1 «¿Quién es pues el
administrador fiel y prudente, que el Señor nombrará sobre sus domésticos
para distribuirles su porción de alimento en el tiempo apropiado?»
(Lucas 12:41)
En el artículo consideramos esta
pregunta de Jesús, que fue registrada por Lucas junto a las parábolas del
capítulo doce de su evangelio y se refiere a un tema de gran importancia
para todos sus discípulos, aquellos del primer siglo y aquellos que en
nuestro tiempo desean ser sus seguidores.
Podemos preguntarnos, ¿Por qué
motivo exponía Jesús importantes argumentos espirituales a través de
parábolas? Pues dice la Escritura que «Jesús
decía a la multitud todas estas cosas en parábolas, y sin parábolas no
les hablaba… para que se cumpliese lo que dijo el profeta: “Abriré mi
boca en parábolas, proclamaré cosas escondidas desde tiempos
antiguos…”» (Mateo 13:34…35; Salmo 78:2).
2 Este profético salmo de Asaf,
que concierne a Jesús, está relacionado con el hecho de que aunque las
gentes oirían sus dichos, no se esforzarían en comprender su verdadero y
profundo sentido espiritual. Por esto, cuando los discípulos le
preguntaron: «“¿Por
qué a ellos les hablas en parábolas?” Él respondió: “Porque a vosotros se
os concede conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos no
se les concede. Del mismo modo, a quien tiene (deseo
comprender), se le dará y estará en la
abundancia, pero a quién no tiene,
le será también quitado lo que tenga. Por esto les hablo en parábolas,
para que aun viendo, no vean, y aun oyendo, no oigan y no comprendan. Se
cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: Vosotros oiréis pero
no comprenderéis, miraréis pero no veréis, puesto que el
corazón de este pueblo se ha endurecido. Se han hecho duros de
oído y han cerrado los ojos, para no ver con los ojos ni oír con los
oídos; para no comprender con el corazón y convertirse”» (Mateo
13:10...15, Isaias 6:9).
Esta no era sin embargo la
actitud de sus discípulos, que se esforzaban en comprender el sentido de
todas sus palabras, pues dice Mateo, que cuando «Jesús
dejo a la multitud y entró en la casa, sus discípulos se le acercaron
para decirle: “Explícanos la parábola…”» (Mateo 13:36),
y también menciona Lucas, que en otra ocasión, Jesús exclamó después
hablar a la multitud, «“Quien tenga oídos
para oír, entienda”… entonces sus discípulos le interrogaron en cuanto
al sentido de su parábola», porque permanecían atentos a esta
advertencia suya: «poned atención en cómo escucháis» (Lucas
8:8...10, 18).
3 ¿Cuál es el sentido del término parábola?
Parábola, del
griego παραβολή
(parabolé), denota un parangón, una similitud;
una parábola resulta útil para esclarecer un argumento difícil,
relacionándolo con un argumento de fácil comprensión, tomado
habitualmente de la naturaleza o de la vida cotidiana. Por sus
características figurativas, las parábolas de Jesús imparten lecciones
espirituales de gran importancia; su leguaje contiene fuerza educativa e
imparte instrucciones morales y espirituales. Además, puesto que para comprender
su sentido se requiere concentración, puede abrir los ojos de quienes
tienen un corazón bien dispuesto y una mente deseosa de aprender. Por
este motivo Jesús decía frecuentemente: «Quien
tenga oídos para oír, entienda», o en otras palabras, «Aquel que
escuchando atentamente, perciba el sentido de lo que se ha dicho, lo tome
en consideración».
4 Dice Lucas, que Jesús dio a sus discípulos esta
exhortación: «Estén vuestras cinturas ceñidas
y vuestras lámparas encendidas; haced como aquellos que esperan a su
patrón al retorno de la boda, para abrirle inmediatamente en cuanto
llega y llama. Felices aquellos servidores que al llegar, el patrón
encuentra vigilantes; en verdad os digo que ceñirá sus ropas, los hará
sentar a la mesa y les servirá. Si llegase a la segunda o a la tercera vigilia y los hallase
así, felices ellos… También vosotros estad preparados, porque el Hijo
del hombre vendrá en el momento que no penséis». (Lucas
12:35…40) Esta advertencia suscitó entre ellos una pregunta, y
Pedro le dijo: «Señor ¿esta parábola la dices
por nosotros, o también por todos los demás?» (Lucas 12:41).
¿A qué se refería Pedro?
En la primera parte de su
discurso, Jesús había dicho: «No temáis
pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha aprobado entregaros el reino»
(Lucas 12:32). Este pequeño rebaño no se componía exclusivamente
de los discípulos que llegaron a ser sus apóstoles, sino de todos
aquellos que llegarían a pertenecer al cuerpo de Cristo, es decir, al
grupo o equipo cuya cabeza es Cristo, y que son llamados para hacer parte
del reino de Dios.

5 La advertencia y exhortación de Jesús iba dirigida
a los discípulos en general, pero la respuesta que dio a Pedro, era en
primer lugar, para un particular grupo de discípulos a quienes se
confiaría un encargo especial. Por esto, iniciando su respuesta con una
pregunta, «el Señor contestó: ¿Quién es
pues el administrador fiel y prudente, que el Señor nombrará sobre
sus domésticos para distribuirles su porción de alimento en el tiempo
apropiado? Feliz aquel servidor que su Señor halla haciendo esto al
llegar. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda»
(Lucas 12:41...44).
¿Cómo pueden hoy en día
responder a esto los discípulos de Jesús?
Analicemos primero el sentido original
de las palabras que inician la pregunta: «Τίς ἄρα ἐστὶν ὁ πιστὸς οἰκονόµος
ὁ φρόνιµος…?», (Tis ara estin ho pistos oikonomos ho fronimos…?), donde οἰκονόµος, (oikonómos) significa administrador, ecónomo,
superintendente o gestor; πιστὸς
(pistós) quiere decir confiable, fiel,
digno de confianza; uno con quien se puede contar, y φρόνιµος (frónimos) significa prudente, perspicaz,
juicioso, despierto.
Las palabras de Jesús respondían
pues apropiadamente a la pregunta de Pedro, porque el hecho de estar
preparado y mantenerse fiel y prudente, depende de la voluntad del
llamado a desempeñar el encargo. Recibir el cometido de administrador
no asegura la continuidad de su fidelidad, un ejemplo de esto es lo
sucedido a Judas Iscariote; cuando Jesús le nombró apóstol, Judas era un
hombre íntegro, pero más tarde perdió su encargo y su vida.
6 Jesús recuerda a sus discípulos la necesidad de
mantener la fidelidad y la prudencia, y da a entender que
aquellos domésticos que reciben su porción por medio del administrador,
son los que hacen parte del pequeño rebaño.
Después del día de Pentecostés,
día en que nació el nuevo Israel espiritual o el “pequeño rebaño” generado por el espíritu santo de Dios,
¿quién fue nombrado administrador para distribuir el alimento espiritual?
La Escritura dice que en ese mismo día y tras el discurso de Pedro, «Los que hicieron caso de sus palabras fueron
bautizados, y en aquel día se asociaron a ellos (a los discípulos
de Jesús) cerca de tres mil personas. Todas
ellas escuchaban asiduamente la enseñanza de los apóstoles…»
(Hechos 2:41...42) Se comprende pues que en el primer
siglo, el cargo de administrador fiel y prudente no se aplicaba a una
persona en particular, sino a un equipo que estaba al principio, formado
por los apóstoles, y al que fueron luego asociados otros miembros, como
por ejemplo Felipe, enviado por un ángel al encuentro de un prosélito
etíope que había ido a Jerusalén a adorar, un eunuco o importante
funcionario de Candace, la reina de los
etíopes.
En el libro de los Hechos
leemos: «Un ángel de Yahúh habló a Felipe
para decirle: “Levántate y ve hacia el Sur por el camino del páramo que
desciende de Jerusalén a Gaza”». Felipe así lo hizo y salió al
encuentro del aquel hombre, que «sentado en
su carro, retornaba a su tierra leyendo al profeta Isaías. El espíritu
dijo a Felipe: “Ve y acércate al carro”. Felipe se acercó y al oír que leía al profeta Isaías,
le dijo: “¿Comprendes lo que estás leyendo?” Él respondió: “¿Cómo podría hacerlo sin que ninguno me
guíe? E invitó a Felipe a subir, y a sentarse junto a él… Volviéndose hacia Felipe, el eunuco
rogó: “Dime por favor ¿De quién dice esto el profeta? ¿Lo dice de sí
mismo o de algún otro?” Entonces Felipe tomó la palabra y comenzando
por esta escritura, le declaró la buena nueva relacionada con
Jesús. Prosiguiendo el camino, llegaron a un lugar donde había una
extensión de agua, y el eunuco le dijo: “He aquí el agua ¿Qué puede
impedir que sea bautizado?”»
(Hechos 8:26...36).
7 Algunos años después, otros dos miembros de la
congregación que estaba en Antioquía, fueron agregados al administrador fiel y
prudente. Lucas escribe: «Mientras servían
públicamente a Yahúh y ayunaban, el espíritu santo dijo: “Separadme a Bernabé
y a Saulo para la obra a la que les he llamado”» (Hechos
13:2).
Saulo de Tarso, llamado luego
Pablo, había recibido su encargo directamente de Jesús, como atestigua
cuando dice: «Porque el mismo que le ha dado
poderes a Pedro como apóstol de los circuncisos, me ha dado poderes a mí
como apóstol de las naciones» (Gálatas 2:8) Él, como un administrador fiel, dedicó
toda su vida a la distribución del alimento espiritual necesario para
aquellos, que aceptando la buena nueva del reino de Dios, se hacían
partícipes del cuerpo de Cristo.
En su carta a los Tesalonicenses
hay un testimonio excelente del modo en que él y sus colaboradores
ejercían con fidelidad y prudencia su encargo; leemos: «Nuestra predicación no se basa en el error, la
falta de honradez o el fraude y puesto que Dios nos ha considerado
dignos de confiarnos su buena nueva, nosotros la predicamos, no
como para agradar a los hombres, sino al Dios que examina nuestros
corazones. Dios nos es testigo de que nunca hemos usado palabras
aduladoras o engaños inspirados por la codicia y nunca hemos buscado la
gloria que viene de los hombres, ni a través vuestro ni de otros, a pesar
de que como enviados de Cristo teníamos autoridad para hacernos
considerar personas importantes. Al contrario, con vosotros fuimos tan amorosos
como una madre que alimenta y cuida de sus pequeños, así, por la ternura
que por vosotros sentíamos, hubiésemos querido entregaros, no solo la
buena nueva de Dios, sino también nuestra vida, tan amados habíais
llegado a sernos. Ciertamente hermanos, recordáis nuestras fatigas y
nuestro afán, cuando trabajando día y noche para no llegar a ser una
carga sobre vosotros, os predicamos la buena nueva de Dios.
Vosotros sois testigos junto con Dios, de la rectitud, la justicia y la
integridad de nuestro comportamiento con vosotros los que habéis creído,
y recordad también, que hemos sido para cada uno de vosotros como un
padre para sus hijos, exhortándoos, consolándoos y conminándoos a vivir
de un modo digno de Dios, que os ha llamado a su reino y a su gloria»
(1Tesalonicenses 2:3...12).
8 También fueron asociados a Pablo otros discípulos,
para ayudarle en la distribución del alimento espiritual. Las cartas que
dirigió a las congregaciones revelan los nombres de algunos de los que
como él, formaban parte del administrador fiel y prudente, pues las
comienza así: «Pablo, Silvano
y Timoteo, a la congregación de los tesalonicenses…» (1Tesalonicenses
1:1 y 2Tesalonicenses 1:1) La confirmación de que Timoteo
participaba de este encargo, se encuentra también en estas palabras que
Pablo le escribe: «Tú pues, hijo mío, hazte siempre más convincente empleando
el don que has recibido por medio de Jesús Cristo y transmite las cosas
que has escuchado de mí en presencia de muchos testigos, a personas
fidedignas (πιστοῖς, pistois) que estén capacitadas para enseñárselas a otros».
(2Timoteo 2:1...2) Y refiriéndose a sí mismo, a Apolo
y Cefas, escribe: «Consideradnos entonces como hombres, como ayudantes
de Cristo y administradores de las revelaciones divinas. Ahora, lo
que se exige de los administradores (οἰκονόµοις,
oikonòmois), es que
cada uno de ellos sea hallado fiel (πιστὸς,
pistòs)» (1Corintios 4:1…2).
9 Con respecto al administrador, Jesús da a entender
algo más; revela proféticamente que habrá quiénes ejercerán la administración
recibida de modo infiel e imprudente, porque después de la pregunta que
inicia este artículo y tras designar feliz al servidor fiel, dice:
«Pero
si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir” y
comienza a golpear a los siervos y a las siervas, a comer, a beber y
emborracharse, el señor de aquel siervo
llegará en el día que no lo espera y en un momento que no conoce,
y le castigará severamente, asignándole destino con los infieles»
(Lucas 12:45…46).
En armonía con esto, cuando en
el año 55 Pablo escribe desde Macedonia su segunda carta a los Corintios,
avisa de que los integrantes del administrador infiel comenzaban ya a
manifestarse, y escribe: «Estos son apóstoles falsos, operarios
fraudulentos que se disfrazan de apóstoles de Cristo y
no es que sea asombroso, porque también Satanás se disfraza de ángel de
luz, no es pues cosa extraordinaria que sus ministros se disfracen de
ministros de justicia. Sin embargo su final será según sus obras»
(2Corintios 11:13...15).
10 ¿En qué sentido dice Jesús, que
al pensar que su señor se retrasa, el administrador infiel «comienza a golpear a los siervos y a las siervas, a
comer, a beber y emborracharse»?
Si el encargo del administrador
fiel es el de distribuir alimento espiritual, también el comer, el
beber y el emborracharse debe evidentemente considerarse en sentido
espiritual. Estas palabras dan pues a entender que distribuye alimento
adulterado y bebidas que aturden, y causan el olvido del significado
de la sana doctrina apostólica.
Ya en su día, Pablo reprende así
a los discípulos que estaban en Corinto: «cuando
llega uno predicándoos a otro Jesús, a uno diferente del que
nosotros os hemos predicado, o si se trata de recibir un espíritu
distinto del que habéis recibido o una buena nueva diferente
de la que habéis aceptado, vosotros escucháis con gusto» (2Corintios
11:4). Y en diversas ocasiones, escribe a Timoteo: «El espíritu nos
dice explícitamente que en los últimos tiempos (de la verdadera congregación
apostólica) algunos se alejarán de la fe y
prestarán oído a espíritus seductores y doctrinas de demonios, desviados
por la hipocresía de unos impostores (el administrador infiel) señalados con una marca de fuego en su propia
conciencia» (1Timoteo 4:1...2). «Está al llegar el tiempo en que ya no soportarán
la doctrina sana y según sus propios deseos, se circundarán de
maestros (el administrador infiel)
para oír lo que les complace; no escucharán ya la verdad y se volverán
a historias falsas» (2Timoteo 4:3...4). «Si
alguno enseña una cosa diferente y no se atiene con respetuoso temor a
las sanas palabras de nuestro señor Jesús Cristo, es arrogante y no
comprende nada, pues se concentra en discusiones de argumentos
controvertidos e interpretaciones de palabras, de las que nacen odio,
rivalidad, calumnias, malvadas sospechas y controversias violentas entre
personas de mente corrupta y privada de la verdad, que consideran
la espiritualidad como un medio para su ventaja personal» (1Timoteo
6:3...5).
11 Este administrador infiel que
Pablo cataloga entre
las personas de mente corrupta y privada de la verdad, se erigió maestro
de aquellos que, como dice Pablo, ya no soportaban la sana doctrina apostólica.
En el año 51, el apóstol advierte a los discípulos del peligro de prestar
atención a las conjeturas y especulaciones del falso maestro y les dice:
«Hermanos,
con respecto a la presencia de nuestro señor Jesús y a nuestra
reunión con él, no os dejéis confundir o turbar con facilidad por
discursos o presuntas declaraciones inspiradas, ni por cualquier
carta que se haga pasar por nuestra, sosteniendo la afirmación de que el
día de Yahúh es inminente» (2Tesalonicenses 2:1...2).
A la muerte de los apóstoles, el
administrador infiel fue mucho más allá. Voluntariamente ignoró el
principio establecido por Pablo y por Apolo, es decir, «el principio de no ir más allá de lo que está
escrito, con el fin de que
ninguno se sienta superior a los demás» (1Corintios 4:6).
Los debates de argumentos polémicos y de interpretaciones de palabras
aumentaron entre los discípulos, dividiéndolos en muchas sectas. Unos tres siglos más tarde, el
siervo infiel tomó el control total de un cristianismo dividido, unificó
las diversas interpretaciones en una doctrina viciada, y dio a luz la
apostasía predicha por Jesús y sus apóstoles.
12 Pablo lo había ya anunciado
cuando escribió: «No os dejéis engañar por ninguno, porque no puede
llegar (el Día de Dios) antes de la
apostasía, antes de que se manifieste el hombre de pecado, el hijo de
la perdición, el opositor que se ensalza sobre cualquier cosa
considerada divina u objeto de reverencia y que tomando asiento en un
lugar divino, ostenta divinidad. ¿No recordáis que mientras
estaba entre vosotros os decía estas cosas? Vosotros bien sabéis lo
que ahora lo retiene (la
autoridad de los apóstoles de Jesús) a fin de que solo se manifieste en el tiempo
establecido. Porque este desconocido transgresor ya está obrando, pero
en cuanto sea retirado aquello que lo retiene (a la muerte de los apóstoles), se revelara entonces el transgresor que en el
momento de la manifestación de su presencia, el Señor sentenciará a la
destrucción y aniquilará. Este se presenta según el poder de Satanás,
con señales potentes y prodigios engañosos para seducir mediante la
injusticia a los que perecen, que son los que no han amado la verdad
para poder ser salvados. Por esto, Dios les envía un espíritu de
confusión para que puedan creer la mentira y sean todos juzgados por
no haber creído la verdad y por haber experimentado placer en la
injusticia» (2Tesalonicenses 2:3...12).
13 Poco después de que los
apóstoles muriesen, la congregación apostólica genuina dejo también de
existir, como Pedro había predicho alrededor del año 64, cuando avisa a
los discípulos: «Puesto que todo está a
punto de acabarse, orad y sed prudentes y vigilantes» (1Pedro
4:7). También Juan, que sobrevivió a los demás apóstoles y vio surgir
muchas teorías especulativas dentro de las congregaciones, anunció en el
año 98 poco antes de su muerte, el
final de la congregación verdadera y escribió a los discípulos: «Hijitos, esta es la última hora. Pues
tal como habéis oído que tiene que venir el anticristo, ahora han
aparecido muchos anticristos y por esto sabemos que es la
última hora. Ellos han surgido de entre nosotros pero
no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros hubiesen
permanecido con nosotros, pero tenía que manifestarse que no todos son de
los nuestros» (1Juan 2:18...19).
Cuando Juan afirma: «han aparecido ahora muchos anticristos», nos
da a conocer que al final del primer siglo, la sana doctrina estaba
siendo desnaturalizada por interpretaciones que desfiguraban la realidad
y en particular, por la diversidad de hipótesis con respecto a la personalidad
de Jesús. Juan fue el último de aquellos que obstaculizaban el avance
de la apostasía y que podían desmentir con total autoridad a los que
denominaba “anticristos”, por el hecho de que predicaban a «otro Jesús», a uno diferente del que los
apóstoles habían predicado.
14 Los muchos anticristos dieron
origen a decenas de sectas que estaban en violento contraste entre sí y
que sobrevivieron hasta el concilio ecuménico de Nicea, en el año 325.
Este concilio, deseado y patrocinado por el emperador Constantino para la
unificación de su imperio mediante la unificación religiosa, dio poder al
administrador infiel, que despreciando la enseñanza del servidor fiel y
prudente, estableció en la cristiandad una doctrina contaminada y heterogénea.
Estos hechos cumplieron plenamente la predicción de Pablo, que
refiriéndose al Día de Dios, había dicho a los discípulos: «No os dejéis
engañar por ninguno, porque no puede llegar antes de la apostasía,
antes de que se manifieste el hombre de pecado» (2Tesalonicenses 2:3...4)
que con el tiempo la establecería.
Esta unión religiosa que fue alcanzada
con violencia y muertes y sostenida con gran rigidez, acabó quebrándose con
el transcurso de los siglos y desde entonces, las divisiones se han
multiplicado desmesuradamente, como se muestra en el siguiente esquema.

15 Hacia el año 65, Pablo anunció a
Timoteo, que llegaría un momento en que los discípulos se rodearían de
maestros para oír lo que les complacía y se volverían a historias falsas
(2Timoteo 4:3...4), y así ocurrió. Por esta razón Jesús,
que también había profetizado este hecho, se preguntó en una ocasión: «Cuando el Hijo del hombre vuelva ¿Encontrará la fe (la verdadera
doctrina) sobre la tierra?» (Lucas
18:8)
Cada una de las denominaciones
de la Cristiandad afirma ser la verdadera iglesia de Cristo, pero si examinamos
su doctrina teológica a través de la Escritura, encontramos que de una
forma u otra, el Jesús que predican es diferente del que los apóstoles
predicaron y que también su buena nueva es distinta de la que impartieron
los discípulos de Cristo (2Corintios 11:4). Podemos pues
preguntarnos donde está la unión en el pensamiento, el amor y la
convicción, que Jesús indicó como una señal distintiva de su verdadera
congregación, cuando dijo: «Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean
uno igual que nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí, para
que sean perfectos en la unidad, y para que el mundo conozca que
tú me has enviado»
(Juan 17:22...23).
La unidad en Cristo había dejado
de existir en el momento en que la congregación apostólica de Dios, la
única aprobada por Él, llegó a su fin poco después del primer siglo, como
predijo Jesús con la parábola del trigo y la cizaña, (Mateo 13:24…30)
y como advierte Juan cuando escribe:
«Hijitos, esta es la última hora…».
Pero Jesús también declaró: «las puertas del
hades (o sepulcro) no prevalecerán sobre ella» (Mateo 16:18),
no podrán encerrarla para siempre, porque como le dijo a Juan, él posee «la llave de la
muerte y del hades» (Apocalipsis 1:18), y a su retorno, «enviará a sus ángeles… y ellos reunirán a sus
elegidos desde los cuatro vientos, de un extremo al otro de los cielos»
(Mateo 24:31).
16 ¿Qué ha sucedido con el
administrador fiel y prudente y con su encargo?
Aunque los discípulos que
constituían el administrador del alimento espiritual legítimo,
finalizaron fielmente su tarea a finales del primer siglo, el alimento
que distribuyeron sustenta aun hoy en día, a quienes lo buscan. No
obstante, en el evangelio de Mateo leemos que junto a las señales de su
retorno, Jesús dice: «¿“Quién es el
servidor fiel y prudente, que el señor ha puesto al frente de sus
domésticos para darles la comida a su tiempo? Dichoso aquel servidor
a quien al llegar, su señor encuentre haciéndolo así…»
(Mateo 24:45...47), y con estas palabras menciona a un
siervo que en aquellos días, distribuiría alimento espiritual genuino.
Muchos han pretendido ya
personificar a este administrador fiel y prudente, particularmente a
partir de la segunda mitad del siglo diecinueve, pero lo que estos
supuestos administradores han distribuido y siguen distribuyendo ¿es tal
vez un alimento espiritual excelente, fiel a todas las verdades que se
hallan en la Escritura?
17 En realidad, no. Es cierto que
hay quienes han rechazado algunas doctrinas espurias que fueron
introducidas por la apostasía durante los primeros siglos, pero para
sostener sus propias hipótesis, han manipulado el sentido de algunos
versículos, sin pensar que «las moscas
muertas hacen apestoso el bálsamo del perfumista» (Eclesiastés
10:1), lo mismo que cualquier falsedad, aunque insignificante dentro
de la doctrina revelada por el espíritu de Dios.
Agregando preceptos humanos a la
enseñanza del espíritu, siguen el camino de los antiguos fariseos, a
quienes Jesús dijo: «habéis anulado la
Palabra de Dios por causa de vuestra tradición. Hipócritas, bien
profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me reverencian, porque enseñan
doctrinas que son mandatos de hombres» (Mateo 15:6…9).
Y es que como ellos, en lugar de promover una obediencia de corazón a los
principios que la Escritura propone, integran a su enseñanza
decenas de reglas y mandatos procedentes de sus propios juicios y
reflexiones, haciendo así discípulos de su secta o sociedad, pero no de
Cristo.
A pesar de que Pablo declara: «las profecías pasarán, las lenguas cesarán y las
revelaciones terminarán» (1Corintios 13:8), es decir, que
los dones otorgados a los discípulos del primer siglo serían temporales,
hay quienes aún creen poseerlos. Así, algunos se atreven a profetizar
imprudentemente, presuntas fechas del fin del mundo y de la presencia de
Cristo, que fallando, son patéticamente retrasadas vez tras vez. Dicen
conocer y obedecer la Escritura, pero ignoran estas palabras de Jesús: «de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los
ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre»
(Mateo 24:36 y Marcos 13:32); «Vigilad pues, porque no sabéis en que día llegará
vuestro Señor… Por esto, también vosotros estad preparados, porque en
el momento que no pensáis, el Hijo del Hombre vendrá» (Mateo
24:42, 44). Y Jesús mismo avisa a quienes entonces le esperen:
«si alguno
os dice: “Mirad, el Cristo está aquí o allí , no lo creáis. Porque
surgirán
falsos cristos (ungidos) y falsos profetas, que harán grandes señales y
prodigios capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos.
¡Mirad que os lo he predicho! Así que si os dicen: “Está en el
desierto”, no salgáis; “Está en los aposentos” (una presencia invisible),
no lo
creáis» (Mateo
24:23...26).
18 ¿Cómo reconocer en nuestro
tiempo la enseñanza del administrador fiel y prudente? Si bien en el evangelio
de Mateo, Jesús no utiliza el término οἰκονόμος
(oikonomos) o administrador, como lo hace Lucas
en el capítulo 12 del suyo, sino la palabra δοῦλος
(doulos), que literalmente significa servidor,
las dos cualidades que caracterizan a este servidor son las mismas que
las del administrador, es decir, πιστὸς
(pistós), fiel y confiable, y φρόνιµος
(frónimos), prudente y perspicaz. Estas
cualidades garantizan que el alimento espiritual que distribuye no
proviene de mutables interpretaciones personales sino de una minuciosa
investigación de las Escrituras, y sin ir más allá de lo que está
escrito, evitando declaraciones imprudentes que puedan comprometer su
credibilidad.
Como en el primer siglo, su
información está destinada a los que sinceramente, quieren seguir el
camino indicado por Jesús a sus discípulos, y que «cautos como serpientes y pacíficos como palomas»
(Mateo10:16), tienen en mente estas
palabras de Juan, «Amados, no pongáis fe en
todos aquellos que se digan inspirados, ponedles a prueba para
saber si su inspiración proviene de Dios, porque en el mundo han surgido
muchos falsos profetas» (1Juan 4:1).
En el esfuerzo de cultivar una
actitud justa y objetiva, resulta pues indispensable poner a prueba lo
que creemos, y estar dispuestos a hacer los cambios pertinentes para
adecuar nuestra vida espiritual a la voluntad de nuestro Dios, escuchando
este consejo de Pablo: « Examinad vosotros mismos si estáis en la fe, (la enseñanza verdadera ) poneos a prueba y
a menos que la prueba os resulte desfavorable os daréis cuenta de que
Cristo Jesús esta unido a vosotros» (2Corintios13:5).