Escrituras

 

Mateo 

Mateo fue el primero que escribió las buenas nuevas acerca del Cristo. Su nombre es una forma abreviada del hebreo “Mattityahúh”, que significa “Regalo (Dádiva) de Yahúh”. Fue uno de los 12 apóstoles de Jesús. Mateo tuvo una relación estrecha con el Maestro a medida que este viajaba por la tierra de Palestina predicando y enseñando acerca del Reino de Dios.  Antes de hacerse discípulo de Jesús, Mateo era recaudador de impuestos, una ocupación totalmente aborrecible para los judíos, porque les recordaba de continuo que no eran libres, sino que estaban bajo el dominio de la Roma imperial. Mateo, también llamado Leví, era hijo de Alfeo, y cuando Jesús le invitó a seguirle, Mateo respondió de buena gana. (Mat. 9:9; Mar. 2:14; Luc. 5:27-32.) Si bien el Evangelio que se atribuye a Mateo, no menciona que él sea el escritor, el testimonio de los historiadores eclesiásticos primitivos lo señala como tal. Desde el tiempo de Papías de Hierápolis, principios del siglo II  en adelante, entre los antiguos ha habido muchos testigos del hecho de que Mateo escribió este Evangelio, y de que este es parte auténtica de la Palabra de Dios. Hegesipo, Ireneo, Taciano, Atenágoras, Teófilo, Clemente, Tertuliano y Orígenes, citan pasajes de Mateo. Consideramos probado el hecho de que el libro que poseemos no ha sido objeto de ningún cambio a excepción de lo que encontramos en el capítulo 28:19-20. El hecho de que Mateo era apóstol y que como tal tenía el espíritu de Dios, nos asegura que lo que escribió es un registro fiel. Mateo escribió su relato en Palestina. No se sabe cuál fue exactamente el año, pero las notas que aparecen al final de algunos manuscritos, dicen que fue escrito en el año 41 E.C. Hay pruebas de que Mateo escribió su Evangelio originalmente en el hebreo común de aquella época, y lo tradujo después al griego. En la obra De viris inlustribus (Acerca de hombres ilustres), capítulo III, Jerónimo dice: “Mateo, quien es también Leví, y quien de publicano llegó a ser apóstol, compuso en primer lugar un Evangelio de Cristo en Judea, en el lenguaje y caracteres hebreos para beneficio de los de la circuncisión que habían creído”. Jerónimo añade que el texto hebreo de este Evangelio se conservaba en sus días (siglos IV y V, E.C.) en la biblioteca que Pánfilo había formado en Cesarea. A principios del siglo III, Orígenes, al considerar los Evangelios dijo según lo cita Eusebio, que el “primero fue escrito … ... Mateo, … ... que lo compuso en el idioma hebreo, y lo publicó para los del judaísmo que se hicieron creyentes”.

Evangelio de Mateo

1 1. El registro del linaje de Jesucristo, que fue descendiente de David y descendiente de Abraham: 2. Abraham generó a Isaac, e Isaac generó a Jacob y Jacob generó de Judá. Así, Abraham engendra a Isaac. Isaac engendra a Jacob y luego Jacob engendra a Judá y a sus hermanos. 3. Entonces Judá engendra a Fares y Zérah por medio de Tamar, Farés aun generó a Hesrom, que generó a Aram. 4. Aram generó a Aminadab; Aminadab generó a Nahasón, y luego, Nahasón generó a Salmón. 5. Y Salmón genero a Boaz, cuya madre fue Rahab. Boaz generó a Obed, mediante Ruth. Luego Obed generó a Jesé, 6. y Jesé generó al rey David. El rey David engendró a Salomón mediante la que había sido esposa de Urías. 7. Luego Salomón engendró a Roboam y Roboam generó a Abías y Abías generó a Asá. 8. Asá generó a Josafat; y Josafat generó a Joram. Joram generó a Uzías, 9. y Uzías generó a Jotam. Jotám generó a Acaz y Acaz generó a Ezequías. 10. Ezequías generó a Manasés; Manasés generó a Amón, y Amón generó a Josías. 11. Josías generó a Jeconías y a sus hermanos, durante el exilio en Babilonia. 12. Después del destierro en Babilonia, Jeconías generó a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. 13. Zorobabel generó a Abihud, y Abihud generó a Eliaquim. Luego Eliaquim generó a Azor. 14. Entonces Azor generó a Sadoc; Sadoc generó a Aquim y Aquím generó a Eliud. 15. Eliud generó a Eleazar; Eleazar generó a Matán y Matán generó a Jacob. 16. Jacob generó a José, el marido de María, de la que nació Jesús, el llamado Cristo 17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce generaciones; y desde David hasta el exilio en Babilonia, catorce generaciones, y desde el exilio en Babilonia hasta el Cristo, catorce generaciones. 18 Y con respecto a la generación de Jesus Cristo, fue así: estando su madre María desposada con José, antes de que conviviesen, ella se halló encinta por medio del Espíritu Santo. 19 Así, su marido José siendo un hombre justo y no deseando infamarla, decidió dejarla en secreto. 20 Y mientras estaba meditando en cuanto a esto, se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dice: "José, descendiente de David, no temas aceptar a María como esposa tuya, porque esto ha sido generado en ella mediante el espíritu santo, 21 y ella dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, (Yah-shua: salvación de Dios) pues salvará a su pueblo de sus pecados”. 22 Todo esto ha sucedido para que se cumpliera lo declarado por el Señor mediante el profeta, que dijo: 23 «Mirad! La virgen llevará en su vientre y dará un hijo a luz, al que pondrán por nombre Emmanuel». (Isaías7:14) que significa: "Dios con nosotros". 24 Entonces José fue despertado del sueño, e hizo tal como el ángel del Señor le había mandado, aceptando a María como su esposa, 25 pero él no la conoció hasta que ella dio a luz un hijo, al que por nombre llamó Jesús.

2 1 En cuanto a Jesús, nació en Belén de Judea, en los días del rey Herodes, y he aquí que por entonces llegaron a Jerusalén desde oriente, unos magos, diciendo:     «Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto en oriente su estrella y hemos venido a rendirle homenaje». 3 Al tener noticia de esto, el rey Herodes se inquietó, y con él, toda Jerusalén. 4 Convocando pues a todos los sumo-sacerdotes y escribas del pueblo, investigó junto a ellos para determinar donde nacería el Cristo, 5 y ellos le dijeron: «En Belén de la Judea; porque esto es lo que fue escrito mediante el profeta: 6 “En cuanto a ti, Belén de la tierra de Judá, de ningún modo eres inferior entre los gobernantes de Judá, pues surgirá de ti un gobernante que pastoreará a mi gentes, al Israel”» (Miqueas 5:1-3) 7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, averiguó por ellos el tiempo exacto de la aparición de la estrella 8 y enviándoles a Belén, les dijo: «Id allí e investigad con exactitud todo lo que podáis acerca del niño, y si acaso le encontráis, informadme, para que también yo vaya a rendirle homenaje». 9 Tras escuchar al rey se marcharon, y he aquí que la estrella que habían visto en el este les precedía, hasta que llegando se detuvo por encima de donde estaba el niño. 10 Viendo la estrella se alegraron con un gran regocijo, 11 y entrando en la casa, vieron al pequeño con su madre María y postrándose le rindieron homenaje, abrieron sus cofres y le llevaron los presentes de oro, incienso y mirra. 12 Luego, advertidos en su sueño de que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. 13 Cuando los magos se volvieron a su tierra, a José se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo pueda avisarte, porque Herodes busca al niño para matarle». 14 Así que José se levantó, tomó al niño y a su madre y llegando la noche salió hacia Egipto. 15 Allí permanecieron hasta que murió Herodes, para que se cumpliese lo que el Señor había declarado mediante el profeta, diciendo: «De Egipto llamé a mi Hijo». (Éxodo 4:22) 16 Al darse cuenta Herodes de que había sido burlado por los magos, se enfureció en gran manera, mandando asesinar en Belén y todos sus alrededores, a todos los niños menores dos años, de acuerdo con el tiempo exacto indicado por los magos. 17 Así se cumplió lo que fue declarado por medio del profeta Jeremías: 18 «Se oyen en Ramá muchos lamentos y dolor. Raquel está llorando a sus hijos y no quiere ser consolada, porque ya no están» (Jeremías 31:15; Génesis 35:19) 19 He aquí que tras la muerte de Herodes en Egipto, a José se le apareció en sueños un mensajero del Señor 20 y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y márchate, entra en la tierra de Israel, porque los que buscaban la vida del niño, han muerto». 21 Entonces, levantándose tomó al pequeño y a su madre y entraron en la tierra de Israel, 22 pero al oír que en la Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de entrar allí y advertido en sueños se dirigió a la región de la Galilea y entrando allí habitó en la ciudad de Nazaret para que las declaraciones de los profetas, de que sería llamado Nazareno, se cumpliesen. (Hechos 2:22.  3:6.  6:14.  22:8.  24:5.  26:9.)

3 1 En aquellos días llegó Juan, el bautista, predicando en el páramo de la Judea 2 y diciendo: «¡Arrepentiros, porque se ha acercado el reino de los cielos! (Miqueas 1:15) 3 Pues este es de quién se había declarado por medio del profeta Isaías, que dijo: «Una voz implora en el páramo: ¡Preparad el camino del Señor, sed rectos obrando sus caminos!» (Isaías 40:3. Juan 1:23) La vestidura de Juan estaba hecha con pelo de camello, y en la cintura, un cinturón de cuero. Su alimento consistía en langostas y miel silvestre. 5 En aquel tiempo a él acudían de Jerusalén, toda la Judea y toda la población entorno al Jordán,  6 y admitiendo sus pecados eran bautizados por él, en el río Jordán. 7 Sucedió que viendo acercarse a muchos fariseos y saduceos para su bautismo, les dijo: «Progenie de víboras ¿Quién os ha incitado a escapar de la inminente indignación? 8 Producid frutos merecedores de arrepentimiento 9 y no presumáis diciéndoos interiormente: “Tenemos por padre a Abraham” os digo que Dios puede levantar de estas piedras a hijos de Abraham. 10 El hacha está ya lista hacia la raíz de los árboles. Todo árbol que no produzca buen fruto se corta y se echa al fuego, 11 de hecho yo os bautizo en agua para arrepentimiento, pero aquel que viene después de mí es mas fuerte que yo y no soy digno ni de llevar sus sandalias. Él os bautizará en espíritu santo y fuego; 12 en su mano está su pala de aventar, el aventará su era y recogerá su grano en su granero, pero quemará la paja en un fuego inextinguible». 13 Entonces, desde la Galilea al Jordán, Jesús fue hacia Juan para ser bautizado por él, 14 pero Juan rehusó diciendo: «¡Yo soy quien necesita ser bautizado por ti  ¿Y vienes tú a mí?» 15 En respuesta Jesús le dijo: «Deja esto ahora, porque es menester que cumplamos con todo lo que es justo», y entonces consintió. 16. Una vez bautizado, Jesús salió enseguida del agua y he aquí que los cielos le fueron abiertos y vio el espíritu de Dios descendiendo como una paloma y llegando a él; 17 y he aquí que una voz que venía de los cielos dijo: «Este es mi hijo amado, en quién me deleito».

4 1 Luego, Jesús fue enviado por el espíritu al páramo para ser puesto a prueba por el Adversario; 2 ayunó por cuarenta días y cuarenta noches y luego sintió hambre; 3 entonces aquel que le probaba se le acercó y dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a estas piedras que se vuelvan panes», 4 pero en respuesta le dijo: «Se escribió: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda declaración que provenga de la boca de Dios”». (Éxodo 24:18. 34:8) 5 Luego le llevó el Adversario a la ciudad santa, poniéndole en pie sobre la cúspide del santuario 6 y le dijo: «Si eres hijo de Dios déjate caer, pues está escrito que “enviará para ti a sus ángeles y te levantarán en sus manos, si acaso alguna vez tu pie tropieza con una piedra”». (Salmos 91:11-12)  7 Jesús le respondió: «Otra vez fue escrito: “No vayas a poner a prueba al Señor tu Dios». (Deuteronomio 6:19) 8 Una vez más le tomó el Adversario llevándole a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria. 9 Entonces le dijo: «Te daré todo esto si postrándote, me rindes homenaje», 10 pero Jesús le dijo: «¡Vete de aquí Satanás! Está escrito: Al Señor tu Dios rendirás culto, y solamente a Él rendirás servicio divino». (Deuteronomio 6:13) 11 Con esto le dejó el Adversario y los ángeles se acercaron y le sirvieron. 12 Luego, cuando se enteró de que Juan había sido entregado, se retiró a la Galilea, 13 y dejando Nazaret fue a vivir en Cafarnaúm, junto al mar, en los límites de Zabulón y Neftalí. 14 Esto puede dar cumplimiento a la declaración del profeta Isaías, que dijo: 15 «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí camino del mar al otro lado del Jordán, Galilea de las naciones, 16 las gentes que están en la oscuridad, han percibido una gran luz y para los que permanecen en el campo y en las sombras de la muerte, se ha levantado la luz». (Isaías 8: 23) 17 Desde entonces, Jesús comenzó a proclamar y a decir: «Arrepentiros, porque el reino de los cielos está cerca». 18 Caminando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos: a Simón llamado Pedro y a su hermano Andrés, echando las redes al mar pues eran pescadores. 19 Él les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres!» 20 e inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. 21 Luego, caminando por allí, vio en el barco a otros dos hermanos: a Jacob, hijo de Zebedeo y a su hermano Juan, arreglando sus redes junto con su padre Zebedeo y Jesús les llamó, 22 así que dejaron inmediatamente el barco y a su padre y le siguieron. 23 Jesús les llevó por toda la Galilea, impartiendo enseñanza en sus sinagogas, proclamando la buena nueva del reino y curando entre las gentes toda enfermedad y debilidad. 24 Así se esparcieron noticias suyas por toda la Siria y le llevaron a los afectados por varias enfermedades y fuertes dolores y también a endemoniados, epilépticos y paralíticos. Y él les sanaba. 25 Con esto le seguían grandes multitudes de la Galilea y de Decápolis, así como de Jerusalén y de la Judea, y del otro lado del Jordán.

5 1 Viendo a la multitud, subió al monte y cuando se sentó, sus discípulos se le acercaron, 2 entonces habló para instruirles, diciendo: 3 «Felices los que suplicando piden para el espíritu, porque por ellos es constituido el Reino de los Cielos». 4 «Felices los mansos, porque disfrutarán la asignación de la Tierra»». 5 «Felices los que ahora lloran, porque serán consolados. 6 «Felices aquellos que tienen hambre y sed de rectitud, porque serán satisfechos».7 «Felices los misericordiosos, porque recibirán misericordia». 8 «Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios». 9 «Felices los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios». 10 «Felices los que han sido perseguidos por causa de la rectitud, porque de ellos es el reino de los cielos». 11 «Felices sois cuando os estén reprochando, persiguiendo y calumniando, diciendo cualquier maldad contra vosotros por mi causa, 12 ¡regocijaros y exultad! porque grande es vuestra recompensa en los cielos, pues de este modo antes que a vosotros persiguieron a los profetas. 13 Vosotros sois la sal de la tierra, pero si la sal se hiciese insípida, ¿Con qué podría salarse? Para nada sirve ya, si no es para echarla fuera y ser pisotea por los hombres. 14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad situada en una montaña no puede esconderse, 15 ni se enciende una lámpara para colocarla debajo de un celemín, (medida seca de capacidad equivalente a 4,625 litros) sino sobre un candelabro para que en la casa dé luz a todos. 16 Dejad pues brillar vuestra luz ante los hombres, para que puedan ver vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre en los cielos. 17 No debéis pensar que he venido a invalidar la Ley, o los profetas, no he venido a invalidar sino a cumplir, 18 porque verdaderamente os digo que hasta que el cielo y la Tierra hayan pasado, de ningún modo pasarán ni una jota ni una tilde de la Ley, hasta que todo se haya cumplido. 19 Por tanto, cualquiera que anule el menor de estos preceptos y así lo enseñe a los hombres, será llamado “ultimo” en el reino de los cielos, pero cualquiera que los practique y enseñe, será llamado “grande” en el reino de los cielos, 20 porque yo os digo que si vuestra rectitud no supera por mucho a la de los escribas y los fariseos, de ninguna manera podréis entrar en el reino de los cielos. 21 Habéis oído que fue declarado a los antepasados “No matarás”. Por tanto, quienquiera que mate será reo de juicio; 22 y yo os digo que todo el que está enfurecido con su hermano será reo de juicio; y cualquiera que llame a su hermano “inútil”, será reo del Sanedrín; y cualquiera que le llame “estúpido”, será reo del fuego del Gehena. 23 De modo que si vas a llevar tu ofrenda al lugar del sacrificio, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda frente al altar y vete. Reconcíliate primero con tu hermano y acude luego a llevar tu ofrenda. 25 Ponte en seguida a buenas con quien te acusa mientras vas de camino con él, no sea que en algún momento el que te acusa te entregue al juez, y el juez al comisario, y seas echado a la cárcel, 26 En verdad te digo, que de ninguna manera saldrás de allí hasta que pagues la última moneda». 27 «Vosotros habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”, 28 pero yo os digo que todo hombre que mire a una mujer con lujuria, ha cometido adulterio con ella en su corazón. 29 Por tanto, si tu ojo derecho te hace tropezar, arráncalo y tíralo. Es mejor para ti que uno de tus miembros perezca, que todo tu cuerpo sea arrojado en el Gehena. 30 Y si tu mano derecha te hace tropezar, arráncala de ti, porque más te conviene que perezca uno de tus miembros, que tu cuerpo entero vaya a parar al Gehena. 31 También se declaró: “Quienquiera que se divorcie de su esposa, debe entregarle un certificado de divorcio”, pero yo os digo que cualquiera que despida a su esposa, excepto por causa de fornicación, la empuja al adulterio, y quienquiera que se case con una divorciada, comete adulterio.  33 Habéis también oído que se declaró a los antepasados: “No seréis perjuros y cumpliréis vuestras promesas al Señor”, 34 pero yo os digo: absolutamente no juréis ni por el cielo, porque es el trono de Dios, 35 ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies, ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni juréis por vuestra cabeza, porque no sois capaces de hacer blanco o negro un solo cabello; 37 que vuestra palabra sea “Sí” sí, y “No” no, porque lo que excede de esto viene del malvado. 38 Habéis oído que se declaró: “Ojo por ojo y diente por diente”, 39 pero yo os digo: No os resistas al malo: y si alguno os abofetea en vuestra mejilla derecha, volvedle también la otra; 40 y a quien quiera demandarte y obtener tu túnica, déjale también tu capa; 41 y al que te obliga a andar una milla, acompáñale dos». 42 Da a quien te pide; no vayas a volver la espalda a quien te pida prestado. 43 Habéis oído que se declaró: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”, 44 pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, 45 para que podáis llegar a ser hijos de vuestro Padre que está en los cielos; pues Él alza el sol sobre los malos y los buenos, y la lluvia sobre los justos y los injustos, 46 ya que si solo amáis a quienes os aman ¿qué salario recibiréis? ¿Acaso no hacen lo mismo los recaudadores de impuestos? 47 Y si solamente saludáis a vuestros hermanos ¿Qué hacéis de extraordinario? ¿Acaso los de las naciones no hacen lo mismo? 48 Vosotros pues, sed perfectos, tal como es perfecto vuestro Padre celestial».

6 1 Cuidaos de no practicar vuestra propia justicia delante de los hombres para que ellos os vean, de otro modo, seguro que no obtendréis el salario con vuestro Padre en los cielos. 2 Así, cuando estéis haciendo limosnas no lo trompeteéis delante vuestro tal como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser glorificados por los hombres. En verdad os digo que ellos ya han recogido su salario; 3 pero tú, cuando hagas limosnas, no permitas que tu mano izquierda sepa lo que tu mano derecha hace, 4 de modo que tus limosnas puedan quedar en secreto, y tu Padre, que ve lo secreto, te compensará; 5 y cuando oréis, no hagáis como los hipócritas, aficionados a estar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas para orar, de modo que los hombres puedan verles. En verdad os digo que ellos reciben ya su salario, 6 pero tú, cuando ores entra en tu habitación y cerrando tu puerta, ora en secreto a tu Padre y tu Padre que observa en secreto, te escuchará. 7 Además, al orar no empleéis repeticiones inútiles como los de las naciones, porque ellos creen que serán escuchados por su elocuencia; 8 no seáis pues como ellos, porque Dios, vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis, 9 por tanto oraréis así: Padre nuestro en los cielos, santificado sea tu nombre, 10 venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, 11 el pan nuestro cotidiano dánoslo hoy; 12 perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; 13 no permitas que caigamos en tentación rescátanos del malvado; 14 porque si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre en los cielos os perdonará también a vosotros, 15 pero si vosotros no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará las ofensas vuestras. 16 Además, cuando estéis ayunando no adoptéis una apariencia triste como los hipócritas, pues ellos disfrazan su faz para poder mostrar su ayuno a los hombres y en verdad os digo que ya están recogiendo su salario. 17 Tú, cuando ayunes, frótate la cabeza con óleo y lávate la cara 18 para que tu ayuno sea visto, no por los hombres sino por tu Padre, y tu Padre que te observa en secreto, te compensará. 19 No os acumuléis tesoros en la Tierra, donde la polilla y la corrosión hacen que desaparezcan y los ladrones irrumpen y roban, 20 y acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la corrosión lo hacen desaparecer ni ladrones que irrumpen  y roban, 21 porque donde esté tu tesoro allí estará también tu corazón. 22 La lámpara del cuerpo es el ojo, si tu ojo es sano, todo tu cuerpo estará luminoso, 23 pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo será oscuro, de modo que tu luz será entonces oscuridad, y ¡que grande es la oscuridad! 24 Porque nadie puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o defenderá a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a la riqueza. 25 Por tanto, yo os digo: no estéis preocupados por lo que vais comer, o por lo que vais beber, ni por vuestro cuerpo, en cómo vestirlo, ¿No es más la vida que la comida y el cuerpo que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, no siembran, tampoco cosechan ni almacenan en graneros porque vuestro Padre del cielo las alimenta ¿no sois vosotros más importantes que ellas? 27 Por otro lado ¿Quién de entre vosotros puede preocupándose, añadir un codo a su estatura? 28 Además, ¿porqué preocuparse por la vestimenta? Contempla cómo crecen los lirios del campo, no se afanan ni hilan, 29 pero yo os digo que ni siquiera Salomón en toda su gloria, fue vestido como uno de ellos. 30 Y si Dios viste así hoy a la hierba del campo que mañana se echa al fuego, ¿acaso no más a vosotros, faltos de fe? 31 Vosotros pues, no debéis preocuparos diciendo: “¿qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?” 32 Puesto que estas cosas son lo que las naciones están buscando, pero Vuestro Padre del cielo sabe ya que necesitáis todo esto, 33 así buscad primero el reino y su justicia, y todas estas os serán añadidas. 34 Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana se ocupará de sí mismo; suficiente es para el día su propio mal.

7 1 No juzguéis para no ser juzgados, 2 porque con el juicio que tu juzgues serás tú juzgado, y con la medida que midas, serás medido. 3 ¿Porqué pues miras la mota en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que hay en tu ojo? 4 ¿Cómo podrías decir a tu hermano: “Hermano, deja que te extraiga la mota de tu ojo”, cuando he aquí que hay una viga en el tuyo? 5 ¡Hipócrita! Extrae primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver para extraer la mota del ojo de tu hermano. 6 No debes dar lo santo a los perros, ni tampoco echar perlas ante los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas y volviéndose a ti te desgarren. 7 Pide y se te dará, busca y encontrarás; llama y se te abrirá, 8 porque el que pide obtiene, el que busca encuentra, y al que llama le será abierto. 9 Pues ¿Qué hombre hay entre vosotros, que cuando su hijo le pide pan, vaya y le dé una piedra, 10 o que cuando le pida pescado le dé una serpiente? 11 Y si vosotros siendo malos, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos ¡Cuánto más entonces vuestro padre en los cielos entregará cosas buenas a quienes se lo piden! 12 Entonces, cualquier cosa que quisieras que los hombres hiciesen por ti, házselo también tú a ellos, puesto que esto es la Ley y los profetas. 13 Entrad por la puerta estrecha, porque amplia es la puerta y espacioso el camino que te aleja hacia la perdición, y muchos entran por ella, 14 mientras que lo que lleva a la vida es la puerta estrecha y el camino angosto, y pocos son los que lo encuentran. 15 Desconfiad de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados de corderos, pero que por dentro son lobos feroces; 16 por sus frutos los reconoceréis; de las espinas no se recogen uvas ni de los cardos, higos. 17 Todo buen árbol produce fruto bueno, pero el árbol malo produce fruto malo; 18 un árbol bueno no puede llevar fruto malo, ni puede un árbol malo producir buen fruto. 19 Todo árbol que no produzca buen fruto será cortado y echado al fuego, 20 por tanto, por sus frutos los reconoceréis. 21 No todo el que me dice “¡Señor! ¡Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22 Muchos me declararán en este día: “¡Señor! ¡Señor! ¿Acaso no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos hechos poderosos?” 23 Entonces yo les declararé: “Yo nunca os conocí ¡Apartaros de mí practicadores de ilegalidad! 24 Así, cualquiera que escuche estos dichos míos, y los ponga en práctica, se asemejará a un hombre prudente que construye su casa sobre una roca, 25 de modo que cayó lluvia, llegaron los ríos y los vientos soplaron contra la casa, y no cayó porque estaba fundada en la roca; 26 pero cualquiera que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, puede asemejarse a un hombre insensato, que construye su casa sobre la arena, 27 y cayó la lluvia y llegaron las riadas y soplaron los vientos contra la casa, que cayó, y la ruina fue grande». 28 Sucedió que cuando Jesús acabó estos dichos, la multitud estaba asombrada a causa de su enseñanza, 29 porque él impartía enseñanza con autoridad, no como sus escribas.

8 1 Al descender del monte le siguieron grandes multitudes, 2 y he aquí que un leproso se le acercó, le rindió homenaje y dijo: «Señor, si tú quieres puedes limpiarme», 3 Entonces él, alargando la mano le tocó diciendo:«¡Quiero! ¡Seas limpio!»” E inmediatamente quedó limpio de su lepra; 4 Jesús le dijo: «Mira de no decírselo a nadie, pero ve, muéstrate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». 5 Luego, al entrar en Cafarnaúm, un centurión salió a su encuentro y suplicándole, 6 le dijo: «Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico y tremendamente atormentado», 7 él le dijo: «Voy, y le sanaré», 8 pero el centurión respondió diciendo: «Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo, pero di una sola palabra y mi criado quedará sanado, 9 porque también yo soy un hombre bajo autoridad, con soldados bajo la mía, y a este le digo: ve y el va; y a otro: ven, y viene; y a mi sirviente: haz esto, y él lo hace». 10 Al escuchar esto, Jesús se asombró y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en ninguno de Israel he hallado tanta fe.11 Ahora os digo que muchos del Este y del Oeste llegarán, y se reclinarán en el reino de los cielos, con Abraham, Isaac y Jacob, 12 mientras que los hijos del reino serán arrojados a la oscuridad de afuera. Allí serán sus lamentos y su rechinar de dientes». 13 Y dijo Jesús al centurión: «Ve, y que te ocurra tal como has creído», y en esta hora el criado sanó. 14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio postrada y con fiebre a su suegra; 15 entonces tocó su mano y la dejó la fiebre, así que ella se levantó y se puso a servirles. 16 Al anochecer le trajeron muchos endemoniados, y él echó a los espíritus con una sola palabra, y sanó a los enfermos, 17 para que se cumpliera la declaración del profeta Isaías, que dijo: «Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades». (Isaías 53:4) 18 Viendo Jesús entorno a él grandes multitudes, dio orden de pasar a la otra orilla.19 Un escriba se le acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas», 20 pero Jesús le dijo: «Las zorras tienen sus madrigueras y las aves del cielo, nidos, pero el hijo del hombre no tiene donde recostar su cabeza»; 21 y le dijo otro de sus discípulos: «Señor, permíteme primero marcharme y enterrar a mi padre», 22 pero le dijo Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos». 23 Luego entró en el barco, y sus discípulos le siguieron. 24 Pero he aquí que en el mar sucedió una gran agitación, tanto, que el barco quedaba cubierto por las olas; sin embargo, él dormía, 25 así que se acercaron y le despertaron diciendo: «Señor, sálvanos, que perecemos!» 26 Entonces les dijo: «¿Porqué tenéis miedo faltos de fe?», y levantándose, regañó a los vientos y al mar, y se hizo una gran calma. 27 Los hombres se maravillaban diciendo: «¡Que clase de hombre es este a quien los vientos y el mar le obedecen!» 28 Llegando al otro lado, a la región de los Gadarenos, salieron de entre las tumbas dos endemoniados muy furiosos, por lo que no había ninguno tan fuerte que pudiese pasar por aquél camino, 29 y he aquí que gritaban diciendo: «Qué hay entre nosotros y tú, Hijo de Dios ¿Has venido para atormentarnos antes de tiempo?». 30 No lejos de allí había una manada de muchos cerdos que pacían, 31 y los demonios le suplicaban diciendo: «Si nos vas a echar fuera, échanos en la manda de cerdos». 32 Entonces les dijo: «Id»; y saliendo, entraron en los cerdos y he aquí que la piara entera se precipito por el acantilado al mar y murieron en las aguas. 33 Con esto, los pastores corrieron y llegando a la ciudad, lo explicaron todo y lo de los endemoniados. 34 Y he aquí que salió toda la ciudad para ver a Jesús y viéndole, le rogaron que saliese fuera de sus límites.

9 1 Entonces, subiendo al barco cruzó a la otra orilla y llegó a su ciudad. 2 Y he aquí que le llevaron a un paralítico postrado en una camilla. Dándose cuenta de la fe que tenían, Jesús dijo al paralítico: «Ten valor muchacho, tus pecados te son perdonados», 3 pero algunos escribas comentaron entre ellos: «¡Este está blasfemando!» 4 Entonces Jesús, percibiendo sus sentimientos dijo: «¿Porqué estáis haciendo crecer maldades en vuestros corazones? 5 Pues qué es mas fácil decir: “Tus pecados están perdonados, o levántate y anda?” Ahora podréis ver que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar los pecados»; y dijo al paralítico: «¡Levántate recoge tu camilla y vete a tu casa!», 7 y levantándose, fue a su casa. 8 Al ver esto la multitud se asustó, y glorificaban a Dios que había dado esta autoridad a los hombres. 9 Luego, pasando Jesús por aquel lugar, vio a un hombre llamado Mateo sentado en la oficina del tributo, y le dijo: «¡Sígueme!» Y levantándose, le siguió. 10 Sucedió que estando el a la mesa en la casa, llegaron muchos recaudadores de impuestos y pecadores y se pusieron a la mesa junto a Jesús y sus discípulos. 11 Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro Maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?» 12 Al oír esto, él dijo: «No necesitan al médico los sanos, sino los enfermos. 13 Ahora id y aprended lo que esto significa: “Quiero misericordia, no sacrificio”. Pues no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores». 14 Luego, los discípulos de Juan fueron a él, diciendo: «¿Cómo es que nosotros, los fariseos, ayunamos mucho y tus discípulos no ayunan?» 15 Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda estar tristes mientras el novio esté con ellos; pero llegarán días en los que el novio les será arrebatado, y entonces ayunarán. 16 Ninguno zurce un parche nuevo en una capa vieja, porque se encogerá y tirará de la tela misma y el resultado será peor; 17 ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque es seguro que el odre se rajará, el vino se derramará y las odres se romperán; mientras que el vino nuevo se echa en odres nuevos y los dos se conservaran». 18 Mientras él les decía estas cosas, se le acercó un magistrado y rindiéndole homenaje, le dijo: «Mi hija acaba de morir, pero ven y coloca tu mano sobre ella, y vivirá», 19 y levantándose, Jesús y sus discípulos le siguieron, 20 pero he aquí que una mujer con un flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su capa, 21 pues se dijo: «Si puedo tocar tan solo su capa, estaré salvada». 22 Entonces Jesús se volvió, y mirándola le dijo: «Ten valor hija, tu fe te ha salvado». Y desde este momento la mujer quedó sanada. 23 Al entrar Jesús en casa del magistrado, vio a los flautistas y a la gente alborotada, 24 y les dijo: «¡Apartaros! porque la niña no está muerta sino dormida», y se rieron de él; 25 pero cuando la gente fue echada fuera, él entró, la tomó de la mano y la niña se levantó. 26 Así, la fama de este hecho se esparció por toda aquella tierra, 27 y pasando Jesús por allí, dos ciegos le siguieron y clamaban diciendo: «Hijo de David, ten compasión de nosotros». 28 Cuando entró en la casa los ciegos fueron a él, y Jesús les dijo :«¿Vosotros creéis que yo puedo hacer esto?» Ellos le dijeron «Sí, Señor». 29 Entonces les tocó los ojos diciendo: «Suceda con vosotros de acuerdo con vuestra fe»; 30 y sus ojos quedaron abiertos. Jesús les ordenó: «Mirad que no lo sepa nadie», 31 pero ellos lo propagaron por toda aquella tierra. 32 Cuando los ciegos salieron le llevaron a un mudo endemoniado, 33 y una vez expulsado, el mudo hablaba, y la multitud decía maravillada: «Nunca había sucedido esto en Israel». 34 Pero los fariseos dijeron: «Expulsa a los demonios mediante el jefe de los demonios». 35 Jesús caminó por todas las ciudades y los pueblos, impartiendo enseñanza en sus sinagogas, anunciando la buena nueva del reino y curando enfermedades y dolencias. 36 Viendo a las multitudes, sentía compasión de ellos porque eran maltratados y tonsurados como ovejas sin pastor 37 y decía a sus discípulos: “En realidad, la cosecha es grande, pero los trabajadores pocos. 38 Suplicad pues al dueño de la cosecha, que envíe trabajadores a la mies”

10 1 Llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus impuros, con el fin de que pudiesen expulsarlos, y para curar cualquier enfermedad y cualquier dolencia. 2 Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón llamado Pedro, y Andrés su hermano, y Jacob del Zebedeo, y su hermano Juan.3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Jacob de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, el que le entregó. 5 Jesús envió a estos doce, y les encargó: «No toméis el camino de las naciones y no entréis en la ciudad de los samaritanos, 6 pero id a las ovejas perdidas de la casa de Israel, 7 y mientras vais, anunciad y decid que el reino de los cielos se ha acercado. 8 Sanad a los enfermos, levantad a los muertos, limpiad a los leprosos y expulsad a los demonios. Habéis recibido gratis, dad gratuitamente. 9 No adquiráis oro ni plata, ni tampoco cobre en vuestra cintura. 10 No llevéis una bolsa para el camino, tampoco dos túnicas ni sandalias ni báculo, porque el trabajador merece su sustento. 11 Así, en cualquier ciudad o pueblo que entréis, buscad quien sea merecedor, y quedaros allí hasta el momento de partir. 12 Cuando entréis en una casa, saludad, 13 y si de hecho la casa es merecedora, llegue a ella vuestra paz, pero si no lo es, vuelva vuestra paz sobre vosotros. 14 Y cuando alguno no os reciba, y no quiera escuchar vuestras palabras, salid fuera de la casa, de la ciudad o del pueblo, y sacudíos el polvo de vuestros pies. 15 En verdad os digo que en el día del juicio, será más tolerable para la tierra de Sodoma y para la tierra de Gomorra, que para esta ciudad. 16 He aquí que os envío como corderos en medio de lobos. Sed pues prudentes como serpientes e ingenuos como palomas. 17 Tened pues cuidado de los hombres, porque ellos os entregarán a los Sanedrines, y os azotarán en las Sinagogas. 18 Os llevarán ante gobernadores y reyes por causa de mi nombre, como testimonio para ellos y para las naciones, 19 pero cuando os entreguen, no debéis preocuparos por lo que diréis, porque en aquel momento se os dará lo que tenéis que decir, 20 y no seréis vosotros quienes hablaréis, sino el espíritu del Padre, que hablará en vosotros. 21 Entonces un hermano entregará a su hermano a la muerte, y un padre al hijo, y los hijos se levantarán contra los padres, y los condenarán a muerte. 22 Y vosotros seréis odiados por causa de mi nombre, pero el que lo sobrelleve hasta el final, será salvado». 23 «Ahora, cuando os persigan en una ciudad, escapad a otra, puesto que en verdad os digo, no terminaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que el Hijo del hombre llegue. 24 El discípulo no está sobre su maestro, ni el servidor sobre su señor. 25 Suficiente es para el discípulo llegar a ser como su maestro, y al servidor, como su señor. Y si llaman Belcebú al dueño de la casa ¡Cuánto más a los de su casa! 26 No tengáis pues miedo de ellos, porque no hay nada escondido que no vaya a ser revelado, ni oculto, que no vaya a ser conocido. 27 Lo que os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz y lo que escucháis en el oído, proclamadlo desde los tejados. 28 Y no tengáis miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar al ser, pero tened miedo de aquel que puede destruir tanto el ser como el cuerpo en el Gehena. 29 ¿Acaso no se venden dos gorriones por una moneda? Y ninguno de ellos caerá a tierra sin el consentimiento de vuestro padre, 30 y en cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra  cabeza están todos contados. 31 No tengáis pues miedo, sois más importantes que muchos gorriones. 32 A todo aquel que dé testimonio de mí delante de los hombres, también yo daré testimonio de él delante de mi Padre que está en los cielos, 33 pero a todo aquel que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. 34 No pensad que he venido a poner paz en la Tierra, no he venido a poner paz sino espada, 35 porque he venido a oponer al hombre contra su padre y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra. 36 Así, los enemigos del hombre serán de su propia casa. 37 Quien quiere a su madre o a su padre por encima de mí, no es digno de mí, y quien ame a su hijo o hija por encima de mí, no es digno de mí, 38 y quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. 39 Quien halle su propia vida, la destruirá, pero quien pierda su vida por mi causa, la hallará. 40 Quien os recibe, a mí me recibe; y quien me recibe, recibe al que me envía. 41 Quien recibe a un profeta, por reconocerlo como profeta, obtendrá el salario de profeta, y quien recibe a un justo, por ser justo, obtendrá el salario de un justo. 42 Y aquel que dé a uno de estos pequeños tan solo un vaso de agua fresca por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

 

11 1 Y sucedió que cuando Jesús termino de instruir a sus doce discípulos, se fue de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. 2 Entonces Juan, enterándose en prisión de los obras de Cristo, envió a sus discípulos 3 a decirle: «¿Eres tú el que viene o tenemos que esperar a otro?» 4 Jesús le respondió: «Id y decirle a Juan lo que habéis oído y visto; 5 los ciegos reciben la vista y los tullidos caminan, los leprosos quedan limpios; los sordos oyen y los muertos son levantados, y se anuncia a los pobres la buena nueva. 6 Y feliz es aquel que no tropieza en mí». 7 Cuando se fueron, Jesús comenzó a hablar de Juan, a la multitud: «¿Que es lo que fuisteis a ver afuera en el páramo? ¿Una caña sacudida por el viento? 8 ¿Y qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido en ropaje elegante? Mirad que los que llevan ropaje elegante están en las casas de reyes. 9 ¿Pues a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, y os digo yo que mucho más que un profeta. 10 Este es aquél de quien se escribe: “He aquí que envío a mi mensajero delante de tu persona, aquel que ante ti preparará tu camino”. (Éxodo 23:20,  Miqueas 3:1, Daniel 4:14) 11 En verdad os digo: No se ha levantado entre los nacidos de mujer uno más grande que Juan el Bautista, pero el menor en el reino de los cielos es mayor que él. 12 Desde los días de Juan el bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo están arrebatando, 13 pues todos los profetas y la Ley  profetizaban hasta Juan, 14 y si vosotros queréis recibirle, él es Elías, el que tenía que llegar. 15 Quien tenga oídos para oír, que oiga. 16 Ahora, ¿Con quién compararé esta generación? Es como los niños que sentados en las plazas se gritan unos a otros, 17 diciéndose: “Tocamos para vosotros la flauta, pero no habéis bailado. Cantamos canciones tristes, pero no os habéis puesto tristes”, 18 porque cuando Juan vino, no comía ni bebía, pero ellos decían: “tiene demonio” 19 Llegó el Hijo del hombre comiendo y bebiendo, y ellos dicen, “He aquí a un hombre glotón y bebedor, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores!” Y justificada ha sido la Sabiduría por sus actos». 20 Y comenzó a reprochar a las ciudades donde sucedieron la mayoría de sus obras, por no haberse arrepentido; 21 «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! porque si los hechos poderosos ocurridos en vosotros, hubiesen sucedido en Tiro y Sidón, hace tiempo que ellos se hubiesen arrepentido sentados en tela de saco y cenizas. 22 Así que yo os digo que para Tiro y Sidón, el día del juicio será más tolerable que para vosotros. 23 ¡Y tú, Cafarnaúm! No serás exaltado al cielo, te hundirás en el Hades, porque si los hechos poderosos que ocurrieron en ti, hubiesen ocurrido en Sodoma, hubiese podido permanecer hasta hoy. 24 Además, os digo que en el día del juicio habrá más tolerancia para la tierra de Sodoma, que para vosotros».

25 Entonces, Jesús tomó la palabra diciendo: «¡Te aclamo a Ti, Padre, Señor de los cielos y de la tierra! Porque Tú has escondido esto a los eruditos y a los intelectuales, y se las has revelado a los menores. 26 Si, Padre, pues esto ha sido tu beneplácito. 27 Todo me ha sido entregado por mi Padre y aparte del Padre, ninguno conoce al Hijo y ninguno conoce al Padre excepto el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera desvelarlo. 28 Acercaros a mí todos los fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. 29 Tomar sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy dócil y de corazón humilde y hallareis descanso para vuestro ser 30 porque mi yugo es suave y mi carga es ligera».

 

12 1 Entonces un Sábado cruzaba Jesús los sembrados y ocurrió que sus discípulos sintieron hambre, así que comenzaron a arrancar espigas y a comer. 2 Al ver esto, los fariseos le dijeron: «¡Mira! tus discípulos están haciendo lo que no está permitido hacer en Sábado», 3 pero él les dijo: «¿No habéis leído lo que David hizo cuando él y los suyos tuvieron hambre? 4 ¿Cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes de la dedicación, al que ni él, ni los que estaban con él tenían derecho, solamente los sacerdotes? 5 ¿O no leísteis en la Ley, que en el Templo, los sacerdotes profanaban el ritual del Sábado sin incurrir en culpa? 6 Pues yo os digo que uno mayor que el santuario está aquí; 7 si hubieseis comprendido lo que significa “Lo que deseo es misericordia y no sacrificio”, no acusaríais a los que no tienen culpa, 8 porque el Hijo del hombre es el Señor del Sábado”, 9 y marchándose de allí, entró en su Sinagoga. 10 Había allí un hombre que tenía una mano seca. Así que le interrogaron en cuanto a él, diciendo con el fin de poder acusarle: «¿Está permitido curar en Sábado?». 11 Entonces les dijo: «¿Que hombre hay entre vosotros, que teniendo una oveja que en Sábado, cae en un pozo, no la sujetaría y la sacaría? 12 ¡Cuanto pues es más valioso un hombre que una oveja! Por tanto, hacer el bien en los Sábados, está permitido», 13 y le dijo al hombre: «Extiende tu mano», y él se la extendió y quedó restaurada, tan sana cómo la otra. 14 Saliendo, los fariseos se reunieron en consulta contra él para eliminarle. 15 Pero sabiéndolo, Jesús se retiró, aunque muchos le siguieron y él sanó a todos, 16 avisándoles de que no debían ponerle de manifiesto, 17 para que se cumpliese la declaración del profeta Isaías, que dijo: 18 «¡He aquí a mi siervo, aquel que yo prefiero; mi amado en quien mi alma se deleita! Pondré mi espíritu en él, y él anunciará del juicio a las naciones. 19 No peleará, ni clamará. Ninguno escuchará su voz en las plazas. 20 No romperá una caña quebrada, ni extinguirá la mecha que enmohece, hasta que salga a juzgar para la victoria. 21 Y las naciones confiarán en él» (Isaías 42:1- 4)

22 Luego, le llevaron a un endemoniado ciego y mudo, y él lo sanó, de modo que el mudo hablaba y veía, 23 y la multitud decía asombrada: «¿No es este el hijo de David?»” 24 Oyéndolo los fariseos, dijeron: «Este hombre no expulsa a los demonios a menos que sea por medio de Belcebú, el jefe de los demonios». 25 Percibiendo sus sentimientos, él les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo, queda desolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá en pie. 26 Así, si Satán expulsa a Satán, queda dividido contra sí mismo, ¿Cómo entonces podría permanecer su reino? 27 Y si yo expulso a los demonios por medio de Belcebú ¿Por quién los expulsan vuestros hijos? Por esto serán ellos vuestros jueces. 28 Pero si yo, por medio del espíritu de Dios, expulso a los demonios, es porque el reino de los cielos os ha alcanzado. 29 O ¿Cómo podría alguno penetrar en la casa del poderoso y desvalijar sus cosas si primero no le ata? Y luego saqueará su casa. 30 Quien no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. 31 Por tanto os digo: todo pecado y blasfemia será perdonada a los hombres; pero la blasfemia contra el espíritu no será perdonada. 32 Pues a quienquiera que diga una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado, pero a quienquiera que diga algo contra el espíritu santo, no le será perdonado, ni en esta era, ni en la inminente. 33 Suponed el buen árbol y su buen fruto, o el árbol malo y su fruto malo, porque por el fruto se conoce al árbol. 34 Progenie de víboras, ¿Cómo podéis siendo malos, hablar de lo bueno? Pues por la abundancia del corazón, habla la boca. 35 El hombre bueno extrae del buen tesoro cosas buenas, y el hombre malo extrae maldad de su tesoro malvado. 36 Ahora os digo que de cualquier declaración inútil dicha por los hombres darán cuenta en el día del juicio, 37 porque por vuestras palabras seréis justificados, y por vuestras palabras seréis condenados». 38 Entonces, algunos escribas y fariseos le contestaron diciendo: «Maestro, queremos ver una señal tuya», 39 pero en respuesta, él les dijo: «Una generación malvada y adúltera está buscando una señal, pero la señal no se les dará si no es la señal de Jonás, el profeta, 40 porque tal como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, así estará el hijo del hombre en el corazón de la tierra, tres días y tres noches. 41 En el juicio, se levantarán con esta generación los hombres ninivitas, y la condenaran porque ellos se arrepintieron con las declaraciones de Jonás, y aquí veis a quien es mayor que Jonás. 42 La reina del Sur se levantará en el día del juicio con esta generación y la condenará, porque ella acudió desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, pero ved aquí a quien es mayor que Salomón. 43 Ahora, cuando un espíritu impuro sale de un hombre, pasa a través de lugares áridos buscando descanso, y no lo encuentra; 44 entonces dice: “Voy a regresar a mi casa, de donde salí”, y entrando, la halla desocupada, barrida y decorada, 45 entonces va, toma con él a otros siete espíritus peores que él, y entrando, habitan allí; y la situación de este hombre resulta peor que la primera. Esto es también lo que le ocurrirá a esta generación malvada». 46 Estaba todavía hablando a las gentes, y he aquí que su madre y sus hermanos estaban fuera y querían hablarle, 47 así que uno de sus discípulos le dijo: «¡Mira! Tu madre y tus hermanos te esperan afuera, desean hablarte». 48 Pero en respuesta le dijo: «¿Quién es mi madre y quienes son mis hermanos? 49 Y extendiendo su mano hacia los discípulos, dijo: “¡He aquí a mi madre y a mis hermanos!” 50 porque aquel que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, es mi hermano, mi hermana y mi madre».

13 1 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó a la orilla del mar 2 y se reunió tanta gente junto a él, que tuvo que sentarse en una barca, y toda la multitud permaneció en la playa. 3 Entonces les hablo de mucha cosas en parábolas, diciendo: «He aquí que un sembrador salió a sembrar, 4 y he aquí que algo de su siembra cayó junto al camino, y llegaron las aves y se la comieron. 5 También cayó otra en sitios rocosos donde no había mucha tierra, y brotó inmediatamente ya que la tierra no tenía profundidad, 6 pero al salir el sol, se chamuscó, y como no tenía raíz, se secó. 7 Otra cayó también entre las espinas, y las espinas crecieron y la ahogaron, 8 pero otra cayó en tierra buena y dio fruto, algunas ciento, otras a sesenta, y otras a treinta. 9 El que tenga oídos para oír, que oiga». 10 Entonces los discípulos, acercándose le dijeron: «¿Por qué razón les hablas en parábolas?» 11 En respuesta, les dijo esto: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos, pero a estos no se les ha concedido, 12 porque a quien tiene, se le concederá más y le sobrará, pero a quien no tiene, también lo que tiene le será retirado». 13 « Por tanto les hablo en parábolas porque mirando, no ven, y oyendo, no oyen ni entienden. 14 Así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: “Oír, oiréis, pero de ninguna manera comprenderéis; y mirando, veréis pero de ninguna manera percibiréis, 15 porque el corazón de este pueblo está entorpecido; sus oídos oyen pesadamente y se cierran sus ojos, no vaya a ser que en alguna ocasión, puedan sus ojos percibir y las orejas oír, y el corazón pueda comprender y se vuelvan, y Yo les sane. 16 Pero felices vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque escuchan, 17 Pues en verdad os digo que muchos profetas y justos, anhelaron percibir lo que vosotros veis, y no lo percibieron, y escuchar lo que vosotros estáis oyendo, y no lo oyeron. 18 Escuchad pues la parábola de la siembra: 19 A todo el que oye la palabra del reino pero no la comprende, acude el malvado y arranca lo sembrado en su corazón. Esto es lo que cayó junto al camino. 20 Y lo que fue sembrado en lugares rocosos, es aquel que oyendo la palabra, la acoge inmediatamente con alegría, 21 aunque como carece de raíz en sí mismo, es temporal. Así cuando llega aflicción o persecución por causa de la palabra, queda inmediatamente atrapado. 22 Y lo que fue sembrado en las espinas, es aquel que escucha la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y la seducción de las riquezas, sofocan la palabra y no fructifica. 23 En cambio, lo sembrado en tierra buena, es aquel que escuchando la palabra y comprendiéndola, fructifica de todas las maneras, produciendo cien, o sesenta, o treinta». 24 Puso ante ellos otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos puede asemejarse a un hombre que siembra buena semilla en su propio campo, 25 pero mientras los hombres estaban adormecidos, fue su enemigo, sembró  cizaña entre el trigo y se marchó. 26 Cuando el forraje germinó y produjo fruto, también apareció entonces la cizaña, 27 y los labradores, yendo al dueño le dijeron: ”No sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es entonces que tiene cizaña?” 28 Él les dijo: “Un hombre, un enemigo, hizo esto”, así que los labradores le dijeron: “Quieres pues que salgamos y que la arranquemos?” 29 Pero él les dijo: “¡De ninguna manera! no sea que alguna vez, arrancando la cizaña, arranquéis con ella el trigo. 30 Dejad que los dos crezcan juntos hasta la cosecha y en la estación de cosechar, diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña, y haced fajos con ella para quemarla. Después recogeremos el trigo en mi granero”» 31 Y les mostró otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es como la semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. 32 De hecho, es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, se hace más grande que los hortalizas convirtiéndose en un árbol, hasta el punto de que las aves del cielo acudan y aniden entre sus ramas». 33 Les dio a conocer otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer consigue, y que mete en tres medidas de harina hasta que todo queda fermentado». 34 Todo esto decía Jesús en parábolas a las muchedumbre, y aparte de parábolas, nada les decía.

35 Así se cumple la declaración del profeta, que dijo: «Abriré mi boca en parábolas, expresaré lo que está escondido desde la constitución del mundo». (Salmos 78:2 ,1º Corintios 10:7) 36 Entonces, dejando a la multitud, entró en la casa y sus discípulos fueron a él para decirle: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo», 37 él dijo en respuesta: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, 38 y el campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malvado. 39 El enemigo que la siembra es el Adversario. La cosecha es la conclusión del tiempo, y los segadores son los ángeles. 40 Lo mismo que con la cizaña, serán entonces apilados y quemados en el fuego. Esto será la conclusión del tiempo; 41 el hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y ellos apilarán fuera de su reino a todos los tramposos y los que practican ilegalidad, 42 y los echaran en el horno de fuego. Allí serán sus lamentos y su rechinar de dientes. 43 Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. Quien tenga oídos para oír, que escuche». 44 «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre encuentra y esconde, y en su gozo, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo». 45 «De nuevo, el reino de los cielos se asemeja a un hombre, a un mercader buscando perlas finas, 46 y que al encontrar una perla muy preciosa, sale con todo lo que tiene y la compra». 47 «También, el reino de los cielos se asemeja a una red echada en el mar que recoge a muchas especies, 48 y una vez llena, se arrastra a la playa, y ellos sentándose, recogen lo bueno en cestos, y tiran los malos. 49 Esto ocurrirá también en la conclusión del tiempo; los mensajeros saldrán, separarán a los malvados de los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego, allí será su lamento y su rechinar de dientes. 51 ¿Comprendéis todas estas cosas?» Y ellos le dijeron «sí», 52 Entonces les dijo: «Todo escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos, se asemeja a un hombre, a un dueño de casa que va sacando de sus arcas cosas nuevas y antiguas». 53 Y luego, cuando Jesús acabó estas parábolas, se fue de allí. 54 Entrando en su propia tierra, les impartía enseñanza en su sinagoga, de modo que ellos se asombraban y decían: «¿De dónde tiene este esa sabiduría y poderes? 55 ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No es su madre la llamada Miriam, y sus hermanos: Jacob y José, y Simón y Judas? 56 Y sus hermanas ¿No están todas con nosotros? ¿De dónde pues le viene todo esto a ese?» 57 Así se escandalizaban a causa de él. Entonces Jesús les dijo: «Un profeta no es deshonrado mas que en su propia tierra, y en su casa». 58 Y no realizó allí muchos hechos poderosos por causa de su incredulidad.

14 1 En aquel tiempo Herodes el tetrarca (gobernador de la cuarta parte de un país), oyó noticias con respecto a Jesús, 2 y dijo a sus servidores: «Este es Juan el Bautista. Ha sido levantado de la muerte, y por esto opera poder en él», 3 porque Herodes había hecho arrestar a Juan, metiéndole en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, 4 pues Juan le decía: «No te está permitido tenerla», 5 y aunque él quería matarle, tenia miedo de la muchedumbre que le consideraban un profeta. 6 Llegado el cumpleaños de Herodes, ocurrió que la hija de Herodías danzó en medio de todos y complació a Herodes, 7 por esto él declaró con un juramento, entregarle cualquier cosa que ella le pidiese. 8 Entonces, instigada por su madre, ella dijo: «Dame aquí, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». 9 El rey estaba arrepentido, pero por causa de los juramentos y de los comensales que estaban con él, ordenó que le fuese entregada, 10 y envió a cortar la cabeza de Juan en la cárcel. 11 Así, su cabeza fue llevada en una bandeja y entregada a la joven, y ella se la llevó a su madre. 12 Entonces sus discípulos se llevaron su cuerpo, lo colocaron en una tumba, y fueron a decírselo a Jesús. 13 Al oír esto, Jesús se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario, en cuanto las gentes se enteró la le siguieron a pie desde las ciudades. 14 Al desembarcar vio pues una gran muchedumbre y tuvo compasión de ellos, curando a los que padecían. 15 Como se acercaba la noche, los discípulos fueron a él para decirle: «Este lugar es un páramo, y la hora ya ha pasado. Despacha pues a las multitudes, para que al entrar en los pueblos puedan comprarse comida». 16 Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, dadles de comer vosotros». 17 Ellos le dijeron: «Aquí no tenemos nada, excepto cinco panes y dos peces». 18 Él les dijo: «¡Traédmelos aquí!» 19 Y dando orden a la muchedumbre que se reclinasen sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, los bendijo mirando al cielo, y partiéndolos, dio a sus discípulos el pan, y los discípulos, a la muchedumbre. 20 Así, comieron y quedaron satisfechos, y recogieron las sobras: doce canastas llenas. 21 De hecho, los que comieron fueron como cinco mil hombres, aparte de las mujeres y de los niños. 22 Luego, obligó inmediatamente a sus discípulos a subir en el barco y a ir por delante de él a la otra orilla, mientras despedía a la gentes. 23 Una vez despedidas las gentes, subió privadamente a la montaña para orar y al llegar el anochecer permanecía allí solo. 24 El barco estaba ya a muchos estadios de la tierra, en medio del mar y atormentado por las olas, pues el viento soplaba en contra. 25 Entonces, en la cuarta guardia de la noche, se fue hacia ellos caminando sobre el mar, 26 pero al verle caminar sobre el mar, los discípulos se asustaron pues decían: «¡Esto es un fantasma!», y gritaban de miedo. 27 Pero Jesús les hablo inmediatamente, diciendo: «¡Valor! Soy yo, no tengáis miedo», 28 en respuesta, Pedro le dijo: «Señor, si eres tú, ordéname que vaya a ti sobre las aguas», 29 y él le dijo: «¡Ven!», y descendiendo del barco, Pedro caminó sobre el agua pare llegar a Jesús, 30 pero sintiendo la fuerza del viento tuvo miedo y como comenzaba a hundirse, gritó diciendo: «¡Señor, sálvame!» 31 Jesús le tendió enseguida la mano, le agarró y le dijo: «Falto de fe ¿Porqué has dudado?» 32 y en cuanto subieron al barco, amainó el viento, 33 y los que estaban en el barco se postraron diciéndole: «¡En verdad, tú eres el Hijo de Dios!» 34 Y terminada travesía llegaron a tierra, a Genesaret. 35 Al reconocerle, los hombres del lugar dispersaron la noticia por  todo el país; y así, le trajeron a todos los que tenían enfermedades, 36 suplicándole que solo les permitiese tocar el borde de su capa; y todos los que lo tocaban quedaban sanados. 

15 1 Entonces fueron a Jesús algunos fariseos y escribas venidos de Jerusalén, diciendo: 2 «¿Por qué transgreden tus discípulos la tradición de los antiguos? Pues no se lavan las manos cada vez que van a comer el pan». 3 Pero él les dijo en respuesta: «¿Por qué también vosotros transgredís el precepto de Dios por causa de vuestra tradición? 4 Porque Dios dijo: “Honrad padre y madre”, y “aquel que diga mal de su padre o de su madre, descienda a la muerte”. 5 Sin embargo, vosotros decís: “Cualquiera que diga a su padre o a su madre: “No puedo ayudaros, todo lo que tengo lo he dado en ofrenda”, 6 de ningún modo honra a su padre y a su madre». Con esto, vosotros invalidáis la palabra de Dios por causa de vuestra tradición. 7 ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías en cuanto a vosotros, diciendo: 8 «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón se ha distanciado, alejándose de mí, 9 y me reverencian en vano impartiendo enseñanzas que son preceptos de hombres». (Isaías 29:13) 10 Y llamando a la muchedumbre, les dijo: «¡Escuchad y entended! 11 No le contamina al hombre lo que le entra por la boca sino lo que le sale de la boca. ¡Esto es lo que contamina al hombre!» 12 Y acercándose, los discípulos le dijeron: «¿Eres consciente de que oyendo la palabra, los fariseos están escandalizados?» 13 Pero él dijo en respuesta: «Toda planta que no ha sido plantada por mi Padre celestial, será desarraigada. 14 Déjales ¡Ellos son los guías ciegos de los ciegos! Y si un ciego guía a otro ciego, caerán los dos en un hoyo» . 15 En respuesta Pedro dijo: «Explícanos la parábola», 16 y él le dijo: « También tú careces de inteligencia hasta este punto? 17 ¿No has entendido todavía que todo lo que entra por la boca se convierte en el contenido de los intestinos, y es evacuado en la letrina? 18 Pero lo que sale por la boca viene del corazón, y esto contamina a los hombres, 19 porque del corazón vienen razonamientos malos, asesinatos, adulterios, fornicación, robos, falsos testimonios, calumnias. 20 ¡Esto es lo que contamina al hombre! Pero el comer sin lavarse las manos, no contamina al hombre». 21 Saliendo de allí, Jesús se retiró a lugares de Tiro y Sidón, 22 y he aquí que saliendo de estos límites, una mujer cananea gritó diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija esta gravemente poseída por un demonio». 23 Él no contestó ni una palabra; sus discípulos se le acercaron y le rogaron diciendo: «¡Échala, porque va gritando detrás nuestro!» 24 Entonces él respondió: «No se me ha enviado más que a las ovejas perdidas de la casa Israel»; 25 pero ella se le acercó, y postrándose ante él, dijo: «¡Señor, ayúdame!» 26 El  respondió: «No es bueno tomar el pan de los hijos para tirárselo a los perritos», 27 pero ella contestó: «¡Sí Señor! pues los perritos también comen las migas que caen de la mesa de sus dueños». 28 Entonces Jesús dijo: «¡Mujer, grande es tu fe! Que suceda como tú quieres». Y desde aquella hora quedo curada su hija. 29 Saliendo de aquel lugar, Jesús fue junto al mar de Galilea y allí subió a la montaña y se sentó. 30 Entonces fue hacia él una gran muchedumbre, llevando consigo a tullidos, ciegos, mutilados y muchos otros; los pusieron a sus pies y él los sanó, 31 de modo que la multitud contemplaba maravillada a los mudos hablando, a los lisiados restablecidos, a los cojos caminando, y a los ciegos viendo. Y todos ellos glorificaban al Dios de Israel. 32 Entonces Jesús, convocando a sus discípulos, dijo: «Tengo compasión de la muchedumbre, porque hace ya tres días que permanecen junto a mí, y ya no tienen nada que puedan comer. No quiero despedirles en ayunas, no sea que en algún momento se desmayen en el camino», 33 pero los discípulos dijeron: «En que lugar de este páramo hay para nosotros el pan suficiente como para satisfacer a una multitud tan numerosa?» 34 Jesús les dijo: «¿Cuantos panes tenéis?» Y ellos dijeron: «Siete, y unos pocos peces pequeños». 35 Entonces él, mandando a la gente acomodarse en la tierra, 36 tomó los siete panes y los peces, y dando las gracias, los partió y se los dio a los discípulos, y los discípulos, al gentío; 37 y comieron, y quedaron satisfechos. Y con los trozos que sobraban llenaron siete canastos. 38 Los que comieron, eran alrededor de cuatro mil hombres, aparte de las mujeres y de los niños. 39 Luego, despidiendo al gentío, entró en el barco y fue hasta los límites de Magadán.

16 1 Los fariseos y los saduceos se le acercaron  para ponerle a prueba, pidiéndole que les mostrase una señal proveniente del cielo, 2 pero él les contestó: «Al atardecer decís: “va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo fuego”, 3 y a la mañana, “hoy habrá tormenta, porque el cielo tiene un rojo sombrío». ¡Podéis discernir el aspecto del cielo pero no sabéis discernir los tiempos! 4 «Una generación malvada y adúltera busca una señal; pero no les será concedida ninguna señal, sino el signo de Jonás». Y dejándolos, se fue. 5 Al pasar a la otra orilla, los discípulos se olvidaron de comprar pan; 6 Jesús les dijo: «¡Cuidaros y prestad atención a la levadura de los fariseos y saduceos!»; 7 pero ellos hablaban entre sí: “¡No tenemos pan!” 8 Y sabiéndolo Jesús, les dijo      «¿Hombres de poca fe por qué habláis entre vosotros, que no tenéis pan? 9 ¿Todavía no habéis comprendido ni recordáis a los cinco panes para los cinco mil, y cuántos canastos recogisteis, 10 ni los siete panes para los cuatro mil, y la cantidad de cestos que reunisteis? 11 ¿Cómo es que no comprendéis que yo no os hablaba del pan? Ahora, cuidaros de la levadura de los fariseos y saduceos»; 12 y comprendieron que él no había dicho “cuidad de la levadura del pan”, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos. 13 Entrando en territorio de la Cesárea de Filippo, Jesús hizo una pregunta a sus discípulos, diciéndoles: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» 14 y le dijeron: «Mira, estos, Juan el bautista, otros Elías y otros, Jeremías o uno de los profetas» 15 Él les dijo: «¿Pero vosotros quién decís que soy?» 16 En respuesta dijo Simón Pedro: «¡Tú eres el Cristo! ¡El hijo del Dios viviente!» 17 Jesús respondió: «Feliz tú, Simón Bar-Jonás, porque no te lo ha revelado carne y sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Ahora también te digo yo que tú eres Pedro. Y edificaré a los llamados sobre esta piedra, y las puertas del Hades no la prevalecerán. 19 Te daré las llaves del Reino de los cielos, y cualquier cosa que ates en la tierra, habrá sido atada en los cielos, y lo que desates sobre la tierra, habrá sido desatado en los cielos». 20 Luego advirtió a los discípulos que no debían decir a nadie que él era el Cristo. 21 Desde entonces Jesús comenzó a informar a sus discípulos, de que tendría que marcharse a Jerusalén y sufrir mucho por causa de los ancianos y de los sumo-sacerdotes y los escribas; y ser ejecutado, pero levantado al tercer día; 22 y apartándole, Pedro empezó a reprenderle diciendo: «¡Favor para ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá esto!», 23 pero volviéndose, él dijo a Pedro: «¡Ponte detrás mío Satán! Para mí eres una trampa, pues tú no estás dispuesto a lo de Dios, sino a lo de hombres». 24 Luego dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir tras de mí, renuncie a sí mismo, recoja su madero, y me siga, 25 porque quien quiera salvar su vivir, lo destruirá, pero quien destruya su vivir por mi causa, lo hallará. 26 Y ¿En que se beneficiaría el hombre si ganase todo el mundo, pero perdiese su vida? o ¿Qué dará el hombre a cambio de su vida? 27 Porque el Hijo del hombre está a punto de entrar en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según sus prácticas. 28 En verdad os digo: aquí hay algunos que de ninguna manera probarán la muerte hasta ver al Hijo del hombre entrando en su reino».

17 1 Después de seis días, Jesús tomó aparte a Pedro, a Jacob y a su hermano Juan, y les llevo en privado, a una monte alto. 2 Entonces se transformó ante ellos, y su rostro brillaba como el sol, y sus ropas se hicieron blancas como la luz; 3 y he aquí que contemplaron a Moisés y a Elías conversando con él. 4 Pedro dijo a Jesús: «Señor, es estupendo que estemos aquí. Si tú quieres, haré aquí tres tabernáculos, uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías». 5 Estaba aún hablando y les cubrió una nube luminosa, y he aquí que de la nube salió una voz que decía: «Este es mi Hijo, mi amado en quien me deleito ¡Escuchadle!» 6 Al oír esto, los discípulos cayeron faz a tierra y estaban tremendamente asustados, 7 pero se acerco Jesús, y tocándoles, les dijo: «¡Levantaros y no tengáis miedo!» 8 Y alzando la mirada, vieron que no había nadie mas que Jesús, solo él. 9 Bajando de la montaña, Jesús se dirigió a ellos para decirles: « Ahora no podéis hablar a nadie de la visión que habéis visto, hasta que el hijo del Hombre sea levantado de entre los muertos». 10 Pero los discípulos le interrogaron diciendo: «¿Por qué pues dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?» 11 En respuesta les dijo esto: «De hecho viene Elías y restaurará todo. 12 Pero yo os digo que Elías ha venido ya, aunque ellos no le han reconocido y han hecho con él lo que quisieron. Del mismo modo, también el hijo del hombre sufrirá pronto en manos de ellos». 13 Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el bautista. 14 Al llegar la muchedumbre, fue a él un hombre, y cayendo ante él de rodillas, dijo: 15 «Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y lo pasa fatal; a menudo cae en el fuego y muchas veces en el agua, 16 y yo lo he llevado a tus discípulos, pero no han podido curarle». 17 En respuesta les dijo Jesús: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuando estaré con vosotros? ¿Hasta cuando os soportaré? ¡Traédmelo aquí!». 18 Jesús le reprendió, el demonio salió de él, y el joven quedó sanado en aquel momento. 19 Entonces acercándose, los discípulos dijeron privadamente a Jesús: «¿Por qué no pudimos nosotros expulsarle?» 20 Y él les dijo: «Porque vosotros tenéis poca fe», pues en verdad os digo que si vuestra fe fuese como un grano de mostaza, diríais a esta montaña: «Muévete de aquí hacia allí» y se movería, y nada sería imposible para vosotros.

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22 En su retorno a la Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, 23 y le matarán, pero al tercer día será levantado». Entonces ellos se pusieron tremendamente tristes. 24 Cuando llegaron a Cafarnaúm, aquellos que recogían las dos dracmas fueron a Pedro y dijeron: «Acaso vuestro maestro no paga el tributo de las dos dracmas?» 25 Él respondió: «Sí», pero al entrar en la casa, Jesús se le adelantó diciendo: «¿Qué es lo que supones Simón? Los reyes de la tierra de quién reciben el tributo o el impuesto, ¿De sus hijos o de los extranjeros?» 26 Pedro respondió: «De los extranjeros», y Jesús le dijo: «Por tanto los hijos están libres. 27 sin embargo para que no les escandalicemos, ve, echa al mar un anzuelo, recoge el primer pescado que salga, y abriéndole la boca hallarás un estátero, recógelo y entrégaselo por mí y por ti».

18 1 Entonces fueron los discípulos a Jesús diciendo: «¿Quién es pues el más grande en el reino de los cielos?» 2 Y él, llamando a un niño lo colocó en medio de ellos, 3 y dijo: «En verdad os digo que si no cambiáis, y os convertís en niños, de  ningún modo entraréis en el reino de los cielos. 4 Así pues, quien se humille como este niño, es el más grande en el reino de los cielos. 5 Quién reciba a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí, 6 y a quien engañe a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de estas piedras de molino que mueven los asnos, y que le hundan en  el fondo del mar. 7 ¡Ay del mundo por causa de los engaños! Pues es necesario que vengan engaños, pero ¡Ay del hombre que tiende las trampas! 8 Y si tu mano, o tu pie, te engaña, córtalo y échalo lejos de ti, es mejor para ti entrar en la vida lisiado o cojo, que tener dos manos y dos pies para ser echado en el fuego eterno. 9 Y si tu ojo te hace caer en la trampa, arráncatelo y échalo de ti, es mejor entrar en la vida con un ojo, que tener dos ojos y ser echado al Gehena de fuego. 10 Mirad de no despreciar a ninguno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos».

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12 «¿Que os parece? Si a un hombre que tiene cien ovejas, le ocurre que una de ellas se extravía ¿No dejaría en los montes a las noventa y nueve ovejas, e iría a buscar a la extraviada? 13 Y si llega a encontrarla, os digo en verdad que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se han  extraviado. 14 Así, ante vuestro Padre en los cielos no es su voluntad que uno de estos pequeños pueda perecer. 15 Si tu hermano pecase, ve y exponlo a solas entre tú y él, y si acaso te escucha, has ganado a tu hermano, 16 pero si no te escucha, lleva contigo uno o dos más para que por boca de dos o tres testigos, toda declaración pueda confirmarse; 17 pero si también les desobedece, díselo a la congregación, y sea para vosotros como un pagano y un recaudador de impuestos. 18 En verdad os digo, que cualquier cosa que atéis en la tierra se habrá ya atado en los cielos, y cualquier cosa que desatéis sobre la tierra, se habrá desatado ya en los cielos. 19 De nuevo os digo que si dos de vosotros estáis de acuerdo en la tierra en cuanto a cualquier cosa, aquello que puedan pedir les llegará de parte de mi Padre que está en los cielos, 20 porque dónde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos». 21 Entonces Pedro se acercó y le dijo: «Señor, cuando mi hermano peque contra mí ¿Cuantas veces debo perdonarle? ¿Hasta siete veces?» 22 Jesús le dijo: «Yo no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.  23  Por esto el reino de los cielos se asemeja a un hombre, un rey, que quiere pasar cuentas con sus servidores, 24 y comenzando a resolver, le llevaron a un deudor que debía diez mil talentos. 25 No teniendo modo de pagar, el señor ordenó que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo, cualquier cosa que tenía. Así el pago quedaría cubierto. 26 Pero cayendo de rodillas, el sirviente le rindió homenaje y le dijo: “Señor, ten paciencia conmigo y te pagaré todo”. 27 Sintiendo compasión, el señor de este sirviente le dejó ir y perdonó su deuda, 28 pero al salir, el sirviente se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y agarrándole, lo ahogaba y decía: “Págame todo lo que me debes”. 29 su compañero cayendo a sus pies, suplicó diciendo: “¡Sé paciente conmigo y te pagaré todo!” 30 Pero él no quiso, y saliendo, lo echo a la cárcel hasta que pagase lo que debía. 31 Viendo sus compañeros sirvientes lo que ocurría, se sintieron tremendamente doloridos y yéndose, explicaron a su señor lo ocurrido. 32 Llamándole el señor le dijo: “¡Sirviente malvado! Cuando tú me suplicabas, te perdoné toda tu deuda. 33 ¿No era acaso obligatorio para ti sentir piedad por tu compañero, lo mismo que yo tuve piedad de ti?” 34 Y por ser indigno, su señor lo entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que debía. 35 Esto es lo que mi Padre celestial os hará también a vosotros, si cada uno no perdona a su hermano de corazón».

19 1 Y sucedió que cuando Jesús terminó estos dichos, se marcho de la Galilea, y entró en los límites de la Judea, al otro lado del Jordán; 2 una gran muchedumbre le siguió, y les curaba allí mismo. 3 Entonces los fariseos fueron a él para probarle, y dijeron: «¿Está permitido el rechazar a su mujer por cualquier causa?» 4 Él respondió: «¿No habéis leído que desde el principio el Creador los hizo hombre y mujer? 5 Y dijo: “A causa de esto dejará el hombre padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una carne” 6 Así pues ya no son dos, sino una carne. Por tanto, lo que Dios une, ningún hombre puede separar». 7 Ellos le dijeron,       «Entonces porqué mandó Moisés darle un documento de divorcio y despedirla?» 8 Jesús les dijo: «Moisés, por causa de la dureza de vuestro corazón, permitió que repudiaseis a vuestras esposas; pero esto no fue así desde el principio. 9 Ahora yo os digo que quien repudie a su esposa, (si no es por fornicación), y se casa con otra, comete adulterio, y quien se casa con la mujer que ha sido repudiada, comete adulterio». 10 Los discípulos le dijeron: « Si la situación de un hombre con una mujer es así, no es conveniente casarse», 11 Y Jesús les dijo: «No todos están comprendidos en este dicho, solamente a los que les ha sido concedido; 12 pues hay eunucos que han nacido así desde el vientre de su madre, y hay eunucos castrados por los hombres; y hay eunucos que se castran a sí mismos por el reino de los cielos. El que pueda entender, que entienda». 13 Luego le llevaron a unos niños, para que pusiese sobre ellos sus manos y orase, y los discípulos les reprendieron, 14 pero Jesús les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis, porque así es el reino de los cielos». 15 Tras poner las manos sobre ellos, se marcho de allí, 16  y he aquí que uno, acercándose a él, dijo: «Maestro, ¿qué bien debería hacer para poder tener vida eterna?» 17 Él le dijo: «¿Porqué me preguntas con respecto al bien? Uno es bueno, pero si tú deseas entrar en la vida, guarda los preceptos»; 18 él le dijo: «Cuales?» Entonces Jesús dijo: «No matarás; no cometerás adulterio; No robarás, no testificarás falsamente; 19 Honrarás a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo». 20 El joven le dijo: «esto lo hago ¿Qué es lo que aún me hace falta?» 21 Jesús le declaró:  «Si tú deseas ser perfecto, ve, vende todas tus posesiones y entrégalo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y aquí ¡Sígueme!». 22 Pero al escuchar estas palabras, el joven se marcho entristecido, porque tenía muchos bienes. 23 Entonces declaró Jesús a sus discípulos: «En verdad os digo que difícilmente entrarán los ricos en el reino de los cielos; 24 y os digo de nuevo, que más fácil es para un camello el entrar a través del ojo de una aguja, que para un hombre rico, entrar en el reino de Dios». 25 Al oír esto, los discípulos quedaron tremendamente asombrados, y dijeron: «¿Quién entonces puede ser salvado?» 26 Y mirándoles, dijo Jesús: «Para los hombres esto es imposible, pero para Dios, todo es posible». 27 En respuesta, Pedro le dijo: «Mira, nosotros hemos dejado todo y te seguimos, ¿Qué será entonces de nosotros?» 28 Jesús les dijo: « En verdad os digo que vosotros, los que me seguís, cuando a mi regreso el hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel. 29 Y todo aquel que deje casa, hermanos o hermanas, o padre o madre, o mujer o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá cien veces más, y disfrutará de la asignación de vida eterna. 30 Ahora bien, muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros».

20 1 «El reino de los cielos puede asemejarse a un hombre, el dueño de casa que al amanecer salió a contratar trabajadores para su viña, 2 y llegando a un acuerdo con los trabajadores por un denario al día, los envió a su viña. 3 Luego salió alrededor de la hora tercera, y de pie en la plaza vio a otros desocupados. 4 A estos les dijo: “Id vosotros también a mi viña y os pagaré lo que sea justo”; y ellos fueron. 5 Salió de nuevo  a la hora sexta y a la hora novena, e hizo lo mismo. 6 Y alrededor de la hora onceava salió y hallo a otros en pie, así que les dijo: “¿Por que estáis aquí en pie, desocupados todo el día?” 7 Ellos le dijeron: “Nadie nos contrata”, y les dijo: también vosotros a mi viña». 8 Así, llegada la tarde, el señor de la viña dijo a su encargado: “Llama a los trabajadores y págales el salario, comenzando del último al primero” 9 y fue a los de la hora onceava, que recibieron un denario cada uno. 10 Al llegar al primer turno, pensaron que iban a recibir más, pero también ellos recibieron la pieza de un denario; 11 al recibirlo, murmuraron contra el dueño de la casa, diciendo: “los últimos han hecho una hora, ¡y tú los haces igual a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el ardiente calor!” 13 Pero él, dirigiéndose a uno de ellos, dijo: “Amigo ¡Yo no te estoy haciendo injusticia! ¿No estabas de acuerdo conmigo para un denario? 14 Toma lo que es tuyo y vete. Ahora, yo quiero dar a estos últimos lo mismo que a ti, 15 ¿Acaso no puedo hacer lo que quiera con lo que es mío? o es que tu ojo se vuelve malo al ver que yo soy bueno”. 16 Así, los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos». 17 Luego Jesús, estando a punto de subir a Jerusalén, tomo privadamente consigo a los doce discípulos, y en el camino les dijo: 18 «Mirad, ahora vamos a entrar en Jerusalén y el hijo del hombre será entregado a los sumo-sacerdotes y escribas, y ellos le condenarán a muerte, 19 y le entregarán a las naciones para ser burlado y azotado y ser crucificado. Pero al tercer día será levantado». 20 La madre de los hijos del Zebedeo fue a él con sus hijos a rendirle respeto y hacerle una petición. 21 Y él le dijo: «¿Qué es lo que quieres?» Ella dijo: «Dime que estos dos hijos míos se sentarán uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino». 22 En respuesta Jesús dijo: «Vosotros no os dais cuenta de lo que pedís. ¿Sois acaso capaces de beber la copa que yo estoy a punto de beber?» Y ellos dijeron: «Lo somos». 23 Entonces les dijo: «Mi copa, de hecho la beberéis, pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda no soy yo quien lo concede, porque es para quien mi Padre lo ha preparado». 24 Al enterarse de esto los otros diez se molestaron con los dos hermanos, 25 y llamándoles, Jesús les dijo: «Vosotros sabéis que los jefes de las naciones se enseñorean sobre ellas presionándolas, 26 pero esto no tiene que suceder entre vosotros, sin embargo quienquiera que entre vosotros desee hacerse grande, que se haga vuestro sirviente, 27 y quienquiera que desee ser el primero entre vosotros, que esté a vuestro servicio. 28 Hasta el hijo del hombre no ha llegado para ser servido, sino para servir y entregar su vida como rescate de muchos». 29 Entonces salió de Jericó y le siguió una gran muchedumbre, 30 y había dos hombres ciegos sentados junto al camino. Al oír que Jesús pasaba cerca, se pusieron a gritar diciendo: «¡Señor, ten piedad de nosotros! ¡Hijo de David!» 31 El gentío les regañaba para que se callasen, y ellos gritaron aún más fuerte diciendo: «¡Señor, ten piedad de nosotros! ¡Hijo de David!» 32 Parándose, Jesús les dijo: «¿Qué queréis que yo os haga?» 33 Ellos le dijeron: «Señor, que nuestros ojos puedan abrirse», 34 y Jesús sintió compasión, les tocó los ojos e inmediatamente recibieron la vista, y le siguieron.

21 1 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, sobre el Monte de los Olivos, Jesús envío a dos discípulos 2 diciéndoles: «Entrad en el pueblo frente a vosotros, e inmediatamente hallaréis atada un asna, y junto a ella, un pollino. Desatadlos y traédmelos; 3 y si alguno os dijese algo, vosotros le diréis así: “El Señor los necesita”, e inmediatamente los mandó». 4 Todo esto ocurrió para que se cumpliese lo que declaró el profeta, diciendo: 5 “Dile a la Hija de Sión: ¡Mira! Tu rey viene a ti mansamente y montado en un asno, y sobre un pollino, uno nacido de bestia de carga”. (Isaías 62:11) 6 Entonces los discípulos fueron, e hicieron según lo que Jesús estipuló con ellos. 7 Le llevaron el asno y el pollino, los cubrieron de ropas, y él se sentó sobre ellos. 8 La mayoría del gentío cubrió el camino con sus mantos, y otros cortaron ramas de los árboles, esparciéndolas sobre el camino. 9 Las multitudes que le precedían y le seguían, le gritaban diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto! (Salmos 128:25) 10 Entrando así en Jerusalén, la ciudad entera se conmovió diciendo: “¿Quién es este?” 11 Y el gentío  decía: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea” 12 Entonces entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo, derribando las mesas de los cambistas, y los asientos de los vendedores de palomas. 13 Y les dijo: “Está escrito: «Mi Casa será llamada “Casa de oración”, Isaías 56:7 pero vosotros la convertís en una cueva de ladrones». 14 Luego, los ciegos y los lisiados fueron a él en el santuario, y él los sanó. 15 Pero los sumos-sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los jóvenes gritando en el santuario y diciendo: “Hosanna al Hijo de David”, se resintieron 16 y le dijeron: “¿Estas oyendo lo que dicen?” Jesús les dijo: “Sí, ¿Habéis leído esto alguna vez: «Por la boca de los jóvenes y de los niños que aún maman, Tú proporcionas alabanza» (Salmos 8:3) 17 Y dejándoles, salió de la ciudad, yéndose a Betania, donde pasó la noche. 18 Por la mañana, cuando volvía a la ciudad, sintió hambre, 19 y viendo junto al camino una higuera, fue a ella pero no halló más que hojas; entonces le dijo: “Que nunca jamás brote fruto de ti”, e inmediatamente se secó la higuera. 20 Viéndolo los discípulos, se maravillaron y dijeron: “¡La higuera se ha secado inmediatamente!” 21 En respuesta, les dijo Jesús: “En verdad os digo que si tuvieseis fe y no dudaseis, no solamente haríais lo de la higuera, sino que también le diríais a esta montaña: «Sé alzada y echada en el mar», y sucedería. 22 Todo, cualquier cosa que creyendo, pidáis en oración, la obtendréis”. 23 Entrando en el santuario, los sumo-sacerdotes y los ancianos del pueblo fueron a él mientras enseñaba, diciendo: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esta autoridad?” 24 En respuesta, Jesús les dijo: “Yo os pediré también unas palabras, y si me las decís, también yo os declararé con qué autoridad hago estas cosas; 25 el bautismo de Juan ¿De donde venía? ¿De los cielos o de los hombres?” Con esto, razonando entre sí, ellos decían: “Si decimos “del cielo”, él nos dirá: “¿Por qué entonces no le creísteis?” 26 Pero si decimos: “de los hombres”, tenemos que temer a la multitud, porque tienen a Juan por profeta. 27 De modo que respondieron a Jesús diciendo: “No lo sabemos”, y él también les dijo: “Tampoco yo os digo con que autoridad hago estas cosas. 28 ¿Que pensáis de esto? Un hombre tenía dos hijos, y dirigiéndose al primero, le dijo: “Muchacho, hoy vete a trabajar en mi viña”, 29 pero él le dijo: “¡No quiero!” Aunque después, arrepentido, fue allí. 30 Luego, yendo al segundo, le dijo lo mismo, y él respondió: «Iré Señor», pero no fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos contestaron: “El primero”. Jesús les dijo: “En verdad os digo que los recaudadores de impuestos y las prostitutas estarán antes que vosotros en el reino de Dios, 32 porque Juan vino a vosotros en un camino de rectitud, pero vosotros no le creísteis, en cambio, los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y viéndolo, luego vosotros ni siquiera os arrepentisteis para creer en él. 33 Escuchad otra parábola. El dueño de una casa, plantó una viña y alrededor le puso un muro de piedra. Luego excavó un canal que la cruzaba, y construyó una torre. Después, se la arrendó a unos hortelanos y se fue de viaje. 34 Cuando se acercó la estación de los frutos, envió sus sirvientes a los hortelanos para recoger sus frutos, 35 pero de hecho, agarrando a sus sirvientes, los hortelanos azotaron a uno, mataron al otro, y al otro le apedrearon. 36 Entonces envió de nuevo a otros sirvientes, a más que los primeros, pero les hicieron lo mismo. 37 después envió a su propio hijo, porque se dijo: «A mi hijo le respetarán». 38 Pero cuando los granjeros vieron al hijo, se dijeron: «Este es el que gozará de la parcela ¡He aquí! Tenemos que matarlo y obtendremos el disfrute de lo que le pertenece», 39 y agarrándole, lo sacaron de la viña y le mataron. 40 Por tanto, cuando el dueño de la viña llegue ¿Qué les hará a estos hortelanos?” 41 Le respondieron: “¡Malvados! Les dará una muerte miserable y alquilará la viña a otros granjeros que en su estación, le entreguen los frutos”. 42 Jesús les dijo: Nunca habéis leído en las escrituras: «La piedra rechazada por los constructores, ha llegado a ser la principal del ángulo. Esto vino del Señor y a nuestros ojos es maravilloso» (Salmo 128:22) 43 Por tanto, yo os digo que el reino de Dios se os arrebatará y se entregará a una nación que produzca sus frutos. 44 Y aquel que tropiece en la piedra, será hecho pedazos, y sobre quienquiera que caigan, será aplastado”. 45 Al oír estas palabras, los sumo-sacerdotes y los fariseos, supieron que se refería a ellos, 46 y querían arrestarle, pero tenían miedo del gentío porque se le consideraba un profeta.

22 1 Jesús les hablo de nuevo en parábolas y dijo: 2 El Reino de los cielos se asemejaba a un rey que preparó las bodas de su hijo, 3 y envío a sus siervos para que llamasen a los invitados de la boda. Pero ellos no acudieron. 4 Envió de nuevo a otros siervos, y les dijo: «Decid a los invitados: Mirad que he preparado ya mi convite, mis toros y animales cebados han sido sacrificados, y todo está preparado ¡Acercaros a la boda!» 5 Pero ellos se marcharon sin hacer caso. De hecho, uno a su campo y otro a su comercio, 6 y los demás, agarrando a sus siervos, les ultrajaron y los mataron. 7 Entonces el rey se enfureció, y enviando a sus tropas, destruyo a estos asesinos y puso su ciudad en llamas. 8 Luego dijo a los criados: «De hecho la boda está ya preparada pero los invitados no eran merecedores. 9 Id pues a las cruces de los caminos, e invitad a la boda a quien encontréis». 10 Y saliendo a los caminos, estos criados recogieron a todos los que encontraron, tanto malos como buenos, y la boda se llenó de comensales. 11 Entró luego el rey para ver a los invitados, y vio a un hombre que no revestía traje de boda, 12 así que le dijo: «Amigo ¿Cómo es que has entrado aquí sin el traje de boda?» Pero él permanecía en silencio. 13 Entonces el rey dijo a los criados: «Atadle de pies y manos, y echadlo a la oscuridad exterior. Allí serán los lamentos y el rechinar de dientes. 14 Porque son muchos los llamados, pero pocos los escogidos». 15 Cuando se marchó, los fariseos convocaron una consulta para poder atraparle en sus palabras, 16 y enviaron a sus discípulos junto con los herodianos, que dijeron: “Maestro, nosotros sabemos que tú eres veraz, y que con veracidad enseñas el camino de Dios, sin que ninguno te importe, ya que no miras la condición de las personas. 17 Dinos pues lo que piensas: ¿Es aceptable el entregar al Cesar un impuesto o no?” 18 Conociendo su maldad, Jesús les dijo: “¿Porqué queréis ponerme a prueba, hipócritas? 19 ¡Enseñadme la moneda del impuesto!” Y le dieron un denario. 20 Entonces les dijo: “¿De quién es la imagen y la inscripción?” 21 Le contestaron: “de Cesar”, y él les dijo: “Pagad pues a Cesar lo del Cesar, y lo de Dios, a Dios”. 22 Al oír esto se maravillaron, y dejándole, se fueron. 23 En aquel mismo día fueron a él los saduceos, que decían que no hay resurrección, y le interrogaron. 24 Le dijeron: “Maestro, Moisés dijo: «Si alguno muere sin tener hijos, su hermano se casará con su mujer y levantará para su hermano descendencia». 25 Pero con nosotros había siete hermanos; el primero murió después de casarse, y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26 Y lo mismo ocurrió con el segundo, y con el tercero, hasta los siete. 27 Después de todos ellos, la mujer murió. 28 Entonces, en la resurrección, ¿De cuál de los siete será la esposa? Porque la habían tenido todos ellos. 29 Entonces Jesús les dijo en respuesta: “Estáis engañados por no estar familiarizados con las escrituras, y tampoco con el poder de Dios. 30 Porque en la resurrección, ni se casan ni se dan en matrimonio, pues son como los ángeles de Dios en el cielo. 31 Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿No habéis leído lo que os fue declarado por Dios, que dijo: 32 «Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Exodo 3:6) Y Él no es un Dios de muertos sino de vivientes. 33 Y oyéndole, la multitud quedaba asombrada con su enseñanza. 34 Pero al oír los fariseos que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron en grupo, 35 y uno de ellos, abogado en la Ley, poniéndole a prueba, inquirió: 36 “Maestro, ¿Cuál es el mayor mandamiento que hay en la Ley?” 37 Y él le respondió: “¡Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente!”. 38 Este es el más grande y primer mandamiento, 39 y el segundo es semejante a este: “¡Amarás a tu prójimo (semejante) como a ti mismo!” 40 De estos dos mandamientos pende la toda Ley y los profetas. 41 Luego, estando los fariseos reunidos, les inquirió Jesús diciendo: 42 “¿Qué es lo que pensáis con respecto al Cristo? ¿De quién es Hijo? Ellos le dijeron: “De David”. 43 “¿Cómo es entonces que en espíritu, David le llama Señor al decir: 44 «Dijo el Señor a mi señor: Siéntate a mi diestra hasta que coloque a tus enemigos bajo tus pies?» (Salmos 110:1) 45 Porque si David le llama Señor ¿Cómo va a ser su hijo?” 46 Y ninguno fue capaz de decirle ni una palabra, ni desde aquel día alguno se atrevió a hacerle más preguntas.

23 1 Luego hablo Jesús a la multitud y a sus discípulos, 2 diciendo: “Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés, 3 haced y retener todo lo que ellos os digan, pero con respecto a sus hechos, no los practiquéis, pues ellos dicen pero no hacen, 4 y atan cargas pesadas y difíciles de soportar, colocándolas sobre los hombros de la gente aunque ellos no quieran ni moverlas con su dedo. 5 Así, hacen todo su trabajo para que lo vean los hombres; para esto ensanchan sus amuletos y magnifican las borlas. 6 En las comidas les agrada reclinarse en los primeros puestos y los asientos delanteros en las sinagogas; 7 también los saludos en las plazas, y el que los hombres les llamen Rabbi. 8 Pero vosotros no podéis ser llamados “Rabbi”, porque vuestro maestro es uno y vosotros sois todos hermanos. 9 Y no debéis llamar padre a alguno de vosotros en la tierra; vuestro Padre es uno, el de los cielos. 10 Tampoco podéis ser llamados preceptores, porque vuestro preceptor es uno, el Cristo. 11 Por tanto el mas grande entre vosotros será vuestro siervo. 12 Cualquiera que entre vosotros se engrandezca, será humillado, y cualquiera que se humille será exaltado. 13 Así, ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque ante los humanos cerráis el Reino de los cielos, pero vosotros no entráis y no dejáis pasar a los que entran.

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15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque cruzáis el mar y la tierra seca para hacer un prosélito, y cuando uno se convierte, le hacéis hijo del Gehena el doble que vosotros 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! Que cuando juráis por el Templo, no significa nada, pero si juráis por el oro del Templo, es obligado. 17 ¡Estúpidos y ciegos! ¿Qué es más grande, el oro del Templo o el Templo que santifica el oro? 18 Además, quién quiera jurar por el altar, no significa nada, pero quién jure por la entrega de la ofrenda que hay sobre él, es debido. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es mayor, la entrega de la ofrenda, o el altar que santifica la entrega de la ofrenda? 20 Aquel que jura por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él, 21 y quién jura por el Templo, está jurando por este, y por Aquel que habita en él. 22 Y el que jura por los cielos, está jurando por el trono de Dios y por Aquel que se sienta en él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! pues estáis pagando los diezmos de la menta, del eneldo y del comino, y dejáis de lado los asuntos más importantes de la Ley: Justicia, Misericordia y Fe. Estos son para vosotros la ocupación vinculante, sin dejar de hacer lo otro. 24 ¡Guías ciegos que cuelan un mosquito pero tragan un camello! 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Pues purificáis el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están repletos de rapiña e inmundicia. 26 Fariseo ciego, ¡Primero purifica el interior de la copa y del plato para que también pueda estar limpio su exterior! 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque os parecéis a los sepulcros blanqueados, que de hecho, por fuera parecen bonitos, pero por dentro están abarrotados de huesos de muertos, y de cualquier suciedad. 28 Así también vosotros, de hecho parecéis hombres justos por fuera, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Pues construís sepulcros para los profetas y adornáis las tumbas de los justos, 30 y luego decís: “Si estuviésemos en los días de nuestros padres, no participaríamos con ellos en la sangre de los profetas”. 31 Con esto dais testimonio de que sois los hijos de aquellos que mataron a los profetas, 32 y vosotros llenáis por completo la medida de vuestros padres. 33 ¡Serpientes! ¡Progenie de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio del Gehenna? 34 He aquí que os envío profetas, sabios y escribas. A unos de ellos los mataréis y los crucificaréis; y a otros les flagelaréis en vuestras sinagogas, y les perseguiréis de ciudad en ciudad, 35 con el fin de que caiga sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, al que matasteis entre el Templo y el altar. 36 En verdad os digo que todo esto llegará en esta generación. 37 ¡Jerusalén!¡Jerusalén! ¡Que mata a los profetas y apedrea a los que le han sido enviados! ¡Cuantas veces he querido reunir a tus hijos, igual que la gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas! pero tú no has querido. 38 He aquí que vuestra casa se os deja desolada, 39 porque yo os digo: Desde ahora en adelante, de ningún modo volveréis a verme hasta que digáis “Bendecido es aquel que viene en el nombre del Señor”.  (Salmo 118:26)

24 1 Salió Jesús del santuario y se fue, entonces los discípulos se le acercaron para mostrarle los edificios del Templo, 2 pero en respuesta, él les dijo: “¿No veis todo esto? En verdad os digo que de ningún modo podrá quedar aquí piedra sobre piedra que no sea demolida”. 3 Luego, al sentarse en el Monte de los Olivos, los discípulos fueron a él en privado, y le dijeron: “Dinos ¿Cuando sucederán estas cosas? y ¿Cuál es la señal de tu presencia y de la conclusión del tiempo? 4 entonces Jesús les dijo: “Atención a que ninguno os engañe, 5 porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “¡Yo soy el Cristo!”, y engañarán a muchos. 6 Además vosotros oiréis de guerras y veréis noticias de batallas, pero procurad no alarmaros, pues esto tiene que suceder pero no es aún el final. 7 Entonces se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá hambruna y temblores de tierra en varios lugares, 8 y todo esto es el principio de las angustias. 9 Y os entregarán a la aflicción y os matarán, y seréis odiado en todas las naciones por causa de mi nombre. 10 Entonces, muchos serán engañados, y se delatarán unos a otros, y se odiarán unos a otros; 11 y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos, 12 y por la multiplicación del desorden, el amor de muchos se enfriará, 13 pero quién perdure hasta el final será salvado, 14 y esta buena nueva del reino será proclamada en todo lo habitado como testimonio a todas las naciones. Luego llegará el final. 15 En cuanto podáis ver la abominación de la desolación declarada por medio del profeta Daniel, erigida en el lugar santo, (aquel que lea comprenda), 16 los de la Judea huyan entonces a las montañas. 17 El que esté en la azotea, no descienda a sacar sus cosas de la casa; 18 y aquel que esté en el campo, no se vuelva para recoger su capa. 19 ¡Ay de aquellas que estén embarazadas, o estén criando en estos días! 20 Orad para que vuestra huida no ocurra en invierno ni en Sábado, 21 porque habrá entonces una gran aflicción, una como no ha ocurrido desde el principio del mundo hasta ahora, y que bajo ninguna circunstancia volverá a ocurrir, 22 porque si estos días no fuesen acortados, absolutamente ninguna carne podría ser salvada, pero estos días serán acortados por causa de los elegidos. 23 Entonces, si alguno os dice: “¡Mira! ¡Aquí está el Cristo!”, o “¡Allí!”, no debéis creerlo, 24 porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y realizaran grandes signos y milagros para engañar, si es posible, incluso a los escogidos. 25 ¡Mirad que os lo he dicho de antemano! 26 Si entonces os dijesen: “¡Mira! Está en el páramo”, no debéis salir. “¡Mira! Esta en las habitaciones!” No debéis creerlo, 27 Porque tal como desde el Este llega un relámpago y aparece tan lejos como el Oeste, así será la presencia del Hijo del hombre. 28 Donde esté el cadáver, se juntaran los buitres. 29 Luego, inmediatamente después de la aflicción de aquellos días, el sol será oscurecido; la luna no dará su brillo y las estrellas caerán de los cielos, porque los poderes de los cielos serán sacudidos. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todas las tribus de la Tierra se afligirán, y verán al Hijo del hombre llegando sobre las nubes con poder y gran gloria. 31 Él enviará a sus ángeles y ellos, con un fuerte son de trompeta, reunirán a sus elegidos desde los cuatro vientos, desde unas extremidades de los cielos hasta las otras. 32 Aprende ahora la parábola de la higuera; cuando sus ramas ya están tiernas y las hojas brotan, sabes que se acerca el verano, 33 así también vosotros, cuando podáis ver todo esto, sabed que él está cerca, a las puertas. 34 En verdad os digo que de ninguna manera puede pasar esta generación hasta que todo esto ocurra. 35 Cielo y Tierra pasarán, pero mis palabras de ningún modo pasarán. 36 Pero en cuanto el día y la hora, ninguno lo sabe, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, solamente el Padre. 37 Porque la presencia del Hijo del hombre será lo mismo que en los días de Noé; 38 que en los días que precedían al diluvio, estaban comiendo y bebiendo, casándose y tomando en matrimonio, hasta el día en que Noé entro en el arca, 39 y nada sabían hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así ocurrirá con la presencia del Hijo del hombre. 40 Entonces habrá dos en el campo; uno será tomado y el otro dejado; 41 y dos moliendo en el molino, uno será tomado y el otro dejado. 42 Así que se vigilante, porque no sabes en que día llega tu Señor. 43 Sabed pues esto, porque si el dueño de la casa supiese en que momento llega el ladrón, vigilaría y no dejaría que su casa fuese asaltada. 44 Por tanto, también vosotros estad preparados, pues en una hora que no sabéis, viene el Hijo del hombre. 45 ¿Quién es pues el criado fiel y prudente, que el señor pondrá sobre su casa, para darles alimento en su momento? 46 Feliz el siervo que al llegar su señor, halla haciendo esto, 47 En verdad os digo que le pondrá sobre todas sus posesiones, 48 pero si este siervo es malo, y en su corazón se dice: “Mi señor se retrasa”, 49 y comienza a maltratar a sus siervos compañeros, comiendo y bebiendo con los borrachos, 50 llegará su señor en un día que no espera, a una hora que no sabe, 51 le separará, y se le asignará porción con los hipócritas. Allí será su lamento y su rechinar de dientes.

25 1 El Reino de los cielos se asemeja a diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. 2 Pues bien, cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. 3 Las necias llevaron sus lámparas pero no el óleo, 4 y las prudentes, además de sus lámparas, llevaron recipientes con óleo. 5 Luego, como el esposo tardaba, todas se amodorraron y se durmieron. 6 A media noche se escuchó un clamor: «¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!» 7 Todas las vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas, 8 y las necias dijeron a las prudentes: «Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. 9 Pero las prudentes respondieron: «No, no vaya a ser que no alcance ni para nosotras ni para vosotras. Es mejor que vayáis a los que lo venden, y lo compréis». 10 Así que se fueron a comprarlo; llegó el novio, las que estaban preparadas entraron a la boda con él y la puerta se cerró. 11 Después llegaron también el resto de las vírgenes, diciendo: «¡Señor! ¡Señor! ¡Ábrenos!». 12 Pero en respuesta, él dijo: «En verdad os digo que no os conozco». 13 Vigilad pues, porque no sabéis ni el día ni la hora. 14 Es como un hombre que se ausenta, llama a sus criados y les deja al cuidado de sus posesiones, 15 de hecho, a uno le da cinco talentos, a otro le da dos, y a otro uno; a cada cual según sus propias habilidades, y se va. 16 Tras su partida, el que recibió cinco talentos negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. 17 Lo mismo ocurrió con el que recibió dos, que también ganó otros dos. 18 Sin embargo, el que había recibido un talento, se fue, excavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. 19 Después de mucho tiempo el señor de estos siervos volvió para pasar cuentas con ellos. 20 Entonces, el que había recibido cinco talentos, le trajo otros cinco diciendo: «Señor, pusiste a mi cargo cinco talentos, he aquí los otros cinco talentos que gané con ellos». 21 Así, su señor le declaró: «Bien hecho, siervo bueno y fiel, has sido fiel sobre un poco, te colocaré sobre mucho ¡Entra en el gozo de tu señor». 22 Luego se acercó también el que había ganado dos talentos, y dijo: «Señor, pusiste a mi cargo dos talentos ¡Mira! con ellos he ganado otros dos talentos». 23 Su señor le dijo: «Bien hecho Siervo bueno y fiel! Has sido fiel sobre un poco, te pondré a cargo de mucho. ¡Entra en el gozo de tu señor». 24 Luego, también el que había recibido un talento se acercó, y dijo a su señor: «Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas de donde no siembras y recoges de donde no esparces, 25 y teniendo miedo, salí y escondí tu talento en la tierra ¡Mira! Aquí tienes lo tuyo». 26 Entonces, su señor le dijo: «Siervo malo y perezoso! ¿Sabías que cosecho donde no siembro y recojo donde no esparzo? Tenías pues que depositar mi dinero con los banqueros, y al llegar recobraría lo mío junto con los intereses». 28 Quítale pues el talento y entrégaselo al que tiene los diez talentos, 29 porque a todo el que tiene, se le dará y tendrá abundancia, pero al que no tiene, también lo que tiene le será quitado. 30 Y echad a este siervo inútil, a lo oscuridad de afuera. Allí habrá lamento y rechinar de dientes”. 31 Ahora bien, cuando suceda que el Hijo del hombre vuelva en su gloria, y todos los santos ángeles con él, se sentara en el trono de su gloria, 32 y se reunirán ante él todas las naciones y las separará unas de otras, lo mismo que un pastor separa a sus ovejas de los cabritos, 33 y de hecho, pondrá a las ovejas a su derecha, pero a los cabritos a su izquierda. 34 Entonces el rey dirá a los de su derecha: «Venid aquí los bendecidos por mi Padre, disfrutad la asignación de mi Padre preparada para vosotros desde la creación del mundo. 35 Porque tuve hambre y me disteis de comer, y sed, y me disteis de beber; fui un extraño en vuestra tierra, y me acogisteis, 36 desnudo, y me vestisteis, enfermo, y me visitasteis, en la cárcel, y vinisteis a mí 37 Entonces responderán los justos, diciendo: «Señor ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?» 38 O ¿Cuando te vimos un extraño y te acogimos, o desnudo y te vestimos? 39 Y ¿Cuando te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?» 40 Y en respuesta, les dirá el rey: «Verdaderamente, yo os digo que todo cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos menores, me lo hicisteis a mí». 41 Luego dirá también a todos los de su izquierda: «Apartaos de mí malditos, al eterno fuego preparado para el diablo y sus ángeles, 42 porque tuve hambre y no me disteis de comer, y sed, y no me disteis de beber; 43 fui un extraño, y no me acogisteis, desnudo, y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis». 44 Pero ellos contestarán también diciendo: «Señor ¿Cuándo os vimos hambriento o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te asistimos?» 45 Entonces les responderá él diciendo: «En verdad os digo que tanto como no hicisteis a uno de estos, los menores, tampoco me lo hicisteis a mí». 46 Así, estos irán al castigo eterno, pero los justos, a la vida eterna.

26 1 Y ocurrió que cuando Jesús terminó todos estos dichos, dijo a sus discípulos: 2 “Ya sabéis que dentro de dos días llega la Pascua, entonces el hijo del hombre será entregado para ser crucificado”. 3 Los sumo sacerdotes y los ancianos del pueblo se habían reunido en la vivienda del sumo-sacerdote llamado Caifás, 4 y planearon prender a Jesús con engaño, y poder matarle, 5 aunque decían: “En la fiesta no, no sea que entre la gente pueda ocurrir un tumulto”. 6 Jesús fue a quedarse en Betania, en casa de Simón el leproso, 7 y fue a él una mujer que llevaba un jarro de alabastro con perfume muy caro, y mientras él estaba reclinado a la mesa, lo derramó sobre su cabeza. 8 Al verlo, sus discípulos se resintieron diciendo: “¿Porqué este derroche? 9 Esto podía haberse vendido por mucho, y ser entregado a los pobres”. 10 Y sabiéndolo, Jesús les dijo: “¿Porqué molestáis a esta mujer? Ella hace una obra buena para mí, 11 porque siempre tendréis a los pobres con vosotros pero a mí no me tendréis siempre, 12 y al derramar esta perfume sobre mi cuerpo, lo hace para mi entierro. 13 En verdad os digo que dondequiera que en todo el mundo se proclame esta buena nueva también, se hablará de lo que ella hace, para recuerdo de ella”. 14 Uno de los doce, el llamado Judas Iscariote, yéndose a los sumo-sacerdotes,  15 les dijo: “¿Qué me daréis si os lo entrego? Así, ellos le pesaron treinta monedas de plata, 16 y desde entonces, él buscaba la oportunidad de poder entregarle. 17 Y en el primer día de los panes ácimos, los discípulos fueron a Jesús y le dijeron: “¿Dónde quieres que te preparemos la comida de la pascua? 18 Él les dijo: “Entrad en la ciudad y decidle a un tal, «El Maestro dice: El tiempo fijado para mí se cerca. En tu casa celebraré la pascua con mis discípulos». 19 Los discípulos hicieron lo que Jesús había acordado con ellos, y prepararon la pascua. 20 Llegado el atardecer, estaba reclinado a la mesa con sus doce discípulos, 21 y mientras comían, les dijo: “En verdad os digo que uno de vosotros me entregará”. 22 Entonces, tremendamente tristes, comenzaron cada uno de ellos a decirle: “¡No seré yo Señor!”  23 Respondiendo, él dijo: “Aquel que mete conmigo su mano en el plato, me entregará. 24 De hecho, el Hijo del hombre se va de acuerdo con lo que está escrito de él, pero ¡Ay de aquel hombre por medio de quien el Hijo del hombre es entregado! Para este sería mejor no haber nacido”. 25 Respondiendo, Judas, el que le iba a entregar, dice: “¿Acaso soy yo, Rabbí?” le dijo: “Tú lo has dicho”. 26 Mientras comían, Jesús tomó el pan, y bendiciéndolo, lo partió, y dándoselo a los discípulos dijo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo”. 27 Luego tomó la copa, y dando las gracias, la pasó a ellos diciendo: “Bebed todos de ella, 28 porque esta es mi sangre del nuevo pacto, derramada para muchos para el perdón de los pecados. 29 Ahora os digo que de ninguna manera podré volver a beber de este producto de la vid, hasta el día en que pueda beberlo de nuevo con vosotros, en el reino de mi Padre”. 30 Y cantando himnos, salieron hacia el Monte de los Olivos. 31 Entonces les dijo Jesús: “Esta noche todos vosotros os apartaréis de mí, porque está escrito: «Heriré al pastor y las ovejas del rebaño serán dispersadas», 32 pero tras mi resurrección os precederé en la Galilea”. 33 En respuesta, le dijo Pedro: “Aunque todos se alejen de ti, yo nunca lo haré”. 34 Jesús le aseguró: “En verdad te digo que esta noche, antes de que el gallo cante, me habrás negado por tres veces”. 35 Pedro le dijo: “Aunque tenga que morir contigo, bajo ninguna circunstancia te negaré”, y todos los discípulos también dijeron lo mismo. 36 Luego Jesús fue con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dijo a sus discípulos: “Sentaros hasta que salga, porque debo  orar allá”. 37 Y llevando con él a Pedro y a dos de los hijos del Zebedeo, comenzó a sentirse triste y oprimido, 38 así que les dijo: “Mi ser está afligido por el dolor hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo”. 39 Y adelantándose un poco, cayó boca abajo, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa, pero no sea como quiero yo sino como Tú quieres. 40 Luego fue a los discípulos y los halló adormilados, entonces dijo a Pedro: “¿No habéis podido siquiera velar conmigo una hora? 41 Velad y orad, no sea que seáis probados. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. 42 Se apartó por segunda vez, y oraba diciendo: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba que se haga tu voluntad. 43 Y cuando volvió de nuevo, los encontró adormecidos, sus ojos se hacían pesados, 44 así que yéndose de nuevo les dejó, y oró por tercera vez diciendo las mismas palabras. 45 Luego volvió a sus discípulos otra vez y les dijo: “¿Aun estáis adormilados y descansando? Porque he aquí que la hora está cerca, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. 46 ¡Levantaros! Vámonos. ¡Mirad! cerca está quien me entrega”. 47 Estaba aun hablando, y he aquí a Judas, uno de los doce, y con él una gran muchedumbre de los sumo-sacerdotes y de los ancianos del pueblo, con espadas y palos. 48 Entonces aquel que le entregaba, les dio una señal diciendo: “Aquel a quien bese, ese es ¡Arrestadle!”, 49 e inmediatamente fue a Jesús, diciéndole: “¡Salud Rabbi!” y le besó. 50 Jesús le dijo: “Amigo ¿A qué has venido?” Entonces se acercaron aquellos, echaron mano a Jesús y le prendieron. 51 En esto, uno de los que estaban con Jesús, sacó su mano y agarrando su espada, golpeó al criado del sumo-sacerdote, amputándole la oreja. 52 Entonces le dijo Jesús: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que cogen la espada, morirán por la espada. 53 ¿Acaso crees que no soy capaz de suplicar a mi Padre, y que en un momento, Él ponga a mi lado mas de doce legiones de ángeles? 54 Pero ¿Cómo se cumplirían entonces las Escrituras? es pues necesario que esto deba ocurrir”. 55 En aquel momento dijo Jesús a la multitud: “¡Vosotros salís con espadas y garrotes para prenderme, lo mismo que a un ladrón! ¿No estaba yo diariamente sentado junto a vosotros, enseñándoos en el santuario? Y no me detuvisteis; 56 pero todo esto ha ocurrido para que las escrituras de los profetas puedan cumplirse”. Entonces, todos sus discípulos huyeron dejándole. 57 Aquellos que habían arrestado a Jesús le condujeron a Caifás, el sumo-sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos, 58 pero Pedro le siguió desde lejos, hasta llegar al patio del sumo-sacerdote, y entrando, se sentó con los criados para ver como acababa, 59 El sumo-sacerdote, los ancianos, y todo el Sanhedrin, buscaban falsos testimonios contra Jesús para poder condenarle a muerte, 60 pero no los hallaban. Se acercaban muchos falsos testigos, pero no hallaban nada. Más tarde dos falsos testigos, se acercaron y 61 dijeron: “Él ha dicho: puedo demoler el Templo de Dios y reedificarlo en tres días”. 62 Y levantándose, el sumo-sacerdote le dijo: “¿No contestas nada? ¿Qué es lo que testifican contra ti?” 63 Pero Jesús permanecía en silencio, así que en respuesta, el sumo-sacerdote le dijo: “Te insto por el Dios viviente, a que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. 64 Jesús le dijo: “¡Tú lo dices! De todos modos yo te digo: «De ahora en adelante, veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del poder, y viniendo en las nubes del cielo». 65 Entonces el sumo-sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos todavía de testigos? ¡He aquí que ahora habéis oído su blasfemia! 66 ¿Qué es lo que decidís?” Ellos respondieron diciendo: “Es merecedor de muerte”. 67 Entonces le escupieron en la cara y se burlaron de él, y le pegaban, 68 diciendo: ¡Profetízanos Cristo! ¿Quién te pega? 69 Pedro estaba sentado fuera, en el patio, y una mujer fue hacia él diciendo: “También tú estabas con Jesús, el galileo”, 70 pero ante ellos lo negó y dijo: “No sé lo que estás diciendo”. 71 Después, al salir al portal, otra le vio y dijo a los que estaban allí: “Él también estaba con Jesús, el Nazareno”, 72 y él lo negó otra vez con un juramento, diciendo esto: “¡Yo no conozco al hombre!” 73 Pasado un rato, los que estaban allá se acercaron y dijeron a Pedro: “Tú eres verdaderamente uno de ellos, pues tu habla lo hace evidente”. 74 Entonces se puso a maldecir y a jurar, diciendo: “¡Yo no conozco al hombre!” E inmediatamente cantó el gallo 75 y Pedro se acordó de lo que Jesús le había declarado: “Antes de que el gallo cante, me negarás tres veces”, y saliendo, lloró amargamente. 

27 1 Al llegar la mañana, todos los sumo-sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron una reunión contra Jesús para condenarle a muerte, 2 y atándole, se lo llevaron y le entregaron a Poncio Pilato, el procurador. 3 Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que había sido condenado se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata al jefe de los sumo-sacerdotes y de los ancianos, 4 diciendo: “He pecado entregando sangre inocente”, pero ellos dijeron: “¿Y a nosotros que nos importa? Esto es cosa tuya”. 5 Entonces, tirando las piezas de plata en el Templo, se marchó y alejándose, se ahorcó. 6 Los sumo-sacerdotes cogieron la plata y dijeron: “No está permitido echarlas donde las ofrendas, pues es precio de sangre”. 7 Así que reuniéndose en consulta, compraron el terreno del alfarero para sepulcro de forasteros, 8 por esto hasta el día de hoy, este campo se llama: “El Campo de Sangre”. 9 Así se cumplió lo declarado por medio del profeta Jeremías, que dijo: “Y cogieron las treinta piezas de plata, cantidad en que fue apreciado aquel a quien pusieron precio algunos hijos de Israel 10 y las entregaron para el campo del alfarero, tal como el Señor dispuso conmigo”. 11 Jesús estaba pues en pie, ante el procurador y el procurador le interrogó diciendo: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús alegó: “Tú lo dices”. 12 Pero cuando era acusado por los sumo-sacerdotes y los ancianos, no contestaba. 13 Entonces Pilato le dijo: “¿No oyes cuanto están testificando en contra tuya? 14 Pero él no le contestó ni dijo nada, de modo que el procurador estaba muy sorprendido. 15 Ahora bien, durante la fiesta, el gobernador acostumbraba a liberar un preso a la gente, cualquiera que ellos escogiesen, 16 y tenían entonces, a un famoso prisionero llamado Bar-Abbás. 17 Así, cuando se reunieron, Pilato les dijo: “A quién queréis que os ponga en libertad ¿A Bar-Abbás o a Jesús, que es llamado Cristo?”, 18 porque él se había dado cuenta que le habían entregado a causa de la envidia, 19 y mientras estaba sentado en el estrado, su esposa envió a que le dijesen: “Que no haya nada entre ti y este hombre justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños, por su causa”. 20 Pero los sumo-sacerdotes y los ancianos persuadieron al gentío de que pidiesen a Bar-Abbas, pero que matasen Jesús. 21 Así, el gobernador juzgando les dijo: “¿Cuál de los dos queréis que os libere?” Y ellos dijeron “¡A Bar-Abbas!”  22 Pilato les dijo: “¿Qué debo pues hacer con Jesús, el que es llamado Cristo? Y todos dijeron: “¡Que sea crucificado!” 23 Entonces el gobernador alegó: “¿Qué mal ha hecho?” pero ellos decían a gritos: “¡Qué sea crucificado!” 24 Viendo entonces Pilato, que no conseguía nada, y que podía ocurrir un tumulto, pidió agua, y delante de la muchedumbre se lavó las manos diciendo: “¡Yo soy inocente de la sangre de este justo. Vosotros veréis!”. 25 Y el pueblo entero contestó diciendo: “¡Esté su sangre sobre nosotros y nuestros hijos!” 26 Así que les liberó a Bar-Abbas. Y haciendo azotar a Jesús, le entregó a que fuese crucificado. 27 Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al pretorio, reuniendo a toda la corte con él. 28 Estos, le desvistieron le envolvieron con una capa escarlata, 29 trenzaron una corona de espinas, poniéndola sobre su cabeza, y en su mano derecha, una caña. Y arrodillándose ante él, se burlaban diciendo: “Salud, rey de los judíos!” 30 luego, escupiéndole encima le quitaron la caña y le pegaron en la cabeza. 31 Y tras burlarse de él, le quitaron la capa y le pusieron su propia ropa, llevándole afuera para crucificarle. 32 Al salir encontraron a un hombre cirineo llamado Simón, que reclutaron para que cargase con su palo, (el travesaño de su cruz) 33 y llegando al lugar llamado “Gólgota”, que significa “Lugar de la Calavera”, 34 le dieron de beber vino mezclado con hiel, pero probándolo, no quiso beberlo. 35 Tras crucificarle, se repartieron su ropa echándola a suertes. 36 Luego se sentaron allí haciéndole la guardia, 37 y sobre su cabeza pusieron la acusación por escrito: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”. 38 Junto a él fueron crucificados dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda; 39 los que pasaban blasfemaban con respecto a él, meneando sus cabezas, 40 y diciendo: “¡Aquel que demolería el Templo y lo reconstruiría en tres días! ¡Si eres el Hijo de Dios, sálvate a ti mismo, baja de la cruz! 41 Del mismo modo se burlaban los sumo-sacerdotes con los escribas y los ancianos, y decían: 42 “¡A otros salvó pero no puede salvarse a sí mismo! Si es el rey de Israel, que descienda ahora de la cruz y creeremos en él! 43 Pone su confianza en Dios; pues ahora le rescate Él si es que le quiere, porque ha dicho: “Yo soy el Hijo de Dios”. 44 Y también los ladrones crucificados junto a él le reprochaban lo mismo. 45 Entonces cayó la oscuridad sobre toda la tierra, de la hora sexta a la hora novena, 46 y alrededor de la hora novena imploró Jesús con voz fuerte, diciendo: “¡Eloi! ¡Eloi! ¿Lema sabachthani?” Que significa: “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Porqué me has abandonado? 47 Y al oírlo, algunos de los que estaban allí dijeron: “¡Está llamando a Elías! 48 E inmediatamente, uno que estaba con ellos, corrió a buscar una esponja, y empapándola en vinagre, la clavó en una caña y le dio de beber, 49 pero los demás dijeron: “¡Déjalo! Veamos si viene Elías y lo salva”. Entonces otro, cogiendo la punta de una lanza, le perforó el costado, y salió agua y sangre. 50 Jesús grito de nuevo con voz fuerte, y exhaló su espíritu. 51 Y he aquí que la cortina del Templo se rasgó en dos, de arriba  a abajo, y se sacudió la tierra, las rocas se partieron, 52 las tumbas se abrieron, y muchos de los que dormían en el polvo de la tierra quedaron al descubierto 53 al ser echados fuera de sus tumbas. Después de esto, los que estaban allí fueron a la ciudad santa e informaron a muchos. 54 El centurión y quienes estaban con él guardando a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que había pasado, estaban tremendamente asustados, y decían: “¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!” 55 También había allí muchas mujeres que  lo contemplaban, y  que para servirle, habían seguido a Jesús desde la Galilea, 56 y entre las que se hallaban María Magdalena y María, la madre de Jacob y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. 57 Acercándose el atardecer llegó de Arimatea un hombre rico llamado José, que también era discípulo de Jesús, 58 y este, yendo a Pilato, le pidió el cuerpo de Jesús. Ordenó Pilato que el cuerpo le fuese entregado, 59 y al recibirlo, José lo envolvió en un una sábana de lino limpia, 60 colocándolo en una tumba nueva suya, que había hecho cavar en la roca. Y tras hacer rodar una piedra grande sobre la entrada de la tumba, se marchó. 61 Entonces María la magdalena y la otra María, se sentaron frente al sepulcro. 62 Al día siguiente, el de después de la preparación, los sumo-sacerdotes y los fariseos se reunieron con Pilato, 63 y le dijeron: “Señor, recordamos que aquél impostor dijo cuando aun vivía: “Después de tres día seré resucitado”. 64 Así pues, ordene que el sepulcro quede protegido hasta el tercer día, no sea que en algún momento, sus discípulos vayan, y robándolo, puedan decir a la gente: “Fue alzado de la muerte”, y el último engaño sea peor que el primero. 65 Entonces Pilato les dijo: “Aquí tenéis a los custodios, como ya sabéis. Id tranquilos”. 66 Y aseguraron el sepulcro con los soldados, sellando la piedra.

28 1 Al atardecer del Sábado, al amanecer el primer día de la semana fueron María la magdalena y la otra María, a contemplar el sepulcro. 2  De pronto sucedió una gran terremoto, porque un ángel de Dios bajó de los cielos y acercándose, hizo rodar la piedra de la puerta y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su ropa, blanca como la nieve. 4 Ante él, los guardianes temblaban de miedo y quedaron como muertos. 5 Entonces el ángel dijo a las la mujeres: “No temáis, yo sé que estáis buscando a Jesús, el crucificado, 6 pero no está aquí porque ha sido alzado de acuerdo con lo que había dicho. ¡Mirad! aquí es donde el Maestro yacía. 7 Id pues rápidamente, a informar a sus discípulos de que ha sido levantado de entre los muertos, y he aquí que os precede en Galilea. Allí le veréis. He aquí que yo os lo he dicho”. 8 Entonces ellas salieron apresuradamente de la tumba, con temor y una gran alegría, y corrieron a informar a sus discípulos, 9 pero mientras se dirigían a los discípulos,  también Jesús se encontró con ellas y les dijo: “Salud” Y ellas se acercaron y abrazaron sus pies, rindiéndole culto. 10 Jesús les dijo: “No tengáis miedo, id, informad a mis hermanos que acudan a la Galilea, y allí me verán”. 11 Mientras ellas iban, he aquí que algunos de los soldados entraron en la ciudad, e informaron a los sumo-sacerdotes de todo lo que había pasado, 12 y reuniéndose con los ancianos, además de sostener una consulta, dieron una considerable cantidad de plata a los soldados, 13 advirtiéndoles: “Decid que sus discípulos fueron por la noche y le robaron mientras reposábamos, 14 y si esto llegase a oídos del procurador, le persuadiremos y haremos que vosotros no tengáis problemas”. 15 Así que ellos, recibiendo el dinero, hicieron según se les había informado, y lo que dijeron ha sido proclamado afuera por los judíos, hasta el día de hoy. 16 Los once discípulos fueron a la Galilea, a la montaña donde Jesús había quedado con ellos, 17 y al verle le rindieron culto, pero algunos dudaban. 18 Entonces acercándose, Jesús les habló diciendo: “Se me ha entregado toda la autoridad en los cielos y sobre la Tierra; 19 Id y haced discípulos de todas las naciones en el nombre mío, 20 enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado. Y mirad, yo estaré con vosotros todos los días, hasta la conclusión del mundo”.