemos dado de comer, o sediento y te hemos dado de beber? ¿Cuando te hemos visto forastero y te hemos hospedado, o desnudo y te hemos vestido? ¿Y cuando te hemos visto enfermo o en la cárcel y hemos ido a visitarte? Y en respuesta, el rey les dirá: De verdad os digo, que cada vez que habéis hecho estas cosas a uno solo de estos hermanos míos más pequeños, me las habéis hecho a mí”. (Mateo 25:31..40)

 

8 Y aunque en general predomina la idea de que aquellos ‘hermanos más pequeños’ de Jesús son los pobres y los desheredados de la tierra, las Escrituras muestran claramente que él se refería a un número determinado de personas, que Dios “… ha llamado según su propósito” y “… que desde el principio ha reconocido y ha designado para ser modelados a semejanza de su Hijo, para que él sea el primogénito de muchos hermanos. (Romanos 8:28..29) Y pensando en estos hermanos suyos, al acercarse el momento de su partida, Jesús dirigió a su Padre esta oración: “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu hijo, para que tu hijo te de gloria… Yo he manifestado tu nombre a los que tú tomas del mundo para mí. Eran tuyos y tú me los has dado; ellos han guardado tu palabra, y ahora saben que todo lo que me has dado proviene de ti. Les he dado las palabras que me diste, y ellos las han recibido, y saben que es cierto que yo he partido de tu lado, o sea que ejercen fe en que tú me has enviado. Y yo intercedo por ellos; no intercedo por el mundo, si no por los que tú me has dado y que son tuyos, pues todo lo que es mío es tuyo, y todo lo que es tuyo es mío. Yo he sido glorificado en ellos, pero ahora ya no estaré en el mundo, y mientras yo voy a tu lado, ellos se quedan en el mundo. Padre santo, por tu nombre que tú me has dado, guárdalos, para que ellos sean uno cómo lo somos nosotros… no intercedo ante ti para que los saques del mundo, solamente para que los protejas del malvado. Ellos no son parte del mundo, igual que yo no soy parte del mundo, santifícalos pues con la verdad; la verdad es tu palabra. Aunque no solo intercedo por estos, también por todos aquellos que ejercerán fe en mí mediante sus palabras, para que sean uno todos ellos; y del mismo modo que tú, Padre, conmigo, y yo contigo, que también ellos sean uno con nosotros. Así el mundo ejercerá fe en que tú me has enviado”. (Juan 17:1..21)

 

9 Jesús había dicho a estos hermanos suyos: “… haceos bolsas que no se gastan: un tesoro en los cielos que no falla, en un lugar al que ningún ladrón se acerca, ni la polilla consume; porque allí donde esté vuestro tesoro, también está vuestro corazón. Permaneced con el cuerpo ceñido y las lámparas encendidas, cómo los que esperan para abrir a su patrón cuando llama al volver de sus bodas; porque felices aquellos servidores que al llegar, el patrón halla esperándole; os digo en verdad, que se ceñirá, los hará sentar a la mesa, y él mismo les servirá”. Y animándoles a esperar con fe y con paciencia su retorno, dijo: “… y si al llegar en la segunda o en la tercera vigilia, los encontrase así, dichosos aquellos servidores… pensad que si el dueño de la casa supiese en que momento iba a llegar el ladrón, no permitiría que entrase; así que también vosotros permaneced preparados, porque en la hora que menos pensáis llega el Hijo del hombre”. (Lucas 12:32..40)

 

10 Y después de su última cena con ellos, les prometió: “… vosotros sois los que habéis permanecido conmigo durante mis pruebas, y yo preparo para vosotros lo que mi Padre ha preparado para mí: un reino; con el fin de que comáis y bebáis en mi mesa, y en mi reino os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Lucas 22:28..30) Por esto Pablo escribió a los discípulos: “…vosotros os habéis acercado al Monte Sión, a la ciudad del Dios viviente que es la Jerusalén celeste, a la entera asamblea de miríadas de ángeles, a la congregación de los primogénitos inscrita en los cielos …”. (Hebreos 12:22..23) Esta congregación de los primogénitos había sido ya prefigurada desde la antigüedad, porque dicen las Escrituras que la Ley era la sombra de las cosas verdaderas; por este motivo Dios había declarado proféticamente a Moisés: los levitas son míos, porque mío es todo primogénito. (Números 3:11..13) Él había pues elegido a una de las tribus de Israel, la de Leví, para representar a sus primogénitos; y los levitas, igual que la ‘congregación de los primogénitos inscrita en los cielos’, no poseían una heredad en la tierra cómo las otras doce tribus, dedicándose solamente al sacerdocio y al cuidado físico y espiritual del pueblo de Dios.

 

11 Para explicar la resurrección que alcanzarán los que pertenecen a esta congregación de primogénitos, Pablo escribió: “… el primer Adán fue hecho alma viviente, y el último Adán, un espíritu dador de vida ... Por esto, tal cómo fue el terrestre, serán los terrestres y tal cómo es el celeste, serán también los celestes. Y luego, refiriéndose a sí mismo y a los demás miembros del cuerpo de Cristo, dice: “Nosotros que hemos llevado la imagen del terrestre, llevaremos también la imagen del celeste”. (1Corintios 15:45..49)

 

12 Ahora bien, los que llevarán la imagen del celeste, son aquellos que Dios ha designado para ser modelados a semejanza de su Hijo; por esto, durante su vida en la tierra, deben dejarse modelar por él. Esto significa que tienen que revestir una personalidad nueva, que si bien refleje su singularidad, esté profundamente unida en sus motivaciones y objetivos, a la de Cristo, que es la cabeza del cuerpo (o equipo) constituido por sus hermanos. Pero dice la Escritura que los hermanos de Cristo no han sido elegidos debido a su inteligencia, a sus dotes, a su sabiduría o a sus habilidades, ya que Pablo escribe: “Dios ha elegido las cosas que para el mundo no cuentan ni tienen valor, para reducir a la nada las consideradas valiosas. De esta manera ninguno puede jactarse ante él, porque es él quien os ha unido a Cristo, que por obra de Dios, es para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención”. (1Corintios 1:28..30)

 

13 Jesús había dicho a sus discípulos: “No temáis pequeño rebaño, porque la voluntad de vuestro Padre es entregaros el reino ...”. (Lucas 12:32) Y Juan, que contempló en visión el Día del SEÑOR, pudo ver la resurrección de este pequeño rebaño de Cristo, y escribe: “… vi sentados sobre sus tronos a los que habían recibido el encargo de juzgar; vi a los que fueron decapitados por dar testimonio de Jesús y por causa de la palabra de Dios … Habían regresado a la vida para reinar con Cristo durante mil años. Esta es la primera resurrección, porque el resto de los muertos no regresa a la vida hasta que hayan transcurrido los mil años. Felices y santos son los que obtienen la primera resurrección, porque sobre ellos no tiene poder la segunda muerte; (la muerte definitiva, la que no proviene de la imperfección heredada de Adán, si no de la trasgresión voluntaria) ellos serán sacerdotes de Dios, y reinarán los mil años junto a Cristo”. (Apocalipsis 20:4..6) En armonía con esto, Pablo explica: “Cristo ha resucitado de entre los muertos cómo primicia de los que duermen en la muerte, porque si la muerte llegó por medio de un hombre, también la resurrección llega por medio de un hombre, para que del mismo modo que todos mueren por la culpa de Adán, vuelvan todos a la vida por medio de Cristo, aunque cada uno de acuerdo con el orden establecido: Cristo cómo primicia, más tarde, cuando él vuelva, aquellos que pertenecen al Cristo, y después, todos los demás. (1Corintios 15:20..23) Pablo declara pues, que la resurrección de los muertos comenzó con Cristo; que los que  forman con él un cuerpo serán despertados a su retorno; y que en el momento establecido por Dios, cuando la tierra haya sido transformada de acuerdo con su voluntad, los justos resucitarán para vivir en ella una vida perdurable, de acuerdo con la promesa.

 

La resurrección de los justos

 

14 El desarrollo de los pactos de Dios culmina con la resurrección de los justos, que se beneficiarán del gobierno del Cristo en la nueva tierra; “...la futura tierra habitada de la que nosotros hablamos”, (Hebreos 2:5) cómo decía Pablo. Sin embargo, antes de que los hombres justos de la antigüedad, y muchos otros, puedan alcanzar las promesas de Dios, los nuevos cielos constituidos por el gobierno del Cristo, deben quedar establecidos sobre la tierra. Cuando en su carta a los Hebreos, el apóstol Pablo rememora la fidelidad y la confianza en Dios que tantos hombres de la antigüedad demostraron, concluye diciendo: “Todos ellos recibieron la confirmación de su fe, pero no podían alcanzar el cumplimiento de las promesas, hasta que nosotros obtuviésemos aquella de una naturaleza superior, que desde el principio nos había sido establecida por Dios”. (Hebreos 11:39..40) Solamente entonces “Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre en ella, (Salmos 37:29) cómo declaró el rey David, y cómo Jesús prometió a sus seguidores con estas palabras: “Felices son los de espíritu apacible, porque ellos heredarán la tierra”. (Mateo 5:5) Una tierra que él había enseñado a sus discípulos a pedir al Padre, diciéndoles: debéis orar así, “Padre nuestro ... venga tu reino y se haga tu voluntad cómo en el cielo, en la tierra”. (Mateo 6:10)

 

15 El apóstol Pablo declara que, de hecho, “... nosotros no combatimos contra carne y sangre, si no contra los gobiernos, las autoridades y los gobernantes cósmicos de estas tinieblas, o sea, contra las fuerzas espirituales malvadas que habitan las regiones celestes”. (Efesios 6:12) Estos son los cielos que gobiernan “... este malvado mundo presente”, (Gálatas 1:3..4) por esto dice la Escritura que Cristo, “… después de haber destruido cualquier gobierno, autoridad y poder, consignará el reino al Dios y Padre. Sin embargo debe reinar hasta que todos los enemigos queden sometidos bajo sus pies. El último de los enemigos destruidos será la muerte, y todas las cosas quedarán sometidas bajo sus pies. Pero cuando se dice ‘le ha sometido todas las cosas’, es evidente que se excluye al que se las somete, de modo que cuando todas las cosas queden sometidas a él, el Hijo mismo se someterá a Aquel que se las ha sometido, para que Dios sea todo para todos”. (1Corintios 15:25..28) De esta manera se cumplirá la gloriosa esperanza de la humanidad, que fue sujetada desde un principio a la esclavitud del pecado y la muerte, y que desde entonces participará plenamente y para siempre de la libertad de los hijos de Dios.