Escrituras

 

Hechos de los Apóstoles

Lucas 2º Libro

1 1 En mi primer libro, O Teófilo, he narrado aquello que, desde el principio, Jesús hizo y enseñó 2 hasta el día en que, después de haber dado por medio del espíritu santo, instrucciones a los apóstoles que había elegido, fue ascendido al cielo. 3 Después de su muerte de sacrificio, él les dio pruebas de estar vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días, para hablarles de las cosas relacionadas con el reino de Dios. 4 Mientras estaban juntos, les dio el mandato de no alejarse de Jerusalén hasta el cumplimiento de aquella promesa del Padre, de la que, les dijo, os había hablado. 5 Porque Juan bautizó en agua, pero vosotros, dentro de no muchos días, seréis bautizados en espíritu santo. 6 Cuando estaban reunidos le preguntaron: «Señor ¿Es este el momento en que restablecerás el reino de Israel? 7 Él respondió: No os corresponde a vosotros conocer el tiempo que, según su autoridad, el Padre ha establecido, 8 pero cuando el espíritu santo descienda sobre vosotros, recibiréis el poder necesario para serme testigos en Jerusalén, en toda la Judea, en Samaria, y hasta los extremos confines de la Tierra». 9 Dichas estas cosas, ascendió a lo alto mientras ellos miraban, y una nube le ocultó de su vista; 10 al tiempo que ellos fijaban la mirada en el cielo mientras él se marchaba, he aquí que se les aparecieron dos hombres con vestiduras blancas, que dijeron: 11 «Hombres de Galilea ¿Por qué estáis con la mirada fija en el cielo? Este Jesús que desde entre vosotros, ha sido ascendido a los cielos, retornará del mismo modo que le habéis visto irse al cielo» 12 Entonces retornaron a Jerusalén desde el monte llamado de los olivos, que dista de allí un camino de sábado. (2000 codos “1 codo=52 cm.” ~ 1040 m.) 13 Llegados a la ciudad, subieron al piso superior, en el que se alojaban Pedro y Jacobo, Juan y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo de Alfeo, Simón el zelota, y Judas de Jacobo; 14 todos estos permanecían constantes y unánimes en la oración junto con las mujeres, con María la madre de Jesús, y los hermanos de él. 15 En aquellos días, cuando el número de personas reunidas era como de ciento veinte, se levantó Pedro en medio de los hermanos, y dijo: 16 «Hermanos, con respecto a Judas, que hizo de guía a los que arrestaron a Jesús, era necesario que se cumpliese aquello que mediante David, fue predicho por el espíritu santo, 17 pues era uno de nosotros y recibió parte en este ministerio. 18 Al ser arrojado de cabeza en el campo adquirido con el precio de su delito, se abrió su vientre y todas sus vísceras se esparcieron. 19 Por esta razón, la cosa ha llegado a ser conocida por todos los habitantes de Jerusalén, y aquel campo ha sido llamado en su lengua, Akeldamá, que significa campo de sangre. 20 Pues como dice el libro de los Salmos: «Quede su morada desierta y no vuelva ninguno a habitar en ella, y tome otro su encargo». (Salmos 69:25, 109:8) 21 Es por tanto necesario, que entre los que han estado en nuestra compañía todo el tiempo que el señor Jesús ha permanecido con nosotros, 22 a partir del bautismo de Juan hasta el momento en que nos dejó para ser ascendido al cielo, uno llegue a ser con nosotros, testigo de su resurrección; 23 fueron propuestos dos: José, llamado Barsabá, que era denominado “Justo”, y Matías. 24 Después, en oración rogaron: «Tú, Señor, que conoces los corazones, indícanos a cuál de estos dos quieres elegir 25 para tomar en este ministerio apostólico, el puesto que Judas ha abandonado para marcharse al destino que eligió». 26 Echaron entonces suertes, y la suerte cayó sobre Matías, que fue contado con los once apóstoles. 

2 1 Cuando llegó el día de Pentecostés, mientras todos estaban reunidos, 2 de improviso, llegó desde el cielo un sonido como de viento impetuoso que llenó toda la casa donde se encontraban. 3 Entonces se les aparecieron lenguas de fuego, que dividiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos, 4 y fueron todos colmados de espíritu santo, comenzando a hablar en lenguas según el espíritu santo les concedía poder de expresarse. 5 Se habían quedado en Jerusalén unos judíos, unos hombres devotos, de todas las naciones que hay bajo el cielo; 6 cuando sobrevino el sonido la multitud se congregó y quedó atónita porque cada cual les oía hablar en su propia lengua. 7 Maravillados y sorprendidos, decían: «¿Acaso no son galileos todos estos que hablan? 8 ¿Cómo es pues que cada uno de nosotros los oye hablar en su propia lengua natal? 9 Somos partos y medos, elamitas y habitantes de la Mesopotamia, de la Judea, de la Capadocia, del Ponto y del Asia, 10 de la Frigia, de la Panfilia, de Egipto, de las regiones de la Libia cercanas a Cirene, y peregrinos romanos, tanto judíos como prosélitos, 11 cretenses y árabes, pero los oímos hablar de las maravillosas obras de Dios, en nuestras lenguas». 12 Asombrados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué significa todo esto?» 13 Mientras tanto, algunos se burlaban de ellos diciendo: «Están llenos de vino dulce», 14 pero Pedro, presentándose con los otros once, dijo con voz fuerte:  «Hombres de Judea y todos vosotros que estáis en Jerusalén, prestad atención a mis palabras, y os quede bien claro 15 que estos hombres no están bebidos como pensáis, puesto que solo son las nueve de la mañana. 16 Esto es más bien, el cumplimiento de aquello que fue declarado por el profeta Joel: 17 «Y sucederá en los últimos días», dice Dios, «que derramaré mi espíritu sobre toda persona. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes tendrán visiones y vuestros ancianos tendrán sueños. 18 También sobre mis siervos y mis siervas extenderé en aquellos días mi espíritu, y ellos profetizarán, 19 ejecutaré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la Tierra, sangre y fuego, y nubes de humo. 20 El sol será cambiado en tinieblas y la luna en sangre, antes de que llegue el glorioso gran día de Dios». 21 Entonces, «cualquiera que invoque el nombre de Dios será salvado». (Joel 2:28 -- 32) 22 Hombres de Israel, escuchad esto: Jesús el Nazareno, un hombre que Dios acreditó entre vosotros por medio de obras potentes, milagros y prodigios, que por medio de él, obró Dios mismo entre vosotros, como bien sabéis, 23 os fue después de esto entregado, tal como estaba predispuesto a causa del previo conocimiento de Dios, y lo matasteis por las manos de unos impíos, clavándole en el palo, 24 pero Dios le ha resucitado, desatándole de los opresivos lazos de la muerte porque era imposible que permaneciese en su poder. 25 De hecho, David dice de él: «Yo he tenido siempre a Dios ante mí, porque él está a mi diestra, nada podrá hacerme caer. 26 Por esto está mi corazón alegre, canta mi boca con júbilo y vivirá todo mi ser en la esperanza, 27 porque tú no abandonarás mi alma en la morada de los muertos ni permitirás que tu santo vea la corrupción. 28 Tú me has hecho conocer los caminos de la vida, y me colmarás de gozo con tu presencia». (Salmos 16:8 --11)  29 Hermanos, séame lícito hablaros francamente, con respecto al patriarca David, que murió, fue sepultado y aún hoy su tumba está entre nosotros. 30 Él, siendo profeta y sabiendo que Dios le había jurado solemnemente, sentar sobre su trono a un descendiente suyo, 31 previó la resurrección de Cristo, y reveló que no sería dejado en la morada de los muertos; 32 este es Jesús, que Dios ha resucitado de entre los muertos, y de esto todos nosotros somos testigos. 33 Él ha sido elevado a la diestra de Dios, y después de haber recibido del Padre el espíritu santo prometido, ha derramado aquello que ahora podéis ver y oír. 34 David no subió al cielo, pero aún así declaró: «Dios ha dicho a mi señor: Siéntate a mi diestra 35 hasta que haya puesto a tus enemigos como banquillo de tus pies». (Salmos 110:1) 36 Sepa por tanto con certeza toda la casa de Israel, que Dios ha constituido Señor y Cristo, a aquel Jesús que vosotros habéis sacrificado». 37 Al haber oído estas cosas se sintieron profundamente conmovidos, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: «Hermanos ¿Qué es lo que tenemos que hacer?» 38 Entonces dijo Pedro: «Arrepentiros, y que cada uno de vosotros sea bautizado en el nombre de Jesús Cristo para el perdón de los pecados, y recibiréis el don del espíritu santo 39 porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos aquellos que están lejanos, todos aquellos que nuestro Dios llamará» 40 Y con muchas otras palabras les rogaba y les exhortaba, diciendo: «Salvaros de esta generación perversa» 41 Aquellos que hicieron caso de sus palabras fueron bautizados, y en aquel día se asociaron a ellos cerca de tres mil personas. 42 Todos ellos se presentaban asiduamente a escuchar la enseñanza de los apóstoles y a participar en la fracción del pan y en las oraciones, 43 y todos se llenaban de asombro por los milagros y prodigios que ocurrían por medio de los apóstoles. 44 Además, todos los que se habían hecho creyentes permanecían juntos y tenían todo en común; 45 vendían sus terrenos y sus propiedades compartiéndolos con todos, según la necesidad de cada uno. 46 Cada día frecuentaban todos juntos el Templo y participaban de la fracción del pan en la casa, tomando la comida con alegría y simplicidad de corazón, 47 dando alabanza a Dios, y disfrutando de la simpatía de todo el pueblo, mientras que cada día Dios les añadía a los que eran salvados. 

3 1 Pedro y Juan subieron al Templo para la oración de las tres de la tarde, 2 allí cada día llevaban y recostaban a un mendigo junto a la puerta llamada Hermosa,  un hombre cojo de nacimiento, para que pidiese limosna a los que entraban en el Templo; 3 al ver este que Pedro y Juan estaban a punto de entrar en el Templo, les pidió una limosna, 4 entonces se volvió Pedro a mirarle con Juan, y le dijo: «Préstanos atención»; 5 él los miraba atentamente, esperando recibir alguna cosa, 6 pero Pedro siguió diciendo: «Yo no tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en el nombre de Jesús Cristo, el Nazareno, ¡Camina!» 7 Y tomándole de la mano derecha lo levantó, y en aquél mismo instante sus pies y sus tobillos fueron sanados. 8 Él se alzó en pie de un salto y comenzó a caminar; entró con ellos en el Templo, andando, saltando y alabando a Dios. 9 Todos los presentes le vieron caminar y alabar a Dios, 10 y dándose cuenta de que era el que se sentaba para pedir limosna en la puerta Hermosa del Templo, quedaron pasmados y atónitos por lo que había ocurrido. 11 Mientras, él no se separaba de Pedro y de Juan, y todos los presentes corrieron asombrados hacia ellos, al pórtico llamado de Salomón. 12 Entonces Pedro, viendo esto se dirigió a los presentes diciendo: «Hombres de Israel, ¿Por qué os maravilláis de esto y nos miráis fijamente, como si por nuestro poder y virtud hubiésemos hecho caminar a este? 13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su servidor Jesús, al que vosotros entregasteis en manos de Pilatos, renegándole ante él, cuando este había decidido liberarle. 14 Vosotros renegasteis del que era santo y justo, pedisteis que os fuera liberado un asesino 15 y matasteis al autor de la vida, que Dios ha resucitado de entre los muertos. De esto nosotros somos testigos. 16 Por la fe puesta en su nombre, este que veis y conocéis ha sido sanado. Sí, por medio de él, en su nombre esta perfecta curación le ha sido donada en presencia de todos vosotros. 17 Ahora, hermanos, yo se que habéis obrado por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes, 18 sin embargo, Dios ha cumplido así lo que había anunciado por boca de todos los profetas, o sea, que su Cristo habría sufrido. 19 Arrepentíos pues y convertíos para que vuestros pecados sean cancelados, y lleguen de parte de Dios tiempos de consolación. 20 Para que Él envíe al que os había destinado como Mesías, Jesús, 21 que el cielo debe retener hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas que, desde la antigüedad, habló Dios por boca de sus santos profetas. 22 De hecho, Moisés dijo: «Dios levantará de entre vuestros hermanos a un profeta como yo. Escuchadle en todas las cosas que os dirá, 23 pues sucederá, que toda alma que no escuche a este profeta será cortada de entre el pueblo». (Deuteronomio 18:15, 18:19) 24 Todos los profetas que han hablado desde Samuel en adelante anunciaron estos días. 25 Vosotros sois los herederos de los profetas y del pacto que estipuló Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abraham: «Por medio de tu descendencia, todas las naciones de la Tierra serán bendecidas». (Génesis 22:18) 26 Habiendo Dios resucitado a su hijo, lo ha enviado en primer lugar a vosotros para bendeciros y convertir a cada uno de sus maldades.

4 1 Estaban aún hablando al pueblo, cuando llegaron los sacerdotes, el capitán de los guardias del Templo y los saduceos, 2 indignados por el hecho de que ellos estaban enseñando al pueblo y anunciaban la resurrección de Jesús de entre los muertos; 3 les echaron mano y los pusieron bajo custodia hasta el día siguiente, puesto que ya estaba atardeciendo, 4 sin embargo, muchos de los que habían escuchado el discurso creyeron, y el número de las personas alcanzó los cinco mil. 5 El día después se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, 6 con el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y todos los que pertenecían a la familia de los sumos sacerdotes, 7 y haciéndoles comparecer ante ellos, les interrogaron: «¿Con qué autoridad o en nombre de quién, habéis hecho esto?» 8 Entonces Pedro, lleno de espíritu santo les dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, 9 en vista de que hoy se nos interroga con respecto al beneficio otorgado a un hombre enfermo, y el modo en que ha sido sanado, 10 sea por todos vosotros conocido, y por todo el pueblo de Israel, que este hombre comparece ante vosotros, sanado en el nombre de Jesús Cristo el Nazareno, sacrificado por vosotros y resucitado de entre los muertos por Dios. 11 Él es la piedra que descartada por vosotros los constructores, ha llegado a ser la piedra principal del ángulo. 12 En ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo, ningún otro nombre entregado a los hombres, por medio del que podamos ser salvados». 13 Viendo la franqueza de Pedro y de Juan, y considerando que eran sin instrucción y del pueblo, quedaban atónitos y reconocían que habían estado con Jesús; 14 y cuando luego vieron en pie junto a ellos, al hombre que había sido sanado, no pudieron acusarles de nada. 15 Después de haberles ordenado salir del sanedrín, se consultaron uno con otro diciendo: 16 «¿Qué tenemos que hacer con estos hombres? Es evidente que por obra de ellos ha ocurrido un milagro, y esto que ha sido patente a todos los habitantes de Jerusalén, no podemos negarlo;17 pero para que la cosa no tenga mayor divulgación entre el pueblo, impongámosles con severas amenazas que no vuelvan a hablar a ninguno, en este nombre». 18 Y habiéndoles llamado, les ordenaron que no hablasen, y de ningún modo enseñasen en el nombre de Jesús, 19 sin embargo, Pedro y Juan contestaron: «Juzgad vosotros mismos si ante Dios, es justo escucharos a vosotros en vez de a Dios; 20 en cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído». 21 Y ellos, después de haberles amenazado, les dejaron marchar a causa del pueblo, porque no hallaban ningún pretexto para poderles castigar. De hecho, todos glorificaban a Dios por lo que había ocurrido, 22 pues el hombre que había recibido la curación tenía más de cuarenta años. 23 Apenas liberados, volvieron a sus hermanos y les refirieron todas las cosas que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho; 24 al oírlas, alzaron unánimemente la voz a Dios, diciendo: «Soberano nuestro, Tú eres aquel que ha hecho el cielo, la tierra y el mar, y todas las cosas que hay en ellos, 25 y que mediante el espíritu santo, dijiste por boca de tu servidor David: «¿Por qué están en tumulto las naciones y traman los pueblos cosas vanas? 26 Los reyes de la Tierra se han sublevado, y se han unido los príncipes contra Dios y contra su Cristo», (Salmos 2:1-- 2) 27 y en esta misma ciudad se han reunido contra tu santo servidor Jesús, que ha sido ungido por ti, Herodes y Poncio Pilato, junto con las personas de las naciones y todo el pueblo de Israel, 28 para que se cumplan todas las cosas que tu mano y tu voluntad habían preordenado que ocurriesen. 29 Y ahora, Dios, vuelve tu mirada hacia sus amenazas y concede a tus servidores anunciar tu palabra con toda franqueza, 30 extendiendo tu mano para que se realicen curaciones, milagros y prodigios, por medio del nombre de tu santo hijo Jesús. 31 Cuando hubieron terminado la oración, el lugar donde estaban reunidos fue sacudido; entonces fueron todos colmados de espíritu santo y declaraban con franqueza la palabra de Dios. 32 La multitud de aquellos que habían creído, estaba unida tanto en los sentimientos como en los pensamientos, y ninguno decía ser propietario de lo que le pertenecía, todo era común entre ellos. 33 Los apóstoles daban con gran capacidad, testimonio de la resurrección del señor Jesús y gozaban de gran estima; 34 de hecho, entre ellos no había ninguno que estuviese necesitado, porque los que poseían campos o casas los vendían, y tomando lo que habían obtenido con la venta, 35 lo entregaban en custodia a los apóstoles, para que fuese distribuido a cada uno según su particular necesidad. 36 Así hizo José, un levita originario de Chipre denominado por los apóstoles Bernabé, que significa “hijo del consuelo”. 37 Él era propietario de un campo y lo vendió, consignando a los apóstoles lo que había obtenido.

5 1 Pero un hombre, el llamado Ananías y su mujer Safira, vendió una propiedad, 2 y de acuerdo con su mujer, retuvo una parte del precio para sí, entregando la otra parte a los apóstoles; 3 entonces Pedro dijo: «Ananías ¿Cómo es que has permitido que Satanás te dominase, haciendo que mintieses al espíritu santo al retener parte del precio del campo? 4 Si no se vendía ¿No permanecía tuyo? Y una vez vendido ¿No estaba a tu disposición lo cobrado? ¿Por qué has pensado esta cosa en tu corazón? Tú no has mentido a los hombres sino a Dios». 5 Al oír estas palabras, Ananías cayó y expiró. Un gran temor se apoderó de todos los que oyeron estas cosas, 6 entonces se levantaron los más jóvenes, envolvieron el cuerpo y llevándolo fuera, lo sepultaron. 7 Unas tres horas más tarde, entró también su mujer sin saber lo que había ocurrido, 8 y Pedro, dirigiéndose a ella, le dijo: «Dime ¿Habéis vendido el campo por el precio que habéis declarado?» Respondió ella: «Sí, por aquel precio». 9 Entonces le dijo Pedro: «¿Porqué os habéis puesto de acuerdo para poner a prueba el espíritu de Dios? Mira, los pies de aquellos que han sepultado a tu marido están a la puerta, y se te llevarán también a ti». 10 En aquel mismo instante cayó a sus pies y expiró. Al entrar los jóvenes, la encontraron muerta y se la llevaron, sepultándola junto a su marido. 11 Entonces se difundió un gran temor entre toda la congregación, y en todos los que oían estas cosas. 12 En el pueblo sucedía muchos milagros y prodigios por obra de los apóstoles. Acostumbraban todos a estar juntos, bajo el pórtico de Salomón, 13 y aunque ningún otro osaba asociarse a ellos, las gentes en general les tenían en gran estima. 14 Mientras tanto, aumentaba el número de creyentes en el Señor, una multitud de hombres y de mujeres, 15 hasta el punto de que llevaban los enfermos a las plazas, colocándolos en catres y camillas para que, al pasar Pedro, su sombra cubriese, aunque solo fuese, algunos de ellos. 16 La multitud acudía desde las ciudades vecinas a Jerusalén, llevando enfermos y personas atormentadas por espíritus inmundos, y todos eran sanados. 17 El sumo sacerdote y todos los que estaban con él, o sea, la secta de los saduceos, se alzaron llenos de envidia, 18 e hicieron arrestar a los apóstoles, arrojándolos a la prisión pública, 19 pero durante la noche, un ángel de Dios abrió la puerta de la prisión, les condujo afuera, y les dijo: 20 «Id y predicad al pueblo en el Templo, este mensaje de vida». 21 Ellos, al oír esto, entraron en el Templo al alba y se pusieron a enseñar. Entretanto llegaron el sumo sacerdote y los que estaban con él, y convocaron al sanedrín, a todos los ancianos de los hijos de Israel, y enviaron guardias a la prisión para tomar a los apóstoles. 22 Pero al llegar a la prisión, los guardias no les encontraron, y volviendo, les dieron su informe 23 diciendo: «Nosotros hemos hallado la prisión bien cerrada, con todas las precauciones y los guardias en pie ante las puertas, pero al abrirlas, no hemos encontrado dentro a ninguno». 24 Al oír estas palabras, el capitán de los guardias del Templo y los sumo sacerdotes, se preguntaban perplejos el significado de todo aquello, 25 cuando llegó uno que les dijo: «He aquí que los hombres que habíais puesto en prisión se hallan en el Templo enseñando al pueblo». 26 Entonces el capitán fue con los guardias y se los llevó sin violencia, porque temían que el pueblo les lapidase. 27 Así, después de habérselos llevado los presentaron ante el sanedrín, y les interrogó el sumo sacerdote 28 diciendo: «¡Expresamente os prohibimos que enseñaseis en el nombre de aquel, y he aquí que habéis llenado a Jerusalén de vuestra enseñanza, y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de aquel hombre!», 29 pero Pedro y los demás apóstoles respondieron: «Es necesario obedecer por gobernante a Dios, en vez de a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, que vosotros matasteis colgándole del madero, 31 y lo ha alzado con su mano derecha, constituyéndole príncipe y salvador, para hacer que Israel se convierta y le sean perdonados sus pecados. 32 Nosotros somos testigos de todas estas cosas, y lo es también el espíritu santo que Dios ha dado a quienes le obedecen». 33 Al oír estas cosas, ellos se enfurecieron y se propusieron darles muerte; 34 entonces se levantó en el sanedrín un fariseo de nombre Gamaliel, un doctor en la Ley estimado por todo el pueblo, y ordenó que hiciesen salir a los apóstoles un momento. 35 Después dijo: «Hombres de Israel, cuidaros bien de lo que estáis por hacer con estos hombres; 36 porque hace algún tiempo surgió Teudas diciendo ser alguien importante, y a él se le agregaron cuatrocientas personas, pero cuando él fue muerto, todos los que le habían seguido se dispersaron. 37 Después de él, en el tiempo del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastro tras de sí a mucha gente; también él pereció, y todos los que le habían escuchado fueron dispersados. 38 Ahora pues os digo, alejaos de estos hombres y dejadlos estar, porque si este proyecto o esta obra es de los hombres, vendrá a menos, 39 pero si viene de Dios, no podréis vencerles ¡No os ocurra que os encontréis combatiendo contra Dios!» 40 Entonces ellos le hicieron caso, y llamando a los apóstoles, los hicieron azotar y les ordenaron que no hablasen en el nombre de Jesús; luego los pusieron en libertad. 41 Ellos se marcharon del sanedrín, alegrándose de haber sido hallados dignos de ser ultrajados por el nombre de Jesús; 42 y cada día, en el Templo y por las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la buena nueva de que Jesús es el Cristo.

6 1 En aquellos días, con el crecer de los discípulos, surgió por parte de los judíos de lengua griega un descontento contra los de lengua hebrea, porque sus viudas eran desatendidas en el servicio de asistencia cotidiana. 2 Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: «No es conveniente que nosotros descuidemos la Palabra de Dios para servir en las mesas. 3 Por esto hermanos, buscad entre vosotros a siete hombres que tengan buena reputación, llenos de espíritu santo y de buen juicio, a quienes podamos confiar esta tarea 4 mientras nosotros continuamos dedicándonos a la oración, y al ministerio de la Palabra». 5 Esta propuesta complació a toda la multitud, y enseguida eligieron a Esteban, un hombre lleno de fe y de espíritu santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Pármenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía, 6 y los presentaron a los apóstoles, que después de haber orado, les impusieron las manos. 7 La Palabra de Dios se difundía y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén, y también se adherían a la fe un gran número de sacerdotes. 8 En tanto, Esteban, lleno de favor y de poder, hacía grandes milagros y señales entre el pueblo. 9 Algunos de la sinagoga llamada “de los Libertos”, que eran cirineos, alejandrinos, de la Cilicia y del Asia, se pusieron a discutir con Esteban, 10 pero no podían hacer frente a su sabiduría y al espíritu con el que hablaba, 11 por esto instigaron a algunos, que dijeron: «Le hemos oído pronunciar expresiones blasfemas contra Moisés y contra Dios». 12 Ellos agitaron a la multitud, y con esto los ancianos y los escribas se le echaron encima, lo capturaron y le arrastraron ante el sanedrín, 13 presentando testigos falsos que decían: «Este hombre no deja de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley, 14 de hecho, le hemos oído afirmar que Jesús el Nazareno destruirá este lugar, y cambiará la tradición que nos ha transmitido Moisés», 15 Pero todos los que estaban sentados en el sanedrín con los ojos fijos en él, vieron que su rostro era como el de un ángel.

7 1 El sumo sacerdote dijo: «¿Son así realmente las cosas?» 2 Entonces él respondió: «Hombres, hermanos y padres, escuchad. El Dios de la gloria se apareció a Abraham, nuestro padre, mientras estaba en Mesopotamia antes de que se estableciese en Jarán, 3 y le dijo: «Sal de tu país y de tu gente, y ve a la tierra que yo te mostraré». (Génesis 12:1) 4 Entonces, saliendo de la tierra de los Caldeos, fue a morar en Jarán, y luego, tras la muerte de su padre, Dios le hizo llegar a este país que ahora habitáis vosotros. 5 En él, sin embargo, no le entregó en propiedad ni siquiera un espacio para apoyar un pie, pero le prometió que se lo entregaría en posesión a él y a su descendencia después de él, cuando aún no tenía ningún hijo. 6 Dios le dijo así que su descendencia habitaría en tierra extranjera durante cuatrocientos años, y sería reducida a la esclavitud y maltratada. 7 «Pero yo juzgaré a la nación que sirven», (Génesis 15:13--14), dijo Dios, «y después de esto, partirán y me servirán en este lugar». (Éxodo 3:12) 8 Después, le dio el pacto de la circuncisión, de manera que Abraham, tras generar a Isaac, lo circuncidó al octavo día, e Isaac generó a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 9 Los patriarcas, teniendo envidia de José, lo vendieron para que fuese llevado a Egipto, pero Dios estaba con él, 10 y lo liberó de todas sus aflicciones, dándole favor y sapiencia delante del Faraón, rey de Egipto, que lo nombró administrador de Egipto y de toda su casa. 11 Sobrevino en todo Egipto y en Canaán una carestía y una gran miseria, y nuestros padres no encontraban alimentos. 12 Habiendo oído Jacob que en Egipto había grano, envió a nuestros padres una primera vez; 13 la segunda vez, José se hizo reconocer por sus hermanos, y el Faraón llegó a conocer su origen. 14 Entonces, José mandó llamar a su padre Jacob y a todos sus parientes, setenta y cinco personas entre todos, 15 y bajó Jacob a Egipto, donde él y nuestros padres murieron. 16 Después ellos fueron transportados a Siquem, y depositados en el sepulcro que, a precio de plata, Abraham había comprado a los hijos de Jamor, en Siquem. 17 Mientras se acercaba el tiempo del cumplimiento de la promesa hecha por Dios a Abraham, el pueblo creció y se multiplicó en Egipto, 18 hasta que surgió otro rey que no conocía a José. 19 Este, procediendo con astucia contra nuestro pueblo, persiguió a nuestros padres hasta obligarles a que abandonasen a sus niños, para que no permaneciesen en vida. 20 En aquel tiempo nació Moisés, que era divinamente bello, fue criado durante tres meses en la casa de su padre, 21 y cuando fue abandonado, la hija del Faraón lo recogió y lo educó como a un hijo. 22 Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y se hizo una persona influyente en palabras y obras, 23 pero cuando llegó a la edad de cuarenta años, sintió deseos de ir a visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24 Viendo que uno de ellos era tratado injustamente, tomó su defensa y lo vindicó, golpeando a muerte al egipcio. 25 Él pensaba que sus hermanos comprenderían que Dios quería darles la libertad por medio de él, pero no lo comprendieron. 26 Al día siguiente, se presentó a ellos mientras reñían y trató de reconciliarles, diciendo: «Vosotros, hombres, sois hermanos ¿Por qué os tratáis injustamente uno a otro?» (Éxodo 2:13) 27 Pero el que trataba injustamente a su prójimo, le rechazó diciendo: «¿Quién te ha constituido gobernante y juez sobre nosotros? 28 ¿Quieres tal vez matarme a mí como has matado al egipcio?» (Éxodo 2:14) 29 Por estas palabras, huyó Moisés y vivió como extranjero en el país de Madián, donde generó dos hijos. 30 Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de un arbusto ardiente; 31 al divisar aquello, Moisés se quedó atónito por lo que veía, y cuando se acercó para observarlo, oyó la voz de Dios que decía: 32 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Pero Moisés, tembloroso, no se atrevía a mirar. 33 Entonces Dios le dijo: «Quítate el calzado de los pies, porque el lugar sobre el que estás es tierra santa. 34 He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado sus suspiros y he bajado para liberarles. Ahora ven, y yo te enviaré a Egipto». (Éxodo 3: 8) 35 Aquel Moisés que ellos habían rechazado, diciendo: «¿Quién te ha constituido príncipe y juez?» (Éxodo 2:14) Es el que Dios les envió como gobernante y libertador, por medio del ángel que se le apareció en el arbusto. 36 Él los condujo afuera, operando milagros y prodigios en el país de Egipto, en el Mar Rojo y en el páramo, durante cuarenta años. 37 Este es aquel Moisés que dijo a los hijos de Israel: «Vuestro Dios levantará para vosotros de entre vuestros hermanos, a un profeta como yo ¡Escuchadle!» (Deuteronomio 18:15) 38 Este es el que en la asamblea en el páramo, fue con el ángel que habló sobre el monte Sinaí con nuestros padres, y que recibió palabras de vida para transmitírnoslas a nosotros; 39 a él no quisieron obedecerle nuestros padres, porque lo rechazaron, y en su corazón deseaban volver a Egipto. 40 Ellos dijeron a Aarón «Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés que nos sacó de Egipto, no sabemos lo que le ha ocurrido». (Éxodo 32:1) 41 Y en aquellos días, fundieron un ternero y ofrecieron sacrificios al ídolo, gozándose en la obra de sus manos. 42 Entonces Dios se apartó, y les abandonó al culto del ejército de los cielos, como está escrito en el libro de los profetas: «Casa de Israel ¿Acaso durante los cuarenta años en el páramo, me ofrecisteis sacrificios y holocaustos? (Amós 5:25) 43 Más bien, llevabais la tienda de Moloc y la estrella de vuestro dios Remfan, las imágenes que os hicisteis para adorarle, por esto, yo os deportaré más allá de Babilonia». (1Reyes 11:7; Jeremías 25:11) 44 En el páramo, vuestros padres tenían el Tabernáculo del Testimonio, como había mandado aquel que le dijo a Moisés que lo construyese según el modelo que había visto, 45 y nuestros padres, después de haberlo recibido, lo transportaron con Josué, al país que poseían los pueblos que Dios expulsó delante de nuestros padres, y allí permaneció hasta los días de David, 46 que encontró favor ante Dios, y pidió poder hallar una morada para el Dios de Jacob. 47 Aún así, fue Salomón quien edificó la casa, 48 pero el Altísimo no habita en templos construidos por la mano del hombre, como dice el profeta: 49 «El cielo es mi trono y la Tierra es el escabel de mis pies ¿Qué casa me edificaréis? Dice Dios, o ¿Cuál sería el lugar de mi reposo? 50 ¿No ha creado mi mano todas estas cosas?» (Isaías 66:1--2) 51 ¡O gente testaruda e incircuncisa de corazón y de oído! Vosotros siempre os resistís al espíritu santo; lo mismo que hacían vuestros padres, hacéis también vosotros. 52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Ellos mataron también a los que predecían la llegada del Justo, aquel para quien habéis sido traidores y homicidas. 53 ¡Vosotros! que recibisteis la Ley promulgada por los ángeles y no la habéis observado». 54 Ellos, oyendo estas cosas, se estremecían de rabia contra de él y rechinaban los dientes, 55 pero él, colmado de espíritu santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, 56 y dijo: «He aquí que veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre en pie, a la diestra de Dios». 57 Entonces ellos, profiriendo alaridos fortísimos, se taparon las orejas y se precipitaron todos juntos contra él, 58 le arrastraron fuera de la ciudad y lo lapidaron. Los testigos depositaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo. 59 Así lapidaron a Esteban, que invocaba a Jesús y decía: «¡Señor Jesús, acoge mi espíritu!»; 60 después se puso de rodillas y gritó en voz alta: «Dios, no les imputes este pecado». Y dicho esto se durmió.

8 1 Saulo, por su parte, aprobaba su ejecución. En aquel tiempo estalló una gran persecución contra la congregación que estaba en Jerusalén, y fueron todos dispersados por las regiones de la Judea y de la Samaria, a excepción de los apóstoles. 2 Algunos hombres piadosos llevaron a Esteban a la sepultura, e hicieron por él un gran duelo. 3 Mientras tanto, Saulo devastaba la congregación, entrando de casa en casa y sacando a hombres y mujeres, para encarcelarlos. 4 Aún así, aquellos que habían sido dispersados, fueron por el país declarando la buena nueva; 5 Felipe bajó a la ciudad de Samaria y comenzó a hablarles de Cristo, 6 las multitudes prestaban unánimemente oído a las cosas que decía Felipe, escuchando y viendo los milagros que ejecutaba. 7 Los espíritus inmundos salían dando voces de muchos endemoniados, y muchos paralíticos y lisiados eran sanados, 8 y el gozo en aquella ciudad era grande. 9 Ahora bien, había en aquella ciudad desde hacia tiempo, un hombre llamado Simón que practicaba las artes mágicas, y asombraba a las gentes de Samaria haciéndose pasar por un hombre importante. 10 Todos, del mayor al menor, le escuchaban y decían: «¡Este es la gran potencia de Dios!»; 11 ellos le escuchaban porque les había dejado pasmados muchas veces con sus artes mágicas, 12 pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba la buena nueva de las cosas que tenían que ver con el reino de Dios y el nombre de Jesús Cristo, los hombres y las mujeres se hicieron bautizar. 13 También Simón se hizo creyente, y después de haber sido bautizado, siempre estaba junto a Felipe, asombrado de los milagros y las potentes obras que por medio de él se realizaban. 14 Los apóstoles que estaban en Jerusalén, enterándose de que la Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan, 15 que bajaron y oraron por ellos con el fin de que recibiesen el espíritu santo, 16 que no había aún descendido sobre ninguno de ellos, solo habían recibido el bautismo en el nombre del Señor Jesús. 17 Entonces impusieron sobre ellos las manos, y recibieron el espíritu santo. 18 Simón, viendo que por la imposición de sus manos se recibía el espíritu santo, les ofreció dinero 19 diciendo: «Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo le imponga las manos, reciba espíritu santo», 20 pero le dijo Pedro: «Perezca contigo tu dinero, porque has pensado poder comprar con dinero el don de Dios. 21 Tú no tienes parte ni arte alguna en esto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete pues de esta maldad, ruega a Dios que si es posible, te sea perdonado este malvado propósito tuyo, 23 puesto que yo veo que estás lleno de amargura y eres prisionero de la injusticia». 24 Simón dijo en respuesta: «Rogad vosotros por mí a Dios, para que nada de lo que habéis dicho me ocurra». 25 Entonces ellos, después de haber testificado y anunciado la palabra de Dios, retornaron a Jerusalén proclamando la buena nueva en muchos pueblos samaritanos. 26 Un ángel de Dios habló a Felipe, diciendo: «Levántate y ve hacia el Sur, al camino del páramo que baja desde Jerusalén hasta Gaza». 27 Él se levantó y se puso en camino, y he aquí que un eunuco etíope, alto funcionario de Candace, reina de los etíopes y superintendente de todos sus tesoros, había ido a Jerusalén para adorar, 28 y ahora retornaba sentado en su carro, leyendo al profeta Isaías. 29 El espíritu dijo a Felipe: «Ve, acércate al carro». 30 Cuando Felipe se acercó, oyendo que leía al profeta Isaías le dijo: «¿Comprendes lo que estás leyendo?» 31 Él respondió: «¿Cómo podría hacerlo sin que ninguno me guíe?» E invitó a Felipe a subir y a sentarse junto a él. 32 El párrafo de la Escritura que leía, era este: «Fue conducido al sacrificio como una oveja, y como un cordero mudo ante quien lo esquila, no abrió su boca. 33 En su humillación el juicio le fue negado ¿Quién podrá hablar de su descendencia? pues su vida ha sido retirada de la Tierra». (Isaías 53:7-- 8 LXX) 34 Volviéndose a Felipe, el eunuco pidió: «Dime por favor ¿De quién dice esto el profeta? ¿Lo dice de sí mismo o de algún otro?» 35 Entonces Felipe tomó la palabra, y comenzando por esta escritura, le declaró la buena nueva relacionada con Jesús. 36 Prosiguiendo el camino, llegaron a un lugar donde había una extensión de agua, y dijo el eunuco: «He aquí el agua ¿Qué puede impedir que sea bautizado?»

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38 Y ordenando que detuviesen el carro, los dos, Felipe y el eunuco, bajaron al agua y él le bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el espíritu de Dios arrebató a Felipe y el eunuco no lo volvió a ver, pero prosiguió su camino lleno de gozo. 40 Felipe se halló en Asdod, y siguiendo más allá, proclamó la buena nueva en todas las ciudades, hasta llegar a Cesarea.

9 1 Saulo, mientras tanto, fomentando amenazas y crímenes contra los discípulos del Señor, se dirigió al sumo sacerdote 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para poder, si hallaba a hombres o mujeres seguidores de la Vía, conducirlos a Jerusalén, 3 pero sucedió que mientras estaba en el camino, acercándose ya a Damasco, de improviso resplandeció desde el cielo una luz en torno a él, 4 y cayendo a tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues?» 5 Él preguntó: «¿Quién eres, Señor?» y el Señor respondió: «Yo soy el Jesús que tú persigues. 6 Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer». 7 Los hombres que viajaban con él se detuvieron asombrados porque oían la voz, pero no veían a ninguno. 8 Saulo se alzó del suelo, pero nada veía con los ojos abiertos; entonces lo tomaron de la mano y lo condujeron a Damasco, 9 donde se quedó sin poder ver y sin tomar comida ni bebida. 10 En Damasco había un discípulo de nombre Ananías, a quien el Señor llamó en una visión: «¡Ananías!», él dijo: «Heme aquí Señor», 11 y el Señor, a él: «Levántate y dirígete a la calle llamada Derecha, y busca en casa de Judas a un hombre de Tarso llamado Saulo, que está orando, 12 él ha visto en visión a un hombre, de nombre Ananías, entrar e imponerle las manos para que recupere la vista». 13 Ananías respondió: «Señor, yo he oído hablar mucho de este hombre, de cuanto mal ha hecho a tus santos de Jerusalén. 14 Y aquí ha recibido de los jefes de los sacerdotes, la autoridad de poner en cadenas a todos aquellos que invocan tu nombre». 15 Pero el Señor le respondió: «Ve, porque este es un instrumento que he elegido para llevar mi nombre a las naciones, a los reyes, y a los hijos de Israel, 16 y le mostraré cuantas cosas tiene que sufrir por mi nombre». 17 Entonces Ananías fue, entró en aquella casa, e imponiéndole las manos, dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús que se te apareció en el camino de tu llegada, me ha enviado para que recuperes la vista y seas colmado de espíritu santo». 18 En aquel instante le cayeron de los ojos como unas costras y recuperó la vista, luego se levantó y fue bautizado. 19 Después de haber comido, recuperó fuerzas y permaneció algunos días con los discípulos que estaban en Damasco. 20 Enseguida se puso a proclamar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios, 21 y todos los que le oían, se maravillaban diciendo: «¿No es este aquel que en Jerusalén perseguía a todos los que invocaban este nombre, y que ha venido aquí con el objetivo preciso de conducirles encadenados, a los jefes de los sacerdotes?» 22 Saulo adquiría siempre mayor valor y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús es el Cristo. 23 Muchos días después, los judíos se pusieron de acuerdo para darle muerte, 24 y vigilaron las puertas de la ciudad día y noche, para poder asesinarle. Su intriga llegó al conocimiento de Saulo, 25 por esto, los discípulos lo tomaron en la noche y lo bajaron por el muro dentro de una cesta. 26 Llegado a Jerusalén, Saulo buscaba ponerse en contacto con los discípulos, pero todos tenían miedo de él, por no creer que se hubiese hecho discípulo. 27 Entonces, Bernabé lo tomó consigo y lo condujo a los apóstoles, explicándoles como durante el viaje había visto al Señor, que le habló, y como en Damasco, había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. 28 Así que permaneció con ellos, yendo y viniendo de Jerusalén y hablando con valor, en el nombre del señor Jesús. 29 El hablaba y debatía con los hebreos de habla griega, pero estos se propusieron darle muerte. 30 Sin embargo los hermanos tuvieron conocimiento de esto y lo condujeron a Cesarea, y de allí, lo enviaron a Tarso. 31 Con esto, las congregaciones de toda la Judea, la Galilea y la Samaria estaban en paz y edificadas, caminando en el respetuoso temor de Dios, y multiplicándose por medio del ánimo que proporciona el espíritu santo. 32 Sucedió que mientras Pedro recorría todo el país, llegó a los santos que habitaban en Lida. 33 Allí encontró a un hombre, de nombre Eneas, que desde hacía ocho años yacía en una cama porque estaba paralítico. 34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesús Cristo te sana, levántate y arréglate la cama», e inmediatamente él se alzó. 35 Todos los habitantes de Lida y de Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor. 36 Había en Jope una discípula, de nombre Tabita, nombre que traducido significa Gacela, que hacía muchas obras buenas y limosnas. 37 En aquellos días ocurrió que enfermó y murió. Después de haberla lavado, fue colocada en una habitación, en el piso superior, 38 y puesto que Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro se encontraba allí, le enviaros a dos hombres para rogarle que sin demora acudiese a ellos. 39 Pedro se alzó pues y fue con ellos. Apenas llegado, le condujeron a la estancia superior. Todas las viudas se presentaron a él llorando, mostrándole las túnicas y las ropas que hacía Gacela mientras estaba con ellas. 40 Entonces, Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró. Después, volviéndose a la difunta, dijo: «¡Tabita, levántate!» Ella abrió los ojos y al ver a Pedro se sentó, 41 él le dio la mano y la levantó, y llamando a los santos y a las viudas, se la presentó en vida. 42 La cosa fue conocida en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro permaneció en Jope bastantes días, en la casa de un cierto Simón, curtidor de pieles.

10 1 Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la cohorte llamada Itálica. 2 Era él un hombre devoto y temeroso de Dios, junto con toda su casa. Hacía muchas limosnas al pueblo y oraba continuamente. 3 Hacia las tres de la tarde, tuvo una visión, y vio claramente a un ángel de Dios que accedía hasta él y le llamó: «¡Cornelio!» 4 Él, atemorizado, le miraba fijamente y dijo: «Dime Señor», Entonces el ángel le respondió: «Tus oraciones han sido escuchadas y tus limosnas están ante la presencia de Dios, 5 ahora, manda hombres a Jope y haz venir a Simón, llamado Pedro; 6 él es huésped de un cierto Simón, curtidor de pieles, que tiene la casa junto al mar». 7 Apenas se fue el ángel que le había hablado, Cornelio llamó a dos de sus domésticos y a un soldado devoto, de los asignados a su servicio personal, 8 les explicó todas las cosas y los envió a Jope. 9 Al día siguiente, mientras ellos estaban aún de viaje y se aproximaban a la ciudad, Pedro subió a la terraza hacia el mediodía, para orar, 10 pero como tenía apetito, quiso la comida, y mientras se la preparaban, tuvo una visión. 11 Vio el cielo abierto, y de él descendía algo parecido a un gran mantel, sostenido por los cuatro extremos, que era bajado hasta el suelo, 12 y contenía toda clase de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo. 13 Entonces una voz le dijo: «Levántate Pedro, sacrifica y come». 14 Pedro respondió: «De ningún modo Señor, porque yo nunca he comido nada que sea impuro o contaminado»,15 y la voz le dijo de nuevo: «Las cosas que Dios ha purificado, no las consideres impuras». 16 Esto se repitió por tres veces y después, aquello fue retirado hacia el cielo. 17 Mientras Pedro se interrogaba acerca del significado de aquella visión, he aquí que después de averiguar dónde estaba la casa de Simón, se presentaron en la puerta los hombres enviados por Cornelio, 18 y llamando, preguntaron si Simón, llamado Pedro, se alojaba allí. 19 Pedro estaba meditando en cuanto a la visión, y el espíritu le dijo: «Hay tres hombres que te buscan, 20 levántate y baja. Ve con ellos sin dudar porque los he mandado yo». 21 Bajó entonces Pedro, encontró a aquellos hombres y dijo: «Heme aquí, yo soy el que buscáis ¿Por qué motivo estáis aquí?» 22 Ellos respondieron: «El centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, del que todos los judíos dan buen testimonio, ha recibido instrucciones de un santo ángel para que te pida que vayas a su casa y escuche lo que tienes que decirle». 23 Entonces Pedro les hizo entrar y les alojó. Al día siguiente fue con ellos, y le acompañaron algunos hermanos de Jope. 24 Un día después llegaron a Cesarea; Cornelio les estaba esperando y había reunido a sus parientes y a sus amigos más íntimos. 25 Al entrar Pedro, Cornelio fue a su encuentro y se arrodilló delante de él, 26 pero Pedro lo levantó, diciendo: «¡Levántate, también yo soy un hombre!» 27 Y conversando con él, entró y halló a muchas personas reunidas allí; 28 les dijo «Vosotros sabéis que no le es lícito a un judío relacionarse con un extranjero o entrar en su casa, pero Dios me ha mostrado que ningún hombre debe ser considerado impuro o contaminado, 29 por esto, al haber sido llamado he acudido sin objeciones, y ahora os pregunto ¿Cuál es la razón por la que me habéis hecho llamar?» 30 Cornelio dijo: «Hace exactamente cuatro días, estaba orando en mi casa a las tres de la tarde, cuando se presentó ante mí un hombre en vestiduras resplandecientes, 31 y me dijo: Cornelio, tu oración ha sido escuchada y tus limosnas han sido recordadas delante de Dios. 32 Envía pues alguien a Jope, y haz venir a Simón, llamado Pedro, que es huésped en la casa de Simón, el curtidor de pieles, a la orilla del mar. 33 Así, envié en seguida a llamarte y tú has hecho bien en venir. Y ahora estamos todos presentes ante  Dios para escuchar todo lo que te ha sido mandado por Él». 34 Entonces comenzó Pedro su discurso diciendo: «En verdad, me doy cuenta de que Dios no es parcial 35 y que en cualquier nación, quien le teme y obra con justicia, le es grato. 36 Él envió su palabra a los descendientes de Israel, anunciando la buena nueva de la paz, por medio de aquel que es el Señor de todos, Jesús Cristo. 37 Vosotros sabéis lo que ha sucedido en toda la Judea, comenzando por la Galilea, después del bautismo predicado por Juan, 38 es decir, la historia de Jesús de Nazaret y como Dios lo ungió con espíritu santo y poder. Él hizo el bien y sanó a todos aquellos que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él, 39 y nosotros somos testigos de todas las cosas ejecutadas por él en el país de los judíos y en Jerusalén, y de cómo lo mataron estos, colgándolo de un madero. 40 Pero Dios lo resucitó al tercer día, y quiso que él se manifestase, 41 no a todo el pueblo sino a los testigos preelegidos por Dios, esto es, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de su resurrección de los muertos. 42 Él nos ordenó anunciar al pueblo y testificar, que ha sido constituido por Dios, juez de los vivos y de los muertos, 43 y todos los profetas dan testimonio de que, por medio de su nombre, cualquiera que pone fe en él, recibe el perdón de los pecados». 44 Mientras hablaba Pedro, el espíritu santo bajó sobre todos aquellos que estaban escuchando, 45 y todos los fieles circuncisos que habían ido con Pedro, se maravillaron, porque el don del espíritu santo también era derramado sobre las personas de las naciones, 46 y les oían hablar en otras lenguas y glorificar el nombre de Dios. 47 Entonces dijo Pedro: «¿Hay tal vez alguno que pueda impedir que estos, que han recibido el espíritu santo igual que nosotros, sean bautizados en el agua?» 48 Y mandó que fuesen bautizados en el nombre de Jesús Cristo.

11 1 Los apóstoles y los hermanos que se hallaban en la Judea, supieron que también las personas de las naciones habían recibido la palabra de Dios, 2 sin embargo, cuando Pedro subió a Jerusalén, los defensores de la circuncisión le reprendieron diciendo: 3 «¡Tú has entrado en la casa de hombres no circuncisos y has comido con ellos!» 4 Entonces Pedro explicó como habían sucedido las cosas, y dijo: 5 «Yo estaba en la ciudad de Jope orando, y tuve una visión. Una cosa similar a un gran mantel sujeto por los cuatro extremos descendía del cielo y llegaba hasta mí. 6 Al observarlo atentamente, vi en él cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles, y aves del cielo, 7 y oí una voz que me dijo: Pedro, levántate, sacrifica y come». 8 Pero yo respondí: «De ninguna manera Señor, yo nunca he comido nada que sea impuro o contaminado». 9 Por segunda vez, la voz del cielo me dijo: «Las cosas que Dios ha purificado, no las consideres impuras». 10 Esto sucedió tres veces, después fue retirado hacia el cielo; 11 y he aquí que en aquel momento tres hombres enviados desde Cesarea a buscarme llegaron a la casa en donde estábamos, 12 y el espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre. 13 Él nos explicó que había visto presentarse a un ángel en su casa, que le dijo: «Envía alguien a Jope, y haz que acuda Simón, llamado Pedro. 14 Él te hablara de unas cosas, por las que serás salvado tú y toda tu familia». 15 Apenas había comenzado a hablar cuando sobre ellos descendió el espíritu santo, exactamente igual que sobre nosotros al principio. 16 Entonces recordé aquello que había dicho el Señor: «Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con espíritu santo. 17 Por tanto, si Dios les ha concedido el mismo don que también nos concedió a nosotros, los que hemos creído en el señor Jesús Cristo ¿Quién era yo para oponerme a Dios?» 18 Al escuchar estas cosas, se calmaron y dieron gloria a Dios, diciendo: «Así pues, Dios ha concedido a las personas de las naciones que se conviertan, con el fin de que obtengan la vida». 19 Aquellos que habían sido dispersados por la persecución ocurrida a causa de Esteban, se habían ido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, predicando el mensaje solo a los judíos, a ningún otro, 20 pero algunos de ellos que eran chipriotas y cirinenses, llegaron a Antioquía y también se pusieron a hablar con los griegos, predicando la buena nueva del señor Jesús. 21 Estos gozaban de la ayuda de Dios, y el número de los que creyeron y se convirtieron al Señor, fue grande. 22 Cuando esto llegó al conocimiento de la congregación que estaba en Jerusalén, enviaron a Bernabé hasta Antioquía; 23 al llegar, viendo que Dios les había favorecido, se alegró y les exhortó a permanecer fieles al Señor, con determinación. 24 Era él un hombre bueno, lleno de espíritu santo y de fe, y una numerosa multitud se unió al Señor. 25 Tras esto, Bernabé partió nuevamente a Tarso para buscar a Saulo, y después de encontrarlo, le condujo a Antioquía. 26 Durante un año entero, participaron en las reuniones de la congregación e instruyeron a un gran número de personas. Fue en Antioquía donde los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez. 27 En aquel tiempo, algunos profetas bajaron desde Jerusalén hasta Antioquía, 28 y uno de ellos, llamado Ágabo, se puso en pie y predijo mediante el espíritu, que habría en todo el país una gran carestía, cosa que, de hecho, se verificó bajo el imperio de Claudio. 29 Los discípulos decidieron entonces hacer una colecta, cada uno según sus posibilidades, para enviarla a los hermanos que habitaban en Judea. 30 Y haciéndolo así, se la enviaron a los ancianos por medio de Bernabé y de Saulo.

12 1 En aquel período, el rey Herodes comenzó a maltratar a algunos de la congregación, 2 e hizo ejecutar por la espada a Jacobo, el hermano de Juan. 3 Viendo que esto era grato a los judíos, hizo arrestar a Pedro; eran los días de los ácimos. 4 Después de haberle hecho arrestar lo puso en prisión confiándolo a la custodia de cuatro grupos de guardias, cada uno formado por cuatro soldados, ya que quería hacerle comparecer ante el pueblo después de la Pascua. 5 Pedro estaba custodiado en la prisión mientras en la congregación se hacían por él fervientes oraciones, 6 y en la noche precedente al día en que Herodes quería hacerle comparecer, Pedro estaba atado con cadenas durmiendo entre dos soldados, y los centinelas estaban ante la puerta custodiando la cárcel. 7 Pero he aquí que se presentó un ángel de Dios, y una luz resplandeció en la celda. Sacudió el ángel el costado de Pedro y despertándole, le dijo: «¡Levántate de prisa!» Y las cadenas le cayeron de las manos; 8 el ángel continuó: «Cíñete la cintura y átate las sandalias»; así lo hizo Pedro, y después aún le dijo: «Ponte la capa y sígueme». 9 Él salió y se puso a seguirle, pero no se había dado cuenta aún, de que lo sucedido por medio del ángel era realidad, de hecho, creía tener una visión. 10 Cuando cruzaron la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que da paso a la ciudad y que se abrió ante ellos, entonces salieron, prosiguieron por una calle y de improviso, el ángel se alejó de él. 11 Vuelto en sí, Pedro dijo: «Ahora estoy seguro de que Dios ha enviado a su ángel, y me ha liberado de la mano de Herodes y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba», 12 y tras reflexionar, Pedro fue a casa de María, la madre de Juan también llamado Marco, donde muchos hermanos estaba reunidos en oración. 13 Cuando llamó a la puerta de entrada, una sirvienta llamada Rode, se acercó para oír quién era, 14 y reconociendo la voz de Pedro, por la alegría no abrió la puerta, y corrió dentro para decir que Pedro estaba en la entrada. 15 «Tú alucinas» le dijeron, pero como ella aseguraba que era verdad, dijeron: «Será su ángel». 16 Mientras tanto Pedro seguía llamando, y al abrir le vieron y quedaron atónitos. 17 Entonces él con la mano, les hizo señal de que callasen y les relató el modo en que Dios le había hecho salir de la cárcel. Después dijo: «Dad a conocer estas cosas a Jacobo y a los hermanos». Luego salió y se fue a otro lugar. 18 Cuando se hizo de día hubo una gran agitación entre los soldados, porque no sabían donde había terminado Pedro. 19 Herodes lo hizo buscar y al no encontrarlo, procesó a los guardias y ordeno que fuesen ejecutados. Después bajó de la Judea y se quedó en Cesarea. 20 Herodes estaba fuertemente indignado contra los ciudadanos de Tiro y de Sidón, pero ellos se presentaron de común acuerdo ante él, y ganándose el favor de Blasto, el chambelán del rey, pidieron hacer la paz, puesto que su país recibía víveres del país del rey. 21 En el día señalado, Herodes se puso la vestidura real, y sentándose en la tribuna les dirigió un discurso público. 22 El pueblo clamaba, diciendo: «Palabras de un dios y no de un hombre!», 23 y en aquel instante, un ángel de Dios le golpeó por no haber dado gloria a Dios, y pereció carcomido por los gusanos. 24 Mientras tanto la palabra de Dios progresaba y se difundía siempre más. 25 Cumplida su misión, Bernabé y Saulo volvieron de Jerusalén, tomando con ellos a Juan, llamado Marcos.

13 1 En la congregación que estaba en Antioquía había los siguientes profetas y doctores: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio de Cirene, Manaem, amigo de infancia de Herodes el tetrarca, y Saulo. 2 Mientras servían públicamente a Dios y ayunaban, el espíritu santo dijo: «Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que les he llamado». 3 Entonces, después de haber ayunado y orado, y de haberles impuesto las manos, les dejaron marchar. 4 Ellos, dirigidos por el espíritu santo, bajaron a Seleucia, y desde allí zarparon hacia Chipre. 5 Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Juan, llamado Marcos, viajaba con ellos como ayudante. 6 Después de atravesar toda la isla hasta Pafos, encontraron a un cierto mago y falso profeta judío, de nombre Barjesús, 7 que estaba con el procónsul Sergio Paulo, un hombre sabio. Este convocó a Bernabé y a Saulo porque deseaba escuchar la palabra de Dios, 8 pero el mago Elima, este es el significado de su nombre, se oponía a ellos intentando alejar de la fe al procónsul. 9 Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de espíritu santo le dijo mirándole fijamente: 10 «Tú, hombre lleno de cualquier fraude y de cualquier maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia ¿Cuándo cesarás de pervertir las vías rectas de Dios? 11 Mira, ahora la mano de Dios está sobre ti, y por cierto tiempo permanecerás ciego, sin poder ver el sol». En aquel instante, cayeron sobre él la oscuridad y las tinieblas, y buscaba tambaleándose, quien le llevara de la mano. 12 Entonces el procónsul, en vista de lo que había ocurrido e impresionado por la enseñanza de Dios, se hizo creyente. 13 Pablo y sus acompañantes zarparon de Pafos y llegaron a Perga de Panfilia, pero separándose de ellos, Juan, llamado Marcos, retornó a Jerusalén. 14 En cambio ellos, pasando más allá de Perga llegaron a Antioquía de Pisidia, y entrando en la sinagoga en día de sábado, se sentaron. 15 Después de la lectura de los profetas, el dirigente de la sinagoga envió a decirles: «Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para dirigir al pueblo, decidla». 16 Entonces se levantó Pablo, y dijo haciendo una señal con la mano: «Hombres de Israel, y vosotros los que teméis a Dios, escuchad: 17 el Dios de este pueblo de Israel, eligió a nuestros padres, y mientras moraban en el país de Egipto, hizo de ellos un gran pueblo, sacándolo de allí con gran poder. 18 Durante casi cuarenta años les alimentó en el páramo, 19 y tras haber destruido en la tierra de Canaán a siete naciones, distribuyo el país entre ellos, como heredad. 20 Después de estas cosas les dio jueces durante casi cuatrocientos años, hasta el profeta Samuel. 21 Seguidamente, pidieron un rey y durante un período de cuarenta años, Dios les dio a Saúl, hijo de Kish, un hombre de la tribu de Benjamín. 22 Luego lo retiró, alzándoles como rey a David, a quien dio este testimonio: «Yo he hallado a David, hijo de Jesé, un hombre según mi corazón que ejecutará todo lo que deseo». (1Samuel 13:14; 16:1) 23 De su descendencia, Dios levantó para Israel a un salvador, según la promesa, en la persona de Jesús, 24 y antes de su llegada, Juan predicó a todo el pueblo de Israel, un bautismo de arrepentimiento. 25 Cuando él estaba a punto de concluir su misión, dijo: «¿Quién pensáis vosotros que yo sea? No soy yo, pero he aquí que viene uno después de mí, al que yo no soy digno ni de desatar el calzado». 26 Hermanos míos, hijos de la descendencia de Abraham y todos vosotros, los que tenéis temor de Dios: a nosotros se nos ha enviado la palabra de esta salvación 27 para los habitantes de Jerusalén y sus jefes, que condenándole le han ignorado a él, y a las voces de los profetas leídas cada Sábado, 28 y sin encontrar en él ningún motivo de muerte, exigieron a Pilatos su ejecución. 29 Así, después de haber cumplido todas las cosas que estaban escritas acerca de él, lo colgaron de un madero y lo pusieron en un sepulcro; 30 pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos, 31 y durante muchos días se apareció a los que habían subido con él desde Galilea a Jerusalén, y que ahora son sus testigos ante el pueblo. 32 Nosotros os traemos la buena nueva de que la promesa hecha a los padres, 33 Dios la ha cumplido para nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús, como está también escrito en el salmo segundo: «Tú eres mi hijo, hoy, yo te he generado». (Salmos 2:7) 34 Y ya que lo ha resucitado de entre los muertos para que evitase la corrupción, Dios ha dicho así: «A vosotros os daré las cosas santas, y las fieles promesas a David». (Isaías 55:3) 35 De hecho, en otro lugar dice: «Tú no permitirás que tu Santo vea la corrupción». (Salmos 16:10) 36 Ahora bien, David, después de haber hecho la voluntad de Dios en su generación, se durmió y fue puesto junto a sus padres, y vio la corrupción, 37 pero aquel que Dios ha resucitado, no ha visto la corrupción. 38 Que os sea por tanto conocido, hermanos, que por medio de él, se os anuncia el perdón de los pecados, 39 y por medio de él, cualquiera que pone fe, es justificado de todas aquellas cosas de las que no podíais ser justificados mediante la Ley de Moisés. 40 Vigilad pues que no os suceda aquello que se dice en los profetas: 41 «Mirad, oh burlones, asombraros y esconderos, porque yo efectúo en vuestros días una obra; una obra que no creeríais si alguno os la contase». (Habacuc 1:5 LXX) 42 Mientras salían, le rogaron que les hablase de nuevo de estas cosas en el sábado siguiente. 43 Después de terminada la reunión, muchos judíos y prosélitos devotos siguieron a Pablo y a Bernabé que, conversando con ellos les exhortaron a mantenerse en el favor de Dios. 44 El siguiente sábado, casi toda la ciudad se reunió para escuchar la palabra de Dios, 45 pero los judíos se llenaron de envidia al ver a la multitud, e injuriando, contradecían las cosas que Pablo decía. 46 Entonces Pablo y Bernabé dijeron con franqueza: «Era necesario que la palabra de Dios se os anunciase a vosotros en primer lugar, pero puesto que la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, he aquí que nos dirigimos a las personas de las naciones. 47 Así, de hecho, nos lo ha ordenado Dios, diciendo: “Yo te he puesto como luz de los pueblos, para que lleves la salvación hasta la extremidad de la Tierra”». (Isaías 42:6; 49:6) 48 Oyendo estas cosas, las personas de las naciones se alegraron y glorificaban la palabra de Dios, y todos los que estaban destinados para la vida eterna se hicieron creyentes. 49 Y la palabra de Dios se difundía por toda la región. 50 Sin embargo, los judíos instigaron de tal manera a las mujeres devotas de alto rango y a los notables de la ciudad, que desencadenaron una persecución contra Pablo y Bernabé y les expulsaron fuera de sus confines. 51 Entonces estos, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, se marcharon a Iconio; 52 mientras, los discípulos estaban llenos de gozo y espíritu santo.

14 1 Sucedió que también en Iconio entraron en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera, que una gran multitud de judíos y de griegos se hicieron creyentes. 2 Los judíos que habían rechazado creer, exasperaron el ánimo de las personas de las naciones instigándolas contra los hermanos, 3 que a pesar de esto permanecieron allí mucho tiempo, predicando con franqueza y confiando en Dios, que daba testimonio del mensaje de su generoso don, concediendo que sucediesen milagros y prodigios por medio de sus manos. 4 La población de la ciudad estaba dividida, colocándose unos a favor de los judíos y otros a favor de los apóstoles; 5 pero cuando hubo una tentativa de las personas de las naciones y de los judíos de acuerdo con sus jefes, de maltratar a los apóstoles y lapidarles, 6 ellos lo supieron y escaparon hacia las ciudades de Licaonia, Listra y Derba, y sus alrededores, 7 donde siguieron proclamando la buena nueva. 8 En Listra, un hombre que tenía los pies paralizados y estaba siempre sentado porque desde su nacimiento nunca había podido andar, 9 estaba escuchando el discurso de Pablo. Al mirarle, Pablo se dio cuenta de que tenía la convicción de poder ser sanado; 10 entonces le dijo en voz alta: «Levántate derecho sobre tus pies», y él dio un salto y se puso a caminar. 11 La multitud, viendo lo que Pablo había hecho, comenzó a decir en lengua licaónica: «Los dioses han tomado forma humana y han bajado hasta nosotros». 12 Y llamaban Zeus a Bernabé y Hermes a Pablo, por que era el que tomaba la directiva al hablar. 13 El sacerdote de Zeus, cuyo templo estaba a la entrada de la ciudad, llevó toros y guirnaldas a las puertas, y quería ofrecer un sacrificio junto con la multitud; 14 al oír esto, los apóstoles Pablo y Bernabé se rasgaron las vestiduras y abalanzándose en medio de la multitud, dijeron con voz fuerte: 15 «Hombres ¿Por qué hacéis estas cosas? También nosotros somos seres humanos, somos mortales como vosotros y os anunciamos la buena nueva, para que os convirtáis de estas cosas vanas, al Dios viviente que ha hecho los cielos, la tierra y el mar, y todas las cosas que hay en ellos. 16 Él ha permitido que en las generaciones pasadas, todos los pueblos siguiesen su propio camino, 17 pero no ha dejado de darse a conocer haciendo el bien, mandándoos la lluvia desde el cielo y las estaciones fructíferas, dándoos alimento en abundancia y alegría en vuestros corazones». 18 Y diciendo esto, lograron con esfuerzo, impedir que la muchedumbre les ofreciese un sacrificio. 19 Entonces llegaron algunos judíos desde Antioquía y desde Iconio, que después de instigar a la multitud, lapidaron a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad creyéndole muerto, 20 pero cuando los discípulos se reunieron en torno a él, se levantó y entró en la ciudad, partiendo al día siguiente hacia Derba con Bernabé. 21 Después de haber proclamado la buena nueva en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, 22 animando a los discípulos, exhortándoles a permanecer firmes en la fe, y diciéndoles que debemos entrar en el reino de Dios a través de muchas tribulaciones. 23 Después de haber establecido en cada una de las congregaciones a los que habían sido propuestos como ancianos, y de haber orado y ayunado, los encomendaron a Dios en quien habían puesto fe. 24 Luego atravesaron la Pisidia y llegaron a Panfilia, 25 y tras haber anunciado la palabra en Perga, bajaron a Atalía, 26 y zarparon desde allí hacia Antioquía, desde donde habían sido encomendados al favor de Dios para la obra que habían llevado a cabo. 27 Llegados allí y reunida la congregación, refirieron todas las cosas que por medio de ellos había realizado Dios, y cómo había abierto a las personas de las naciones, la puerta de la fe.

15 1 Algunos venidos de la Judea, comenzaron a enseñar a los hermanos: «Si no estáis circuncidados según la prescripción de Moisés, no podéis ser salvados». 2 Y puesto que Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo y discutían vehementemente con ellos, se decidió que Pablo, Bernabé y algunos otros hermanos, subiesen hacia Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar la cuestión. 3 Entonces ellos, acompañados por la congregación durante un trecho, cruzaron la Fenicia y la Samaria, explicando la conversión de las personas de las naciones y provocando entre los hermanos una gran alegría. 4 Una vez llegados a Jerusalén, fueron acogidos por la congregación, por los apóstoles y por los ancianos, y refirieron todo aquello que Dios había efectuado por medio de ellos; 5 pero algunos de la secta de los fariseos que se habían hecho creyentes, se alzaron diciendo: «Es necesario circuncidarles y ordenarles que observen la Ley de Moisés»; 6 entonces los apóstoles y los ancianos se reunieron para examinar este problema, 7 y al originarse una encendida discusión, se alzó Pedro en pie y dijo: «Vosotros sabéis que desde el inicio, Dios me eligió de entre vosotros, para que por mi boca, las personas de las naciones escuchasen la palabra de la buena nueva, y creyesen, 8 y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio a favor de ellos, cediéndoles el espíritu santo también a ellos igual que a nosotros, 9 sin hacer entre nosotros y ellos ninguna distinción y purificando sus corazones mediante la fe. 10 Entonces ¿Porqué ponéis a prueba a Dios, colocando sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros, hemos sido capaces de llevar? 11 Al contrario, nosotros confiamos en ser salvados mediante el generoso don del señor Jesús, del mismo modo que ellos». 12 Toda la asamblea calló y se pusieron a escuchar a Bernabé y a Pablo que explicaban los milagros y prodigios que, por medio de ellos, había hecho Dios entre las personas de las naciones. 13 Cuando acabaron de hablar, Jacobo tomó la palabra y dijo 14 «Escuchadme; Simón ha referido como Dios ha querido al principio, escogerse un pueblo para su nombre entre las personas de las naciones, 15 y con esto concuerdan los profetas, pues está escrito: 16 «Después de estas cosas, retornaré y reconstruiré la tienda de David que ha caído; restauraré sus ruinas y volveré a levantarla, 17 para que el resto del pueblo y todas las naciones sobre las que sea invocado mi nombre, busquen a Dios. Dice Dios que hace estas cosas 18 que Él conoce desde la eternidad». (Amós 9:11--12; Isaías 45:21) 19 «Por esto yo soy de la opinión, de que no se debe turbar a las personas de las naciones que se convierten a Dios, 20 pero que se les escriba que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, o sea, de la fornicación, de los animales sofocados y de la sangre. 21 Porque Moisés tiene desde las generaciones antiguas, quien lo predica en las sinagogas de toda ciudad, donde es leído cada sábado». 22 Entonces pareció bien a los apóstoles, a los ancianos y a toda la congregación, enviar a Antioquía con Pablo y Bernabé, a algunos hombres con autoridad entre los hermanos, y eligieron entre ellos a Judas, llamado Barsabá, y a Sila. 23 La carta que escribieron decía: «Los apóstoles y los hermanos ancianos, a los hermanos de Antioquía, de Siria y de Cilicia, que son de las naciones ¡Saludos! 24 Hemos sabido que algunos de entre los nuestros, que han ido sin ningún mandato de parte nuestra, os han turbado con sus discursos, generando en vosotros confusión. 25 Por esto, hemos decidido de común acuerdo, elegir a algunos hombres y enviároslos junto con nuestros amados Bernabé y Pablo, 26 hombres que han puesto en peligro su propia vida por el nombre de nuestro señor Jesús Cristo. 27 Os hemos por tanto enviado a Judas y a Sila, y ellos también os referirán de palabra las mismas cosas. 28 De hecho, ha parecido bien al espíritu santo y a nosotros, el no imponeros ningún otro peso, aparte de estas cosas que son necesarias: 29 que os abstengáis de la contaminación de los ídolos, o sea, de la sangre, de los animales sofocados y de la fornicación. De estas cosas haréis bien en guardaros. ¡Salud a vosotros!» 30 Luego ellos se despidieron y bajaron a Antioquía, donde reunida la multitud, consignaron la carta. 31 Cuando la hubieron leído se alegraron por el ánimo que infundía, 32 y Judas y Sila, que eran también profetas, les exhortaron fortaleciéndoles con muchos discursos, 33 y después de algún tiempo, los hermanos les dejaron retornar en paz hacia los que les habían enviado.

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35 Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y llevando junto a otros muchos, la buena nueva de la palabra de Dios. 36 Después de varios días, Pablo dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos de todas las ciudades en las que hemos anunciado la palabra de Dios, para ver cómo están». 37 Entonces sucedió que Bernabé quería llevar con ellos a Juan, el llamado Marcos, 38 pero Pablo sostenía que no debían llevar con ellos a uno que, separándose de ellos en Panfilia, no los había acompañado en la obra. 39 Con esto, se originó un áspero desacuerdo, hasta el punto en que, separándose, Bernabé tomo a Marcos consigo y embarcó hacia Chipre. 40 Pablo en cambio, escogió a Sila y partió encomendado por los fieles, al favor de Dios, 41 y recorrió la Siria y la Cilicia, fortaleciendo a las congregaciones.

16 1 Llegó a Derba y después a Listra, allí había un discípulo de nombre Timoteo, que era hijo de una mujer judía creyente y de padre griego. 2 Los hermanos de Listra y de Iconio daban de él un buen testimonio; 3 Pablo quiso que le acompañase, y llevándolo con él, lo circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares, porque era conocido que su padre era griego. 4 Mientras visitaban las ciudades, ordenaban a los hermanos que observasen las decisiones tomadas por los apóstoles y por los ancianos en Jerusalén, 5 y las congregaciones eran fortalecidas en la fe, creciendo en número cada día. 6 Cuando cruzaron la Frigia y la región de la Galacia, les fue impedido por el espíritu santo que anunciase la palabra en Asia. 7 Llegados al confín de la Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el espíritu santo no se lo permitió; 8 con esto, superando la Misia, bajaron a Troas. 9 Durante la noche, a Pablo le apareció una visión. Un hombre, un macedonio, estaba de pie ante él y le suplicaba, diciendo: «Pasa a Macedonia y ayúdanos». 10 Después de ver la visión, buscamos enseguida pasar a Macedonia, persuadidos de que el Señor nos había llamado, para anunciar allí la buena nueva. 11 Por esto, zarpando desde Troas, apuntamos derecho hacia la Samotracia y al día siguiente, hacia Neápolis. 12 Desde allí nos dirigimos a Filipos, que es una colonia romana y la primera ciudad en aquella parte de Macedonia, permaneciendo algunos días en aquella ciudad. 13 El sábado salimos de las puertas, a la orilla de río, donde pensábamos que había un lugar de oración, y sentándonos, hablamos a las mujeres allí reunidas. 14 Una mujer de la ciudad de Tiatira, una comerciante de púrpura temerosa de Dios, llamada Lidia, estaba escuchándonos, y Dios le abrió el corazón para que prestase atención a las cosas que Pablo decía. 15 Después de ser bautizada junto con su familia, nos rogó diciendo: «Si me habéis juzgado fiel a Dios, entrad en mi casa y quedaros», y nos obligó a aceptar. 16 Mientras nos dirigíamos al lugar de oración, encontramos a una joven esclava poseída de un espíritu de adivinación, y haciendo de adivina, procuraba muchas ganancias a sus dueños. 17 Ella, se puso a seguir a Pablo y a nosotros, gritando: «Estos hombres son servidores del Dios altísimo y os anuncian la vía de la salvación» 18 Hizo así durante muchos días, hasta que Pablo, fastidiado, se volvió y dijo al espíritu: «Yo te ordeno en el nombre de Jesús Cristo, que salgas de ella», y en aquel instante, salió. 19 Sus dueños, viendo que la expectativa de su ganancia se había desvanecido, tomaron a Pablo y a Sila y los arrastraron al foro, ante los magistrados. 20 Presentándolos a los pretores, dijeron: «Estos hombres que son judíos, 21 turban nuestra ciudad y divulgan costumbres que a nosotros, los romanos, no nos es lícito aceptar ni practicar». 22 La multitud se levantó entonces contra ellos, y los pretores mandaron que les arrancasen las ropas y les flagelasen con las varas. 23 Después de haberles dado muchos palos, los mandaron a prisión y ordenaron al carcelero que los vigilase atentamente. 24 Recibiendo esta orden, él les encerró en la parte más recóndita de la cárcel, poniéndoles cepos en los pies; 25 hacia la medianoche, Pablo y Sila oraban y cantaban himnos a Dios, y los encarcelados los escuchaban; 26 de repente hubo un gran terremoto, la prisión fue sacudida desde sus cimientos y en aquél mismo instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de todos, se rompieron. 27 El carcelero se despertó, y al ver todas las puertas de la cárcel abiertas, pensó que los prisioneros habían escapado y desenvainó la espada para matarse, 28 pero Pablo le gritó con voz fuerte: «No te hagas daño, porque estamos todos aquí». 29 Encendiendo una luz, el carcelero saltó dentro y se arrojó tembloroso a los pies de Pablo y de Sila, 30 luego los condujo fuera y les dijo: «Señores ¿Qué debo hacer para ser salvado?» 31 Entonces respondieron ellos: «Cree en el señor Jesús, y serás salvado tú y tu familia», 32 y le anunciaron la palabra de Dios, a él y a todos los que estaban en su casa. 33 Él los llevó consigo aquella misma noche, les lavó sus heridas, y enseguida fue bautizado con todos los suyos, 34 después les hizo subir a su casa y preparó la mesa. Tanto él como su familia estaban gozosos por haber creído en Dios. 35 Al hacerse de día, los pretores enviaron a los lictores, a decir: «Libera a aquellos hombres». 36 El carcelero refirió a Pablo: «Los pretores han mandado a decir que seáis puestos en libertad, podéis pues salir y marcharos en paz», 37 pero Pablo dijo a los lictores: «Después de habernos pegado en público sin haber sido condenados, nosotros que somos ciudadanos romanos, hemos sido echados en prisión, y ¿Quieren ahora soltarnos en secreto? ¡Verdaderamente no! Es más, que vengan ellos mismos a sacarnos fuera». 38 Los lictores refirieron estas palabras a los pretores, y estos se asustaron al enterarse de que eran romanos, 39 así que acudieron y les rogaron que les perdonasen, y acompañándolos fuera, les rogaron que se fuesen de la ciudad. 40 Entonces, saliendo de la prisión, Pablo y Sila se dirigieron a casa de Lidia, y hallando a los hermanos, les dieron ánimos y se fueron.

17 1 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, alcanzaron Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. 2 Pablo, según su costumbre, acudía a la sinagoga, y por tres sábados les presentó argumentos sacados de las Escrituras, 3 explicando y demostrando que el Cristo debía morir y ser resucitado de entre los muertos; y decía: «El Cristo es aquel Jesús que yo os anuncio». 4 Algunos de ellos se convencieron y se unieron a Pablo y a Sila, lo mismo que una gran afluencia de griegos devotos, y no pocas mujeres de las familias más importantes, 5 pero motivados por la envidia, los judíos, tomando con ellos algunos hombres malvados entre la gente de la plaza y juntando una chusma, alborotaron la ciudad y asaltaron la casa de Jasón en busca de Pablo y Sila, con el fin de arrastrarles ante la multitud. 6 Al no encontrarles, arrastraron ante los magistrados de la ciudad a Jasón y a algunos hermanos, gritando: «Estos, que han revuelto la tierra habitada, han venido también aquí, 7 y Jasón los ha hospedado. Todos estos actúan contra un decreto de César, afirmando que hay otro rey: Jesús». 8 Escuchando estas cosas, la población y los magistrados de la ciudad se agitaron, 9 aún así, después de recibir de Jasón y de los otros una fianza, los liberaron. 10 Durante la noche, los hermanos hicieron partir enseguida a Pablo y a Sila hacia Berea, y cuando llegaron allí, se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica, porque recibieron la palabra de Dios con entusiasmo, examinando las Escrituras cada día, para ver si las cosas eran así. 12 Muchos de ellos creyeron, junto a un gran número de hombres y de mujeres griegas, pertenecientes a la nobleza. 13 Pero cuando los judíos de Tesalónica llegaron a saber que la palabra de Dios había sido anunciada por Pablo, también en Berea, se dirigieron allí para agitar e instigar a la gente. 14 Los hermanos hicieron partir a Pablo enseguida por la vía que conduce al mar, pero Sila y Timoteo aún permanecieron allí. 15 Aquellos que acompañaban a Pablo, lo condujeron hasta Atenas, y tras recibir el encargo de decir a Sila y a Timoteo que le alcanzasen lo antes posible, se volvieron atrás. 16 Mientras Pablo esperaba en Atenas, sentía un cierto disgusto al comprobar que la ciudad estaba llena de ídolos. 17 Entre tanto, conversaba en la sinagoga con los judíos y las personas devotas, y todos los días con quienes encontraba en el Ágora, que es la plaza del mercado. 18 También conversaban con él algunos filósofos epicúreos y estoicos; algunos decían: «¿Qué querrá enseñarnos este charlatán?» Y otros «Parece ser un predicador de divinidades extranjeras», porque anunciaba a Jesús y la resurrección; 19 entonces lo tomaron consigo y lo condujeron al Areópago, diciéndole: «¿Podemos saber cual es esta nueva enseñanza que declaras? 20 Porque escuchamos cosas extrañas, y quisiéramos saber de qué cosa se trata». 21 Ahora bien, todos los atenienses y los residentes forasteros no tenían mejor pasatiempo que el de decir o escuchar alguna novedad, 22 y Pablo, poniéndose en pie en medio de Areópago, dijo: «Ciudadanos atenienses, veo que sois muy temerosos de los dioses en todo aquello que hacéis; 23 al pasar observando vuestros lugares de culto, he visto un altar sobre el que está escrito: “Al dios desconocido”. Yo os anuncio a este que vosotros adoráis sin conocerle. 24 El Dios que ha hecho el mundo y todas las cosas que hay en él, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos construidos por la mano del hombre 25 ni es servido por la mano del hombre, como si tuviese necesidad de alguna cosa. 26 Él ha hecho surgir de uno solo, a todas las naciones de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra, habiendo establecido el límite de los tiempos y los confines de su morada, 27 con el fin de que busquen a Dios si acaso llegan a encontrarlo tanteando en la oscuridad, aunque Él no está lejano de cada uno de nosotros, 28 ya que por medio de Él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de vuestros poetas, “porque somos descendencia suya”. (Cita tomada del poema Fenómenos, del poeta Arato siglo III a.C.) 29 Siendo pues descendencia de Dios, no debemos creer que la divinidad sea semejante al oro, a la plata o a la piedra esculpida por el arte y la imaginación humana; 30 y Dios, pasando sobre los tiempos de la ignorancia, ahora ordena al género humano que todos y en todas partes se arrepientan, 31 porque Él ha fijado un día en el que juzgará con justicia al mundo por medio del hombre que Él ha establecido, dándonos a todos la garantía al haberle resucitado de entre los muertos». 32 Cuando oyeron hablar de la resurrección de los muertos, algunos se reían de él y otros decían: «¡De esto te oiremos en otra ocasión!» 33 Entonces Pablo salió de aquella reunión, 34 pero aún así, algunos se unieron a él y creyeron, entre ellos, Dionisio, un miembro del tribunal del Areópago, también una mujer llamada Dámaris, y con ellos, otros.

18 1 Después de estos hechos partió de Atenas y se dirigió a Corinto. 2 Allí encontró a un hebreo de nombre Aquila, oriundo del Ponto y recientemente llegado de Italia junto con su mujer Priscila, pues Claudio había ordenado a todos los judíos que saliesen de Roma. 3 Él se unió a ellos, y siendo del mismo oficio, fue a trabajar y a vivir con ellos; de hecho, eran de oficio fabricantes de tiendas. 4 Todos los sábados enseñaba en la sinagoga y persuadía a judíos y griegos; 5 cuando Sila y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó completamente a la predicación y daba testimonio a los judíos, de que Jesús era el Cristo, 6 pero puesto que estos se oponían e insultaban, sacudiéndose las ropas, les dijo: «Caiga vuestra sangre sobre vuestras cabezas. Yo quedo libre de responsabilidad. De ahora en adelante iré a las personas de las naciones». 7 Al salir de la sinagoga fue a alojarse en la casa de uno llamado Justo, que era temeroso de Dios y tenía la casa junto a la sinagoga. 8 Crispo, un dirigente de la sinagoga creyó en el Señor junto con toda su familia, y también muchos corintios, escuchándole, creían y se hacían bautizar. 9 Una noche, el Señor dijo a Pablo en visión: «No temas, continúa hablando y no calles, 10 porque yo estoy contigo y ninguno te pondrá las manos encima para dañarte, pues yo tengo en esta ciudad un gran pueblo»,11 y él permaneció allí un año y seis meses, enseñando entre ellos la palabra de Dios. 12 Luego, cuando Galión era procónsul de la Acaya, los judíos se levantaron todos de acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal; dijeron: 13 «Este persuade a la gente de que adoren a Dios en un modo contrario a la Ley», 14 Pablo estaba a punto de hablar, pero Galión dijo a los judíos: «Si se tratase de algún delito o de alguna mala acción, yo, oh judíos, os escucharía pacientemente como la razón exige; 15 pero se trata de cuestiones en torno a palabras, a nombres y a vuestra ley. Solucionarlo pues vosotros, yo no quiero ser juez de estos asuntos». 16 Y les hizo salir del tribunal; 17 entonces agarraron todos a Sóstenes, un dirigente de la sinagoga, y le pegaron delante del tribunal, sin embargo, Galión no se preocupó por estas cosas; 18 en cuanto a Pablo, después de permanecer aún muchos días en Corinto se despidió de los hermanos, y después de haberse hecho afeitar la cabeza en Cencrea por haber hecho un voto, se embarcó hacia Siria con Priscila y Aquila. 19 Cuando llegaron a Éfeso, Pablo se separó de ellos y entrando luego en la sinagoga, se puso a conversar con los judíos. 20 Estos le rogaron que permaneciese con ellos más tiempo, pero él no accedió, 21 y después de despedirse y de decir: «Si Dios quiere, volveré de nuevo a vosotros», partió de Éfeso por mar. 22 Llegado a Cesarea subió a Jerusalén, fue a saludar a la congregación y después bajó a Antioquía; 23 tras transcurrir allí un corto período de tiempo, partió de nuevo recorriendo las regiones de la Galacia y de la Frigia, y fortaleciendo a los discípulos en la fe. 24 Un hebreo oriundo de Alejandría, de nombre Apolo, hombre elocuente y versado en las Escrituras, llegó a Éfeso. 25 Había sido instruido en la vía de Dios, y estando lleno de fervor, anunciaba y enseñaba cuidadosamente las cosas relativas a Jesús, aunque solo conocía el bautismo de Juan. 26 Él comenzó a hablar valientemente en la Sinagoga, y después de escucharle, Aquila y Priscila lo tomaron con ellos y le explicaron más correctamente la vía de Dios. 27 Después, como quería ir a la Acaya, los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos para que le acogiesen, y una vez llegado, fue de gran ayuda para aquellos que, mediante el generoso don, se habían hecho creyentes, 28 porque públicamente, contradecía con vigor a los judíos, demostrando con las Escrituras que Jesús es el Cristo.

19 1 Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo, tras cruzar las regiones del altiplano, llegó a Éfeso, y encontrándose con algunos discípulos 2 les preguntó: «¿Recibisteis el espíritu santo cuando os hicisteis creyentes?» ellos respondieron: «No hemos siquiera oído decir que haya un espíritu santo», 3 él les dijo: «¿Qué bautismo recibisteis?» Ellos contestaron: «El bautismo de Juan». 4 Entonces Pablo les explicó: «Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, y dijo al pueblo que creyese en aquel que venía después de él, es decir, Jesús». 5 Al oír esto, fueron bautizados en el nombre del señor Jesús, 6 y apenas Pablo les impuso las manos, bajo sobre ellos espíritu santo, de modo que hablaban en lenguas y profetizaban; 7 entre todos eran unas doce personas. 8 Luego entró en la sinagoga, y allí habló durante tres meses con mucha franqueza, exponiendo con argumentos convincentes las cosas relacionadas con el reino de Dios; 9 pero, puesto que algunos se obstinaban y se negaban a creer, hablando mal de la Vía en público, se apartó de ellos y separando a los discípulos, enseñaba diariamente en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó durante dos años, así, todos los habitantes de la provincia de Asia, judíos y griegos oyeron la palabra del Señor. 11 Mientras tanto, Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo, 12 hasta el punto de que, si se colocaban sobre los enfermos, pañuelos o mandiles que habían estado en contacto con él, las enfermedades desaparecían y los espíritus malignos escapaban. 13 Ocurrió que algunos judíos, exorcistas itinerantes, probaron también ellos a invocar el nombre del señor Jesús sobre aquellos que tenían espíritus malignos, diciendo: «Yo os conjuro por aquel Jesús que Pablo anuncia». 14 Esto hicieron los siete hijos de un cierto Esceva, un dirigente sacerdote judío, 15 pero un espíritu maligno les respondió: «Conozco a Jesús y sé quien es Pablo, pero vosotros ¿Quiénes sois?» 16 Y el hombre que tenía el espíritu maligno se abalanzó contra ellos y los trajinó con tanta violencia, que desnudos y heridos, huyeron de aquella casa. 17 Este hecho fue conocido por todos los judíos y griegos que habitaban en Éfeso, entonces se difundió un temor respetuoso sobre todos ellos, y se glorificaba el nombre del señor Jesús. 18 Muchos de aquellos que habían abrazado la fe acudían a confesar en público sus prácticas. 19 Había un número considerable de personas que habían ejercido las artes mágicas, y llevaron sus libros para quemarlos en presencia de todos; se calculó el valor total y se cuantificó que era de cincuenta mil dracmas de plata; 20 y la palabra de Dios crecía y se afirmaba vigorosamente. 21 Después de estos hechos, Pablo se propuso ir a Jerusalén pasando por la Macedonia y por la Acaya; y decía: «Después de haber estado allí, es necesario que yo vaya a Roma». 22 Enviando dos ayudantes suyos, Timoteo y Erasto, a Macedonia, él se quedó aún durante un tiempo en la provincia de Asia. 23 En aquél período hubo un gran tumulto por motivo de la Vía, 24 porque un tal Demetrio, orfebre que hacía templillos de Artemisa en plata, y procuraba así no poco beneficio a los artesanos, 25 reunió a estos y a los demás del mismo oficio, y dijo: «Hombres, vosotros sabéis que nuestra prosperidad proviene de este trabajo, 26 y veis y oís que este Pablo ha persuadido y desviado a mucha gente, no solo en Éfeso, también en toda la provincia de Asia, diciendo que aquellos que se fabrican a mano, no son dioses. 27 No solo hay pues peligro de que este arte nuestro caiga en descrédito, también de que el templo de la grande Artemisa no cuente para nada, e incluso, de que aquella que toda la provincia de Asia y el mundo adora, sea privada de su majestad». 28 Al oír estas cosas, ellos, ardiendo de indignación, se pusieron a Gritar: «¡Grande es la Artemisa de los efesios!» 29 Entonces toda la ciudad se alborotó; arrastraron consigo por la fuerza a Gayo y a Aristarco, los macedonios compañeros de viaje de Pablo, y todos de acuerdo corrieron al teatro. 30 Pablo quería presentarse delante de la multitud, pero los discípulos se lo impidieron, 31 y también algunos magistrados de la provincia de Asia, que le eran amigos, enviaron a suplicarle que no se aventurase a ir al teatro. 32 Entre tanto, unos gritaban una cosa y otros otra. La asamblea estaba en confusión y la mayoría ni siquiera sabía por qué razón se habían reunido. 33 De entre la muchedumbre hicieron intervenir a un cierto Alejandro que los judíos empujaban hacia delante. Alejandro hizo una señal con la mano, quería hacer un discurso de defensa ante el pueblo, 34 pero cuando se dieron cuenta de que era judío, todos, por casi dos horas, se pusieron a gritar al unísono: «¡Grande es la Diana de los efesios!» 35 Entonces, calmada la muchedumbre, el canciller dijo: «Ciudadanos de Éfeso ¿Hay tal vez alguno que no sepa que la ciudad de los efesios es custodia del templo de la gran Artemisa, y de su imagen caída del cielo? 36 Estas cosas son incontestables, por esto debéis calmaros y no hacer nada en modo precipitado. 37 Vosotros habéis traído aquí a estos hombres que no son ni sacrílegos ni blasfemadores de nuestra diosa; 38 si pues Demetrio y los artesanos que están con él tienen algo contra alguno, están los tribunales y están los procónsules. Que cada uno presente sus acusaciones, 39 y si luego queréis hacer algún otro requerimiento, la cosa se resolverá en una asamblea regular. 40 Aquí corremos el riesgo de ser acusados de sedición por lo que hoy ha ocurrido sin un motivo que pueda justificar este tumulto». 41 Dicho esto, se disolvió la asamblea.

20 1 Apenas cesó el tumulto Pablo hizo llamar a los discípulos, los abrazó y partió para Macedonia. 2 Cruzando aquellas regiones y exhortando con muchos discursos a los discípulos, llegó a Grecia 3 donde se quedó tres meses. Después y puesto que los judíos habían urdido una conspiración contra él, decidió cuando estaba a punto de embarcarse hacia Siria, volver a través de Macedonia. 4 Eran sus acompañantes Sopatro de Berea hijo de Pirro, Aristarco, Segundo de Tesalónica, Gayo de Derba, Timoteo, Tíquico y Trófimo; 5 estos, que habían partido antes que nosotros, nos esperaban en Troas. 6 Tras los días de los ácimos partimos de Filipos y después de quince días nos reunimos a ellos en Troas, donde permanecimos siete días. 7 El primer día de la semana, mientras estábamos reunidos para partir el pan, Pablo que debía marcharse al día siguiente, habló a los discípulos y prolongó el discurso hasta la media noche; 8 en la sala del piso superior, donde estábamos reunidos, había muchos candelabros, 9 y a un joven llamado Eutico que estaba sentado en el alféizar de la ventana, le sobrevino un sueño intenso y puesto que el discurso de Pablo se prolongaba, vencido por el sueño cayó desde el tercer piso y fue recogido ya muerto. 10 Entonces bajó Pablo, se inclino ante él y dijo abrazándole: «No os agitéis, porque la vida está aún en él». 11 Luego subió, partió el pan y después de compartirlo, siguió hablando hasta el alba; luego se fue, 12 y ellos quedaron enormemente reconfortados cuando el muchacho fue devuelto a la vida. 13 En cuanto a nosotros que habíamos zarpado en la nave, fuimos navegando hacia Asso donde teníamos la intención de subir a bordo a Pablo, según él había establecido queriendo hacer a pie aquel trayecto. 14 Cuando llegó a nosotros en Asso, lo tomamos con nosotros y llegamos a Mitilene; 15 navegando desde allí, llegamos tras un día, frente a Quíos. Un día después atracamos en Samos y al día siguiente alcanzamos Mileto. 16 Pablo había decidido dejar Éfeso atrás para no perder tiempo en la provincia de Asia, apresurándose para estar si era posible, el día de Pentecostés en Jerusalén. 17 Desde Mileto, mandó a que en Éfeso llamasen a los ancianos de la congregación, 18 y cuando se reunieron con él, les dijo: «Sabéis el modo en que desde el primer día de mi llegada a la provincia de Asia, me he comportado siempre con vosotros, 19 sirviendo al Señor con humildad y con lágrimas entre las pruebas que me han procurado las insidias de los judíos; 20 y que no me abstuve de anunciaros y de enseñaros en público y en vuestras casas, lo que podría seros útil, 21 suplicando a judíos y griegos que se convirtiesen a Dios y creyesen a nuestro señor Jesús Cristo. 22 He aquí que ahora, impulsado por el espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que allí me sucederá, 23 solo sé que el espíritu santo me asegura que en toda ciudad me esperan cadenas y tribulaciones, 24 pero no considero importante mi vida, con tal de llevar a término mi carrera y el servicio que el señor Jesús me ha confiado, que es el de dar testimonio de la buena nueva del generoso don de Dios; 25 y ahora, he aquí que sé que ninguno de vosotros entre los que he predicado el reino, volverá a ver mi cara. 26 Por esto yo declaro hoy, que soy inocente con respecto a la vida de cualquiera, 27 porque no me he retenido de anunciaros cual es la voluntad de Dios. 28 Cuidad de vosotros mismos y de todo el rebaño, en medio del que el espíritu santo os ha hecho superintendentes para pastorear a la congregación de Dios, comprada por él con la sangre de su propio hijo. 29 Yo sé que después de mi partida, entre vosotros se introducirán lobos feroces   que no tendrán compasión del rebaño, 30 y también surgirán de entre vosotros mismos, unos hombres que enseñarán doctrinas engañosas para arrastrar a los discípulos. 31 Por esto, vigilad. Recordad que durante tres años, noche y día no he cesado de exhortaros con lágrimas a cada uno. 32 Ahora os confío a Dios y a la palabra de su favor que tiene el poder de edificar y de conceder la heredad, junto a todos los santificados. 33 No he deseado plata ni oro, ni la vestidura de ninguno, 34 vosotros sabéis que para mis necesidades y las de quienes estaban conmigo, proveyeron estas manos mías; 35 trabajando así, os he mostrado que en toda cosa es necesario acudir en ayuda de los débiles, y acordarse de las palabras del señor Jesús que dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”». 36 Dicho esto, se puso de rodillas y oró junto con todos ellos. 37 Todos prorrumpieron en un gran llanto y echándose al cuello de Pablo, lo besaban 38 entristecidos, sobre todo porque les había dicho que ya no volverían a ver su rostro. Luego le acompañaron a la nave.

21 1 Después de habernos separado de ellos, zarpamos y seguimos la ruta directa llegando a Cos. Al día siguiente llegamos a Rodas, y de allí a Pátara. 2 Allí, encontramos una nave que iba directa a Fenicia, nos embarcamos y zarpamos. 3 Habiendo avistado Chipre y dejándola a la izquierda, proseguimos hacia Siria y atracamos en Tiro, donde la nave tenía que dejar la carga. 4 Hallando a los discípulos, permanecimos allí durante siete días, y ellos movidos por el espíritu, rogaban a Pablo que no subiese a Jerusalén. 5 Luego, al final de nuestra estancia, partimos para proseguir el viaje, siendo acompañados hasta fuera de la ciudad por todos ellos, con sus mujeres e hijos. Y arrodillados en la playa, oramos. 6 Después de despedirnos subimos a la nave, mientras ellos retornaban a sus casas. 7 Completada la navegación desde Tiro, atracamos en Tolemaida, donde fuimos a saludar a los hermanos, permaneciendo un día con ellos. 8 Al día siguiente partimos y llegando a Cesarea, entramos en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, quedándonos con él. 9 Tenía él cuatro hijas vírgenes que profetizaban, 10 y después de pasar allí algunos días, llegó un profeta de la Judea, de nombre Ágabo 11 que, viniendo a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: «Esto es lo que dice el espíritu santo: “Los judíos atarán así en Jerusalén al hombre que es dueño de este cinturón, y lo entregarán en manos de las personas de las naciones”». 12 Al escuchar estas cosas, tanto nosotros como los de aquel lugar, le suplicamos que no subiese a Jerusalén, 13 pero Pablo respondió: «¿Qué hacéis llorando y rompiéndome el corazón? Sabed que yo estoy preparado no solo a ser atado, también a morir en Jerusalén por el nombre de nuestro Señor Jesús», 14 y puesto que no se dejaba persuadir, se resignaron diciendo: «Se haga la voluntad de Dios». 15 Después de aquellos días y tras nuestros preparativos, subimos a Jerusalén. 16 Habían venido con nosotros algunos discípulos de Cesarea, que nos llevaron a casa de uno de los primeros discípulos, un cierto Mnason de Chipre, con el que teníamos que alojarnos. 17 Al llegar a Jerusalén, los hermanos nos acogieron festivamente, 18 y al día siguiente Pablo se acercó a Jacobo con nosotros, y todos los ancianos estaban allí. 19 Tras saludarles, Pablo se puso a explicar detalladamente lo que por medio de su ministerio, había hecho Dios entre las personas de las naciones, 20 y ellos, después de haberle escuchado, glorificaron a Dios. Luego dijeron a Pablo: «Hermano, mira cuantos millares de judíos han creído, y todos ellos son partidarios de la Ley. 21 Ellos están ya informados de que vas enseñando a todos los judíos que están dispersos entre las personas de las naciones, que abandonen a Moisés, diciendo que no circunciden a sus hijos y que no se ajusten a nuestras tradiciones. 22 Ahora es inevitable que sepan que tú has venido, 23 por esto haz lo que nosotros te decimos: hay entre nosotros cuatro hombres que han hecho un voto, 24 tómalos contigo, cumple una purificación junto a ellos y paga tú sus gastos para que puedan afeitarse la cabeza. De este modo todos llegarán a saber que no hay ninguna verdad en lo que les han dicho, y que en cambio te comportas correctamente observando la Ley. 25 Con respecto a las personas de las naciones que han creído, nosotros hemos ya escrito decretando que se abstengan de las cosas sacrificadas a los ídolos, o sea de la sangre de los animales sofocados y de la fornicación». 26 Al día siguiente, Pablo tomó consigo algunos hombres, y después de ser purificado con ellos, entró en el Templo, anunciando que quería cumplir los días de la purificación, hasta la presentación de la ofrenda por cada uno de ellos. 27 Cuando los siete días estaban para cumplirse, los judíos de la provincia de Asia, viéndolo en el Templo instigaron a toda la concurrencia y le pusieron las manos encima, 28 gritando: «Israelitas, venid a ayudarnos. Este es el hombre que va predicando a todos y por todas partes contra el pueblo, contra la Ley y contra este lugar. Y además de esto, también ha llevado griegos al Templo, profanando el lugar santo» 29 pues, de hecho, antes habían visto en la ciudad a Trófimo de Éfeso con Pablo, y pensaban que lo había hecho entrar en el Templo. 30 Toda la gente de la ciudad se agitó y se formó una multitud. Aferrando a Pablo, lo arrastraron fuera del Templo y enseguida cerraron las puertas; 31 mientras buscaban darle muerte, le fue referido al tribuno de la cohorte que toda Jerusalén estaba en agitación, 32 y él, tomando apresuradamente soldados y centuriones, corrió hacia los judíos, que viendo al tribuno dejaron de golpear a Pablo. 33 Entonces el tribuno se acercó, tomó a Pablo y ordenó que fuese atado con dos cadenas, luego le preguntó quién era y que había hecho. 34 Entre el gentío, sin embargo, algunos decían una cosa y otros otra, por esto, no pudiendo tener una certeza a causa de la confusión, ordenó que fuese conducido a la fortaleza. 35 Cuando Pablo llegó a la escalinata, tuvo que ser llevado en volandas por los soldados a causa del ímpetu de la muchedumbre, 36 pues le seguía un pelotón de gente gritando: «¡A muerte!». 37 Cuando Pablo iba a ser introducido en la fortaleza, dijo al tribuno: «¿Me está permitido decirte una cosa?» Él le respondió: «¿Sabes hablar Griego? 38 ¿No eres acaso tú el egipcio que hace tiempo suscitó una rebelión y condujo al desierto cuatro mil sicarios?» 39 Pablo respondió: «Yo soy un judío de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad no ciertamente privada de importancia. Pero te ruego que me permitas hablar al pueblo». 40 El tribuno se lo permitió, y Pablo, en pie sobre la escalinata, hizo al pueblo una señal con la mano. Se hizo un gran silencio, y él se dirigió a ellos en lengua hebraica, diciendo:

22 1 «Hermanos y padres, escuchad lo que ahora os digo en defensa mía». 2 Al oír que les hablaba en lengua hebrea, aún fue mayor el silencio, 3 y él siguió: «Yo soy un judío nacido en Tarso de Cilicia y crecido en esta ciudad, a los pies de Gamaliel. Educado en la rigurosa observancia de la Ley de los padres y lleno de celo por Dios, como hoy lo estáis todos vosotros; 4 yo perseguí a muerte esta Vía, atando y encarcelando hombres y mujeres, 5 como lo pueden testificar tanto el sumo sacerdote como todo el sanedrín de los ancianos, de los que recibí cartas para los hermanos cuando me dirigía a Damasco para llevar a los que estaban allí prisioneros, a Jerusalén con el fin de que fuesen castigados. 6 Pero sucedió que mientras iba de camino acerándome a Damasco alrededor del mediodía, una fulgurante gran luz del cielo me envolvió, 7 y cayendo en tierra, oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues?» 8 Yo respondí: «¿Quién eres Señor?» Y él me dijo: «Yo soy Jesús el Nazareno, a quien persigues». 9 Aquellos que estaban conmigo vieron la luz, pero no comprendieron lo que decía el que me hablaba. 10 Entonces dije: «Señor ¿Qué debo hacer?» Y el Señor me dijo: «Levántate y prosigue hasta Damasco, allí se te dirán todas las cosas que tendrás que hacer». 11 Y puesto que yo no podía ver a causa del fulgor de aquella luz, fui conducido por la mano de mis compañeros, y así llegué a Damasco. 12 Un cierto Ananías, un hombre devoto según la Ley, del que todos los judíos que allí habitaban daban un buen testimonio, 13 vino a mí, y acercándose me dijo: «Saulo, hermano, recupera la vista», y en aquel instante me volví hacia él y recuperé la vista. 14 Luego siguió diciéndome, «El Dios de nuestros padres te ha predestinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y para escuchar sus palabras, 15 porque tú le serás testigo ante todos los hombres, de las cosas que has visto y oído. 16 Y ahora ¿A qué esperas? ¡Levántate! e invocando su nombre, sé bautizado y purificado de tus pecados». 17 Después de mi retorno a Jerusalén, mientras oraba en el Templo, fui raptado en visión, 18 y vi a Jesús que me decía: «Apresúrate, sal enseguida de Jerusalén, porque estos no recibirán tu testimonio en relación conmigo». 19 Entonces yo dije: «Señor, estos saben que yo encarcelaba y azotaba en las sinagogas a los que creían en ti, 20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban, tu testigo, yo estaba presente aprobándolo y vigilando las ropas de los que le mataban», 21 pero él me respondió. «Ve, porque yo te enviaré lejos, a las personas de las naciones». 22 Ellos le escucharon hasta este punto, luego alzaron la voz, gritando «Quitad del mundo a un hombre así, porque no es digno de vivir» 23 Y puesto que seguían dando alaridos, arrojando las capas y lanzando polvo al aire, 24 el tribuno ordenó que Pablo fuese conducido a la fortaleza, y fuese interrogado mediante fustigaciones, con el fin de llegar a conocer por qué motivo gritaban así contra él. 25 Cuando lo hubieron extendido y atado con las correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: «¿Os es lícito fustigar a un ciudadano romano antes de que sea juzgado?» 26 Oyendo esto, el centurión fue a referírselo al tribuno, y le dijo: «¿Qué estás haciendo? Este hombre es romano». 27 Entonces el tribuno fue a Pablo y le preguntó: «Dime ¿Eres romano?» y él respondió: «Si». 28 El tribuno replicó: «Yo adquirí esta ciudadanía por una gran suma de dinero», y Pablo respondió «en cambio, yo lo soy desde que nací». 29 Entonces los que le iban a someter al interrogatorio se retiraron enseguida de su lado, lo mismo que el tribuno porque sabiendo que era romano, tenía miedo pues habían hecho que le atasen. 30 Al día siguiente, queriendo saber con certeza por qué razón le acusaban los judíos, ordeno reunirse a los dirigentes de los sacerdotes y a todo el sanedrín, e hizo salir a Pablo, conduciéndole abajo para que compareciese ante ellos.

23 1 Con la mirada fija en los que estaban reunidos en el sanedrín, Pablo dijo: «Hermanos, hasta hoy me he comportado con total buena conciencia ante Dios». 2 El sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban junto a él, que le golpeasen sobre la boca, 3 entonces Pablo le dijo: «Dios te golpeará a ti, pared blanqueada ¿Te sientas a juzgarme según la Ley, y violando la Ley ¿Mandas que sea golpeado?» 4 Los que estaban junto a él le dijeron: «Te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios?» 5 Pablo respondió: «Hermanos, no sabía que él fuese el sumo sacerdote, ya que está escrito: «No hablarás mal del gobernante de tu pueblo». (Éxodo 22:28; Eclesiastés 10:20) 6 Conociendo Pablo que una parte del sanedrín estaba compuesta por saduceos y la otra, por fariseos, dijo con énfasis: «Hermanos, yo soy fariseo hijo de fariseos, y por causa de la esperanza de la resurrección de los muertos, he sido llamado a juicio» 7 Apenas hubo dicho esto, estalló una disputa entre fariseos y saduceos, y la asamblea se dividió, 8 porque los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu, mientras que los fariseos creen en una cosa y en la otra. 9 Se originó pues un gran clamor, y algunos escribas del partido de los fariseos, se alzaron y protestaron diciendo: «No encontramos en este hombre nada malo ¿Y si le hubiese hablado un espíritu o un ángel?» 10 Y puesto que la discordia iba en aumento, el tribuno, temiendo que Pablo fuese hecho pedazos por aquella gente, ordenó a los soldados que subiesen, y sacándolo de entre ellos lo condujesen a la fortaleza. 11 La noche siguiente, el Señor se presento a su lado y le dijo: «Ten valor, porque tal como tú has dado testimonio de mí en Jerusalén, se necesita que lo des también en Roma». 12 Cuando se hizo de día, los judíos urdieron una intriga e hicieron un voto, jurando no tocar comida ni bebida hasta que no hubiesen matado a Pablo. 13 Aquellos que habían tramado esta emboscada, eran más de cuarenta, 14 y se presentaron a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos para decir: «Hemos hecho un voto, jurando que no probaríamos nada, hasta matar a Pablo. 15 Por este motivo vosotros, junto con el sanedrín, mandad a decir al tribuno que os lo envíe, con el pretexto de examinar su caso con mayor atención. Mientras, nosotros nos prepararemos para darle muerte antes de que pueda llegar»,16 pero el hijo de la hermana de Pablo llegó a saber de la conspiración, y corriendo a la fortaleza, entró en ella, y refirió todo a Pablo. 17 Pablo llamó entonces a uno de los centuriones y le dijo: «Lleva a este muchacho ante el tribuno, porque tiene una cosa que decirle», 18 y tomándolo, lo condujo al tribuno y dijo: «El prisionero Pablo me ha llamado y me ha rogado que te traiga a este muchacho, porque tiene una cosa que decirte». 19 El tribuno lo tomo por la mano, y apartándose le preguntó: «¿Qué es lo que quieres decirme?» 20 Él contestó: «Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirte que lleves mañana a Pablo, abajo al sanedrín, como para informarse mejor de su caso, 21 pero tú no te dejes convencer, porque más de cuarenta hombres han urdido una conspiración y han hecho un voto jurando no comer ni beber hasta que le hayan matado, y ahora están preparados en espera de tu consentimiento» 22 El tribuno despidió al muchacho, recomendándole no hablar con ninguno de aquello que le había desvelado. 23 Luego, llamando a los centuriones, les dijo: «Tened preparados doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros para ir a Cesarea tres horas después del crepúsculo; 24 y preparad una montura para que Pablo la monte y pueda ser conducido sano y salvo, al gobernador Félix». 25 Además escribió una carta en estos términos: 26 «Claudio Lisia, al excelentísimo gobernador Félix ¡Saludos! 27 Este hombre fue prendido por los judíos y estaban a punto de matarle, cuando interviniendo con los soldados, lo liberé de sus manos al saber que era un ciudadano romano. 28 Queriendo saber de qué cosa le acusaban lo conduje a su sanedrín, 29 y encontré que estaba acusado por cuestiones relacionadas con su ley, pero no estaba acusado de nada que mereciese muerte o prisión. 30 He sido informado de una conspiración contra este hombre por parte de ellos, y lo he enviado a ti inmediatamente, ordenando también a sus acusadores que expongan ante ti lo que tienen contra él». 31 Los soldados tomaron a Pablo tal como les había sido ordenado, y le condujeron por la noche a Antipatride. 32 Al día siguiente, los soldados retornaron a la fortaleza, dejándole partir con los 70 de caballería. 33 Los jinetes llegaron a Cesarea y consignando la carta al gobernador, le confiaron a Pablo, 34 él leyó la carta y preguntó a Pablo de qué provincia era, y al saber que era de Cilicia, 35 le dijo: «Te escucharé cuando hayan llegado tus acusadores». Entonces ordenó que fuese custodiado en el pretorio de Herodes.

24 1 Cinco días más tarde bajó el sumo sacerdote Ananías con algunos ancianos y con un abogado de nombre Tértulo, y se presentaron al gobernador para acusar a Pablo. 2 Él fue llamado, y Tértulo comenzó su acusación diciendo: 3 «Ya que por medio tuyo excelentísimo Félix, gozamos de mucha paz, y de que por tu previsión, se han realizado reformas en favor de esta nación, nosotros, en todo y por todo, lo reconocemos con gran gratitud. 4 Ahora, para no retenerte demasiado tiempo, te ruego que por tu benevolencia nos escuches brevemente. 5 Hemos descubierto que este hombre es una peste, y que fomenta revueltas entre todos los judíos del mundo, siendo el jefe de la secta de los Nazarenos. 6 Este ha intentado incluso profanar el Templo, y por esto lo hemos arrestado;

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8 si le interrogas, tú mismo podrás darte cuenta de todas las cosas por las que le acusamos» 9 Entonces también los judíos se unieron en sostener las acusaciones, afirmando que las cosas estaban verdaderamente así. 10 Cuando el gobernador le hizo una señal para que hablase, Pablo respondió así a las acusaciones: «Sabiendo que ya desde hace muchos años, eres el juez de esta nación, hablo en mi defensa con mayor valor. 11 Puedes comprobar tú mismo, que no hace más de doce días me acerqué a Jerusalén para adorar, 12 y ellos no me hallaron en el Templo discutiendo con alguno ni incitando al pueblo a la rebelión, ni en la sinagoga ni en la ciudad, 13 ni pueden probar ninguna cosa de las que me acusan. 14 Pero esto te confieso: yo sirvo al Dios de mis padres según la Vía que ellos llaman secta, y creo en todas las cosas que están escritas en la Ley y en los profetas, 15 poniendo en Dios la esperanza que comparto también con ellos, de que habrá una resurrección de los justos y de los injustos. 16 Por esto me esfuerzo en conservar siempre una conciencia pura ante Dios y ante los hombres. 17 Después de muchos años, he venido para traer donativos a mi nación, y a presentar ofrendas para la purificación; 18 mientras estaba haciendo esto, me hallaron en el Templo después de haber cumplido las purificaciones, y no había ninguna aglomeración ni tumulto. Había sin embargo, unos judíos de la provincia de Asia, 19 y estos son los que tendrían que haber comparecido ante ti para acusarme, si es que tienen algo contra mí, 20 si no, que estos que están aquí presentes digan qué culpa me hallaron cuando comparecí ante el sanedrín, 21 a no ser que se trate de aquello que cuando me presenté ante ellos, dije en voz alta: “Por motivo de la resurrección de los muertos, se me juzga hoy ante vosotros”». 22 Entonces Félix, que estaba bastante bien informado con respecto a esta Vía, reenvió el proceso diciendo: «Cuando llegue el tribuno Lisia, examinaré vuestro caso», 23 y ordenó al centurión que tuviese a Pablo bajo custodia, aunque permitiéndole cierta libertad y sin impedir a ninguno de los suyos prestarle asistencia. 24 Después de algunos días llegó Félix con su mujer Drusila que era hebrea, y mandó llamar a Pablo, escuchándole con relación a la fe en Jesús Cristo. 25 Pero como Pablo hablaba de justicia, de autocontrol y del futuro juicio, Félix se turbó y dijo: «Por el momento puedes irte, te haré llamar de nuevo cuando tenga ocasión». 26 Él esperaba que con el tiempo Pablo le ofreciese dinero, por este motivo le mandaba llamar a menudo y conversaba con él. 27 Queriendo ganarse el favor de los judíos, Félix dejó a Pablo en prisión, y después de dos años, Félix fue sucedido por Porcio Festo.

25 1 Festo tomó posesión de la prefectura de la provincia, y tres días después subió desde Cesarea a Jerusalén. 2 Los jefes de los sacerdotes y los notables de los judíos le presentaron sus acusaciones contra Pablo, 3 pidiéndole como un favor, que le hiciese acudir a Jerusalén. Ellos, en tanto, iban a preparar una emboscada para matarlo por el camino, 4 pero Festo les respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea y que él partiría en breve, 5 y dijo: «Los que entre vosotros tengan autoridad bajen conmigo, y si en aquel hombre hay alguna culpa, que lo acusen». 6 Festo permaneció entre ellos no más de ocho o diez días y bajó a Cesarea. Al día siguiente, sentado en el tribunal, ordeno que Pablo fuese llevado ante él. 7 Cuando llegó, los judíos que habían bajado de Jerusalén le rodearon, imputándole numerosas y graves acusaciones que no podían probar. 8 Entonces, Pablo dijo en su defensa: «Yo no he pecado contra la ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra César», 9 pero Festo, queriendo hacer una cosa grata a los judíos, dijo a Pablo: «¿Quieres subir a Jerusalén y ser juzgado en mi presencia en cuanto a todas estas cosas?»10 Entonces Pablo respondió: «Me hallo aquí ante el tribunal del César donde debo ser juzgado; no he hecho ninguna ofensa a los judíos, como también tú sabes muy bien. 11 Si pues, soy culpable y he cometido alguna cosa que merezca la muerte no rechazo morir, pero si no hay verdad alguna en las cosas de las que estos me acusan, ninguno puede entregarme en sus manos. Yo apelo a César». 12 Entonces Festo, después de haber hablado con el colegio consultivo, respondió: «Tú has apelado a César, y a César irás». 13 Después de algunos días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea para saludar a Festo, 14 y puesto que permanecieron allí durante muchos días, Festo explicó al rey el caso de Pablo, diciendo: «Hay un hombre que fue dejado en la cárcel por Félix, 15 contra el que, cuando llegué a Jerusalén, los jefes de los sacerdotes y los ancianos de los judíos pusieron denuncia, pidiéndome que lo condenase. 16 Les respondí que no es costumbre entre los romanos el entregar a un acusado antes de ser confrontado con sus acusadores, y tener la oportunidad de defenderse de la acusación. 17 Cuando acudieron aquí, al día siguiente sin demora me senté en el tribunal y ordené que el hombre fuese traído a mi presencia; 18 sus acusadores se presentaron pero no le imputaban ninguna de las culpas delictuosas que yo suponía, 19 ellos solo tenían contra él ciertas cuestiones acerca de su propia religión y acerca de cierto Jesús, muerto, que Pablo sostenía estar vivo, 20 y yo, no conociendo el procedimiento para estos casos, le pregunté si quería ir a Jerusalén y ser juzgado allí por estas cosas. 21 Pero como Pablo interpuso una apelación para ser confiado al juicio de Augusto, ordené que fuese custodiado hasta que lo enviase a César». 22 Agripa dijo a Festo: «También yo querría escuchar a aquel hombre» y él respondió: «Mañana podrás escucharle» 23 Al día siguiente llegaron Agripa y Berenice con gran pompa, y entraron en la sala de audiencias con los tribunos y con los notables de la ciudad. A una orden de Festo, se hizo entrar a Pablo. 24 Entonces dijo Festo: «Rey Agripa y todos los que estáis aquí presentes con nosotros; vosotros veis a este hombre por causa de quien una multitud de judíos, en Jerusalén y aquí, se ha vuelto a mí gritando que no debe permanecer en vida. 25 Yo, sin embargo, no he hallado que hiciese cosa alguna merecedora de muerte, y puesto que él mismo ha apelado a César, he decidido enviárselo, 26 pero con respecto a él no tengo nada preciso que escribirle al soberano, por esto lo he conducido ante vosotros y sobre todo ante ti, oh rey Agripa, para tener después de esta audiencia alguna cosa que escribir, 27 porque no me parece razonable mandar a un prisionero sin indicar las acusaciones que contra él se hacen»

26 1 Agripa dijo a Pablo: «Se te concede hablar en tu defensa». Entonces, Pablo alzó la mano y dijo en defensa suya: 2 «Rey Agripa, yo me considero feliz de poder hoy defenderme ante ti de todas las acusaciones de los judíos, 3 sobre todo porque tú tienes conocimiento de todos los usos y asuntos que les conciernen, y por esto te ruego que me escuches pacientemente. 4 Como ha sido mi manera de vivir desde mi juventud que transcurrió entre mi pueblo en Jerusalén, es patente a todos los judíos 5 porque me conocen desde entonces y saben, si es que quieren testificar con respecto a mí, que he vivido como fariseo según la secta más rígida de nuestra religión; 6 pero ahora soy llamado a juicio a causa de la esperanza en la promesa que Dios hizo a nuestros padres; 7 aquella promesa que nuestras doce tribus que sirven a Dios con fervor noche y día, esperan ver cumplida. Por causa de esta esperanza, oh rey, soy acusado por los judíos: 8 ¿Porqué razón juzgáis increíble que Dios resucite a los muertos? 9 En lo que a mí se refiere, verdaderamente creí que debía trabajar activamente contra el nombre de Jesús el Nazareno, 10 de hecho, esto es lo que hice en Jerusalén, y habiendo recibido la autorización de los jefes de los sacerdotes, encerré a muchos santos en prisión, y cuando se los condenaba a muerte, yo votaba contra ellos. 11 A menudo, castigándoles en las sinagogas les obligaba a blasfemar, y enfurecido sin límite contra ellos, les perseguía también en las ciudades extranjeras. 12 Mientras me dedicaba a estas cosas y me dirigía a Damasco con autoridad y plenos poderes de parte de los jefes de los sacerdotes, 13 vi a mediodía por el camino, oh rey, una luz del cielo más resplandeciente que el sol, que fulguró entorno a mí y a mis compañeros de viaje; 14 todos nosotros caímos a tierra, y yo oí una voz que me decía en lengua hebraica: «Saulo, Saulo ¿Por qué me persigues? ¿Qué es lo que obtienes oponiéndote vanamente?» 15 Yo dije: «¿Quién eres Señor?» Y el Señor respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues; 16 pero levántate y permanece en pie, porque me he aparecido a ti para esto, para constituirte ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas por las que aún volveré a aparecerme a ti 17 que has sido apartado de este pueblo y de las naciones a las que te envío 18 para que les abras los ojos, con el fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás, a Dios, recibiendo por la fe en mí, el perdón de los pecados y su parte de heredad entre los santificados» 19 Por esto, oh rey Agripa, yo no he desobedecido a la visión celeste, 20 y he predicado primero a los de Damasco, después a los de Jerusalén y todo el país de Judea, y en fin a las personas de las naciones, que se conviertan y que se vuelvan a Dios, practicando obras dignas de la conversión. 21 Por esta razón me asaltaron los judíos en el Templo e intentaron matarme, 22 pero gracias a la ayuda obtenida de Dios hasta este día, he seguido dando testimonio a pequeños y grandes sin decir otra cosa que lo que los profetas y Moisés dijeron que debía suceder, 23 es decir, que Cristo tendría que sufrir, y que él, el primero en resucitar de entre los muertos, anunciaría la luz de la verdad al pueblo y a las personas de las naciones». 24 Mientras él decía estas cosas en defensa suya, Festo dijo en voz alta: «Pablo, tú alucinas. El gran conocimiento te ha trastornado la cabeza», 25 pero Pablo respondió: «No alucino excelentísimo Festo, pronuncio palabras de verdad y de buen sentido. 26 El rey, a quien hablo con franqueza, conoce estas cosas pues estoy persuadido de que ninguna de ellas le es desconocida, ya que todo esto no ha ocurrido en secreto. 27 Oh rey Agripa ¿Crees en los profetas? Yo sé que crees» 28 Agripa dijo a Pablo: «¡Por poco no me convences a hacerme cristiano!» 29 Y respondió Pablo: «Quisiese Dios que dentro de poco o de mucho tiempo, no solo tú, pero todos aquellos que me escuchan, se hiciesen tal como soy yo, a excepción de estas cadenas». 30 Entonces se levantó el rey y con él, el gobernador, Berenice y todos los que se sentaban con ellos, 31 y separándose aparte, hablaban unos con otros diciendo: «Nada ha hecho este hombre que merezca la muerte o la prisión» 32 Entonces Agripa dijo a Festo: «Este hombre podría ser liberado si no hubiese apelado al César».

27 1 Cuando se decidió que zarpásemos hacia Italia, Pablo y algunos otros presos, fueron entregados a un centurión llamado Julio, de la cohorte Augusta. 2 Tras subir a una nave de Adramitio que estaba a punto de partir hacia los puertos de la provincia de Asia, zarpamos llevando con nosotros a Aristarco, un macedonio de Tesalónica. 3 Al día siguiente llegamos a Sidón, y Julio permitió benignamente a Pablo, que fuese a ver a sus amigos para disfrutar de sus atenciones; 4 luego, al zarpar de allí, navegamos al abrigo de Chipre porque los vientos eran contrarios. 5 Atravesando el mar de Cilicia y de Panfilia, llegamos a Mira de Licia; 6 el centurión encontró allí una nave alejandrina que zarpaba hacia Italia, y nos hizo subir en ella. 7 Navegamos lentamente durante bastantes días, llegando con fatiga frente a Cnido. Luego, como el viento no nos permitía atracar, nos pusimos a navegar al abrigo de Creta por la parte de Salmone; 8 costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Puertos Bellos, cercano a la ciudad de Lasea. 9 Entre tanto, había transcurrido mucho tiempo, y la navegación se había hecho peligrosa pues ya había pasado la fiesta del Día de la Expiación; entonces Pablo les advirtió, diciendo: 10 «Hombres, veo que la navegación comienza a ser peligrosa, con la posibilidad de un gran daño, y no solo de la carga de la nave, también de nuestras personas», 11 pero el centurión tenía más confianza en el piloto y en el patrón de la nave, que en lo que Pablo decía, 12 y puesto que el puerto no era adecuado para invernar, la mayoría fue de la opinión de partir de allí e intentar llegar hasta Fénica, un puerto de Creta expuesto a los vientos del noroeste y el suroeste, para pasar allí el invierno. 13 Entre tanto se había levantado un ligero viento del sur, y pensando que podían llevar a cabo su proyecto, levaron anclas y comenzaron a costear la isla de Creta, 14 pero poco después se desencadenó sobre la isla un viento tempestuoso que venía del noreste, llamado Euroaquilón, 15 y la nave fue arrastrada, porque al no poder resistir más al viento, la dejamos ir a la deriva. 16 Pasando rápidamente al abrigo de una isleta llamada Clauda, pudimos con dificultad, recuperar la chalupa; 17 después de izarla a bordo, los marineros emplearon los utensilios para ceñir la nave con sogas, y por temor a quedar encallados en los bancos de arena llamados la Sirte, bajaron el ancla flotante y se dejaron llevar a la deriva. 18 Como estábamos violentamente sacudidos por la tempestad, al día siguiente comenzaron a echar la carga al mar, 19 y al tercer día echaron al mar los aparejos de la nave; 20 desde hacía muchos días no se veían ni el sol ni las estrellas, y la violenta tempestad seguía golpeándonos por lo que toda esperanza de salvación estaba ya perdida; 21 y como estábamos en ayunas desde hacía mucho tiempo, Pablo se alzó en medio de ellos, y dijo: «Hombres, si escuchándome no hubieseis partido de Creta, hubieseis evitado este peligro y este daño, 22 ahora, sin embargo, os exhorto a que no perdáis el ánimo porque no se perderá la vida de ninguno de vosotros, tan solo la nave, 23 pues un ángel del Dios a quien pertenezco y sirvo, se me apareció esta noche 24 para decir: “Pablo, no temas, es necesario que comparezcas delante de César, y he aquí que Dios te ha dado a todos aquellos que navegan contigo”. 25 Por este motivo, hombres ¡alegraros! porque tengo fe en Dios de que sucederá como se me ha dicho, 26 y terminaremos encallados en una Isla». 27 La decimocuarta noche desde que éramos llevados de aquí para allá por el Adriático, como hacia la medianoche, los marineros tuvieron la impresión de estar cercanos a la tierra, 28 bajaron la sonda y hallaron veinte brazas; después, un poco más adelante, volvieron a bajar la sonda y hallaron quince brazas; 29 temiendo chocar con los escollos, echaron por la popa cuatro anclas, esperando ansiosamente que se hiciese de día, 30 pero los marineros buscaron escapar de la nave, y con el pretexto de que querían echar las anclas a proa, estaban ya bajando la chalupa al mar; 31 entonces Pablo dijo al centurión y a los soldados, «Si estos no permanecen sobre la nave, vosotros no podéis hallar salvación», 32 y los soldados cortaron las cuerdas de la chalupa y la dejaron caer al mar. 33 Cuando se hizo de día, Pablo exhortaba a todos a que tomasen alimento, diciendo: «Hoy hace catorce días que estáis esperando, siempre ayunando sin tomar nada, 34 por esto os animo a comer porque lo necesitáis para sobrevivir. De todos modos, ni un cabello de vuestra cabeza perecerá». 35 Dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y se puso a comer, 36 entonces todos se sintieron reanimados y también ellos comieron. 37 Sobre la nave estábamos doscientas setenta y seis personas; 38 y después de haber comido hasta saciarnos, aligeraron la nave echando el trigo al mar. 39 Entrado el día no lográbamos reconocer la tierra, pero divisaron una ensenada con playa, y decidieron si fuese posible, encallar la nave. 40 Soltando las anclas las abandonaron en el mar; al mismo tiempo soltaron también las amarras de los timones, y alzando la vela maestra al viento se dirigieron hacia la playa, 41 pero nos encontramos con una duna que había en el mar, y que embarrancó a la nave por los dos lados, dejándola con la proa encallada e inmóvil, mientras la popa se destrozaba por la violencia del oleaje. 42 Los soldados pensaban matar a los presos para que ninguno huyese a nado, 43 pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió llevar a cabo esta idea y ordenó que los que supiesen nadar se echasen al mar los primeros para alcanzar la tierra, 44 y los demás, unos sobre tablas y otros sobre los restos de la nave; de este modo sucedió que todos alcanzaron tierra sanos y salvos.

28 1 Una vez a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta. 2 Los habitantes del lugar emplearon con nosotros una bondad poco común, de hecho, nos acogieron a todos alrededor de un gran fuego que habían encendido por causa de la lluvia que caía y del frío. 3 Mientras Pablo recogía un haz de ramas secas y las echaba al fuego, salió fuera una víbora que despertada por el calor, le mordió en una mano. 4 Cuando los habitantes del lugar vieron a la serpiente colgando de su mano, dijeron entre ellos: «Ciertamente este hombre es un homicida, pues aunque ha escapado del mar, la justicia no le permite sobrevivir», 5 pero él sacudió la serpiente en el fuego y no sufrió daño alguno. 6 Ellos aguardaban ver como se hinchaba y caía muerto de un momento al otro, pero después de haber esperado largo rato, cambiaron de parecer y comenzaron a decir que era un dios. 7 En los alrededores de aquel lugar, había unos terrenos del magistrado principal de la isla llamado Publio, que los acogió amistosamente y los hospedó durante tres días. 8 El padre de Publio estaba en cama afligido por la fiebre y la disentería; Pablo fue a su encuentro, y después de haber orado le impuso las manos y le curó. 9 Al suceder esto acudieron también otros habitantes de la isla que tenían enfermedades, y fueron curados; 10 estos nos colmaron de muchas atenciones, y cuando zarpamos nos proveyeron de todo lo necesario. 11 Tres meses más tarde nos embarcamos en una nave alejandrina bajo el distintivo de los dioses Dióscuros que había invernado en la isla. 12 Atracados en Siracusa, permanecimos tres días, 13 de allí, costeando llegamos a Regio; al día siguiente se levantó un viento del sur, y en dos días llegamos a Pozzuoli. 14 Aquí encontramos hermanos, y se nos rogó que permaneciésemos con ellos siete días. Y así, finalmente llegamos a Roma. 15 Al tener noticias nuestras, los hermanos vinieron desde allí a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y las Tres Tabernas. Cuando Pablo los vio, dio gracias a Dios y tomó ánimos. 16 Cuando llegamos a Roma, se le concedió a Pablo habitar por su cuenta, con un soldado de guardia. 17 Tres días después, Pablo convocó a los notables de entre los judíos, y cuando estuvieron reunidos les dijo: «Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra la tradición de los padres, fui arrestado en Jerusalén, y de allí, consignado en manos de los romanos. 18 Después de haberme interrogado, estos querían liberarme porque no había en mí ninguna culpa que mereciese la muerte, 19 pero los judíos se opusieron y me vi obligado a apelar a César sin tener, no obstante, ninguna acusación que hacer contra mi nación. 20 Por este motivo, os he llamado para veros y hablaros, ya que estoy atado con estas cadenas por motivo de la esperanza de Israel»; 21 pero ellos le dijeron: «No hemos recibido cartas de la Judea con respecto a ti, y ninguno de los hermanos ha venido a comunicarnos o a hablarnos mal de ti, 22 pero deseamos oírte lo que piensas, porque en cuanto a esta secta, es sabido que en todas partes encuentra oposición». 23 Habiéndoles fijado un día acudieron a él, a su alojamiento, en gran número; y de la mañana a la noche él les anunciaba el reino de Dios, dando testimonio e intentando persuadirles mediante la Ley de Moisés y mediante los profetas, con respecto a Jesús. 24 Algunos se convencieron de lo que él decía, otros sin embargo, no quisieron creer 25 y habiendo entre ellos desacuerdo, se marcharon mientras Pablo hacía este único comentario: «Bien habló el espíritu santo, cuando por medio de Isaías, dijo a vuestros padres: 26 “Ve a este pueblo y diles: Vosotros oiréis con vuestras orejas, pero no comprenderéis, y miraréis con vuestros ojos, pero no veréis, 27 porque el corazón de este pueblo se ha hecho insensible, se han vuelto duros de oído y han cerrado los ojos, para no ver con los ojos ni oír con las orejas, para no comprender con el corazón, no convertirse y que yo los sane. (Isaías 6:9-10) 28 ¡Pero que sepáis que esta salvación de Dios se dirige ahora a las personas de las naciones, y estas escucharán!»

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30 Pablo pasó dos años enteros en una casa que tomó en alquiler, y recibía a todos los que acudían a verle, 31 proclamando el reino de Dios y enseñando las cosas relativas al Señor Jesús Cristo, con toda franqueza y sin impedimentos.