Qué o
Quien es el Espíritu de Dios y cómo Actúa
1 El primer
libro de las Escrituras hebreas comienza con estas palabras: “En el
principio creó Dios los cielos y la tierra (o sea, todo el universo). La
tierra, indefinida y yerma, era un océano envuelto en oscuridad; pero el
espíritu de Dios se movía sobre las aguas…” (Génesis
1: 1-2) Pero ¿Quien o que es el ‘espíritu de Dios’?
2 La palabra
hebrea para espíritu es ruaj que significa soplo y
viento; en griego se vierte cómo pneuma, que es un sustantivo
derivado del verbo pneo y básicamente expresa
la acción de ‘respirar’ o de ‘soplar’, pero estos términos también se emplean
tanto en griego cómo en hebreo, para expresar o representar a una fuerza vital
capaz de producir efectos visibles. Así, las palabras ruaj y pneuma se aplican
indistintamente en las Escrituras, al espíritu de una persona, al espíritu del
mundo o la humanidad, y también al santo espíritu de Dios. Por ejemplo, Jesús dijo
en una ocasión a sus discípulos: “…llega la hora… en que los adoradores
verdaderos adorarán al Padre en espíritu (pneumati) y en verdad, pues el Padre busca a los que así le
adoran. Dios es espíritu (pneuma) y los que adoran, deben hacerlo en espíritu y
verdad”. (Juan 4:23-24)
3 En armonía
con esto, los llamados Padres de la Iglesia jamás pensaron, durante los dos
primeros siglos de nuestra era, que el espíritu santo fuese una persona, y
hacia el año 150 de nuestra era, el escritor cristiano Justino describe al
espíritu santo cómo ‘…la influencia o el modo de operar de Dios’.
Realmente pasaron muchos años antes de que en el siglo IV, en la Cristiandad se implantase el dogma de la Trinidad, y que a través de una elaborada teoría
filosófica desarrollada por Agustín de Hipona, más conocido cómo San Agustín,
el espíritu santo fuese presentado a los cristianos cómo la tercera persona de
un dios trino desconocido en los textos canónicos hebreos y cristianos.
4 Es cierto
que cuando en las Escrituras se atribuye intención y acción al espíritu de
Dios, en cierto modo es personificado, pero puede decirse que también se
atribuyen intención y acción a la muerte, al hades, al pecado,
a la Ley, o al generoso don de Dios, puesto que se dice que reinan
sobre la humanidad o que aprovechan la ocasión, que producen codicia
o que seducen; por ejemplo, leemos: “…para que de la misma
manera que el pecado reinó en la muerte, también el generoso don
reine en la vida eterna…” o, “…el pecado se ha servido del
Mandamiento para desvelar en mi toda suerte de codicia… porque el
pecado, seduciéndome, aprovechó la ocasión para sujetarme al
poder de la muerte… y así, el Mandamiento que debía conseguirme la vida,
me dejó expuesto a morir…” (Romanos
5: 20-21 y 7: 8-11) Y empleando este mismo lenguaje figurativo, Lucas relata que: “…Mientras ministraban al
Señor y ayunaban, dijo el espíritu santo: ‘Separadme a Bernabé y a Saulo
para la obra a la que los he llamado’”; (Hechos 13:2) sin embargo, Jesús deja
claro que el espíritu santo es ‘…la influencia o el modo de
operar de Dios’ cuando dice: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos ¡Cuanto más dará el Padre del cielo, espíritu santo
a los que se lo pidan!” (Lucas
11:13)
5 En sus
respectivos relatos de la vida de Cristo, Lucas y Mateo refieren que Jesús fue
acusado por los fariseos de recurrir a Satanás para expulsar demonios y para
sanar a la gente, y mientras en su evangelio, Mateo vierte así las palabras
finales de la respuesta de Jesús: “…si expulso a los demonios por medio del espíritu
de Dios, es que el Reino de Dios ha venido a vosotros”, (Mateo 12:28) Lucas las vierte de esta
manera: “…si
expulso a los demonios por medio del dedo de Dios, es que el Reino de
Dios ha venido a vosotros”; (Lucas 11:20) con esto Jesús llama el dedo de
Dios al ‘…modo de operar de Dios’ o sea, a su espíritu
santo. Y hablando de la ayuda que sus seguidores recibirían después de
que él muriese, Jesús les dijo: “Cuando el espíritu de la verdad
pueda llegar, este os guiará hasta la verdad completa”, (Juan
16:13) y
también, “…cuando
os entreguen, no os preocupéis de cómo o de qué vais a hablar, pues lo que
debéis decir se os comunicará en aquel momento, ya que no seréis vosotros
quienes hablaréis, por vosotros hablará el espíritu de vuestro Padre”. (Mateo 10:20)
6 Mediante su santo
espíritu, Dios origina, manifestaciones extraordinarias que testifican en favor
de sus siervos; muchos años antes de que Jesús naciese, el espíritu de Dios
inspiró al profeta Isaías, que escribió “He aquí mi Siervo, yo le
sostengo y el es elegido en quien se complace mi alma. Pondré mi espíritu
sobre él, y él traerá las naciones a la justicia”; (Isaías 42:1 y Mateo
12:18) y de acuerdo con estas palabras, cuando Jesús se presentó
a Juan para ser bautizado, Dios quiso dar testimonio de que sobre aquel hijo
ponía su espíritu, de modo que “…sobre él descendió espíritu santo en forma
corporal cómo de paloma, y llegó una voz del cielo: ‘Tú eres mi
hijo, el amado; yo te he aprobado’.” (Lucas 3:22) Y también ofreció Dios
un gran testimonio de su favor a los discípulos, que tras la muerte y resurrección
de Cristo estaban reunidos en el día del Pentecostés, pues “…ocurrió un estruendo en
cielo, cómo el correr de un fuerte viento que irrumpió en toda la casa donde
estaban sentados; y aparecieron unas lenguas cómo de fuego, que
repartiéndose, se situaron sobre cada uno de ellos; y todos se llenaron
de espíritu santo…” (Hechos 2: 2-4) Verdaderamente, en ningún lugar se dice
que Jesús o los discípulos se llenasen de una persona, porque ni podía Jesús
llenarse de Dios ni podían los discípulos llenarse de Jesús, puesto que una
persona no puede llenarse de otra; en cambio, sí es posible recibir y llenarse
de una fuerza o energía espiritual.
7 Mediante
su santo espíritu, Dios se deja hallar por los que sinceramente desean
conocerle y les guía hasta la verdad completa. Pedro escribe: “…debéis
saber que ninguna profecía de la Escritura proviene de una interpretación personal, porque ninguna de las profecías vino nunca por la voluntad del
hombre, si no que los hombres hablaron de parte de Dios impulsados por el
espíritu santo”. (2Pedro 1:20-21) Y del mismo modo
los libros de un escritor nos descubren su espíritu, porque expresan sus
pensamientos y nos transmiten sus ideas y las emociones por él sentidas, la
lectura de los libros inspirados por espíritu Dios nos descubren a su autor,
nos instruyen en sus designios y nos inclinan a obrar en armonía con su
voluntad. Dice Pablo que “…toda la Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para convencer, para corregir y para educar hacia la
rectitud, para que el hombre de Dios sea maduro y esté bien preparado
para cualquier obra buena”, (2Timoteo 3: 16-17) pues “…siendo el
SEÑOR espiritual, su espíritu transmite libertad, y todos
nosotros podemos reflejar su gloria a rostro descubierto, cómo un espejo, mientras
el espíritu del SEÑOR nos va transformando en armonía con su
imagen, y vamos avanzando hacia una gloria cada vez mayor”. (2Corintios
3: 17-18)
8 Mediante
su santo espíritu, Dios nos muestra que “Igual que por causa del
primer hombre, el pecado entró en el mundo, por causa del pecado, la muerte
se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el pecado”, (Romanos
5:12) Todas las personas nacen pues con tendencia al pecado y la
personalidad que desde su infancia desarrollan, va creciendo de acuerdo con el espíritu
del mundo que procede de ‘las potestades
invisibles’ que lo gobiernan, por esto no puede estar en armonía con el
espíritu de Dios. Está escrito: “Vosotros, por causa de vuestras
transgresiones y pecados estabais muertos, mientras caminabais de acuerdo a
la conducta de este mundo, sometidos al gobernante de las potestades
invisibles, cuyo espíritu opera sobre los obstinados que
ahora rehusar creer…” (Efesios 2:13) Por esto: “No améis al
mundo ni a las cosas del mundo, porque en el que ama al mundo no está el
amor del Padre…” (1Juan 2:15) y “…aquellos a quienes les
ha sido predicada la buena nueva, deben considerarse muertos cómo personas
de la humanidad, para vivir una vida en armonía con el espíritu de Dios”. (1Pedro
4: 6)
9 Para vivir
en armonía con el espíritu de Dios es preciso desarrollar y revestir una “…personalidad nueva,
creada en verdadera justicia y santidad, a la imagen de Dios”. (Efesios 4:24) Este hecho significa que
debemos dejar atrás la personalidad anterior, que conformada al
espíritu del mundo, estaba gobernada por los sentimientos y “…las
pasiones de un pasado en el que estábamos en la ignorancia”, porque en
el nombre de Cristo, hemos sido “…sepultados en su muerte mediante el
bautismo, para que de la misma manera que Cristo fue resucitado de entre
los muertos por su glorioso Padre, también nosotros seamos trasplantados
a una vida nueva…” (Romanos 6:3-6) Pues el mismo “…Dios es quien garantiza
que nosotros y vosotros pertenecemos al Cristo, y quien nos ha conferido la
unción, marcándonos con su sello y dándonos el espíritu en nuestros
corazones, cómo una fianza de lo que nos espera”. (2Corintios 1: 21-22)
10 Quienes
simbólicamente se unen a Cristo en su muerte mediante el bautismo y renacen
generados por el espíritu de Dios a una vida nueva, no son ya considerados por
él cómo hijos de Adán; podría decirse que es cómo si adquiriesen
un nuevo DNA, pero para que la nueva persona pueda desarrollarse plenamente, es
necesario que reciba una alimentación adecuada, y por este motivo, todos
aquellos que mediante el espíritu nacen a una vida nueva, deben mostrar “…cómo niños
recién nacidos, un gran deseo por la leche espiritual sin
adulterar”, para que nutriéndose con ella, obtengan “la salvación” (1Pedro
2:2) creciendo “según el desarrollo
que Dios ha determinado”. (Colosenses 2:19)
11 Entonces, “Si vivimos
por el espíritu, debemos avanzar guiados por el espíritu” de Dios,
cultivando en nuestra personalidad las cualidades que provienen de él, los
frutos del espíritu, que son: “…amor, alegría, orden,
clemencia, generosidad, bondad, confianza, amabilidad
y auto disciplina”. (Gálatas 5:22-25) Mientras
mantenemos nuestra mente ocupada en “…todo lo que es verdadero, digno,
justo, casto y amable, todo lo que es de buena
reputación, virtuoso y merecedor de alabanza”, mientras
nos atendemos “…unos a otros para incitarnos al amor y a las
excelentes…” sin ausentarnos “…de las
reuniones cómo acostumbran algunos…” (Hebreos 10:24-25) y ponemos
en práctica lo que a través de las Escrituras, hemos “…aprendido,
recibido, visto y oído” de los
apóstoles, “porque así estará con vosotros el Dios de la paz”, (Efesios
4:8-9)
12 Las cosas
que nuestro espíritu adquiere a través de la enseñanza del espíritu de Dios,
nos conducen a la salvación, o sea, a la vida perdurable prometida, aunque no
solamente a nosotros, pues Jesús, comparando la enseñanza del espíritu de Dios,
al agua pura, dijo del que la tomaba: “…el agua que le daré,
se tornará dentro de él en una fuente de agua que mana para la vida
eterna”; (Juan 4:14) Por esto Pablo escribe: “…nosotros,
que no hemos recibido el espíritu del mundo si no el que viene de Dios, podemos
entender las cosas que él nos ha dado gratuitamente, y hablar de
ellas, no en los términos que se inspiran en la sabiduría humana, si no
en los de la enseñanza que nos llega del espíritu para poder expresar
cosas espirituales en términos espirituales”. (1Corintios 2:12-13)
13 El espíritu
de Dios no es pues un ser, cómo lo es el Dios Todopoderoso, o lo son Cristo o
los ángeles, verdaderamente
es
una fuerza, es ‘la influencia o el modo de operar de Dios’, la
potencia creativa y generadora que mantiene el cosmos, en palabras de Jesús, es
‘el
dedo de Dios’, es la inspiración de quienes le buscan, porque
ninguno puede averiguar las cosas de Dios, si no es mediante su espíritu. (1Corintios
2:11-12) “Por esto se escribió: ‘Ojo no ha visto, ni oído escuchado,
ni se conciben en el corazón del hombre, las cosas que Dios ha preparado para
aquellos que le aman’. Sin embargo, Dios nos las ha revelado a nosotros
mediante el espíritu, porque el espíritu averigua todas las cosas de Dios,
hasta las más profundas”. (1Corintios 2:9-10) Tengamos en
gran aprecio la instrucción del espíritu de Dios que se halla en las
Escrituras y busquemos en ellas instrucción y consuelo, pues hemos recibido de
Dios “…un espíritu de adopción por el que llamamos al Padre ¡Abbá! en
voz alta”, (Romanos 8:15) y su
espíritu “viene en nuestra ayuda, …él examina los corazones” así “sabe
cuales son nuestras necesidades verdaderas, y con las palabras que no hemos
sabido expresar, intercede ante Dios en favor de los santos”. (Romanos
8:26-27)