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Anunciada la Restauración de Todas las Cosas

 

1 En el relato de los Hechos de los Apóstoles, Lucas registra la declaración de que Jesús será retenido en el cielo hasta “el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por medio de sus santos profetas de la antigüedad”. Hechos 3:21

Qué alegría deberíamos pues sentir, por el hecho de que el futuro de la humanidad dependa, no de los pronósticos de políticos, científicos y filósofos, si no de las cosas dispuestas y anunciadas por Dios desde la antigüedad; unas cosas que están destinadas a beneficiar a la humanidad entera.

Esta prometida restauración tiene que ser para los que ponen fe en Cristo, una cosa segura, una firme esperanza que en realidad, no está relacionada con lo que nosotros podamos considerar conveniente, si no con el criterio del Creador de todas las cosas, que conoce mejor que nadie todo lo que los hombres precisan para hallar la felicidad.

 

2 Tal vez pensemos:

 

¿Cómo podemos estar seguros de que esta restauración corresponde verdaderamente a una promesa de Dios?

 

¿Cómo y cuándo se dio a conocer esta declaración, y quiénes la oyeron y la registraron?

 

Preguntas cómo éstas merecen la respuesta de una autoridad digna de confianza para los seguidores de Cristo, cómo la de un hombre que en el primer siglo de nuestra era, ejerció una gran responsabilidad. Nos referimos en este caso, al apóstol Pedro y a sus palabras ante una atenta muchedumbre en el Templo de la ciudad de Jerusalén.

Aquel Templo que había sido construido por el rey Herodes el Grande, no existe hoy; fue destruido en el año 70, junto a toda la ciudad de Jerusalén, por los ejércitos romanos. Sin embargo, unos treinta y siete años antes que esto sucediese, muchas de las personas que lo frecuentaban, rodearon a Pedro para escuchar sus palabras. Entonces Pedro les habló del designio de Dios que se concluiría por medio de Jesús, y afirmó que este Jesús, permanecería en el cielo “…hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad”. (Hechos 3:21)

 

3 Estas pocas palabras de Pedro, proporcionan una breve pero clara respuesta a las preguntas anteriores. Desde la “antigüedad”, mucho antes del tiempo de Pedro, Dios había anunciado su extraordinario propósito para la humanidad por medio de “sus santos profetas”. Pedro afirma que los que habían recibido y registrado las revelaciones divinas, habían sido reconocidos y considerados en Israel, cómo santos profetas de Dios. Él les había anunciado su propósito y ellos, a su vez, lo anunciaron a otros; sus voces dejaron de oírse hace ya muchos siglos, pero los mensajes de Dios que habían registrado, han permanecido celosamente guardados e integrados en los treinta y nueve libros de las Escrituras hebreas. Estos mensajes que fueron recibidos y anotados durante más de mil años, están en completa armonía y se complementan unos a otros, diseñando el progreso de un designio que tuvo su primera culminación con la llegada del Mesías, pero que no ha llegado aún a su conclusión.

 

4 Pedro conocía y comprendía bien lo que sus palabras implicaban, pero también nosotros podemos llegar a conocer y a comprender todas estas cosas declaradas por Dios a través de los siglos, que predijeron con exactitud la llegada y la trayectoria del Mesías enviado por Dios a Israel y que nos hablan del designio del Creador para el futuro de la humanidad. En realidad, difícilmente puede excusarse su desconocimiento, puesto que la Biblia es el libro más extensamente distribuido que hay en el mundo y también el que en mayor número de idiomas, circula por toda la Tierra. Por otro lado, los escritos canónicos hebreos y griegos de la Biblia, constituyen la única fuente de la enseñanza cristiana y son una autoridad digna de fe para los que han puesto su esperanza en Cristo.

 

5 En relación con esto, años después de aquel día en el Templo, el apóstol Pedro escribió a los discípulos: “Nosotros no os hemos dado a conocer la venida y las poderosas obras de nuestro señor Jesús Cristo, mediante historias inventadas,  pues fuimos personalmente testigos oculares de su grandeza cuando recibió el honor y la gloria de Dios Padre, porque a él se dirigió la voz desde la gloria majestuosa, diciendo: ‘Este es mi hijo amado, el que yo he elegido’… …Pero primero, debéis saber que ninguna profecía de la Escritura proviene de una interpretación personal, porque ninguna de las profecías vino nunca por la voluntad del hombre, si no que los hombres hablaron de parte de Dios impulsados por espíritu santo”. (2Pedro 1:16-17 y 20-21)

Pedro vindica pues, la autenticidad y la autoridad de las Escrituras y de la predicación apostólica, y también confirma que las profecías proceden del santo espíritu de Dios. Por este motivo, los que en este siglo veintiuno profesan fe en Cristo, deberían interesarse por estos escritos proféticos, que según ha sido confirmado por los hallazgos del Qumram, permanecen inalterados, y que están en armonía con las declaraciones de los últimos escritos de la Biblia, o sea, con los relatos de los evangelios, los Hechos de los Apóstoles, las cartas a los discípulos y la revelación recibida por Juan.

 

¿Por qué rodeó la multitud a Pedro y a Juan en el pórtico del Templo?

 

6 ¡La curiosidad causada por el asombro! Todos conocían al mendigo tullido que se sentaba a la entrada del templo esperando recibir algún dinero, pero cuando Pedro y Juan se le acercaron, le dieron algo mucho más valioso; Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesús Cristo el Nazareno, levántate y camina”, y le ayudó a ponerse de pie. (Hechos 3:6)

Los que frecuentaban el Templo, sabían que aquel hombre había nacido enfermo y que nunca había podido levantarse, de modo que estaban maravillados por lo sucedido y se preguntaban con qué poder había hecho Pedro semejante milagro.

Lo que había hecho era suficientemente importante para que la gente quisiese escucharles a él y a Juan. Querían saber, querían una explicación de cómo se había realizado aquella curación y entonces Pedro les dijo: "Hombres de Israel ¿Por qué os admiráis de esto y por qué nos miráis fijamente, cómo si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho caminar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo. Pedisteis que se hiciera gracia a un asesino y matasteis al Agente de la vida, pero Dios le resucitó de entre los muertos y nosotros somos testigos de ello; y por fe en su nombre, este que vosotros veis y conocéis, ha consolidado su nombre (el de Jesús) y la fe que por medio de él, le ha proporcionado una total recuperación ante todos vosotros. Y ahora, hermanos, yo sé que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes, pero Dios había ya predicho por boca de todos sus profetas, que su Cristo padecería, cumpliéndolo así’”. (Hechos 3:12-18)

 

7 Sin embargo, el hecho de que Dios hubiese predicho que su Mesías sufriría, no podía disculpar a la multitud que pidió su muerte. De acuerdo con la Ley de Israel, incluso un homicidio involuntario requería una reparación, de modo que el país no quedase contaminado con sangre inocente. (Números 35:9-34) Los que habían escuchado a Pedro lo sabían, y sabían que la culpa de la ejecución de Jesús, el fiel Siervo de Dios, estaba sobre su comunidad; por esto Pedro les dijo: “Arrepentíos… y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados y puedan llegar los tiempos de consolación de parte del SEÑOR, y envíe a aquel que antes os había sido destinado, a Jesús, el Cristo, a quien el cielo debe retener hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad”. (Hechos 3:19-21)

 

8 Todas las gentes de Jerusalén recordaban la sentencia de los principales de Israel contra Jesús, y su ejecución por los soldados de Roma, fuera de los muros de Jerusalén, a principios de la primavera del año 33. Jesús había sido entonces ejecutado cómo un criminal, pero sus discípulos había obtenido permiso para sepultarlo y al tercer día, su sepulcro había sido hallado abierto y vacío. Dios había vindicado el nombre de su Mesías levantándole de entre los muertos y Jesús, ya resucitado, se había aparecido a sus discípulos, presentándose durante cuarenta días ante muchos testigos. Pasados aquellos días, Pedro, Juan y los demás apóstoles, contemplaron cómo era ascendido hacia el cielo.

 

¿Cómo pueden ser borrados los pecados?

 

9 Para poder beneficiarse del perdón que “aquel que antes” les “había sido destinado”, (Hechos 3:19-20) ponía a su alcance, aquellos judíos tenían que arrepentirse y convertirse de nuevo a Dios, tenían que buscar la verdad de sus designios y poner fe en sus disposiciones, presentándose ante él cómo discípulos de su Mesías. Sin embargo, las palabras de Pedro establecen también un modelo para nosotros hoy día. El apóstol Pablo afirma: “Igual que por causa del primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa del pecado, la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el pecado”, (Romanos 5:12) y “el salario por el pecado es la muerte.” (Romanos 6:23)

Todos somos pecadores puesto que hemos heredado el pecado. Por tanto tenemos pecados que necesitamos borrar, si es que deseamos reconciliarnos con Dios y alcanzar la vida sin muerte que él otorga mediante la fe en la redención suministrada por Cristo en favor de la humanidad. Es necesario que seamos conscientes de esto y sintamos pesar por nuestros fallos, poniendo confianza en la salvación que Dios proporciona, mientras nos esforzamos en liberarnos de los hábitos que nos alejan de él.

 

10 Así pues, todos nosotros tenemos también que arrepentirnos y convertirnos. El arrepentirnos no es suficiente, debemos convertirnos, volvernos a Dios con sinceridad y comenzar a andar en sus caminos. Juan escribió con respecto a estas cosas: “…si declaramos estar unidos a él mientras caminamos en las tinieblas, no decimos la verdad si no una mentira, porque él (Dios) está en la luz, mientras que si caminamos en la luz, sí que estamos en unión con él, y la sangre de su hijo Jesús nos purifica de todos los pecados”. (1Juan 1:6-7)

 

La segunda llegada del Mesías y los tiempos de consolación

 

11 Algunas sectas de la cristiandad afirman aguardar el retorno de Cristo y esperan experimentar en aquel momento un “tiempo de la consolación”, aunque para disfrutarlo, también ellas tendrían que convertirse de nuevo a Dios, buscando lo que es verdadero en la armonía interna de las Escrituras, y desechando cualquier enseñanza ajena, que haya sido por tradición, asimilada a la doctrina que profesan, igual que hicieron aquellos judíos que siguieron el consejo de Pedro, arrepintiéndose y convirtiéndose a Dios, para que sus pecados fuesen borrados.

Puede decirse que tras la muerte de los apóstoles, la enseñanza impartida por ellos y basada en las palabras de Jesús, fue denigrada y olvidada. A pesar de que la iglesia afirma gobernar teocráticamente cómo representante de Cristo en la tierra, desde la consolidación de la Cristiandad en el siglo cuarto, sus miembros nunca han podido disfrutar de unos “tiempos de consolación de parte del SEÑOR”, porque sus integrantes, desunidos y confundidos, han sido abrumados durante más de dieciocho siglos, por las disputas internas y las guerras y luchas entre sus divisiones sectarias.

 

12 Si todos los que se llaman cristianos investigasen en las Escrituras y las considerasen con un profundo respeto, tal vez comprenderían que la destrucción sufrida en el año 70 por la Jerusalén infiel que había abandonado el espíritu y la enseñanza de la Ley entregada por Dios a Moisés, prefiguró en realidad, la que una Cristiandad infiel, alejada del designio de Dios y de la enseñanza apostólica, sufrirá. Dios no protegió entonces a Jerusalén ni protegerá tampoco a los que declarándose pueblo suyo, “…consideran la práctica de la fe como un medio para obtener su propia ventaja. (1Timoteo 6:5)

 

13 Es cierto que la mayoría de los componentes de la Cristiandad no creen en el regreso de Jesús ni en el Reino de Dios, que sin embargo piden en la oración del Padrenuestro, y sin embargo, en los Hechos de los Apóstoles, Lucas escribe que Jesús fue ascendido hacia los cielos en presencia de sus apóstoles, hasta que “…una nube le ocultó a sus ojos.  Y estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: ‘Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así, tal cómo le habéis visto subir al cielo’”. (Hechos 1:9-11)

 

14 Para que se cumplan todas las profecías acerca del Mesías, Jesús tiene pues que volver de nuevo, y en armonía con la declaración de Pedro a los judíos, en cuanto a que Dios enviaría de nuevo al que antes les había sido destinado, “…a Jesús, el Cristo, a quien el cielo debe retener hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad”, Pablo escribe a los discípulos hebreos: “Cristo, tras haberse ofrecido una sola vez para abolir por siempre los pecados de muchos, volverá a manifestarse de nuevo en una segunda ocasión, pero ya no en relación al pecado, si no a los que le esperan para ser salvados”. (Hebreos 9:28)

 

15 La primera vez que Yahúh envió a la Tierra a este hijo suyo, fue para que se ofreciese cómo redención en beneficio de la humanidad, y así lo habían anunciado los profetas de la antigüedad, y lo había declarado Pedro a los judíos, en el día de aquel milagro que tanto les había asombrado, diciendo: “Dios había ya predicho por boca de todos sus profetas, que su Cristo padecería, cumpliéndolo así’”, (Hechos 3:18) pero hay también muchas otras escrituras proféticas, que hablan de su retorno a la tierra en triunfo, cómo rey del Reino de Dios. Pedro lo sabía y se lo recordó a los discípulos, cuando les escribió: “Los profetas que predijeron el generoso don que os estaba reservado, examinaban e investigaban esta salvación mientras testificaban por adelantado los sufrimientos de Cristo, y la gloria que seguiría después.” (1Pedro 1:10-11) Además, seguramente Pedro recordaba también estas palabras de Jesús: “Cuando vuelva el Hijo del hombre en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre su trono de gloria”. (Mateo 25:31)

Los sufrimientos de Jesús en la Tierra predichos por los profetas, son para siempre cosa del pasado, porque cuando sea enviado por segunda vez, se cumplirán las profecías que hablan de la consolación que el Reino de los Cielos, bajo el gobierno del Cristo traerá a la humanidad.

 

¿Cuándo ocurrirán todas estas cosas?

 

16 En el día de su resurrección, Jesús se apareció a María, de la ciudad de Magdala, y le dijo: “Todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y Padre vuestro, a mi Dios y Dios vuestro” (Juan 20:17)

El rey David de Jerusalén, que era profeta y uno de los antepasados de Jesús, se refirió a esta espera y al momento en que comenzaría a reinar, con estas palabras: “Dijo Yahúh a mi señor: ‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos abatidos a tus pies. Desde Sión, el SEÑOR te entrega el cetro de tu poder ¡Domina en medio de tus enemigos!” (Salmo 110:1-2) Y comentando este salmo profético, Pablo dice: “Después de haber ofrecido una vez y para siempre, un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios mientras espera que sus enemigos le sean colocados cómo banquillo bajo sus pies”. (Hebreos 10:12-13)

Por tanto, tras su resurrección, Jesús ha sido ya glorificado en el cielo, y en el momento dispuesto por Dios, le será otorgado el gobierno del Reino y el triunfo sobre todos los enemigos de su reinado..

 

La restauración de todas las cosas

 

17 En armonía con las palabras de David y de Pablo, el apóstol Pedro había dicho a los judíos que el cielo retendría a Jesús “hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, cómo había hablado Dios por boca de sus santos profetas de la antigüedad.” (Hechos 3:21) Así pues, las cosas no pueden aún ser restauradas, y entre ellas, tampoco el reino mesiánico y sus intereses en la Tierra; esto nos hace comprender que al menos por un tiempo, tiene que haber existido en ella un reino mesiánico, porque si no ¿Cómo podría decirse que iba a ser restaurado?

 

18 Y es que el antiguo reino de Israel, verdaderamente había sido bajo el gobierno de la familia del rey David de Belén, un reino mesiánico, hasta el momento en que Yahúh lo abandonó, sometiéndolo al Imperio Babilónico. Tras la destrucción de Jerusalén en el año 586 antes de nuestra era, con la derrota del rey Sedequías, no ha vuelto a haber reyes mesiánicos sobre Israel, que es actualmente una República. Es verdad que después del dominio de los reinos griegos, los judíos gozaron de unos pocos años de autonomía en el período Macabeo, pero no tuvieron un verdadero rey que pudiese considerarse mesiánico o ungido por Dios y fueron de nuevo sometidos, esta vez por el imperio romano, desde el año 63 antes de nuestra era, hasta su total destrucción en el año 70.

 

19 Durante el período romano, entre el año 7 antes de nuestra era y el año 33, Dios envío a su Hijo, que nació cómo un hombre de la familia del rey David y fue llamado Jesús (Yahúshua), que significa “Yahúh es salvación”. Jesús era pues por nacimiento, un heredero legal al trono del rey David, y había sido nombrado por Dios para reinar cuando llegase el momento de establecer nuevamente su reino.

Antes de su nacimiento, un ángel había anunciado a su madre María: “Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el SEÑOR Dios le dará el trono de David, su padre; entonces reinará sobre la casa de Jacob por los siglos de los siglos y su reino no tendrá fin”. (Lucas 1:32-33) Por esto, la noche en que nació Jesús, el ángel de Dios anunció a unos pastores: “No temáis, pues os anuncio noticias gozosas que darán una gran alegría a todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David, un salvador que es el Mesías, el Señor”. (Lucas 2:10)

 

20 Los reyes de Israel habían sido ungidos con óleo por los profetas de Dios o por el sumo sacerdote, esta era la señal de su realeza, y por este motivo se les denominaba con la palabra hebrea Mesías, que significa Ungido y que se traduce al griego cómo Cristo. Sin embargo, Jesús no había sido ungido cómo rey de Israel por un hombre, si no por alguien mucho más alto que el sumo sacerdote de Israel, por Dios mismo, y no con el óleo de la unción santa, sino con espíritu de Dios. Su unción aconteció después de que fue bautizado en el agua del Jordán por Juan el Bautista; y su muerte no impidió que heredase el reino prometido por Dios, porque fue resucitado a una vida espiritual y eterna, por lo que su reinado será para siempre.

 

21 En armonía con esto, cuando Yahúh cerró un pacto solemne con el rey David, le hizo esta promesa: “Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono permanecerá firme eternamente”. (2Samuel 7:16) Esto significa que el reino mesiánico de la línea real de David iba a ser restaurado, y por este motivo, los apóstoles y discípulos, que habían reconocido a Jesús cómo el Mesías o el Cristo nombrado por Yahúh para su pueblo, esperaban la pronta restauración del reino de Israel. Recordemos que en una ocasión, Natanael le había dicho: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. (Juan 1:49) Y también Pedro le dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. (Mateo 16:16)

 

22 Por este motivo antes de que Jesús fuese ascendido a los cielos, Pedro y los otros apóstoles que estaban con él, le preguntaron: “Señor ¿Vas a restablecer el Reino de Israel en este tiempo?” Pero Jesús les respondió: “No os corresponde a vosotros el conocer los períodos y tiempos que el Padre ha dispuesto según su autoridad. No obstante recibiréis poder cuando sobre vosotros venga el espíritu santo, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”. (Hechos 1:6-7)

Dios no restableció entonces el reino de Israel en la Tierra, pero en su momento, el reino bajo el gobierno de Cristo, el Reino de los Cielos, abarcará mucho más que la Tierra misma, porque reunirá felizmente Cielos y Tierra.

 

El reinado Jesús y las bendiciones que traerá a la humanidad, habían sido predichos por Moisés y los profetas

 

23 Para mostrar a Israel la grandeza de Jesús, el apóstol Pedro recordó a la multitud que le rodeaba en el Templo, las palabras del profeta Moisés registradas en Deuteronomio 18:15-19, y dijo: “Verdaderamente, Moisés había dicho a vuestros padres: ‘El Altísimo, vuestro Dios, levantará a un profeta de entre vuestros hermanos, cómo yo; debéis escucharle en todas las muchas cosas que os diga, porque ocurrirá que cualquier alma que no escuche a este profeta, será destruida de entre el pueblo’”. (Hechos 3:22-23) Dios levantó a Jesús de entre sus hermanos, cómo lo había hecho con Moisés, pero Jesús es mayor que él, porque si Moisés cerró con Dios el Pacto de la Ley, Jesús fue el mediador de un Pacto eterno, y cómo dice Pablo, ha recibido un ministerio mucho más excelso por ser el mediador de un pacto mejor, uno establecido legalmente sobre promesas mejores. (Hebreos 8:6)

 

24 No fue Moisés el único que profetizó con respecto al Mesías, las Escrituras contienen centenares de profecías mesiánicas y por este motivo, el apóstol Pedro dijo a los judíos que en aquel día de la curación del mendigo, le escuchaban: “…todos los profetas que desde Samuel y sus sucesores han hablado, anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres, cuando le dijo a Abraham: ‘Por tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra’. Dios ha resucitado a su Siervo, en primer lugar, para vosotros y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades.” (Hechos 3:24-26)

 

25 Moisés registró en la Escritura el pacto que Yahúh hizo con el patriarca Abraham, para que todas las familias y naciones de la Tierra fueran bendecidas por medio de su Descendencia. (Génesis 12:3; 22:18) El profeta Samuel ungió a David de Belén para que llegara a ser el rey de todo Israel; un acto profético que predecía al Cristo y su reino eterno. (1Samuel 16:11-13) Y después de él, todos los profetas hebreos hablaron del reino mesiánico de Yahúh. Sus profecías nos ayudan a comprender y a apreciar lo que para la humanidad representará el reino de Dios bajo el gobierno de Jesús, el principal de la descendencia de Abraham, que está destinado por Yahúh a bendecir a todas las familias y naciones.

Con respecto a estas cosas, Isaías registró unas palabras de Yahúh que nos presentan a su rey: “He aquí mi siervo, el que yo sostengo; el elegido mío en quien mi alma se deleita. He puesto sobre él mi espíritu; él llevará la justicia a las naciones. No vociferará ni se exaltará y no hará oír en las calles su voz. Caña quebrada no partirá y mecha mortecina no apagará. Él proveerá un arbitraje fidedigno; no se debilitará ni se quebrará, hasta implantar en la tierra la justicia, y confiarán las islas en su ley”. (Isaías 42:1-4)

 

26 Dios envió pues a Jesús para bendecir en primer lugar, a los judíos naturales, por causa de la promesa que había hecho a Abraham, y por medio de él, cerró un nuevo pacto basado en la fe, con las personas de todas las naciones de la tierra.

Pablo lo explica así: “Abraham mostró fe en el SEÑOR, y esto le fue contado como justicia. Podéis estar seguros de que los hijos de Abraham son aquellos que muestran fe, y que Dios justifica por medio de su fe a las personas de las naciones. La Escritura lo confirma, porque se lee que a Abraham le fue anunciada esta buena nueva: ‘por medio de ti se bendecirán todas las naciones’, de manera que los que tienen fe, son bendecidos junto al fiel Abraham… Y por medio de Jesús Cristo, la bendición de Abraham ha podido alcanzar a las personas de las naciones, para que mediante su fe, pudiesen llegar a ser partícipes de la promesa del espíritu… Por esto ya no hay judío, ni griego, ni esclavo, ni libre, ni hombre o mujer, todos vosotros sois uno con Cristo Jesús”. (Gálatas 3:6-9,14 y 28)

 

Restauración de la soberanía universal de Dios

 

27¿Esperamos nosotros con fe las promesas de Dios y nos alegramos a causa de los prometidos “tiempos de la restauración de todas las cosas”? Esto es importante, puesto que se nos ha facultado de libre albedrío. Consideremos por tanto si estamos realmente dispuestos a aceptar el gobierno que él ha dispuesto, en el Reino de los Cielos que Jesús nos enseño a pedir en la oración del Padrenuestro

 

28 Cuando ocurra que “…el reino del mundo” haya llegado “a ser el reino de nuestro Soberano y de su Cristo” que “reinará por los siglos de los siglos…” Los cielos se alegrarán y darán gloria a Dios diciendo: “Te damos las gracias Yahúh, Dios Omnipotente que eres y eras, porque haciendo uso de tu gran poder has establecido tu reino. Las naciones se han enfurecido, pero ha llegado tu ira, y el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores los profetas, a los santos y a los humildes o poderosos que muestran respeto por tu nombre, y destruir a todos aquellos que destruyen la tierra. (Apocalipsis 11:15,17-18)

Esto significará para la humanidad, además de un cambio total, el restablecimiento de la paz, mientras que para el “Dragón, la antigua Serpiente, el llamado Diablo y Satanás”, significará la proximidad de una muerte definitiva, porque en el tiempo establecido por Dios, será “precipitado en el lago de fuego que arde con azufre (la destrucción)… y su condena será un ejemplo que se recordará día y noche por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 20:2 y 10)

 

29 El Reino de los Cielos gobernará sobre la humanidad y desempeñará en la Tierra funciones efectivas, y todas las personas llegarán a ser sus súbditos y recibirán la ayuda y la bendición de Dios y de su Cristo. El profeta Isaías había dicho refiriéndose a la condición del Mesías: “Saldrá un brote del tronco de Jesé y retoñará un vástago de sus raíces, y sobre él descansará el espíritu de Yahúh, un espíritu de sabiduría y de entendimiento, un espíritu de consejo y de fortaleza, un espíritu de conocimiento y de temor de Yahúh. No juzgará por las apariencias y por lo que oiga decir; juzgará con ecuanimidad a las gentes, sentenciará con rectitud a los humildes de la tierra y golpeará al mundo con la vara de su boca, matando al impío con el soplo de sus labios. La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad sus costados”. (Isaías 11:1-5)

 

30 Con la “vara de su boca,” o los veredictos que dicte, juzgará y eliminará a todos los inicuos. Así cómo a la organización de aquel que ha estado extraviando a la Tierra entera desde el inicio. Sus juicios dejarán en la Tierra solo a los verdaderos amadores de la paz. Entonces podrá cumplirse tanto alegórica cómo literalmente, esta profecía: “Serán vecinos el lobo y el cordero, y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá. La vaca y la osa pacerán, juntas acostarán sus crías, el león, como los bueyes, comerá paja. Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid, y en la hura de la víbora el recién destetado meterá la mano. Nadie hará daño, nadie hará mal en todo mi santo Monte, porque la Tierra estará llena de conocimiento de Yahúh, igual que las aguas cubren el mar.” (Isaías 11:6-9)

 

31 La paz que existió en el reino mesiánico de Israel bajo el gobierno del rey Salomón, hijo de David, se describe así en las Escrituras: “Judá e Israel eran tan numerosos como la arena que está junto al mar, y todos comían, bebían y se alegraban... Judá e Israel vivían seguros desde Dan hasta Beerseba, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, durante todos los días de Salomón.” (1Reyes 4:20,25)

Este bienestar representaba un cumplimiento limitado de lo que ocurrirá en la Tierra bajo el gobierno de Jesús, que cómo él mismo dijo, es “algo más que Salomón”; (Mateo 12:42) y en una próspera paz cómo aquella, todos los muertos de la humanidad serán resucitados. Así lo afirmó Jesús, cuando refiriéndose a los tiempos de su reinado, dijo: “No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros, oirán su voz y saldrán, los de buen hacer, para una resurrección de vida pero los de malas practicas, para una resurrección de juicio”. (Juan 5:28-29)

 

32 Todos aquellos que durante su vida se hayan esforzado en hacer la voluntad de Dios, tendrán la oportunidad de adecuarse con sinceridad al gobierno de Cristo y de obtener una vida sin fin en la nueva Tierra convertida en un Paraíso. El obedecer a Cristo, será sin duda grato; recordemos que mientras estuvo entre los hombres, él les invitaba a escucharle diciendo: “Venid a mí todos los que estéis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mateo 11:28-30)

Los habitantes de la Tierra recibirán entonces el pleno beneficio de la redención de Cristo, considerándole cómo un Padre, pues dice Isaías que le llamarán “Padre Eterno”, (Isaías 9:6) por haberles dado la oportunidad de vivir una vida sin fin.

 

33 Por boca de sus santos profetas de la antigüedad, Dios declaró su propósito de restaurar todas las cosas, y ahora, los tiempos establecidos por Dios se han acercado, asegurémonos pues de que sean una bendición también para todos nosotros.