Las Profecías Bíblicas
del Mesías
Después de ser
resucitado, Jesús se apareció a sus discípulos para consolarles y despedirse de
ellos, y les dijo “... era necesario que se cumpliesen todas las cosas que
están escritas de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en
los salmos”. (Lucas 24:44)
Introducción
1 Antes de hablar de
profecías mesiánicas en particular, es importante considerar algunas cosas que
se refieren al Antiguo Pacto o Testamento (AT) y su transmisión hasta nuestros
días. Los relatos canónicos del Antiguo Testamento, fueron registrados a través
de un período de casi 1.100 años; Moisés los inició hacia el año 1495 antes de
Cristo, con el libro del Génesis y los concluyó el profeta Malaquías, cómo
hacia el año 420 a.C. A pesar de los largos períodos que a veces separan a sus
distintos autores, los textos registrados suscitan una profunda impresión, ya
que, en armonía con las Escrituras griegas del NT, revelan desde el primero al
último, la imperiosa necesidad de una redención para la humanidad, sometida al
pecado y la muerte, y reflejan la esperanza de salvación que el Ungido o Mesías
de Dios proporcionará, estableciendo en toda la tierra una justicia eterna.
Esta esperanza está fundamentada en las promesas de Dios a través de sus
profetas, que desvelan el cometido y detallan la ascendencia del enviado, así
cómo el tiempo y el lugar de su nacimiento, la trayectoria de su vida, las
circunstancias de su muerte, la fidelidad que mostraría, y su triunfo en la
misión que le había sido encomendada.
2 Los relatos bíblicos
nos hablan de un salvador, de un hijo de Dios que renuncia a su vida previa en
los cielos y nace cómo hombre entre el pueblo que le estaba esperando y que sin
embargo le rechazó. Él, que no había heredado de Adán la tendencia al pecado,
fue el único hombre que pudo vivir irreprochablemente el espíritu y la letra de
la Ley entregada a Moisés, conquistando el derecho a la vida sin muerte que
Dios otorgaba a través de ella, puesto que esta escrito: “...el hombre que
cumpla mis leyes vivirá gracias a ellas”. (Levítico 18:5) Así llegó a ser el
único hombre libre de la muerte.
Este Mesías era
directamente hijo de Dios cómo lo fue Adán, por esto puede ser considerado cómo
un hermano suyo y este vínculo le concedía la facultad de redimir a sus
descendientes, cómo lo había dispuesto Dios en la Ley de Israel, de modo que él, con su vida sin pecado, pagó el precio que liberaba a la
humanidad de la esclavitud a la muerte.
3 Por este motivo dice
Pablo: “Está
escrito que el primer Adán fue hecho alma viviente, mientras que el último
Adán, un espíritu dador de vida”. (1Corintios 15:45) Y refiriéndose a que la Ley reflejaba la necesidad de un rescate que pondría al alcance de los hombres la bendición
de Dios y la vida perdurable, escribe: La Ley solo contiene una sombra
de los bienes futuros, no la realidad misma de las cosas, (Hebreos 10:1)
pues es “...la
prefiguración de cosas futuras, pero la realidad es Cristo”. (Colosenses 2:17) Y explica: “...todo sumo sacerdote
es nombrado para presentar ofrendas y sacrificios, de modo que era necesario
que él también tuviese algo que ofrecer... … y si la sangre de machos cabríos y
de toros jóvenes... sobre los que están contaminados, purifica su cuerpo y los
santifica, cuanto más la sangre de Cristo, que se ofreció a si mismo sin mácula
a Dios una sola vez y para siempre, purificará nuestra conciencia de las obras
que llevan a la muerte, para poder servir al Dios vivo. Él es pues el
mediador de un nuevo pacto o testamento, y habiéndose producido una muerte
cómo redención de las transgresiones cometidas bajo el primer pacto o
testamento, los que son llamados, pueden recibir la herencia eterna que les fue
prometida. (Hebreos 8:3 y 9:13-15)
4 El desarrollo de este
argumento constituye el tema de la Biblia entera; un tema que a pesar de su
complejidad, Pablo sintetiza en pocas palabras cuando dice: “...tal cómo por la
trasgresión de un solo hombre, muchos han sido constituidos
pecadores, por la obediencia de un solo hombre, también muchos han
sido constituidos justos”. (Romanos 5:19) Mientras Pedro recuerda a todos los judíos y
prosélitos dispersos por el Ponto, la Galacia, la Capadocia, el Asia y la Bitinia, que desde la antigüedad, las cosas sucedidas a Jesús habían sido
anunciadas al pueblo de Israel, y escribe: “Los profetas que predijeron el generoso
don que os estaba reservado, examinaban e investigaban esta salvación mientras
testificaban por adelantado los sufrimientos de Cristo, y la
gloria que seguiría después”. (1Pedro 1:10-11)
5 Ya unos 730 años antes
del nacimiento de Cristo, Isaías había hablado de un Mesías sufriente,
profetizando el rechazo de la nación de Israel; sin embargo, las profecías nos
hablan también de un Mesías triunfante, que resucitado por Dios, es revestido
por él de gloria y de poder. En uno de los salmos de los hijos de Coré leemos: “...Dios te ha bendecido
para siempre... y por causa de la justicia, tu majestad avanza triunfante sobre
hechos de fidelidad... Tu trono ¡Oh divino! es perdurable y eterno. Cetro de
rectitud es el cetro de tu reino; has amado la justicia y odiado la
ilegalidad, por tanto ¡Oh divino!, tu Dios, te ha ungido con
óleo ceremonial por encima tus compañeros.” (Salmo 45:2, 6-7) Y recordando este salmo,
Pablo dice al describir la gloria alcanzada por Cristo: “...del Hijo se dice:
“¡Oh divino! Tu trono es por los siglos de los siglos y el cetro de tu reino es
un cetro de rectitud. Tu has amado la justicia y odiado la ilegalidad,
por esto ¡Oh divino! has sido ungido con el óleo del ritual sobre tus
compañeros, por tu Dios”. (Hebreos 1:8-9)
6 Así, en relación al
propósito de Dios para el hombre, en el AT se ilustran dos aspectos de un mismo
Mesías, y si bien las profecías que se refieren a su glorioso retorno cómo rey
de justicia nombrado por Dios, tienen un cumplimiento aún futuro, las que se
refieren a su nacimiento en Israel cómo hombre, a su vida, a su muerte y a su
resurrección, han quedado plenamente consumadas. Encontramos en las Escrituras
más de 330 profecías mesiánicas muy detalladas y extremadamente específicas,
cuya autenticidad puede ser probada en base a referencias y hechos
históricos, y que tuvieron un cumplimiento literal en Jesús de Nazaret,
un personaje verdadero, muchas veces discutido y refutado cómo le sucedió
durante su vida en la tierra, pero innegablemente histórico. Es pues importante
considerar y conocer las razones que imposibilitan el hecho de que las
profecías cumplidas en él sean una interpolación, o sea, una falsificación
posteriormente incorporada en las Escrituras por sus seguidores.
7 A partir del año 1947, se hallaron a orillas del
Mar Muerto, en muchas de las grutas que hay en la región del Qumran, numerosos
manuscritos bíblicos. Este hecho provocó un gran revuelo entre estudiosos y
arqueólogos, ya que los rollos encontrados abarcan todos los libros del Antiguo
Testamento, excepto el llamado libro de Ester, y se remontan a tiempos
anteriores a nuestra era cristiana. Pues bien, el libro del profeta Isaías
registra muchas profecías mesiánicas y por este motivo, el hallazgo de un rollo
entero de este profeta resulta de la mayor importancia. El texto está escrito
sobre pergamino de piel de cabra y en idioma hebraico no vocalizado; el rollo,
en un estado de conservación verdaderamente extraordinario, está formado por 15
piezas cosidas una a otra, y mide 7,30 m. de longitud por 26 cm. de amplitud; actualmente está en posesión del estado de Israel, donde ha sido
fotografiado en su tamaño natural y publicado por entero, siendo accesible a
cualquiera que esté interesado, a través del libro ‘Scrolls from Qumran
Cave’.
En lo que a su edad se
refiere, el profesor André Lamorte escribe: ‘El rollo del profeta Isaías es considerado hoy
y definitivamente, copiado antes de la era cristiana. El parecer de los
expertos en cuanto a su datación, varía generalmente entre el inicio del primer
siglo antes de Cristo y el final del segundo...’ Resultaría pues absurdo dudar de la
legitimidad de las profecías mesiánicas que se encuentran en él.
8 Además, la veracidad de
las profecías mesiánicas de los demás libros canónicos del AT, también puede
ser corroborada por los manuscritos del Mar Muerto. Frank Moore Cross dice en
su libro ‘La Antigua Biblioteca del Qumran y la ciencia Bíblica’, que el hallazgo de
estos manuscritos hace imposible poner en duda cualquiera de los libros de los
profetas anteriores, cómo los cinco primeros libros de Moisés, el libro de Josué, el de Jueces, 1º y 2º
de Samuel y el 1º y 2º de los Reyes, y también los de los
profetas posteriores, que son Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Daniel, Joel, Amós, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Ageo, Zacarías y Malaquías. Del libro del profeta Daniel se han
encontrado numerosos fragmentos, y uno de ellos que fue hallado en la gruta IV,
ha sido datado por los paleógrafos, hacia finales del siglo segundo antes de
Cristo.
9 Por otro lado, aparte
de estos manuscritos que certifican la fidelidad de las versiones hebreas que
han llegado hasta nosotros, la traducción alejandrina del AT ofrece otra prueba
de la genuinidad de las profecías mesiánicas de las Escrituras. Esta versión es
una trascripción griega del entero AT, y se realizó hacia el año 285 antes
de Cristo, por encargo del rey egipcio Ptolomeo Filadelfo. Según se afirma en
ella, colaboraron en la traducción 72 expertos hebreos y por este motivo se la
conoce con el nombre de ‘Septuaginta (LXX)’ o ‘Versión de los Setenta’.
El hebreo Aristóbulo escribe a principios del segundo
siglo que precedió a nuestra era, que la trascripción de ‘La Ley’ al griego llegó a completarse durante el reinado de Ptolomeo Filadelfo, y si bien esta
expresión se refiere normalmente a los cinco primeros libros de las Escrituras,
puede de hecho ser aplicada a todo el AT, de modo que las palabras de
Aristóbulo nos descubren la posibilidad de que la trascripción griega estuviese
ya disponible a finales del siglo tercero antes de Cristo.
Hoy en día existen
varias versiones procedentes de esta traducción alejandrina ¿Cómo pues hubiese
sido posible cambiar posteriormente y en favor de Jesús, unas profecías
escritas en el idioma más conocido de aquel tiempo y divulgadas desde 200 años
antes de su nacimiento?
10 Para corroborar el
cumplimiento en Jesús de las profecías mesiánicas, tenemos a disposición un
notable número de fuentes históricas. Son importantes los escritos del historiador
hebreo Josefo Flavio (años 37 a 100 después de Cristo) porque en dos de
sus obras, ‘Las
Guerras Judaicas’ (De Bello Judaico) y ‘Las Antigüedades Judías’ (Antiquetates
Judaicae), relata la historia del pueblo hebreo desde el año 175 a.C. hasta el 70 de nuestra era. También lo son las fuentes y las declaraciones de Tácito
(años 55 a 118 d.C. aproximadamente), de Thallos (hacia el 52 d.C.), de Tertuliano
(2º siglo d.C.), de Casio Dión, (2º - 3er siglo d.C.) de Julio
Africano (3er siglo d.C.) así cómo las del Talmud hebraico, aunque
el testimonio más importante se encuentra en las Escrituras del Nuevo Pacto o
Testamento.
11 Según manifiesta Kurt
Aland, directivo del Instituto Germano-Occidental para el estudio del Nuevo
Testamento, con sede en Münster, el NT ha sido transmitido a través de 5.300
manuscritos griegos, sin contar a los aproximadamente 9.000 manuscritos de
traducciones antiguas y las decenas de miles de citas bíblicas realizadas
durante los primeros siglos por los llamados Padres de la Iglesia. Todas estas certificaciones acreditan manifiestamente su transmisión fidedigna; es
importante considerar que la distancia cronológica entre los escritos
originales y los más antiguos manuscritos hallados, es solamente de unos
35 a 250 años, y además, todos los escritos del Nuevo Pacto o Testamento
fueron compilados en tiempos apostólicos, entre el año 32 y el 96 de
nuestra era, de manera que son atendibles y de una gran fiabilidad.
12 Con respecto a los
cuatro evangelios, tres de ellos, el de Mateo, el de Marcos y el de Lucas,
fueron escritos antes de la destrucción de Jerusalén que ocurrió en el año 70
de nuestra era, y tuvieron una amplia y rápida difusión; por este motivo,
cualquier infidelidad a la realidad histórica de los acontecimientos relatados,
hubiese suscitado su inmediata impugnación por parte de los judíos y el
subsiguiente descrédito del cristianismo naciente. Pero puesto que los hechos
narrados en ellos eran históricos e irrefutables, la lucha contra los
cristianos no se centró en desmentirlos sino en la difusión de calumnias y
sospechas maliciosas, que dieron lugar a las persecuciones físicas.
Por otro lado, resulta
impensable que algunos hombres de prestigio dentro del judaísmo de su tiempo,
cómo lo eran Nicodemo, un miembro del Sanedrín, o Saulo de Tarso y el
alejandrino Apolo, unos doctores de la Ley, se interesasen en el cristianismo y
convirtiéndose a una fe nueva, intentasen sostenerla con argumentos basados en
cuentos y hechos seudo-históricos.
13 A menudo se argumenta en detrimento de la
credibilidad de las profecías mesiánicas, que su cumplimiento se debe tan solo
a la casualidad, pero recurriendo al cálculo de probabilidades, esta opinión
resulta fácilmente rebatible, puesto que las profecías mesiánicas son más de
330 y la probabilidad matemática de que todas se cumpliesen casualmente en un
mismo individuo, sería de una entre 10 elevado a 99 (1:10 elevado a 99) una
cifra no representable por su magnitud, aunque podemos hacernos una idea si
pensamos que los electrones contenidos en el entero universo conocido, son 10
elevado a 130. Con esto comprenderemos inmediatamente, que con respecto al
conjunto de las profecías mesiánicas consumadas en Cristo, no es sensato
considerar siquiera la posibilidad de un cumplimiento casual.
14 Cómo conclusión podemos
aún considerar algunas cosas en relación a la naturaleza de las profecías
mesiánicas; por ejemplo, que las profecías que hablan del Mesías de Dios, no se
encuentran solamente en los escritos de los profetas, se repiten también en los
escritos de Moisés y en los demás libros del AT.
Por ejemplo, en el libro
del Génesis, Dios mismo da testimonio de su Mesías cuando leemos: “...Yahúh Dios se dirigió
a la serpiente para decirle: “Puesto que has hecho esto ... … pondré enemistad
entre ti y la mujer y entre tu progenie y la suya; él te aplastará la cabeza
y tu le herirás en el talón”. (Génesis 3:14-15) Y en los Proverbios de
Salomón, el hijo de Dios destinado a aplastar la cabeza de la serpiente y a
redimir a la humanidad, se da a conocer a los hombres antes de ir a ellos, y
les habla de su cometido, de su origen, de su amor y de la esperanza que pueden
albergar, diciendo: “...‘A vosotros, hombres, llamo; mis palabras son para los hijos de
los hombres... Escuchad, porque hablaré palabras importantes... recoged
mi instrucción en vez de plata, y sabiduría en vez de oro escogido... yo
voy por unos caminos de justicia, por unos senderos de juicio, para que
aquellos que me aman hereden hacienda y yo llene sus tesoros. Yahúh me creó
cómo primicia de su camino, antes de sus obras más remotas... cuando fijó los
cielos, yo estaba allí, cuando sobre la faz del abismo diseñó una esfera...
cuando puso límite al mar para que las aguas no sobrepasasen su orilla, cuando
dispuso los fundamentos de la tierra, fui entonces a su lado artífice... y
gozaba en el mundo, su tierra, y mi afecto estaba con los hijos del hombre...
escuchad pues la instrucción, no la descuidéis y sed sabios; la dicha del
hombre es escucharme, mientras vela día a día a mis puertas, aguardando
en el dintel mi llegada, porque aquel que me halla, halla la vida
y obtiene el favor de Yahúh...” (Proverbios 8:1-35)
15 Muchas de estas
profecías emplean el perfecto profético, o sea, un término técnico
particular de la gramática hebraica y con esto, los tiempos verbales futuros,
del pretérito perfecto y del el pasado remoto, enfatizan la sensación de unidad
en el tiempo de sus mensajes y la certeza de su consumación. Así encontramos
referencias al Mesías sufriente y al Mesías triunfante en un mismo párrafo, y
es que para Yahúh, el autor de la profecía, el tiempo tiene una dimensión muy
diferente de la que tiene para el hombre; de hecho, su nombre significa en
realidad, Aquel
que era, que es y que será, (Apocalipsis 1:4) aludiendo en sentido
absoluto a su existencia eterna. El nombre con el que se nos da a conocer,
muestra que él no está sujeto a cambio alguno en el tiempo y que puede, con su
presciencia de las cosas futuras, hacer saber a sus profetas las cosas por
venir.
La Biblia habla de la ‘prognosis’
de Dios, o sea de su presciencia o su preconocimiento, por esto Pedro dirige su
primera carta a “los elegidos de antemano por Dios Padre…”; (1Pedro 1:1-2) sin embargo, el que
Yahúh preconozca profundamente a las personas, no excluye o limita el libre albedrío
y la capacidad de decisión de los hombres ni su correspondiente
responsabilidad. Pablo escribe: “Nosotros sabemos que Dios hace cooperar todas
sus obras para el bien de los que le aman, o sea, de aquellos que él ha
llamado según su propósito, que son los que desde el principio ha
reconocido y ha designado para ser modelados a semejanza de su Hijo,
para que él sea el primogénito de muchos hermanos”. (Romanos 8:28-29) Pero verdaderamente,
ninguno obliga a estos designados a escuchar la llamada de Dios, ya que todos
los hombres son libres de elegir su camino, y comprendiendo que solo una parte
de los que fueran llamados estaría dispuesto a seguirle, Jesús dijo: “...muchos son llamados,
pero son pocos los elegidos”. (Mateo 20:16)
16 Las Escrituras cristianas
del Nuevo Pacto o Testamento, nos enseñan que mediante la profecías mesiánicas
puede demostrarse, en el verdadero sentido de la palabra, que Jesús de
Nazaret fue el Mesías preanunciado y esperado por los profetas.
Relata Lucas que Pablo,
que tan bien conocía las Escrituras por ser Doctor en al Ley, “...se crecía y confundía
a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que aquél era el
Cristo”, por
lo que
“...al cabo de algún tiempo, los judíos tomaron la decisión de matarle”. (Hechos 9:22-23) Y también habla de que: “Un judío, de nombre
Apolo, alejandrino de nacimiento y hombre elocuente, llegó a Éfeso. Era un
experto conocedor de las Escrituras que había sido instruido en el Camino
del Señor, y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud
las cosas referentes a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de
Juan. Este había comenzado a hablar con valentía en la sinagoga, y habiendo
oído hablar de él, Aquila y Priscila le tomaron consigo y le expusieron más
exactamente la vía de Dios. Entonces él quiso pasar a la Acaya. Los hermanos le animaron a hacerlo así y escribieron a los discípulos para que le recibieran, y una vez allí,
ayudó a los que habían creído por medio del don que había recibido, pues
incansablemente argüía en público con los judíos, demostrándoles con
las Escrituras, que Jesús era el Cristo”. (Hechos 18:24-28)
17 Ante los hebreos, Pablo
y Apolo empleaban las Escrituras del pacto antiguo cómo demostración
de la fe cristiana. En el original del texto de Hechos 9:22, la palabra
‘demostrándoles’ traduce el término griego ‘symbibazo’, que indica una
demostración a través de conclusiones lógicas alcanzadas mediante el material
aportado cómo prueba; y en Hechos 18:28, traduce el término ‘epideiknù’, que indica una exposición
evidente y clara, probatoria de los motivos de la demostración.
Nunca se enfatizará
suficientemente el hecho de que ninguna creencia religiosa, fuera del
cristianismo bíblico, conoce y puede ofrecer esta clase de demostración
probatoria.
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Capítulo Primero
El momento histórico de
la llegada del Mesías
1 El noveno capítulo del
libro del profeta Daniel es de gran importancia dentro de las profecías
bíblicas, puesto que predice con exactitud el momento de la presentación del
Mesías o Ungido de Dios, ante el pueblo de Israel. (Mesías en hebreo = Cristo
en griego = Ungido en castellano)
La profecía dice así: “1 En el año primero de
Darío, el hijo de Asuero del linaje de los Medos, que reinó sobre el reino de
los Caldeos, 2 durante el año primero de su reinado, yo, Daniel, advertí en los
libros el número de años que, según la palabra de Yahúh a Jeremías el profeta,
transcurrirán hasta quedar cumplida la desolación de Jerusalén; setenta años. 3
Entonces volví mi rostro al Señor Dios para inquirir orando y rogando, en
ayuno, saco y ceniza... … 21 Y mientras yo hablaba orando, aquel varón
Gabriel... vino a mí hacia la hora del sacrificio de tarde 22 para esclarecerme
y me habló diciendo: Daniel, ahora he venido para instruirte en conocimiento;
23 al iniciarse tus ruegos, partió el mandato y yo he venido a informarte pues
eres un varón bien amado. Pon atención al mensaje y discierne la visión: 24
‘Setenta semanas se ha decretado sobre tu pueblo y tu ciudad santa, para cerrar
la trasgresión y para sellar los pecados, perdonar la iniquidad y traer
justicia eterna; para concluir profecía y profeta, y ungir al Santo de los
santos. 25 Conoce pues y comprende: desde que parte el mandato de restaurar y
edificar Jerusalén, hasta el caudillo ungido, son siete semanas y sesenta y dos
semanas. Plaza y muros tornarán a ser edificados, aunque en tiempos difíciles,
26 y después de las sesenta y dos semanas, el Ungido será suprimido sin causa;
entonces la ciudad y el santuario serán destruidos por el pueblo de un soberano
que sobrevendrá y terminara por invadirla, y al final de la guerra se
decretará su desolación. 27 Pero en una semana él establecerá un pacto para
muchos, y a la mitad de la semana pondrá fin al sacrificio y la ofrenda;
entonces habrá profanaciones aterradoras por causa del asedio, y lo decretado
se derramará hasta la desolación”. (Daniel 9: 1-3 y 21-27)
Las semanas de años del
profeta Daniel
2 En primer lugar es
importante comprender el significado de la expresión: semanas de años. La palabra hebrea shabua corresponde exactamente
a la palabra griega eptade, que designa una composición de siete. Ahora bien, en el
contexto de Daniel 9, la palabra shabua que se refiere normalmente a una semana de
siete días, solo puede significar una eptade de años. Esto no resultaba nuevo para los
hebreos del AT, porque en la Ley entregada a Moisés, Dios había ya ordenado al
pueblo de Israel que contasen con ciclos de semanas de años. Cada siete años
debía dejarse descansar la tierra sin cultivarla, y cada vez que los siete años
trascurrían siete veces, debía celebrarse la fiesta del jubileo. (Levítico
25: 1-7, 8-13)
La fecha del decreto de
la reconstrucción de Jerusalén
3 De acuerdo con los
primeros versículos del noveno capítulo del libro de Daniel, esta profecía
mesiánica se inicia en el año 539 antes de Cristo, el año en que Ciro conquistó
Babilonia y colocó a Darío el Medo en el trono, mientras Jerusalén yacía
destruida. En los versículos 25 y 26 leemos literalmente: “Conoce pues y
comprende: desde que parte el mandato de restaurar y edificar Jerusalén,
hasta el caudillo ungido, son siete semanas, y sesenta y dos
semanas.
Tornarán a
ser edificados plaza y muros, pero en tiempos difíciles; y después de las
sesenta y dos semanas, el Ungido será suprimido sin causa; entonces
la ciudad y el santuario serán destruidos por el pueblo de un príncipe que
vendrá, y su fin será por invasión, y al final de la guerra, se
decretará su desolación”. De modo que desde el momento que se dio la orden de
reedificar la ciudad de Jerusalén, hasta que el Mesías o Ungido de Dios se
diese a conocer, tenían que transcurrir 69 semanas de años, o sea, 69
veces 7 años, que resultan 483 años.
4 En el segundo capítulo
del libro de Nehemías se describe detalladamente el momento de la proclamación
de este decreto tan importante para la historia del pueblo de Israel. Leemos: “1 Y ocurrió que en el
mes de Nisán, el veinteavo año de Artajerjes, tenía el rey ante él
el vino y yo se lo serví; nunca había estado triste en su presencia, 2 así que
el rey me dijo: ‘¿Cómo es que tu rostro está triste? No es que estés enfermo,
no es esto, solo tienes triste el corazón’; entonces me atemoricé muchísimo 3 y
le dije: ‘¡Vida al rey por siempre! Pero ¿Por qué no iba a estar triste mi
rostro, cuando la ciudad de la casa y de las sepulturas de mis padres está en
ruinas, y el fuego ha consumido sus puertas?’ 4 Entonces me dijo el rey: ‘¿Que
es lo que quieres?’ Así que oré al Dios de los cielos 5 y le dije al rey: ‘Si
resulta adecuado ante el rey y si tu siervo halla favor ante ti, envíame a
Judá, a la ciudad donde se hallan los sepulcros de mis padres, y la
reedificaré’. 6 Entonces el rey me contestó, y estaba la reina sentada a su
lado: ‘¿Cuando iniciarás el viaje, y cuando retornarás?’ Así que al rey le
pareció bien dejarme marchar después de haberle establecido un plazo, 7 pero
además le dije: ‘Si resulta adecuado ante el rey, séanme entregados comunicados
para los gobernadores del otro lado del río, de modo que me permitan transitar
hasta Judá, 8 y para Asaf, el guarda del parque del rey, para que me facilite
maderas para las vigas de las puertas de la fortaleza que pertenece a la casa,
y para las puertas de la ciudad y la casa que habitaré’, y el rey me lo
concedió porque la mano misericordiosa de mi Dios estaba sobre mí...” (Nehemías 2:1-8)
5 El decreto es pues del
Mes de Nisán, el mes del Pesaj hebreo que cae entre los meses de marzo y abril,
del veinteavo año de reinado del rey Artajerjes. Ahora bien, el rey Artajerjes
Longimano reinó desde el año 475 al 423 antes de Cristo, por lo que el
veinteavo año de su reinado es el año 455. Todas estas cosas tenían para los
hebreos del AT, el siguiente significado: desde la fecha del decreto de la
reconstrucción de Jerusalén en marzo-abril del 455 antes de Cristo, tenían que
ser contados 483 años hasta la presentación del Mesías de Israel. Este calculo
nos indicaría la fecha en que Jesús comenzó su ministerio cómo el Mesías de
Dios en el pueblo de Israel, según se indica en Daniel 9:25.
Quedan pues establecidos
los sucesos que señalan el inicio y el final de las 69 semanas de años, en el
marzo/abril del año 455 antes de Cristo y el marzo/abril del 29 después
de Cristo. Con esto, la profecía de Daniel se cumple exactamente y
esta es solamente una de las muchas profecías mesiánicas. A pesar de que esta
exactitud ha causado desconfianza en muchos, no deberíamos incurrir en el mismo
error que el filósofo neoplatónico Porfirio (233 – 303 d.C.), discípulo de
Plotino, que en su libro 12º contra los cristianos, (citado por Eusebio de
Cesarea en su ‘Preparación evangélica’) declara falso el
libro del profeta Daniel, con la acusación de que sus profecías resultan
demasiado exactas.
La confirmación
Histórica de la Profecía Bíblica
6 No obstante, si ahora
quisiera alguno poner en duda la autenticidad de la profecía que se encuentra
en el capítulo noveno de Daniel, solo podría intentarlo falseando la fecha de
la presentación de Jesús en Israel, puesto que la profecía ha quedado
corroborada por los hallazgos de Qumram, además de la Versión de los Setenta; aunque también varias fuentes no bíblicas muestran que Jesús llevó a
cabo su ministerio y murió durante el reinado del emperador Tiberio y del
procurador romano Poncio Pilato.
7 Tácito, nacido hacia el 56
d.C., desempeñó los cargos de pretor (88 d.C.) y de cónsul, (97 d.C.) aunque su
importancia radica fundamentalmente en la autoría de dos grandes obras
históricas de la Antigüedad clásica: los Anales y las Historias. Sus relatos históricos
están en muchos casos, cronológicamente próximos a los acontecimientos
narrados, y hacia el 115 de nuestra era, se refiere a los seguidores de Jesús en
su obra ‘Anales’ libro XV, 44, escribiendo: son “...personas que por el
pueblo sencillo son llamados cristianos. El nombre esta relacionado con Cristo,
que fue ajusticiado cómo malhechor por el procurador Poncio Pilato, bajo el
reinado de Tiberio”.
También a través de Plinio
el Joven, (61-114 d.C.) gobernador de Bitinia bajo la administración de
Trajano, hallamos en la Historia clásica otra referencia al cristianismo, pues
habla de los cristianos en el décimo libro de sus cartas (X, 96, 97).
8 Josefo Flavio, historiador judío
nacido en el año 37 después de Cristo, y perteneciente a una distinguida
familia sacerdotal, habla de Jesús en su obra ‘Antigüedades Judaicas’, libro XVIII: 63 y 64,
y escribe: “Vivió
por esa época Jesús, un hombre sabio… Cuando Pilato, tras escuchar la acusación
que contra él formularon los principales de entre nosotros lo condenó a ser
crucificado… y hasta el día de hoy no ha desaparecido la tribu de los
cristianos”.
Un segundo texto en
Antigüedades XX, 200 - 203 afirma que el sumo sacerdote “Anano consideró que
tenía una oportunidad favorable, porque Festo (procurador romano) había muerto y Albino
se encontraba aún de camino. De manera que convenció a los jueces del Sanedrín
y condujo ante ellos a uno llamado Santiago, hermano de Jesús llamado Mesías, y
a algunos otros. Los acusó de haber transgredido la Ley y ordenó que fueran lapidados”.
9 Todos estos fragmentos
son referencias históricas que dan testimonio del ministerio ejercido por Jesús
entre el pueblo de Israel, en los años 29 al 33 de nuestra era. Y es importante
el hecho de que desde el año 455 a.C. al período abarcado por los años 29 al 33
d.C. se insieren exactamente las sesenta y nueve semanas de
años profetizadas por Daniel, que comprenden el período que transcurre
desde el reinado de Artajerjes al emperador Tiberio. Puede por tanto afirmarse
con fundamento que el tiempo profetizado por Daniel en cuanto a la llegada del
Mesías, es exacto.
La subdivisión de
la semana de años
10 Podemos preguntarnos la
razón de la subdivisión de las semanas de años en 7 y en 62, la explicación es
la siguiente: Las 7 primeras semanas de años, o sea los primeros 49 años, se
refieren al tiempo que tomó la reconstrucción de Jerusalén, pues se le dice a
Daniel: “Plaza
y muros tornarán a ser edificados, pero en tiempos difíciles...” (Daniel 9:25) Mientras que las
restantes 62 semanas comienzan inmediatamente tras la reconstrucción
de Jerusalén. Esto resulta importante, porque demuestra que el capítulo 9
de Daniel se refiere al decreto de Artajerjes en el 455 y no al de Ciro, del año
538 a.C. (El de Ciro se refería a la reconstrucción del templo. Esdras 1)
Se dice en la profecía
de Daniel, que Jerusalén sería reconstruida en los primeros 49 años, y esto
sucedió en tiempos de Artajerjes, no en los de Ciro. Con esto los hebreos
podían conocer el año en que debían comenzar a contar para calcular el tiempo
de la llegada del Mesías.
11 Además, en el versículo
27 de esta profecía, leemos: “Pero en una semana él establecerá un pacto para muchos, y a
la mitad de la semana pondrá fin al sacrificio y la ofrenda...” En la primera mitad de
la sexagésimo tercera (63ª) semana de años, Cristo estableció un Nuevo Pacto
con Dios en beneficio de muchos, y a la mitad de la semana, o sea, tres años y
medio después de su presentación, puso fin al sacrificio y a la ofrenda que
según la Ley, debía ofrecerse cotidianamente a Dios en el Templo, ya que
ofreció su vida sin pecado una sola vez y por siempre, un sacrificio perfecto
para redención de la humanidad, y con esto, todos los sacrificios que proféticamente
la Ley prescribía por los pecados, quedaron obsoletos, ya que cómo explica el
apóstol Pedro: “...no habéis sido liberados del modo de vida inútil que
heredasteis de vuestros padres, por medio de cosas corruptibles... sino
mediante la preciosa sangre de Cristo, que es cómo la de un cordero sin defecto
ni mácula, predestinado antes de la fundación del mundo y revelado a vosotros
en estos últimos tiempos”. (1Pedro 1:18-20)
12 El emperador Tiberio
reinó desde el año 14 hasta el año 37 después de Cristo, y el 15º año de su
reinado coincidió con el año 29 d.C. de nuestro calendario.
La actividad pública de
Jesús duró unos 3 años y medio, pues en el evangelio de Juan se habla de que
Jesús participó en tres conmemoraciones del Pesaj o Pascua judía. (Juan 2:13,
6:4 y 11:55) De la última celebrada, Juan escribe: “Seis días antes
del Pesaj, Jesús fue a Betania... entonces María tomó una libra de ungüento de
nardo líquido de mucho precio, y le ungió los pies, secándolos con sus
cabellos... dijo uno de sus discípulos... ‘¿Por qué no se ha vendido
este ungüento por trescientos denarios para entregar a los pobres?’... pero
dijo Jesús: ‘Déjala; porque ha guardado esto para el día de mi sepultura,
pues a los pobres los tendréis siempre, pero a mí no me tendréis’...”. (Juan 12: 3-8) Y a partir del versículo
12 del mismo capítulo, relata el ingreso triunfal de Jesús en Jerusalén, en el
día quinto antes del Pesaj, diciendo: “Al día siguiente, mucha gente que había
venido para la fiesta, al oír que Jesús acudía a Jerusalén, tomaron ramas de
palma y salieron a recibirle clamando: ‘¡Hosanna! Bendito el que viene en el
nombre del Señor, el Rey de Israel’. Entonces Jesús halló un asnillo y se sentó
sobre él, como está escrito: ‘No temas, hija de Sión: he aquí tu Rey viene, sentado
sobre un pollino de asna’.” (Juan 12: 12-15 y Zacarías 9:9)
Jesús fue pues ejecutado
en el mes de Nisán (entre marzo y abril de nuestro calendario) del año 33 d.C.
También en esto se cumplió con precisión la profecía de Daniel.
13 Las palabras de Daniel: “...la ciudad y el
santuario serán destruidos por el pueblo de un soberano que sobrevendrá...”
(Daniel
9:26) se refieren con claridad
a los ejércitos romanos. Unos años después de la ejecución de Jesús, los judíos
se sublevaron contra Roma, de la que eran tributarios, y tras un asedio largo y
penosísimo, en el año 70 penetró en la ciudad el ejército bajo el mando del
general Tito, que fue más tarde emperador.
Un testigo ocular, el
historiador judío Josefo Flavio, ofrece en su libro ‘Las Guerras Judaicas’, una
información fidedigna de los terribles sucesos del asedio y destrucción de la
ciudad. También el rabino Salomón Jarchi (1070-1105) que fue conocido con el
nombre de Raschi, comentarista de 23 tratados del Talmud y de los libros del
Antiguo Testamento, reconoce que en el capítulo noveno de Daniel se anuncian
los dolores sufridos por pueblo judío, con la destrucción en el año 70 de la
ciudad de Jerusalén.(Talmud babilonese, Nazir 32b)
La posición rabínica
tradicional ante el noveno capítulo del libro de Daniel
14 El rabino Moshé Ben
Maimón (Llamado Maimónides; 1135-1204; Córdoba, España), filósofo y médico
ampliamente conocido y admirado en todas las épocas por su ciencia y su
sabiduría, y denominado por los suyos ‘el segundo Moisés’ por su extraordinaria
influencia en el pensamiento teológico hebreo, dice en su carta ‘Ygereth
Hatteman’ en cuanto al cálculo de las semanas de años de esta profecía: “Daniel nos explicó la
ciencia profunda del tiempo, pero puesto que es oculta, los santos
antepasados nos han impedido calcular los tiempos del porvenir, porque la
gente común puede irritarse y caer en el error, viendo que los tiempos se
han cumplido y que Él (el Mesías) aún no ha llegado”. Esta toma de
posición habla por sí misma y no necesita comentarios. (La cita es de
Abraham Meister: ‘El Cumplimento de la Promesa Mesiánica del AT en Jesús de Nazaret’, Dott. S. Kulling, Chrischonarain 201, 4126 Bettingen, pag
19)
La exclusividad de su
cumplimiento
15 El tiempo de la llegada
del Mesías se comprende de modo inequívoco en el Antiguo Testamento y es
evidente que todos los eventos relacionados con el Mesías y relatados
proféticamente por Daniel, tuvieron su cumplimiento en la persona de Jesús y en
los sucesos de su tiempo.
Es cierto que en la historia del pueblo hebreo se han presentado más de
cuarenta hombres sosteniendo ser el Mesías prometido, aunque hoy ni siquiera se
recuerda su nombre. Los más notables por su amplia aceptación entre los
hebreos, fueron Bar Kochba (132 d.C.) y Shabtai Zvi (1665 d.C.) Pero
volviéndonos a las profecías, los dos se presentaron demasiado tarde para que
les pudiesen serles aplicadas; él uno, más de cien años y el otro, unos 1.635.
Sin embargo, ninguno de
los falsos ungidos ha podido nunca sostener su pretensión acreditando el
cumplimiento en él, de las profecías registradas en los libros canónicos de la Biblia.
El Shiloh de Judá
16 Poco antes de morir,
también el patriarca Jacob profetizó con respecto al futuro Mesías, porque al
bendecir a cada uno de sus doce hijos, los padres de las tribus de Israel, les
habló del destino de sus descendientes y dijo a Judá: “No se apartará el cetro
de Judá ni el cayado de sus pies, hasta que llegue Shiloh, entonces la
obediencia de los pueblos será para él”. (Génesis 49:10)
El cayado y el cetro son
símbolo de la autoridad y del privilegio concedido por Dios a la tribu de Judá,
puesto que el Mesías soberano de Israel y de todos los pueblos, procedería de
ella. Este hecho implicaba que Judá tenía que conservar su identidad cómo tribu
hasta que el Ungido de Dios se presentase y así ocurrió, porque la identidad de
Judá no se debilitó ni siquiera durante el período de su cautividad babilónica,
porque sufrió un desplazamiento geográfico en bloque, subsistiendo cómo tribu
en el destierro. Las Escrituras confirman esto a través de Ezequiel, que desde
Babilonia escribe: “Y sucedió en el año sexto, el día cinco del mes sexto, que estando
sentado en mi casa con los ancianos de Judá sentados ante mí...” (Ezequiel 8:1)
Aunque en tiempos
posteriores la tribu de Judá permaneció bajo el dominio de griegos y de
romanos, continuó habitando cómo nación en su tierra y conservó, hasta cierto
punto, un gobierno y unas leyes propias, manteniendo una identidad propia hasta
que en el año 70 de nuestra era, los romanos acabaron con el estado judío.
Entonces su capital Jerusalén y su Templo, fueren destruidos, mientras sus
gentes, perseguidas y apresadas, fueron dispersadas entre las naciones.
Shiloh, el rey ungido y
enviado por Dios, tenía por tanto que llegar al pueblo de Israel antes
de aquel año; en armonía con esto, Jesús procedía de la tribu de Judá y se
presentó cuarenta años antes del final del mundo judío, para llevar a cabo una
misión que le había sido encomendada por Dios, y estableció con él un Pacto Nuevo
en favor de todos los pueblos.
17 Pablo, doctor de la Torah y versado en los profetas, escribe: “En tiempos pasados, Dios les habló a los padres muchas veces
y de distintas maneras, por medio de los profetas, pero en estos últimos
tiempos, nos ha hablado a nosotros por medio de un hijo a quien ha constituido
heredero para siempre del universo que fue creado para él...” (Hebreos 1:1-2) Y: “...él ha recibido un
ministerio mucho más excelso por ser el mediador de un pacto mejor, uno
legalmente establecido sobre promesas mejores, porque si el pacto anterior
hubiese sido perfecto, no se hubiese hecho necesario establecer otro”. Y sostiene esta
afirmación con las escrituras del AT, diciendo: “Cuando Dios reprende al pueblo dice: ‘He
aquí que vienen tiempos’, dice el SEÑOR, ‘en los que estipularé con la casa de
Israel y con la casa de Judá un pacto nuevo... Uno que no será como aquel que
estipulé con sus padres... pues ellos no guardaron mi pacto con fidelidad y
también yo dejé de guardarles a ellos... Pero después de aquellos días,
estipularé con la casa de Israel este pacto’, dice el SEÑOR, ‘pondré en su
mente mis leyes y las escribiré en sus corazones. Entonces yo seré su
Dios y ellos serán mi pueblo... tendré misericordia de su iniquidad y no
recordaré sus pecados’. Y al hablarles de ‘un nuevo pacto’ declara el
anterior anticuado, y lo que es anticuado envejece y está cercano a
desaparecer”. (Hebreos 8:6-13 cita Jeremías 31:31-34)
* * * * *
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Capítulo Segundo
Genealogía del Mesías
1 Hacia el año 70 de
nuestra era, cualquier hebreo podía, en la gran mayoría de los casos, conocer
con precisión su línea genealógica, puesto que cómo se declara en el capítulo 9
del Primer libro de las Crónicas, desde la antigüedad se registraba según su
linaje a todos los nacidos en Israel. Demostrar la propia ascendencia era
importante; quien no podía hacerlo, no era reconocido cómo israelita y este
hecho conllevaba limitaciones, por ejemplo, si uno quería asumir una posición
pública y darse a conocer, se averiguaba y se publicava su linaje, o al menos,
los nombres de algunos de sus ascendientes más notables, y si la genealogía del
que se presentaba no resultaba clara, no se le consideraba persona idónea para
un cargo público. (Esdras 2:59-62 y Nehemías 7:61-65) Estas aclaraciones son
importantes porque en el AT se profetizan los nombres de algunos de los
ascendientes del Mesías y en el Nuevo Testamento se provee la completa
genealogía de Jesús, que resultaba en su tiempo, fácilmente verificable.
Las tablas genealógicas
de los evangelios de Mateo y Lucas.
2 Es bien sabido que los
evangelios de Mateo y de Lucas nos presentan dos diferentes genealogías de
Jesús, este hecho ha ocasionado cierta especulación y sin embargo, solo el testimonio
conjunto de las dos genealogías presentadas, puede establecer sin lugar a
dudas la legitimidad del derecho hereditario de Jesús al trono de David, un
derecho que la Ley y los Profetas atribuyen al Mesías.
3 En el tercer
capítulo de Lucas, leemos: “...al comenzar, Jesús mismo estaba en la treintena, siendo,
cómo se creía, un hijo de José”, hijo (yerno) “de Elí, de Matsat, de Leví, de Melkí, de Yannaí,
de José, de Matsatía, de Amós, de Nahum, de Eslí, de Nangaí, de Maats, de
Matsatía, de Semeín, de Yoséc, de Yodá, de Yoanán, de Resá, de Zorobabel, de
Salatsiel, de Nerí, de Melkí, de Abdí, de Cosam, de Elmodam, de Er, de Yosué,
de Eliécer, de Yoreim, de Matsat, de Leví, de Simeón, de Judá, de José, de
Yonán, de Eliakim, de Meleá, de Meiná, de Matsata, de Natán, de David, de Jesé,
de Obed, de Boaz, de Salmá, Najsón, de Aminadab, de Ram, de Jetsrom, de Perets,
de Judá, de Jacob, de Isaac, de Abraham, de Teraj, de Najor, de Serug, de Reú,
de Peleg, de Heber, de Salá, de Cainan, Arpajshad, de Sem, de Noé, de Lamek, de
Matusalén, de Henoc, de Yared, de
Mahalalel, de Cainan, de Enosh, de Set, de Adán, de Dios. (Lucas 3:23-38)
Y en el capítulo
primero del evangelio de Mateo, se transmite la línea genealógica de José,
padre adoptivo de Jesús, y dice: “Libro de la generación de Jesús Cristo, hijo de
David, hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac e Isaac engendró á Jacob;
Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, y Judá engendró de Tamar a Perets y a
Zaraj; Perets engendró a Jetsrom, y Jetsrom engendró a Ram, y Ram engendró a
Aminadab; Aminadab engendró a Najsón, y Najsón engendró a Salmá, y de Rahab,
Salmá engendró a Boaz; Boaz engendró de Ruth, a Obed; Obed engendró a Jesé, y
Jesé engendró al rey David; el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer
de Urías, y Salomón engendró a Roboam; Roboam engendró a Abiá, y Abiá engendró
a Asá; Asá engendró a Yosafat, y Yosafat engendró a Yoram; Yoram engendró a
Ozíah, y Ozíah engendró a Yoatán; Yoatán engendró a Acaz, y Acaz engendró a
Ezekíyah; Ezekíyah engendró a Manasé, y Manasé engendró a Amón; Amón engendró a
Yosíah, y Yosíah engendró a Yeconía y a sus hermanos durante el exilio en
Babilonia. Y después del exilio en Babilonia, Yeconíah engendró a Salatiel, y
Salatiel engendró a Zorobabel; Zorobabel engendró a Abiud, y Abiud engendró a
Eliakim; Eliakim engendró a Azor, y Azor engendró a Sadoc; Sadoc engendró a
Akim, y Akim engendró a Eliud; Eliud engendró a Eleazar, y Eleazar engendró a
Matsán; Matsán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de
la que nació Jesús, el llamado Cristo. De manera que todas las generaciones
desde Abraham hasta David son catorce, y desde David hasta el exilio en
Babilonia hay catorce generaciones, y desde el exilio de Babilonia hasta
Cristo, son catorce generaciones”. (Mateo 1:1-18)
4 Puede decirse que la
genealogía de Jesús no era cosa de poca importancia. A través de los siglos,
Dios había anunciado por medio de ángeles y de profetas, que el prometido
Mesías sería simiente de Abraham, pertenecería a la tribu de Judá
y gozaría por nacimiento, de un derecho legal al trono de David. Se
hacía pues indispensable probar su ascendencia y también los derechos
que esta le otorgaba, y con este propósito se registraron en las Escrituras
las líneas familiares de María y de su esposo José.
5 La estirpe presentada
en el evangelio de Mateo pertenece a José, el padre legal o adoptivo de Jesús.
Se precisa que era simiente de Abraham, que pertenecía a la tribu de Judá, y
que era descendiente del rey David y de la familia de su hijo Salomón. Sin
embargo, se revela también que pertenecía a la estirpe de Yeconíah o Coníah, un
rey de Judá de quien el profeta Jeremías había dicho: “Un vaso de tierra
despreciable y rechazado es este hombre Coníah... Esto es lo que ha dicho el
ETERNO: ‘Inscriban a este hombre cómo uno sin descendencia, cómo un hombre que
ha malogrado su vida, porque los de su simiente no conseguirán prosperar
y ninguno de ellos se sentará jamás en el trono de David...’”
(Jeremías
22: 28-30) Puede por tanto decirse que por decreto de Dios, la rama familiar
de José había quedado excluida de la línea real de David, porque los
descendientes de Yeconíah no gozaban de ningún derecho real hereditario. Ahora
bien, este hecho no afectaba directamente a Jesús, puesto que él no era simiente
o hijo biológico de José y no pertenecía a su estirpe.
6 Por otro lado, Lucas
registra la línea genealógica de María y aunque llama a José ‘hijo de Heli’,
los estudiosos generalmente concuerdan en que este término puede entenderse y
traducirse muy justamente cómo ’yerno de Heli’, que era padre de María y
pertenecía a la tribu de Judá, siendo descendiente del rey David y de su hijo
Natán. Jesús heredó pues su derecho real a través de la línea materna. Esta vía
de sucesión es corroborada por Zacarías, que al anunciar proféticamente la
muerte del Mesías y la calamidad que tras esto experimentarían todas las
familias de Jerusalén, nombra en primer lugar a las familias de David y de
Natán, diciendo: “...por aquel que traspasaron habrá un lamento cómo el lamento que
se hace por un hijo único y le llorarán amargamente cómo se llora a un
primogénito. Aquel día el lamento en Jerusalén será grande... se lamentará el
país, familia por familia, la familia de la casa de David... la
familia de la casa de Natán...” (Zacarías 12: 10-14)
7 Sin embargo, a pesar de
que Jesús recibió el derecho al trono de David a través de su madre María, la
genealogía de José, el esposo de su madre, resultaba indispensable para
legitimar su derecho, y la razón de esto se encuentra en las disposiciones
hereditarias establecidas por la Ley de Israel.
8 Antes de que las tribus
de Israel entrasen en Canaán, la tierra prometida, Dios dispuso, por medio de
Moisés, el reparto de la posesión que les entregaba. Cada una de las tribus, a
excepción de la de Leví, tenía que recibir una extensión de tierra que siempre
debía conservar en propiedad, repartiéndola entre sus familias, que así
disfrutarían de un patrimonio estable y permanente que pasaría de padre a hijo.
No obstante, en el capítulo 27 del libro de Números, leemos que las hijas de
Tselofehad, un cabeza de familia que no tenía hijos varones, reclamaron el
derecho a la herencia de su padre, y después de dirigirse en oración al SEÑOR,
Moisés comunicó al pueblo que cuando en la familia no hubiese hijos varones,
las hijas heredarían. Sin embargo esta disposición planteó un nuevo problema,
porque si la tierra asignada a cada una de las tribus constituía una heredad
intransferible ¿Qué sucedería cuando la heredera se casase con un hombre de otra
tribu? ¿Cómo podría en tal caso regresar la heredad de la tribu a su ‘status
quo’ en el año de jubileo, cómo la Ley decretaba? De nuevo Moisés se dirigió al
SEÑOR, y luego estableció que cualquier mujer con derecho a una herencia en
Israel, debía, para poder conservarla, casarse con un hombre que perteneciese a
la tribu de la familia de su padre. La mujer que rechazase esta
exigencia legal, renunciaba expresamente a su derecho hereditario.
9 Esta regulación de las
transmisiones hereditarias explica la importancia de la genealogía de José, que
prueba el hecho de que María había cumplido con el requisito legal de
casarse con un hombre de la tribu de su padre, la tribu de Judá, por
lo que estaba en disposición de heredar y de transmitir a sus hijos un patrimonio,
que en su caso incluía para su primogénito, los derechos inherentes al
linaje de David. Así pues, las dos genealogías se complementan para
confirmar la legitimidad del linaje real de Jesús, en armonía con lo
que los profetas habían anunciado, y testifican que, tal cómo escribió Pablo a
los Corintios,
“...el Hijo
de Dios, Jesús Cristo... … no ha resultado un dudoso 'puede que sí o puede que
no', sino un seguro 'sí', por haberse concretado en él con un 'sí', todas
las promesas de Dios que le conciernen”. (2Corintios 1:19-20)
Las Promesas de Dios a
Abraham,
Isaac y Jacob
10 Dice el libro del
Génesis, que entorno al año 1922 antes de Cristo: “...el ángel de Yahúh
llamó a Abraham desde los cielos, y le dijo: ‘Yahúh declara: ‘Por mí juro, que
por haber obrado de esta manera y no haber retenido de mí a tu hijo, tu único,
yo te bendeciré en gran manera y aumentaré muchísimo tu descendencia, que será
cómo las estrellas de los cielos y cómo la arena de la orilla del mar. Tu
descendencia se adueñará del lugar de residencia de sus enemigos y puesto que
has escuchado mi voz, por medio de tu descendencia, todas las
naciones de la tierra serán bendecidas”. (Génesis 22:15-18)
Ya mucho antes del
nacimiento de Isaac, Dios había prometido a Abraham que todas las naciones se
bendecirían por medio de su descendencia; con esto le aseguró que el Mesías
sería descendiente suyo, y refiriéndose a la descendencia nombrada en la
promesa, Pablo escribe: “...la promesa se le hizo a Abraham y a su progenie, no dice
'y a las progenies', cómo si hablase de muchas, cómo hablando de una sola dice
'y a tu progenie', que es el Cristo”. (Gálatas 3:16)
11 Mas tarde, hacia el año
1857 antes de Cristo, Dios anunció a Isaac que el Mesías descendería de él,
diciéndole: “...yo
estoy contigo y te bendeciré, porque entregaré todas estas tierras a ti y a tu
descendencia, y te confirmaré el juramento que le hice a tu padre Abraham:
Multiplicaré tu descendencia, que será cómo las estrellas de los cielos... Y por
medio de tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán
bendecidas...” (Génesis 26:3-4)
Hacia el año 1760 a.C. Dios le dijo a Jacob, que llamó luego con el nombre de Israel: “...será tu descendencia
cómo el polvo de la tierra, porque te esparcirás de este a oeste y de norte a
sur; y todos los pueblos de la tierra se bendecirán a través de ti y de tu
descendencia. Y he aquí que yo estaré contigo y te protegeré por donde
vayas... y no desistiré hasta cumplir mi palabra”. (Génesis 28:14-15) Así quedaba confirmado
que el Mesías procedería de una de las familias de los hijos de Jacob, o sea de
una de las tribus de Israel.
El Mesías de la tribu
de Judá,
la familia de Jesé y descendiente de David
12 Antes de su muerte,
ocurrida alrededor del año 1690 antes de nuestra era, Jacob formuló una
bendición profética para cada uno de sus hijos, y a Judá le dijo: “No se apartará el cetro
de Judá ni el cayado de sus pies, hasta que llegue Shiloh, entonces para
él será la obediencia de los pueblos”. (Génesis 49:10) Por este motivo se
escribió en el primer libro de Crónicas: “...Pues Judá sobresale
entre sus hermanos, pero hasta el caudillo designado...” (1º Crónicas 5:2) La palabra Nagid que básicamente
significa caudillo
o príncipe, es la misma que se emplea en Daniel 9:25, cuando se dice:
“Conoce pues
y comprende: desde que parte el mandato de restaurar y edificar Jerusalén,
hasta el caudillo mesías (ungido), son siete semanas, y sesenta y dos semanas...” Ahora bien ¿Cual de las
familias de Judá sería según las Escrituras, la del Mesías?
13 El profeta Isaías
responde a esta pregunta cuando escribe: “Surgirá un brote del tronco de Jesé, de sus
raíces retoñará un vástago y el espíritu de Yahúh yacerá sobre él; un espíritu
de sabiduría y discernimiento, un espíritu de juicio y valentía, un espíritu de
conocimiento y temor de Yahúh...” (Isaías 11:1-2) Es este texto que
también en el judaísmo se considera mesiánico y que en el Targum Jonathan Ben
Uzziel, se comenta bajo el título de “Mesías”.
El Mesías tenía pues que
proceder de la familia de Jesé de Belén, pero Jesé tenía siete hijos adultos y
uno menor, o sea David, cómo se dice en 1º Samuel 16:10-11 ¿De cual de
ellos descendería el Mesías?
14 Repetidamente se dice
en la Escritura que el Mesías vendría de David, el hijo menor de Jesé. El
profeta Jeremías anunció hacia el año 600 antes de Cristo: “’He aquí que en días
venideros’, declara Yahúh, ‘levantaré de David un vástago justo,
entonces reinará un rey con sabiduría, ejecutará un juicio, y habrá en la
tierra integridad’...” (Jeremías 23:5) Y en el salmo está escrito: “Hizo Yahúh un fiel
juramento a David; no se retractará de esto: ‘colocaré sobre tu trono, a uno
que descienda de tu persona’...” (Salmo 132:11)
Dios se obligó pues con
David mediante un juramento, y él mismo dice en el poema de Etán: “No deshonraré mi pacto
ni cambiaré lo que salió de mis labios. Una vez juré por mi santidad;
ciertamente no decepcionaré a David, su posteridad existirá por siempre
y su trono, cómo el sol ante mí, igual que la luna, quedará establecido
eternamente y será testigo de un cielo fidedigno”. (Salmo 89:35-38)
Confirmación de la
genealogía de María
15 Hallamos los nombres de
todas las personas que las profecías señalan cómo ascendientes del Mesías, en
la tabla genealógica de María, la madre de Jesús, de modo que también estas
profecías tuvieron en él cumplimiento. Entre el pueblo hebreo, la ascendencia
de Jesús era pública y por este motivo era llamado “Hijo de David” (Lucas 18: 38-39,
Mateo 9:27 y 21:9-15) Si su linaje no hubiese estado de acuerdo con la
genealogía mesiánica que se registraba en el AT, los principales del judaísmo
de su tiempo, le hubiesen desacreditado con este argumento definitivo, pero su
linaje era fácilmente verificable y no podía ser objetado ni desmentido.
Y puesto que la tabla
genealógica de Jesús nos ha llegado a través del evangelio de Lucas, podemos
decir que la arqueología confirma que Lucas es un historiador exacto y preciso.
El famoso arqueólogo William Ramsay declara en sus escritos, que el relato de
Lucas es insuperable en su fiabilidad. Una recapitulación de sus opiniones
sobre los escritos de Lucas, madurada en años de investigación, se publica en
el libro “The Bearing of Recent Discovery”, página 222.
El lugar de su
nacimiento
16 En el siglo octavo
antes de Cristo, Miqueas desempeñaba en Judá y en Israel el encargo de profeta;
las Escrituras confirman: “Un mensaje de Yahúh fue a Miqueas, el Morashtí, que
profetizaba en los días de los reyes de Judá Yotam, Ajaz y Ezequías, en Samaria
y Jerusalén...” (Miqueas 1:1)
Pues bien, el profeta
Miqueas dio a conocer el lugar donde tenía que nacer el esperado Mesías,
escribiendo: “Y
tú, Betleem Éfrata, la pequeña entre las tribus de Israel, saldrá de ti hacia
mí, aquel que será el soberano de Israel y cuya procedencia es de un origen
pretérito, de tiempos antiguos” (Miqueas 5:1)
Existían en la Palestina dos ciudades con el nombre de Betleem, una de ellas estaba en Galilea (ver Josué
19:15-16), y la otra estaba en Judea, y para distinguirlas se designaba a la de
Judea, Betleem Éfrata.
El Mesías nacería pues
en este pueblo situado unos 10 kilómetros al sur de Jerusalén, que en tiempos de Jesús debía tener alrededor de mil habitantes. Miqueas lo había predicho con
claridad muchos siglos antes de que sucediese y el Nuevo Testamento confirma su
predicción, porque Mateo escribe: “Y Jesús nació en Betleem de Judea, en los días
del rey Herodes...”, (Mateo 2:1) y Lucas lo confirma en el segundo capítulo de
su evangelio.
La profecía de Miqueas
5:1 fue siempre bien interpretada
17 Cuando Herodes el
Grande tuvo noticia del nacimiento de un nuevo rey, por los Magos llegados a él
desde las tierras de oriente, reunió a los principales de los sacerdotes y de
los escribas para indagar donde, según las Escrituras, tenía que nacer el
Mesías, y ellos respondieron: “En Betleem de Judea, porque así se escribió por medio del
profeta...” (Mateo 2:5) El lugar del nacimiento del Mesías no solo estaba claro para los
doctores en la Ley, lo estaba también para las gentes del pueblo que le
esperaban, porque al saber de Jesús, algunos que lo creían nacido en Galilea,
decían: “¿Acaso
viene el Cristo de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo viene de la progenie de David y de Betleem, el pueblo donde vivía David?” (Juan 7:41-42)
También el Targum de
Jonathan Ben Uzziel, que habla de los profetas, muestra claramente la
interpretación que en el judaísmo se atribuía a las palabras registradas en Miqueas
5:2, y para hacerla más evidente, el texto se introduce bajo el título Mesías.
Jesús el Nazareno
18 En los escritos del
Nuevo Testamento, Jesús es llamado Nazareno (Natserí en hebreo y Natsoraion en griego) por dieciocho veces.
Este nombre deriva del hebraico netser, que significa vástago, brote o rama.
Es noto que los
contemporáneos de Jesús, incluso sus más acérrimos opositores, le conocían cómo
Jesús el Natserí. El apóstol Juan relata: “...Jesús, que conocía todas las cosas que le
acontecerían, avanzó y les dijo: ‘¿A quien buscáis?’ Ellos le respondieron: ‘A Jesús
el Natserí’, y les dijo Jesús: ‘Soy yo’...” (Juan 18:5-7) Con el nombre que le
habían asignado, se cumplieron en él las palabras de los profetas Isaías y
Jeremías, que habían testificado: “En aquel día habrá un vástago (netser) para hermosura y honra
de Yahúh, y unos frutos de la tierra, para orgullo y esplendor de los
supervivientes de Israel”, (Isaías 4:2) y en el pasaje de Isaías 11:1, citado al
hablar de su genealogía, se emplea directamente la palabra netser cuando se dice que “un vástago brotará
de sus raíces”.
También Jeremías
escribió: “’He
aquí que en días venideros’, declara Yahúh, ‘levantaré de David un vástago
justo’...” (Jeremías 23:5) Y aproximadamente en el año 520 antes de
Cristo, declara el profeta Zacarías: “Así habla Yahúh de las multitudes, y dice: ‘He
aquí un hombre, su nombre es Vástago, y crecerá desde abajo y
restablecerá el Templo de Yahúh’...” (Zacarías 6:12) y también: “Escucha pues, Josué,
sumo sacerdote, tú y tus compañeros, los que están ante ti y que son hombres a
imitar, porque he aquí que envío a mi servidor Vástago...” (Zacarías 3:8) Estos dos pasajes de
Zacarías están señalados cómo Mesiánicos en el Targum Jonathan Ben Uzziel.
Es de gran importancia
el significado que los nombres tienen en la Biblia; por ejemplo, en los pasajes citados se emplea la palabra ‘tsemaj’, que cómo ‘netser’, significa brote o vástago. Con esto, cualquier hebreo
conocedor de las Escrituras, asociaba inmediatamente a Jesús el ‘Natserí’, con
los pasajes proféticos que mencionaban a Vástago, el servidor de Dios.
19 Podríamos también preguntarnos
por qué razón habiendo nacido en Betleem, Jesús nunca fue llamado Betlemita, y
las siguientes consideraciones pueden ayudarnos a comprenderlo. El rey Herodes,
llamado ‘el Grande’, después de la visita de los magos llegados desde oriente a
su palacio, siguiendo una luz celeste, temió que el nacimiento de un nuevo rey
pusiese fin a su reinado y a su dinastía, y calculando el tiempo que los magos
habían viajado tras la luz, ordenó la muerte de todos los niños menores de
dos años nacidos en Betleem. (Mateo 2) Antes de la ejecución de esta
orden, José y María huyeron con el niño a tierras de Egipto, y aunque
regresaron a la muerte de Herodes, en el año 4 antes de nuestra era,
al enterarse de que reinaba en Judea Arquelao, el más cruel de los hijos de Herodes,
se establecieron con el niño en la ciudad de Natserat o Nazaret de la región
Galilea, permaneciendo allí. Mateo escribe: “Y volvió y habitó en la ciudad que se llama
Natserat, para que se cumpliesen las palabra habladas a través de los profetas,
de que sería llamado Natserí”. (Mateo 2:23)
Desde Egipto
20 En armonía con todos
estos acontecimientos, en el octavo siglo antes de Cristo, el profeta Oseas
transmitió al pueblo unas palabras de Yahúh, para recordar su éxodo a Israel, y
dijo: “...desde
Egipto llamé a mi hijo”, (Oseas 11:1) Mas tarde, Mateo aplica estas palabras a Jesús y escribe que
José, “...tomó
por la noche al niño y a su madre y marchó a Egipto, quedándose allí hasta que
murió Herodes, de modo que se cumpliesen las palabras que el SEÑOR habló a
través del profeta: ‘desde Egipto llamé a mi hijo’,” (Mateo 2:15) porque también Jesús
salió de Egipto para cumplir la voluntad de su Padre. Son pues verídicos los
hechos de que en el tiempo señalado por las profecías, Jesús nació en Betleem,
y que tras la muerte de Herodes, retornó a su país desde Egipto y fue conocido
entre el pueblo de Israel con el nombre de ‘Natserí’ o ‘Vástago’.
* * * * *
* * * * * * * * * * * * *
Capítulo Tercero
Presentación Pública de
Mesías (29-33
d.C.)
El precursor.
1 En el tercer capítulo
del profeta Malaquías, Dios habla para decir: “He aquí que envío a mi mensajero y despejará
el camino delante de mí, entonces, de improviso, llegará a su Templo el
Señor que vosotros buscáis y he aquí que acude el mensajero del pacto que
anheláis...” (Malaquías 3:1) Por lo tanto, antes de que el Mesías se
presentase en Israel, un profeta tenía que abrirle camino, preparando al
pueblo.
Isaías le describe cómo “Una voz que clama desde
el páramo: ‘Preparad el camino de Yahúh, allanadle en el páramo un camino hacia
nuestro Dios...” (Isaías 40:3) Y dando a conocer que el precursor profetizaría en el
páramo o desierto, completa la información del profeta Malaquías.
Este precursor tenía la
misión de preparar al pueblo de Israel para la llegada del Mesías, todos tenían
que esforzarse en reconocerle y en eliminar de su vida cualquier tropiezo que
les impidiese recibirle con un corazón bien dispuesto. Por este motivo dice
Isaías: “Todo
valle será levantado y todo monte y colina, rebajados; lo tortuoso, hasta
quedar derecho y los collados, hasta convertirse en llanura”. (Isaías 40:4)
El anuncio de este
enviado tuvo su cumplimiento en Juan el Bautista, hijo de Zacarías, que cómo
leemos en el evangelio de Lucas, comenzó su predicación en el quinceavo año del
gobierno del emperador Tiberio.
El ángel que anunció a
su padre el nacimiento de este hijo, le dijo: “‘No temas Zacarías, porque tu petición
ha sido escuchada; tu mujer Isabel te dará a luz un hijo y le pondrás por nombre
Juan. Será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento porque
será grande ante el Señor... ya desde el seno de su madre estará lleno de
espíritu santo y convertirá a muchos hijos de Israel al SEÑOR su Dios,
caminando ante él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos y de los rebeldes, a la prudencia de los
justos, y para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto’”. (Lucas 1:13-17)
Desde Malaquías, ningún profeta
para Israel
2 La aparición de Juan el
Bautista causó sensación entre los hebreos; hacía ya 450 años que no había
surgido profeta en Israel, cómo en relación a los hechos sucedidos tras la
muerte de Judas Macabeo, leemos en el libro histórico de Primero de Macabeos,
capítulo 9:27: “Hubo una gran tribulación en Israel, cómo no la había habido desde
que los profetas desaparecieron de entre ellos...”
También el Talmud, en su
redacción babilónica, refiere que después de los últimos profetas, que fueron
Ageo, Zacarías y Malaquías, el santo espíritu de Yahúh se había retirado de
Israel. Esto nos hace comprender el gran revuelo causado por la predicación del
Bautista, Dice Mateo: “...entonces fueron a él desde Jerusalén, toda la Judea y toda la región entorno al Jordán, y fueron sumergidos en el Jordán por él, confesando
sus pecados”. (Mateo 3:5)
La actividad de Juan el
Bautista
3 Juan bautizaba pues en
el páramo, a orillas del Jordán, y predicaba un bautismo de arrepentimiento
para solicitar el perdón de los pecados que se cometían bajo la Ley. Con su lenguaje enérgico y vehemente, hacía comprender al pueblo de Israel que el Mesías
se presentaría ante ellos en breve, y que todos y cada uno de ellos debían
convertirse, o sea, reconocer, confesar y arrepentirse de sus pecados, preparándose
para recibirle, porque si no lo hacían y no acogían al Mesías enviado por Dios,
no podrían escapar de las consecuencias de sus pecados.
El apóstol Juan lo
describe diciendo: “Era un hombre que había sido enviado por Dios, se llamaba Juan. Él
había venido para ofrecer un testimonio, para dar testimonio de la luz, de modo
que todos pudiesen creer a través de él. Él no era la luz, pero podía
testificar en cuanto a la luz. El que venía al mundo era la verdadera luz que
ilumina a todo hombre...” (Juan 1:6-9) Y Lucas da fe de su predicación, explicando: “En el año decimoquinto
del gobierno de Tiberio Cesar, siendo Poncio Pilato gobernador de la Judea, Herodes, tetrarca de la Galilea, su hermano Filipo, tetrarca de la Itrurea y de la provincia de Traconte y Lisanias, tetrarca de Abilene, y bajo el sumo
sacerdocio de Anás y de Caifás, la palabra de Dios le llegó a Juan hijo de
Zacarías, en el páramo; e iba por toda la región del Jordán predicando un
bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, cómo estaba escrito
en las palabras de Isaías...” (Lucas 3:1-4)
4 Juan, dirigiéndose a
los fariseos y a las autoridades religiosas, decía: “Oh prole de víboras
¿Quien os ha enseñado a huir de la ira que vendrá? Producid frutos dignos de la
conversión y no os digáis: ‘Tenemos por padre a Abraham’, porque yo os digo que
de estas piedras, Dios puede levantarle hijos a Abraham...” (Mateo 3:7-10) Y anunciaba a todos: “Después de mí viene uno
más poderoso que yo, uno ante quien no soy digno de inclinarme para desatar las
tiras de sus sandalias; yo os he bautizado en agua, pero él os bautizará en
espíritu santo”. (Marcos 1:7-8)
Jesús se presenta
5 El relato de Mateo 3:13
dice que mientras Juan el bautista predicaba junto al río Jordán, Jesús fue a
él para ser bautizado; con esto se cumplió lo que Isaías había escrito: “Y será revelada la
grandeza de Yahúh y sin excepción, todas las gentes le verán...” (Isaías 40:5)
También el apóstol Juan
escribe: “…
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria,
una gloria cómo la del hijo unigénito de un padre, pleno de favor y de verdad. Juan
dio testimonio de él y clamó diciendo: Él es aquel de quien dije: ‘Viene
después de mí’, pero existía antes que yo, porque fue anterior a mí... ” (Juan 1:14-15)
En relación a todas
estas cosas, también es interesante señalar que en su obra “Antigüedades Judaicas”
(XVIII, 5.2)
Josefo Flavio confirma la historicidad de Juan el Bautista.
La actividad pública
del Mesías
El lugar de su
presentación
6 Si un hebreo quería
saber en que región o zona del país iniciaría el Mesías su actividad pública,
podía dirigirse al profeta Isaías, que escribió: “...tal cómo las tierras de Zabulón y de
Neftalí fueron primero relegadas, al final serán honradas, y camino del mar, junto
al Jordán de la Galilea de los gentiles, las gentes que caminan en la
oscuridad, verán una gran luz; la luz amanecerá sobre los
que habitan una tierra de oscuridad...” (Isaías 8:22-23;9:1-2) El profeta Malaquías
había llamado ‘sol de justicia’ al Mesías (Malaquías 4:2) y en armonía con estas palabras, Juan
llama a Jesús “...la luz verdadera que ilumina a todo hombre...” (Juan 1:9) y relata que Jesús
decía a las gentes que le escuchaban: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
de ninguna manera caminará en la oscuridad sino que poseerá la luz de la
vida”. (Juan
8:12)
7 Las palabras de Isaías
nos hacen comprender que los que habitaban en las tierras de Zabulón y de
Neftalí, cerca del Mar de Tiberíades, llamado también Lago de Genetsaret o Mar
de Galilea, tendrían un privilegio que les honraría, el de ser los primeros en
ver la luz grande y verdadera que ilumina a los hombres y les da la vida. Era
pues evidente que el Mesías comenzaría su actividad pública en Galilea. El
relato de Mateo lo corrobora, pues escribe: “...oyendo pues Jesús que Juan había sido
encarcelado, se retiró a Galilea, entonces dejó Nazaret, fue a vivir a
Cafarnaum, en la orilla del lago, al confín de Zabulón y Neftalí, para que se
cumpliese la palabra hablada a través de Isaías... Desde entonces comenzó Jesús
a proclamar y a decir: ‘Convertíos, porque se ha acercado el reino de los
cielos’”. (Mateo 4:12-17) Este hecho queda también confirmado en Lucas
23:5 y en Mateo 4:18-25.
Los milagros del Mesías
8 En muchos pasajes de
los libros del Antiguo Testamento, se sostiene con fuerza que el Mesías
ejecutaría milagros. Así leemos en el libro de Isaías: “Decid a los de corazón
impaciente: ‘Sed fuertes, no temáis, he aquí que vuestro Dios reparará, la
compensación vendrá de Dios; él llegará y os salvará; entonces les serán
abiertos los ojos a los ciegos, se destaparán los oídos de los sordos, brincará
el lisiado cómo un corzo y la lengua muda clamará...” (Isaías 35:4-6) Y: “...los de espíritu
confundido conocerán la sabiduría...” (Isaías 29:24) La reparación de Dios
era la llegada del Mesías, que al llegar a Israel, tenía que mostrar ante el
pueblo, lo que a escala mundial ocurriría en el reino de Dios; sanaría a los
ciegos, a los sordos, a los lisiados y a los mudos, pero no solo, transmitiría
también sabiduría. Los evangelios dan testimonio de que Jesús realizó todas
estas cosas y muchas más, cómo leemos en Juan 9, Marcos 2:3-12 y 7:31-37 o Mateo
15:29-31, por esto Juan termina su evangelio diciendo: “Y también hay tantas
otras cosas que realizó Jesús, que si se escribiesen una a una, pienso que los
libros que tendrían que escribirse ni siquiera cabrían en el mundo”. (Juan 21:25) Así pues, los
evangelios confirman las profecías de Isaías, que también encuentran
confirmación en otras fuentes históricas de la época
La autenticidad de los
testimonios
9 Existe un testimonio de
los milagros de Jesús, que procede de uno de sus contemporáneos: el historiador
Josefo Flavio. Este historiador judío, hablando del gobierno de Poncio Pilato en
la Judea, escribe en su obra ‘Las Antigüedades Judaicas’, publicada en el año
93 después de Cristo: “En el tiempo aquel se presentó Jesús, un hombre sabio, un
taumaturgo que llevó a cabo muchas obras milagrosas y fue el maestro de muchos
hombres...”
(Antigüedades
Judaicas libro XVIII) Este comentario que proviene de un hebreo que ni siquiera se hizo
cristiano, fue en un tiempo puesto en duda por muchos críticos, que lo
consideraron una interpolación posterior, y sin embargo, desde un punto de
vista textual (del examen de los viejos manuscritos que nos han llegado), esta
sospecha no parece justificada en absoluto; en favor de su antigüedad puede
decirse que Eusebio (263-339) lo conocía, puesto que lo cita por dos veces en
sus libros; una en su ‘Historia Eclesiástica’ (libro 1º,12) y otra en su ‘Demostratio
Evangelica’
(libro 3º,5)
Es además interesante el
testimonio del Doctor H. St. John Thackeray, uno de los más importantes
estudiosos ingleses de la obra de Josefo Flavio, pues ha confirmado
recientemente, que el mencionado pasaje muestra determinadas peculiaridades
lingüísticas propias de Josefo.
La confirmación del
Talmud
10 También en el Talmud de Babilonia (Tratado Sanhedrín 43ª)
se admite el hecho de que Jesús realmente ejecutó milagros en Israel, aunque se
afirma que estas obras no eran realizadas mediante el poder de Dios sino a
través de artes mágicas. Mateo confirma en su evangelio, esta acusación de los
principales del pueblo, cuando escribe: “...todas las gentes estaban asombradas y
decían: ‘¿Acaso no es este el Hijo de David?’ Pero al escucharles, dijeron los
fariseos: ‘Este no expulsa a los demonios sino por medio de Belcebub, el
príncipe de los demonios...” (Mateo 12:24)
Los Salmos
11 En un Salmo profético
escrito por el rey Salomón, se habla, cómo en tantos pasajes del AT, de las
obras y del propósito del Mesías, y dice: “…él liberará de su súplica al desventurado y al
menesteroso sin protector. Velará sobre el débil y el desvalido, y salvará las
vidas de los necesitados; redimirá sus vidas de la opresión y de la injusticia,
y a sus ojos, la sangre de ellos será preciosa...” (Salmo 72:12-14) ¿Como se cumplió?
12 Y Lucas escribe: “Ocurrió que cuando iba
de camino a Jericó, cierto ciego estaba sentado junto al camino, mendigando, y
oyendo pasar a la multitud, preguntó qué cosa sucedía; ellos le respondieron
que pasaba Jesús el Nazareno, y entonces gritó diciendo: ‘Jesús, Hijo de David
¡Ten piedad de mí!’ Aquellos que caminaban delante le reprendían para que
callase, pero él gritaba aún más fuerte: ‘¡Oh Hijo de David! ¡Ten piedad de
mí!’ Parándose, Jesús ordenó que lo condujesen a él y cuando estuvo ante él le
preguntó: ‘¿Que es lo que quieres que haga por ti?’, y él dijo: ‘¡Oh Señor, que
pueda volver a ver!’ Jesús le dijo: ¡‘Ve de nuevo! Tu fe te ha salvado’. E
inmediatamente recobró la vista y le siguió glorificando a Dios. También todas
las personas que lo vieron, dieron gloria a Dios”. (Lucas 18:35-43)
13 Había junto al estanque
cubierto de Bethesda, un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho
años, y para poder sanar, esperaba ser sumergido en él cuando el agua se
agitase. “...Al verle acostado, Jesús, sabiendo que estaba así desde hacía
ya mucho tiempo, le dijo: ‘¿Deseas sanar?’ El enfermo le contestó: ‘Oh Señor,
yo no tengo quien me sumerja en el estanque cuando el agua se agita, de modo
que mientras me acerco, siempre hay quien es sumergido antes que yo’. Jesús le
dijo: ‘¡Levántate, toma tu camilla y camina!’... Mas tarde, Jesús lo encontró
en el Templo y le dijo: ‘Mira, has sanado, ahora no peques para que no pueda
ocurrirte algo peor’...” (Juan 5:6-9)
14 En otra ocasión, Jesús “...vio mientras pasaba,
a un hombre ciego de nacimiento; sus discípulos le preguntaron: ‘Maestro ¿Ha
pecado este o sus padres? ¿Por qué ha nacido ciego?’ Y Jesús les contestó: ‘Ni
este ni sus padres, ha sido para que puedan manifestarse en él las obras de
Dios. Yo debo realizar las obras para las que he sido enviado mientras dura el
día, porque llega la noche y entonces ninguno podrá trabajar, pero mientras yo
esté en el mundo, soy la luz del mundo’. Y dicho esto, escupió en la tierra y
haciendo barro con la saliva, lo frotó sobre los ojos del ciego y le dijo, ‘ve
y lávate en el estanque de Shiloam’ (que significa ‘El Enviado’) Entonces fue,
se lavó y vio”. (Juan 9:1-7)
15 Jesús realizó pues
todas las obras que en el AT se atribuían al Mesías; él fue aquel profeta que
Moisés había anunciado al pueblo de Israel, diciéndoles: “… tu Dios Yahúh
levantará de entre tus hermanos a un profeta cómo yo, a él debéis escuchar, tal
cómo se lo pedisteis en Horeb, en el día de la asamblea, a vuestro Dios Yahúh,
diciendo: ‘No sigamos oyendo la voz de nuestro Dios Yahúh ni viendo este gran
fuego, para no morir’, y me dijo Yahúh: ‘Me parece bien lo que dicen; de entre
sus hermanos les levantaré un profeta cómo tú y en su boca pondré mis
palabras, de modo que les hablará todo lo que yo le mande; entonces
pediré yo cuentas al hombre que no escuche mis palabras, las que él hablará en
mi nombre.” (Deuteronomio 18: 15-19)
La palabra que en hebreo
significa profeta, no se aplica solamente a quienes predicen acontecimientos
futuros, también a todos los que anuncian la palabra de Dios o hablan de parte
suya. Jesús habló de parte de Dios y predijo también acontecimientos futuros,
algunos que ocurrieron tras su muerte, son históricos y demostrables. El Mesías
tenía que anunciar en Israel la justicia de Dios y la justificación que él
proporciona al hombre, dando a conocer la lealtad de Dios a sus promesas, y su
misericordia y veracidad. Podemos encontrar el cumplimiento de todas estas
cosas en los escritos del Nuevo Testamento.
16 En los Salmos se
atribuyen al Mesías estas palabras: “Sacrificio y ofrenda no has deseado, me has
hecho mensajero. Holocausto por el pecado y ofrenda no has demandado, entonces
he dicho: ‘Mira, yo voy, en el rollo del libro se ha escrito acerca de mí, para
efectuar complacido, mi Dios, tu voluntad. Tu ley está dentro de mí, anunciaré
la justicia entre un gran pueblo. He aquí que no frenaré mis labios,
Yahúh, tú lo sabes, no guardaré tu justificación solo para mí; declararé
tu salvación y tu lealtad, no esconderé al gran pueblo tu
misericordia ni tu veracidad...” (Salmo 40:7-11) Y Pablo dice en su
carta a los hebreos, que conocían las Escrituras: “Al entrar en el mundo,
Cristo dice: ‘No te has complacido en sacrificios y ofrendas, pero me has
formado un cuerpo. No has aprobado holocaustos ni sacrificios por el pecado, y
entonces he dicho: Mira, voy yo, cómo en el rollo del libro se ha escrito de
mí, para hacer, Oh mi Dios, tu voluntad’. Después de haber dicho ‘No te has
complacido en sacrificios ni ofrendas, ni en holocaustos ni sacrificios por el
pecado’, aunque todos ellos se ofrecen según la Ley, sigue diciendo: ‘Mira, voy yo para hacer tu voluntad’, de esta manera anula los
primeros, para establecer lo segundo. Y precisamente por esta voluntad,
nosotros hemos sido purificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesús Cristo,
que se hizo una sola vez, y para siempre”. (Hebreos 10:5-10)
La reacción del pueblo
de Israel frente a su Mesías
17 ¡El Mesías prometido,
tan esperado y deseado, sería, según los profetas, rechazado y odiado por su
propio pueblo! Isaías había dicho: “Así dice Yahúh: Un redentor de Israel, su santo,
ha sido despreciado por todos, aborrecido por un pueblo...” (Isaías 49:7) Y efectivamente, esto
es lo que le ocurrió a Jesús.
También en el Salmo se
recogen estas palabras del Mesías: “...palabras de odio me han circundado, sin causa
se me han enfrentado. Me calumnian a cambio de mi amor, pero yo oro aunque para
mí hayan dispuesto daño a cambio del bien y odio a cambio de mi amor...” (Salmo 109:3-5)
Y en el libro de Isaías
leemos: “¿Quien
dio crédito a nuestro mensaje y por medio de quien se manifestó el brazo de
Yahúh? Creció ante él cómo un vástago, cómo una raíz en tierra árida, y no
había en él imagen o majestad aparentes ni una posición que nos
agradase. Fue despreciado y rehusado por los notables (Ishim); era un hombre
sufriente, preparado al dolor. Desdeñándole, le escondimos el rostro y le
menospreciamos sin valorarle...” (Isaías 53:1-3)
Es de hacer notar que la
expresión hebrea ‘Ishim’, que significa hombres, se utiliza también para designar a ‘hombres poderosos’, o sea a personas que
gozan de una posición social destacada.
Tienden trampas al
Mesías
18 El Salmo dice: “… sin causa, me han
escondido una trampa, para mi alma han cavado una zanja...” (Salmo 35:7) Varias veces se
menciona en el Nuevo Testamento, que los guías espirituales del judaísmo
tendían trampas a Jesús, proponiéndole preguntas tendenciosas para
comprometerle. Lucas dice: “...los escribas y los fariseos se encendieron por las cosas que
les decía, y tratando de ingañarle, le hacían hablar de muchas cosas fuera de
contexto, buscando que dijese alguna que les permitiese acusarlo” … … “Y
sucedió en un Sábado, que entrando en la casa de uno de los principales de los
fariseos para comer el pan, se presentó ante él cierto hombre afectado de
hidropesía; ellos le vigilaban, pero en respuesta, dijo Jesús a los escribas y
a los fariseos: ‘¿Es legal curar en Sábado?’ Cómo ellos permanecían en
silencio, fue a él, lo curó y lo despidió; entonces se volvió hacia ellos y les
dijo: ‘Si uno de vuestros asnos o de vuestros bueyes cayese en un pozo ¿No lo
sacaríais inmediatamente, aún en el día del Sábado?’ Y no podían replicarle a
estas cosas”. (Lucas 11:53-54 y 14:1-5)
19 También Marcos escribe:
“Entonces le
enviaron a algunos de los fariseos y de los herodianos para que lo entrampasen
con palabras, y llegándose a él, le dijeron: ‘¡Oh Maestro! Sabemos que eres
veraz y que no estas pendiente de ninguno, porque no miras la apariencia del
hombre sino que enseñas verdaderamente el camino de Dios ¿Es pues legal pagar
el tributo al Cesar o no lo es? ¿Debemos pagarlo o no?’ Pero él, que conocía su
hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué me probáis? Dejadme un denario para que lo
vea’, ellos se lo dejaron y entonces les dijo: ‘¿De quien es esta imagen y esta
inscripción?’ Y ellos dijeron: ‘De Cesar’; entonces Jesús les contestó
diciendo: ‘Devolved a Cesar las cosas del Cesar y a Dios las cosas de Dios’, y
se maravillaron de él”. (Marcos 12:1-17)
Los designios homicidas
contra del Mesías y el rechazo del pueblo
20 En el libro de los
Salmos leemos: “...porque he oído a muchos calumniar, hay miedo alrededor,
mientras conspiran a una en contra de mí y traman el arrebatarme la vida...” (Salmo 31:13-14) Y Marcos dice que
cuando en la Sinagoga, Jesús sanó en día sábado a un lisiado: “...salieron los
fariseos, e inmediatamente se reunieron contra él con los herodianos, para ver
cómo podían eliminarle...” (Marcos 3:6) También leemos en el evangelio de Juan que: “...desde el día aquel en
que se reunieron en concilio, tramaban para matarle.” (Juan 11:53)
21 Los profetas habían
anunciado que el Mesías sería rechazado por su pueblo en conjunto, y así
sucedió. Este rechazo se manifestó de modo inequívoco el día 14 del mes de
Nisán del año 33, cuando Jesús fue presentado ante Pilato, leemos que entonces:
“...habiendo
Pilato convocado al sumo sacerdote y a los principales del pueblo, dijo: ‘Me
habéis presentado a este hombre cómo embaucador de las gentes, pero después de
haberlo examinado en vuestra presencia, no he encontrado en él ninguna de las
faltas de las que le acusáis, ni tampoco Herodes, pues se lo envié de parte
vuestra. Por tanto nada ha hecho para ser merecedor de muerte y cómo ya le he
castigado, lo liberaré’... … pero todos juntos gritaron diciendo: ‘Toma a este
y libéranos a Barrabás’, uno que estaba encerrado en prisión por una revuelta
que había habido en la ciudad y por asesinato. De nuevo insistió Pilato porque
quería liberar a Jesús, pero ellos gritaron diciendo: ‘¡Crucifícalo!
¡Crucifícalo!’ Aún les dijo por tercera vez: ‘¿Que mal ha hecho este? Nada he
hallado que merezca la muerte y habiéndole ya castigado, lo liberaré’, pero
ellos le presionaban a gritos, exigiendo que fuese crucificado... … Pilato
decidió satisfacer su petición y tal cómo ellos habían pedido, liberó al que
había sido encarcelado por sedición y asesinato, entregándoles a Jesús”. (Lucas 23:13-25)
Judas Iscariote
22 Las profecías hablan de
la enemistad e ingratitud del pueblo de Israel para con el Mesías pero además,
en varios pasajes del Antiguo Testamento se dice que uno de los suyos, un
hombre próximo a él, le traicionaría. Esta profecía se cumple en la persona de
Judas Iscariote. El Mesías dice por boca de David: “También un hombre fiel a
mí, uno en quien confiaba, uno que comía mi pan, ha levantado
contra mí su talón...” (Salmo 41:9) El traidor tenía que ser uno a quien el Mesías
consideraba amigo, y efectivamente, Jesús llamó ‘amigo’ (Mateo 26:50) a Judas Iscariote cuando
recibió su beso de saludo. Jesús confiaba en él, ya que cómo dice Juan, Judas “administraba la caja”, (Juan 12:6) o sea, se encargaba de
la administración del dinero.
23 Durante la última cena
con sus apóstoles, Jesús compartió su pan con Judas aún sabiendo que le
traicionaría. Juan relata: “...el ánimo de Jesús se turbó y declaró: ‘En verdad, en
verdad os digo que uno de vosotros me traicionará’. Todos los discípulos se
miraron unos a otros, preguntándose a quien se refería. Uno de sus discípulos
estaba reclinado sobre su pecho, uno muy amado por Jesús, de modo que Simón
Pedro le hizo una seña para que le preguntase a quien se refería, e inclinándose,
este le dijo: ‘¡Oh señor! ¿Quien es?’ y le contestó Jesús: ‘Es aquel a quien
daré el trozo de pan que voy a mojar en el plato’, y untando un trozo de pan,
se lo dio a Judas, el de Simón Iscariote... e inmediatamente después de haber
tomado el trozo de pan, salió...” (Juan 13:21-30)
24 En los Salmos leemos: “… el que me agravia
no es un enemigo, entonces lo soportaría; el que se alza contra mí no es uno
que me odia, pues me hubiese ocultado de él; pero eres tú, un hombre valioso, mi
compañero y mi amigo, y compartíamos una afectuosa confianza
mientras en la casa de Dios, caminábamos entre la gente”. (Salmo 55:12-14) Igual que en el Salmo
41 versículo 9, en este el Mesías llama al traidor, ‘amigo’, porque Judas
Iscariote, cómo los demás apóstoles, resultó un fiel acompañante de Jesús
durante tres años y medio, y de los relatos de los evangelios se desprende que
frecuentaban juntos el Templo, cuando Jesús “...impartía todos los días enseñanza en el
Templo…”. (Lucas 19:47)
25 El agravio de Judas a
Jesús representa una profunda traición; no solo lo vende por dinero, también le
saluda alegremente y le besa, para entregarlo personalmente a sus adversarios
en el momento y el lugar adecuados, lejos de las gentes que siempre le
rodeaban, poniéndolo en manos de sus enemigos para que fuese ejecutado de un
modo terrible.
Verdaderamente, Judas
había preparado de antemano su traición, pues Mateo relata: “Entonces, uno de los
doce llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes y les dijo:
‘¿Que me daríais para que os lo entregue?’ Y ellos le pagaron treinta piezas de
plata; desde entonces buscaba la oportunidad de entregarlo”. (Mateo 26:14-16).
Mucho tiempo antes, el
profeta Zacarías, hablando de parte del Mesías de Israel, escribe: “...y pesaron mi paga,
treinta siclos de plata...” (Zacarías 11:12) Y
26 Judas Iscariote se
suicidó después de traicionar a Jesús; dice Mateo que viendo que le condenaban,
“...sintió
remordimiento y quiso devolver las treinta piezas de plata a los principales
sacerdotes y a los ancianos, diciéndoles: ‘He pecado al entregar sangre
inocente’, pero ellos le contestaron: ‘¿A nosotros que nos importa? Es asunto
tuyo’. Entonces arrojó las piezas de plata en el Templo, y saliendo, fue y se
ahorcó”. (Mateo
27:3-5)
Estos acontecimientos habían sido ya predichos, y también el destino de Judas,
porque dice David “Coloca junto a él a un impío, y esté a su diestra un delator...” y habla luego del
delator, diciendo “Serán sus días pocos y otro tomará su encargo; quedarán
sus hijos huérfanos y viuda su mujer...” (Salmo 109:6-8)
27 ¿Cual era el encargo
que Judas desempeñaba y que pasaría a otro? Lucas escribe que Jesús, “...llegado el momento,
convocó a sus discípulos, a los doce nombrados apóstoles: a Simón que
también llamaba Pedro y a su hermano Andrés; a Santiago y a Juan; a Felipe y a
Bartolomé; a Mateo y a Tomás; a Santiago, el de Alfeo y a Simón, el llamado
Zelota; a Judas, el de Santiago y a Judas Iscariote, que se hizo traidor”. (Lucas 6:13-16) Después de su muerte y
recordando el Salmo 109, los apóstoles consideraron que Judas debía ser
sustituido y para tomar su encargo, presentaron “...a José, llamado Barsabas y denominado
‘Justo’, y a Matías; entonces dijeron en oración: ‘Tú ¡Oh Señor! Que conoces
los corazones de todos, muéstranos a cual de los dos eliges para tomar el
servicio de apostolado que Judas abandonó para dirigirse a su lugar;
entonces echaron suertes y recayó sobre Matías, que fue contado con los once
apóstoles”. (Hechos 1:23-26)
* * * * *
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Capítulo cuarto
La condena, la ejecución y la
resurrección del Mesías
La condena
1 En el capítulo anterior
hablábamos del gran contrasentido que representa el rechazo del pueblo de
Israel hacia aquel Mesías que Dios había prometido desde la antigüedad y que
había sido descrito con tanto detalle por los profetas. Ahora mostraremos
algunas profecías que exponen los sucesos del punto culminante de este rechazo,
o sea, la condena y la ejecución del Mesías.
Un salmo de David dice: “Estoy exhausto por mi
clamor, mi garganta está seca; desfallecen mis ojos esperando a mi Dios. Mis
enemigos, aquellos que me odian sin causa, son más numerosos que los cabellos
de mi cabeza. Abundan mis adversarios, los que sin provecho, me destruyen...” (Salmo 69:4) porque “...me he convertido en
un extraño para mis hermanos, en un extranjero para los hijos de mi madre”. (Salmo 69:8) Y el odio que los
principales del pueblo, los escribas y los sacerdotes sentían por él, les llevó
a condenarlo a muerte.
Los falsos testigos
2 Leemos en los Salmos: “Se levantan testigos
corruptos que me hablan de lo que no sé; me devuelven mal por bien ¡Que
tristeza para mi alma!” (Salmo 35:11-12) “Pero yo, cómo un sordo, no escucho, y soy cómo
un mudo que no abre la boca, cómo un hombre que ni escucha ni tiene
argumentos...” (Salmo 38:14)
El cumplimiento de esto
lo hallamos en el evangelio de Mateo, que dice: “Los sacerdotes principales y el entero
Sanedrín, procuraron falso testimonio contra Jesús para que fuese condenado a
muerte, pero no lo consiguieron a pesar de que se presentaron muchos testigos
falsos. Pero después llegaron otros dos que dijeron: ‘Este ha dicho: Yo puedo
destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días’, entonces el sumo
sacerdote, poniéndose en pie le dijo: ‘¿Nada tienes que decir a lo que estos
testifican contra ti?’ Pero Jesús permanecía en silencio...” (Mateo 26:59-63) Este pasaje pone de
manifiesto que Jesús tenía que ser condenado a pesar de no poder ser acusado de
ningún delito.
Los malos tratos
3 Isaías predice cómo
sería tratado el Mesías en aquella ocasión, y escribe: “El Señor Yahúh abrió
para mí un oído, de modo que no me rebelé ni me volví atrás; ofrecí mi
espalda a golpeadores y mi rostro a los que se mofaban, no lo escondí de
burlas ni de escupidos. El Señor Yahúh me ayuda, por esto no caeré en
desgracia y por esto he hecho mi rostro cómo el pedernal, pues sé que no seré
avergonzado”. (Isaías 50:6-7)
Mateo escribe: “...el sumo sacerdote le
dijo: ‘¡Yo te requiero por el Dios viviente, que nos digas si eres el Mesías,
el hijo de Dios!’ y le dijo Jesús: ‘Tú lo has dicho. Y además te digo que verás
desde ahora al hijo del hombre sentado a la derecha del Potente y llegando
sobre las nubes del cielo’. Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras,
diciendo ‘¡Ha dicho blasfemias! ¿Que otra cosa necesitamos? Mirad, ahora que
todos habéis oído la blasfemia ¿Cual es vuestro veredicto?’ Y ellos
contestaron: ’Merece morir’. Entonces le escupieron en la cara y le pegaron
puñetazos y bofetadas, diciéndole: ‘Profetízanos ¡Oh Cristo! ¿Quien es el
que te ha pegado?’” (Mateo 26:63-68)
También el profeta
Miqueas había escrito: “...herirán con una vara el rostro del juez de Israel”. (Miqueas 4:14) Y Mateo dice de Jesús: “...y escupiéndole,
tomaron una vara y le pegaron en la cabeza”. (Mateo 27:30)
La flagelación y la
corona de espinas
4 Dice Juan que “...Pilato tomo entonces
a Jesús y lo hizo azotar, y los soldados, tejiendo una corona de espinas, la
colocaron en su cabeza y echaron sobre él un manto rojo, y golpeándole, le
decían: ‘¡Salve, rey de los Judíos!’” (Juan 19:1-3)
El látigo que los
romanos empleaban para los azotes, el flagrum, tenía tres ramales que
terminaban en una pieza metálica con dos bolitas de 3 centímetros. Por esto se dice proféticamente en el Salmo: “Los labradores han arado sobre mi espalda, han
extendido sus surcos”. (Salmo 129:3) Por otro lado, la corona de espinas le abría
heridas que sangraban empapándole el cabello. El aspecto de Jesús debía ser
terriblemente lastimoso, cómo el que Isaías describe refiriéndose al Mesías: “...muchos han quedado
atónitos ante ti, un hombre así desfigurado en su apariencia y su figura
humana”. (Isaías
52:14)
La ejecución y el el
salmo 22
5 Unos mil años antes de
que Jesús fuese ejecutado, David describe minuciosamente la ejecución del
Mesías, una ejecución diferente de la que recibía entre los hebreos un
malhechor, ya que de acuerdo con la Ley, los malhechores tenían que ser
lapidados. (Levítico 20:2) Los primeros en practicar la crucifixión
fueron los romanos, y lo hicieron varios siglos después de que se escribiese
este salmo:
Salmo 22:1-31 “¡Dios mío! ¡Dios mío!
¿Por qué me has desamparado? Lejos estás de mi grito de socorro, de mis
palabras entre gemidos 2 ¡Dios mío! Clamo durante el día y tú no respondes, y
en la noche, y no hay para mí reposo. 3 Pero tú eres Santo, albergas la gloria
de Israel. 4 En ti confiaron nuestros padres, ellos confiaron y tú los
liberaste. 5 Clamaron a ti y escaparon, confiaron en ti y no fueron
avergonzados. 6 Pero yo soy un gusano, no un hombre, escarnecido por los
hombres y por pueblo despreciado. 7 Todos los que me ven se burlan de mí...
sacuden la cabeza diciendo: 8 ¡Recurra a Yahúh! ¡Lo libere él, ya que en él se
deleita!
9 Tú me sacaste del
vientre de mi madre; sobre su pecho me sosegaste; 10 fui confiado a ti desde mi
nacimiento; tú eres mi Dios desde el seno de mi madre. 11 No te alejes de mí
pues me envuelve la angustia y no hay quien me ayude. 12 Me han cercado muchos
toros; poderosos del Basán me rodean 13 y abren contra mí la boca, un león que
desgarra y ruge. 14 Cómo el agua, me derramo y todos mis huesos se descoyuntan;
mi corazón está cómo la cera, se ha derretido dentro de mí; 15 mi fuerza se ha secado cómo la arcilla y mi lengua se pega al paladar. Me has puesto en el polvo
de la muerte, 16 me han acorralado perros, me ha circundado una banda de
malhechores que son a mis manos y mis pies cómo un león, 17 y puedo
contar todos mis huesos.
Recelosos de mí, me
observan; 18 se reparten mis vestiduras y echan a suertes mi túnica. 19
Pero tú ¡Oh Yahúh! no te alejes ¡Fuerza mía, apresúrate a socorrerme! 20 ¡Libra
mi alma de la espada, mi singularidad, de la garra del perro! 21 Sálvame de la
boca del león y de los cuernos de los búfalos ¡Tú me responderás! 22 Anunciaré
tu nombre a mis hermanos, y te alabaré dentro de la congregación. 23 Los que
teméis a Yahúh ¡Alabadle! Toda la simiente de Jacob ¡Glorificadle! Toda la
simiente de Israel ¡Temedle! 24 Pues él no ha menospreciado ni desestimado el
sufrimiento del afligido, no escondió de él su rostro y cuando le pidió
auxilio, escuchó.
25 ¡De ti acude mi
alabanza entre la gran congregación! Cumpliré mi promesa ante los que te temen:
26 los necesitados comerán y se saciarán; los que buscan a Yahúh le alabarán
¡Viva por siempre su corazón! 27 Recordarán, y se volverán a Yahúh de todos los
confines de la tierra, y se inclinarán ante ti todas las familias de las
naciones, 28 puesto que el reino es de Yahúh y él gobierna sobre las naciones.
29 Toda la multitud de la
tierra se nutrirá y se inclinará; ante él se postrarán todos los que descienden
al polvo, incluso si su alma no queda con vida. 30 Una descendencia le servirá,
y lo que el Señor ha hecho será referido por siempre, 31 porque ellos pasarán
anunciando su justificación para un pueblo que ha nacido de él”. (Salmo 22: 1-31)
Manos y pies perforados
6 La Versión de los Setenta (LXX) vierte así el versículo 16 de este salmo: “...me han acorralado
perros, una banda de malhechores me ha circundado; me han perforado las
manos y los pies...”, mientras traducciones masoréticas, cómo la del Códice de
Leningrado, dicen “...me han acorralado perros, una banda de malhechores me ha
circundado; cómo un león, son a mis manos y mis pies...” Esto ocurre porque la
versión griega de los LXX tiende a interpretar en el significado de la
expresión hebrea, y en este caso, vierte directamente el significado de lo
que el león representa, ya que sus dientes perforan y destrozan. Esto no
significa que el versículo haya sido adaptado a lo ocurrido, puesto que cómo ya
se ha dicho, la Versión de los Setenta había sido ya publicada y difundida
mucho antes del nacimiento de Cristo.
7 Por otro lado, la
expresión ‘perros’ designaba en Israel a cualquiera que no fuese judío. En una
ocasión, una mujer cananea se dirigió a Jesús para pedirle que curase a su hija
y él le contestó: “...yo solo he sido enviado a los hijos de Israel...” pero cómo ella
insistía, le dijo: “...’No es justo tomar el pan de los hijos para echarlo a los
perros’, y ella le contestó: ‘Es verdad, Oh Señor, pero hasta los perros comen
las migas que caen de la mesa de los hijos’...” Y dice Mateo que Jesús, conmovido por la
fe y la humildad de aquella mujer cananea, curó a la niña a pesar de que aquel
no era aún su momento. (Mateo 15:21-28)
En el Salmo se llama
pues ‘perros’ a la compañía de soldados romanos, que burlándose de Jesús, le
coronan de espinas, le golpean y le insultan, para escoltarle luego hasta el
lugar de su ejecución y crucificarle, perforándole manos y pies. Mateo escribe:
“...después
de insultarle, le despojaron del manto de soldado y le vistieron con su propia
túnica, para llevarle a donde la crucifixión”. (Mateo 27:31)
Sus ropas repartidas y
echadas a suertes
8 En el versículo 18
leemos que los extranjeros (perros) primero se reparten las ropas del Mesías y
después echan a suertes su túnica. También este detalle encuentra un
cumplimiento preciso en Jesús, porque Juan escribe: “Una vez crucificado
Jesús, los soldados tomaron sus ropas repartiéndolas en cuatro partes, una para
cada soldado, y la túnica. La túnica no tenía costuras porque estaba tejida
entera desde la parte superior, así que dijeron ‘No la rasguemos, echémosla a
suertes y sea de uno’. Con esto se cumplió la escritura: ‘...han repartido mis ropas
y echado a suertes mi túnica’...” (Juan 19:23-24)
Huesos descoyuntados y
sed
9 En los versículos 14 y
15, dice el Mesías: “Cómo el agua, me derramo y todos mis huesos se descoyuntan; mi
corazón está cómo la cera, se ha derretido dentro de mí; mi vigor se ha secado
cómo la arcilla y mi lengua se pega al paladar”. Mientras va saliendo de él la vida cómo
el agua que se derrama, el peso del cuerpo que cuelga del travesaño fijado
sobre el palo, hace que se desconecten sus huesos y además, siente tanta sed;
pero dice el Mesías por boca de David: “...por alimento me dieron lo amargo y para mi
sed me dieron a beber vinagre...” (Salmo 69:21)
Mateo escribe: “...y cuando llegaron a
un lugar llamado Gólgota, denominado ‘Lugar de la Calavera’, le dieron de beber un vino mezclado con hiel, que después de probar, no quiso
tomar...” (Mateo
27:33-34)
Y también: “Cómo
hacia la hora nona, Jesús clamó con fuerte voz, diciendo: ‘Elí, Elí ¿Lamá
sabachthaní?’ O sea: ‘Dios mío, Dios mío ¿Por qué me has abandonado?’. Al oírlo,
algunos que estaban de pie allí dijeron: ‘A Elías llama este’, e inmediatamente
corrió uno de ellos a tomar una esponja, y empapándola en vinagre, la ató a una
vara y le dio de beber...” (Mateo 27:46-48)
Luz y oscuridad
10 El versículo 2 dice: “¡Dios mío! Clamo durante
el día y tú no respondes, y de noche, pero no hay para mí reposo”; también en los Salmos
dice el Mesías refiriéndose al momento de su ejecución: “¡Oh Yahúh, Dios de mi
salvación! Clamé ante ti de día y de noche...” (Salmo 88:1-2) Y el profeta Isaías
puso estas palabras en boca del Mesías: “Hago vestir los cielos de negrura y los cubro de
saco...” (Isaías
50:3)
Marcos escribe: “Era la hora tercera
cuando le crucificaron... y al llegar la hora sexta, la oscuridad cubrió
toda la tierra hasta la hora nona”. (Marcos 15:25 y 32) Este oscurecimiento de
tres horas en el día en que Jesús fue ejecutado, ha sido también confirmado por
fuentes no bíblicas. El historiador samaritano Thallos, que en el año 52 de
nuestra era escribió en Roma, habló de este suceso en su ahora desaparecido
libro ‘Historiae’, una obra citada por
los historiadores romanos Julio Africano y Flegón Tralliano, y Julio Africano
escribe: “Thallos
explica en el tercer libro de su ‘Historiae’, que aquella oscuridad se debió a
un eclipse solar, pero, según me parece, sin razón”. La objeción de Julio
Africano es importante, porque realmente, no pudo tratarse de un eclipse solar,
que de todos modos no provocaría un oscurecimiento total de tres horas, y
además, durante el plenilunio es imposible que se verifique un eclipse de sol
total, pero sabemos que el día 15 de Nisan, día de la ejecución de Jesús, es el
día de la Pascua judía, una festividad que coincide siempre con la luna llena.
La oscuridad que cubrió
aquel día la tierra durante tres horas, constituyó por tanto el prodigio
anunciado por los profetas; un prodigio documentado por los discípulos de Jesús
y por otras fuentes históricas.
La burla y la vergüenza
11 En los versículos 6 y 7,
el Mesías habla de las burlas y los insultos que soportará por parte de tantos,
y dice así: “Pero
yo soy un gusano, no un hombre; escarnecido por los hombres y del pueblo
despreciado. Todos los que me ven se burlan de mí... sacuden la cabeza
diciendo: ¡Recurra a Yahúh! ¡Lo libere él, ya que en él se deleita!” Y Mateo escribe: “...los que pasaban le
despreciaban y sacudían la cabeza diciendo: ‘Tú, el que tirabas el Templo y lo
reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres hijo de Dios, baja del
palo’, y también los principales sacerdotes se burlaban de esta manera, y junto
con los escribas y los ancianos, decían: ‘A otros salvó, pero él no puede
salvarse; si es rey de Israel, que baje ahora del palo y le creeremos. Él ha
confiado en Dios, que lo rescate ahora si lo ama, porque ha dicho: ‘Soy Hijo de
Dios’. Con todo esto, incluso aquellos ladrones que habían sido crucificados
con él, le increpaban...” (Mateo 27:39-44)
Contado con los
transgresores y su intercesión misericordiosa
12 Isaías escribió
proféticamente: “...fue contado con los transgresores, pero ha redimido los
pecados de muchos e intercedido por los pecadores”. (Isaías 53:12) Y Lucas escribe: “Y condujeron también
para ser ejecutados con él, a otros dos que eran malhechores y
cuando llegaron al lugar llamado ‘la Calavera’, le crucificaron junto a los dos malhechores, de hecho, con uno a su derecha y el otro a su izquierda;
entonces dijo Jesús: ’Padre, perdónales porque no saben lo que hacen’...” (Lucas 23:32-34)
La muerte
13 La conclusión de todos
estos dolores se expresa en el Salmo 22:15, donde el Mesías ora a su
Dios, diciendo: “...me has puesto en el polvo de la muerte”. Mientras que en el Salmo 31:5, se hallan las últimas
palabras que el Mesías pronunciaría: “En tus manos encomiendo mi espíritu, me has
redimido ¡Oh Yahúh! Dios fidedigno”. Y escribe Lucas que: “Clamando en voz alta,
Jesús dijo: ’Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’, y habiendo dicho
esto, expiró”. (Lucas 23:45)
La duración de su vida
14 ¿Se encuentra en el AT,
algún pasaje que desvele la edad de Jesús cuando murió? En el Salmo 102, el
Mesías suplica a su Dios: “Dios mío, no me lleves en la mitad de mis días...” (Salmo 102:24) pero ¿Cual es la mitad
de los días de una vida humana? El Salmo 90 dice así: “...el tiempo de
nuestros años son unos setenta, y si somos vigorosos, unos ochenta...” (Salmo 90:10)
La mitad de los años de
un hombre, serían pues de los 35 a los 40 años. En Lucas 3:23 leemos que
Jesús comenzó su predicación ‘cuando estaba en los treinta años’ o sea, no a los treinta
sino entrado ya en la treintena. Esto coincide con los acontecimientos que
marcaron su nacimiento, cómo el censo ordenado por Augusto, el hecho de que tras la
visita de los magos, Herodes hiciese matar a los niños menores de dos años, la
enfermedad que mantuvo a Herodes durante un tiempo en Jericó y el que unos días
antes de su muerte, hubiese un eclipse de luna, fechado el año 4º antes de
nuestra era. Por todas estas cosas, Jesús tenía que haber nacido el año 7º
antes de nuestra era, por lo que cuando comenzó su predicación en el año 29
d.C. debía tener unos 36 o 37 años de edad, y tres años y medio más tarde, en
la fecha de su muerte, tendría cerca de 40 años.
Ningún hueso roto
15 Un salmo profético dice
de Dios y su Mesías: “...él guarda todos sus huesos, ni uno de ellos es quebrantado”.
(Salmo
34:20)
Pues bien, en el evangelio de Juan, se dice de Jesús: “Entonces los judíos,
para que los cuerpos no quedasen en el palo durante el Sábado, pues era la Preparación del gran Sábado, preguntaron a Pilato si podían romperles las piernas y sacarlos
de allí. Fueron pues los soldados y primero rompieron las piernas de los que
habían sido crucificados con él y al llegar a Jesús, viendo que ya había
muerto, no se las rompieron; entonces uno de los soldados le traspasó el
costado con su lanza, e inmediatamente le salio sangre y agua...” (Juan 19:31-34)
Precisiones sobre el
lugar de su muerte
16 El lugar preciso de la
muerte del Mesías era ya conocido en tiempos de Abraham. Se relata en el libro
del Génesis que unos 1.900 años antes de Cristo, Abraham se dirigió a un monte
de la tierra de Moriah para ofrecer a su hijo Isaac. (Génesis
22:1-19) Y en el segundo libro de las Crónicas, leemos: “Empezó pues Salomón, a
edificar la Casa de Yahúh en Jerusalén, en el monte Moriah...” (2Crónicas 3:1) La tierra de Moriah es
por tanto, la región que circunda Jerusalén.
Entonces Isaac no murió
en la tierra de Moriah, porque aquel episodio fue solo un precedente profético
del sacrificio que se llevaría a cabo en aquel lugar. Proféticamente, Abraham
dio al montículo del sacrificio el nombre de ‘Yahúh Yireh’, que significa ‘Yahúh provee’. Relata Moisés que: “...Isaac dijo a su
padre: ‘Padre mío’… ‘Aquí veo el fuego y la leña, pero ¿Dónde está el cordero
para el holocausto?’ Y Abraham le respondió: ‘Dios proveerá el cordero del
holocausto, hijo mío’...” (Génesis 22:7-8) Y verdaderamente, Dios proveyó a su
hijo Jesús, al “cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, (Juan 1:29) que en aquel monte se
ofreció en favor de la humanidad. (Hebreos 13:11-12)
Y Jesús murió en la
tierra de Moriah, sobre el montículo de ‘Yahúh Yireh’, llamado en sus días el Gólgota, dando así
cumplimiento al drama profético representado por Abraham y su hijo Isaac.
Las profecías
mesiánicas de Isaías en la literatura rabínica
17 Existen en la
literatura rabínica, muchos pasos que relacionan Isaías 53 con el Mesías. Se
encuentran por ejemplo, en el Talmud de Babilonia, Sanhedrin 98b; en el Tratado
Abkath Rokel del libro Paskita, del año 700 de nuestra era; en un comentario de
Génesis 1:3, del rabino Moses Haddarschan, del siglo XI; o en el libro Rabboth,
del año 300 de nuestra era, que comenta Ruth 2:12.
El rabino Alschesch (s.
XVI), dice refiriéndose a Isaías 53: “Nuestros antiguos rabinos pensaban, apoyados
por la tradición, que aquí se habla del rey Mesías. Por esto, también nosotros,
siguiéndoles, mantenemos que debemos pensar que el sujeto de esta predicción
sea David; él es el Mesías, cómo está bien claro”. Y en el Midrasch Tanchuma, escrito
alrededor del siglo IX, se reconoce: “Este es el rey Mesías, que es elevado,
exaltado y hecho excelso, más en alto que Abraham, elevado por encima de Moisés
y más que los ángeles que le sirven”. Mientras que en el Targum Jonathan Ben Uzziel,
este versículo de Isaías 52:13 está bajo el título de “Mesías”.
Una lectura del
capítulo 53 de Isaías
17 “¿Quien ha dado crédito
a nuestro mensaje y por medio de quien se ha manifestado el brazo de Yahúh? 2
Creció ante él cómo un vástago, cómo una raíz en tierra árida, y no había en él
imagen o majestad aparentes, ni una posición que nos agradase. Fue despreciado
y rehusado por los notables; era un hombre sufriente, preparado al dolor, y
nosotros, desdeñándole, le escondimos el rostro y le menospreciamos sin
valorarle.
4 En verdad, él nos ha
liberado de nuestra angustia, ha cargado con nuestra desgracia. Nosotros le
hemos considerado contaminado, azotado por Dios y atormentado, 5 pero él ha
sido la absolución de nuestras ofensas; fue herido por nuestras transgresiones,
fue abatido por nuestros pecados, asumió el coste de nuestra paz y por su
herida hemos sido sanados. 6 Todos estábamos cómo ovejas perdidas; algunos nos
dirigimos a su camino y Yahúh echó sobre él la trasgresión de todos nosotros.
7 Maltratado y afligido,
nada dijo; llevado al degüello cómo un cordero, enmudeció; cómo una oveja ante
su esquilador, no abrió la boca.
8 Fue arrestado y
detenido para juicio, pero a su generación ¿Quien la juzgará? Porque él fue
cortado del mundo de los vivos; fue herido por el pecado de mí pueblo.
9 Fue puesto junto a
malhechores y a su muerte, con uno rico; aunque él no había hecho injusticia ni
había en su boca falsedad.
10 Quiso Yahúh establecer
un sacrificio de expiación y lo sometió al dolor; pero su alma verá
descendencia, prolongará sus días y en sus manos prosperará la voluntad de
Yahúh. 11 Del fruto de su vida verá una luz intensa y quedará satisfecho, pues
por su sabiduría, mi leal siervo justificará a muchos, llevando el peso de sus
transgresiones. 12 Le daré por tanto, parte con muchos y repartirá el triunfo
con los potentes, porque derramó su vida hasta morir y fue contado con los
transgresores, pero ha redimido los pecados de muchos e intercedido por los
pecadores”. (Isaías 53:1-12)
Consideraciones sobre
los capítulos 52 y 53 de Isaías
18 Antes de describir en
el capítulo 53 la pasión del Mesías, se habla en el 52 de su retorno
triunfante. Isaías escribe: “He aquí que mi siervo triunfará; será levantado, encumbrado
y muy exaltado. Igual que muchos quedaron atónitos ante ti, un hombre así
desfigurado en su apariencia y figura humana, le buscarán muchas naciones.
Frente a él enmudecerán las bocas de los reyes, porque verán lo que no se les
había referido y entenderán lo que no habían escuchado. (Isaías 52:13-15)
En armonía con esto, en
el Nuevo Testamento se dice que el Mesías sería “...alzado por Dios y liberado del dolor
de la muerte, porque era imposible que la muerte lo retuviese”, (Hechos 2:24) y también que fue
elevado a los cielos ante los apóstoles, pues: “...habiendo dicho estas cosas, fue alzado
ante sus ojos, y una nube le ocultó de su vista; y mientras ellos le miraban
subir a los cielos, dos hombres en túnica blanca estaba de pie a su lado y les
dijeron: ‘...este es Jesús, él está siendo ascendido de junto a vosotros hasta
el cielo y así volverá, de la misma manera que le habéis visto ir...” (Hechos 1:9-11) para sentarse “...a la diestra de
Dios”. (Marcos
16:19) Ya que “...después de haber
cumplido con la purificación de los pecados mediante el sacrificio de
expiación, se ha sentado a la diestra de la Majestad divina en el más alto de los cielos, y ha adquirido una naturaleza tan superior a la de los ángeles, cuanto
mayor es su responsabilidad en la posición que le ha sido otorgada”. (Hebreos 1:3-4)
Y en los Hechos de los
apóstoles se relata la predicación de la buena nueva ante reyes (Hechos
26:27-28) e incluso ante el emperador romano. (Hechos 25:11-12)
Además, Mateo registró estas palabras de Jesús a sus discípulos “…se publicará la buena
nueva del reino en todo lo habitado cómo testimonio a todas las
naciones...” (Mateo 24:14) Y Pablo confirma: “…verdaderamente, ‘su voz se ha oído por todas
partes y su palabra, hasta la extremidad de la tierra habitada’.” (Romanos 10: 18)
19 En el primer versículo
Isaías escribe: “¿Quien ha dado crédito a nuestro mensaje y por medio de quien se
ha manifestado el brazo de Yahúh?” Y es que si bien el mensaje de Cristo se predicó
en todo el mundo conocido de entonces, relativamente pocos hebreos lo aceptaron
y también entre los paganos provocó un gran rechazo, con esto los discípulos de
Jesús fueron perseguidos y tantos fueron ejecutados por causa de su fe.
Más adelante dice que “...no había en él
imagen o majestad aparentes, ni una posición que nos agradase. Fue despreciado
y rehusado por los notables, era un hombre sufriente y preparado para el dolor
y nosotros, desdeñándole, le escondimos el rostro, le menospreciamos sin
valorarle“. (Isaías 53:2-3) Los hebreos esperaban a un Mesías guerrero y triunfador que
combatiese por Israel liberando al pueblo del yugo romano, pero el Rey Ungido
que Dios envió a Israel, siendo poderoso en espíritu y en obras, se comportó
cómo un humilde y apacible siervo suyo. Su combate fue contra la mentira y la
hipocresía; mediante la buena nueva, predicó el retorno del pueblo de Israel a
la verdad de Dios, hablando al pueblo de su amor por los hombres y mostrándoles
a través de las Escrituras, la salvación que para ellos había provisto.
El no era un rey cómo
los de este mundo que “está bajo el poder del Maligno”, (1Juan 5:19) por esto había dicho a sus discípulos:
“Los reyes
de las naciones se enseñorean de ellas, y se llama bienhechores a los que sobre
ellas ejercen el poder, pero entre vosotros no es así; más bien, el que entre
vosotros sea mayor, sea cómo el más joven y el principal, cómo el que sirve…
Porque… yo estoy entre vosotros cómo el que sirve”. (Lucas 22:25-27) Y cuando Pilato le
preguntó “’¿Eres
tú el Rey de los Judíos?’... Jesús le respondió: ‘Mi reino no es de este mundo;
si mi reino fuese de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera
entregado a los Judíos, pero mi reino no es de aquí’… entonces Pilato le dijo:
‘Pero ¿Tú eres rey? Y Jesús respondió: Tú dices que soy rey. Yo he nacido para
esto y he venido al mundo para esto: para dar testimonio á la verdad, y todo
aquél que pertenece a la verdad, escucha mi voz’”. (Juan 18:33-37)
Esta actitud puramente
espiritual contrariaba los proyectos nacionalistas que los principales del
pueblo judío acariciaban desde hacía tiempo, por este motivo no querían ni
podían reconocerle cómo enviado de Dios y procuraban desacreditarle para
atraerle el rechazo de la población y poder eliminarle. Aún así, aquellos que
le reconocieron, tuvieron el privilegio de acompañarle y de convivir con el
Primogénito de la creación de Dios, su portavoz o su ‘Palabra’, que naciendo
cómo hombre, “...habitó
entre nosotros”. Y ellos pudieron percibir “su gloria, la gloria del Padre para un Hijo
Unigénito, pleno de favor y de verdad”. (Juan 1:14)
20 Isaías escribe: “Maltratado y afligido,
nada dijo; llevado al degüello cómo un cordero, enmudeció; cómo una oveja ante
su esquilador, no abrió la boca”. (Isaías 53:7) Y es cierto que Jesús soporto las
calumnias y los malos tratos en silencio y sin proferir queja alguna; Mateo
dice: “...levantándose,
el Sumo Sacerdote le dijo: ‘¿Nada respondes a lo que estos testifican en contra
de ti? Pero Jesús callaba”. (Mateo 26:62-63) Entonces “...Jesús fue llevado ante el gobernador. El
gobernador le interrogó diciendo: ‘¿Eres tú el rey de los judíos?’ y Jesús le
respondió: ‘Tú lo dices’, pero a las acusaciones de los principales sacerdotes
y de los ancianos, nada respondió”. (Mateo 27:11-14)
21 Sigue Isaías: “Fue arrestado y
detenido para juicio, pero a su generación ¿Quien la juzgará? Porque
él fue cortado del mundo de los vivos; fue herido por el pecado de mi pueblo” (Isaías 53:8)
El juicio de Jesús
consistió en un proceso breve y viciado, en el que acusadores y jueces actuaron
por conveniencia política y olvidaron la justicia. Habitualmente, en los
procesos de vida o muerte para el acusado, el tribunal o Sanedrín tenía la
obligación de citar a varios testigos dispuestos a declarar a favor del
inculpado, sin embargo, en el caso de Jesús se había ya decidido que fuese
condenado cómo blasfemo, de modo que su juicio fue tan solo un trámite
obligado.
Juan relata “Entonces convocaron
consejo los principales sacerdotes y los fariseos, y se preguntaban: ‘¿Qué
hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. Si dejamos que siga así,
todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y
nuestra nación’. Pero uno de ellos, Caifás, que aquel año era Sumo Sacerdote,
les dijo: ‘Vosotros no comprendéis nada ni os dais cuenta de que os conviene
que sea solo uno que muera por el pueblo y no perezca toda la nación’.
Esto no lo dijo por su propia cuenta... profetizó que Jesús iba a morir por la
nación y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno, a los hijos de
Dios que estaban dispersos. Y desde este día, decidieron darle muerte”. (Juan 11:47-53)
Mateo escribe: “Entonces los principales
sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo
Sacerdote, llamado Caifás, y resolvieron prender a Jesús con engaño y darle
muerte. Pero decían: ‘Durante la fiesta no, para que no se arme un alboroto en
el pueblo’...” (Mateo 26:3-5) Durante el juicio, “...los principales sacerdotes y los ancianos
lograron persuadir a la gente de que pidiese la libertad de Barrabás y la
muerte de Jesús”. (Mateo 27:20) Pero cómo “...Pilato trataba de librarle... los judíos le gritaron: ‘Si
liberas a este no eres amigo del César, porque todo el que se hace rey, se
enfrenta al César’...” (Juan 19:12)
Mateo relata: “Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta, y dijo Pilato a los judíos: ‘Aquí tenéis a
vuestro Rey’. Ellos gritaron: ‘¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!’ Les dijo Pilato:
‘¿A vuestro Rey voy a crucificar?’ Replicaron los principales sacerdotes:
‘No tenemos más rey que el César’...” (Juan 19:14-15) “Entonces Pilato, viendo
que nada adelantaba sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó
las manos delante del pueblo diciendo: ‘Soy inocente de la sangre de este
justo. Vosotros veréis’, y todo el pueblo respondió: ‘¡Su sangre
está sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’ Así que les soltó a Barrabás y
después de que Jesús fuese azotado, lo entregó para que fuese crucificado”. (Mateo 27:24-26)
22 Isaías había escrito: “...fue puesto junto a
malhechores y a su muerte, con uno rico...”. (Isaías 53:9) Habitualmente se sepultaba
a los criminales en el vertedero del valle de Hinón, situado en las afueras de
Jerusalén. Allí se arrojaban y se quemaban las basuras y los animales muertos;
sin embargo Yahúh dispuso que Jesús fuese llevado a un sepulcro aún sin
estrenar. Dice Mateo: “Al llegar la noche, un discípulo de Jesús, un hombre rico
de Arimatea llamado José, fue a Pilato para pedirle el cuerpo y Pilato dio la
orden de que el cuerpo de Jesús le fuese entregado; José lo tomó y
envolviéndolo en un paño limpio de lino fino, lo colocó en una tumba nueva de
su propiedad excavada en la roca, hizo rodar una piedra grande frente a la
entrada y se marchó”. (Mateo 27:57-60)
23 Las Escrituras ofrecen
un triple testimonio de la inocencia de Jesús, confirmando estas palabras de Isaías: “… él no había hecho
injusticia ni había en su boca falsedad…”. (Isaías 53:9)
Pablo dice: “...hacemos de
embajadores en lugar de Cristo, cómo si a través nuestro Dios exhortase: 'os
suplicamos en el nombre de Cristo que os reconciliéis con Dios, porque ha
considerado pecador al que no conoció el pecado, para que nosotros
fuésemos justificados por medio suyo'...” (2Corintios 5:20-21)
Pedro escribe: “También sufrió Cristo
por vosotros, dejándoos un modelo para que siguieseis sus huellas, pues él,
que no cometió pecado ni en sus palabras se halló engaño, al ser
ultrajado, no devolvió los ultrajes, y mientras sufría, no profirió amenazas.
Se encomendó al que juzga con justicia, y ofreció su cuerpo en sacrificio por
nuestros pecados, para que muertos al pecado, viviésemos para la justicia. De
modo que vosotros habéis sido sanados a causa de sus heridas, porque erais cómo
unas ovejas perdidas, y habéis vuelto ahora al pastor y guardián de vuestras
vidas”. (1
Pedro 2:21-25)
Y el apóstol Juan dice
en su carta: “...debéis
saber que él ha venido para anular los pecados, porque en él no hay pecado”.
(1 Juan
3:7-8)
24 Leemos: “Quiso Yahúh
establecer un sacrificio de expiación y lo sometió al dolor; pero su
alma verá descendencia, prolongará sus días y en sus manos prosperará la
voluntad de Yahúh”. (Isaías 53:10)
En el libro de los
Hechos de los Apóstoles vemos que antes de ser ascendido a los cielos, Jesús se
había presentado ante sus apóstoles, “...vivo tras su sacrificio, ofreciéndoles muchas
pruebas evidentes y siendo visto con ellos durante cuarenta días...” (Hechos 1:3)
Y dice Pablo que “...después de haber
cumplido con la purificación de los pecados mediante el sacrificio de
expiación, se ha sentado a la diestra de la Majestad divina en el más alto de los cielos, y ha adquirido una naturaleza tan superior a la de los ángeles, cuanto
mayor es su responsabilidad en la posición que le ha sido otorgada”. (Hebreos 1:3-4)
25 Dice Isaías: “Del fruto de su vida
verá una luz intensa y quedará satisfecho. Por su sabiduría, mi leal siervo
justificará a muchos, llevando el peso de sus transgresiones”. (Isaías 53:11)
Y Pablo escribe: “Ahora... se ha dado a
conocer el modo en que Dios concede la justificación que la Ley y los Profetas declaran; aquella que Dios concede mediante la fe en Cristo y que está al
alcance de todos los que tienen fe, sin distinciones. Pues cómo todos han
pecado y están privados de la gloria de Dios, todos son justificados
gratuitamente, gracias a su generoso don: la redención mediante Jesús Cristo; porque
la fe en el poder redentor de su sangre, es la base para que Dios,
por su misericordia, atribuya la justificación. (Romanos 3:21-25)
26 Dice Isaías: “Le daré por tanto, parte
con muchos y repartirá el triunfo con los potentes, porque derramó
su vida hasta morir...” (Isaías 53:12)
Y cuando Juan recibe la
visión de parte de Jesús, que relata en el Apocalipsis, viéndolo en toda su
majestad, escribe: “Al verle caí a sus pies cómo muerto, pero él puso su mano derecha
sobre mí y me dijo: ‘No temas, yo soy aquel que comenzó y aquel que
concluirá, el viviente. Aunque morí, ahora vivo por los
siglos de los siglos y tengo la llave de la muerte y del hades’...” (Apocalipsis 1:17-18) Y más adelante declara: “Vi a personas
tomadas de todas las etnias, tribus, pueblos y lenguas, una
multitud grande que no se podía contar, en pie delante del trono y del
Cordero, vistiendo largas ropas blancas y con ramas de palma en la mano...
Uno de los ancianos me dirigió la palabra para preguntarme: ‘Estos que van
vestidos con largas vestiduras blancas ¿Quienes son y de donde vienen?’ pero yo
le respondí: ‘Tu lo sabes mejor que yo, señor’. Así que me dijo: ‘Son aquellos
que han atravesado la gran tribulación, y han lavado sus ropas, purificándolas
en la sangre del Cordero. Por esto están ante el trono de Dios día y
noche, prestándole un servicio sagrado en de su templo’...” (Apocalipsis 7:9 y
13-15)
La autenticidad de
Isaías
27 Puesto que los escritos
de Isaías son tan importantes en la profecía mesiánica, es fundamental remitirse
a su autenticidad y fiabilidad; debemos pues recordar aquellas palabras de
André Lamorte, que se refieren a la copia de su libro hallada en el Qumran, y
que hemos citado en la introducción: ‘El rollo del profeta Isaías se considerado hoy
y definitivamente, copiado antes de la era cristiana. El
parecer de los expertos en cuanto a la datación, varía generalmente
entre el inicio del primer siglo antes de Cristo y el final del segundo’. No es pues
razonable dudar de las profecías que hallamos en él.
La resurrección
28 También la resurrección
del Mesías había sido anunciada en el AT. En el Salmo 16 habla el Mesías y
dice: “He
puesto a Yahúh siempre ante mí, porque él está a mi diestra y no perezco. Por
esto está mi corazón alegre y se conmueve mi alma; morara mi persona en
seguridad con más razón, pues no abandonarás mi alma en el Sheol ni dejarás que
tu fiel vea la sepultura”. (Salmo 16:8-10) La Versión griega de los LXX traduce libremente el significado de este versículo y lo termina así: “... no abandonarás mi
alma en la muerte ni permitirás que tu santo vea la corrupción”.
Es evidente que estas
palabras no pueden referirse a David, el compositor de este salmo, porque mil
años antes del nacimiento del Mesías, él vio la muerte y su cadáver, la
corrupción, igual que todos los hombres. Pero Mateo relata: “El Ángel se dirigió a
las mujeres y les dijo: ‘No temáis, sé que buscáis a Jesús, el Crucificado,
pero no está aquí. Ha resucitado cómo había anunciado. Venid y ved el lugar
donde estaba, y ahora apresuraos, id a decir a sus discípulos: ‘Él ha
resucitado de entre los muertos e irá delante vuestro a Galilea. Allí le
veréis’…” (Mateo
28:5-7)
Josefo Flavio confirma
la resurrección
29 La resurrección de
Cristo no viene solamente confirmada por los relatos Bíblicos, ya que cuando en
el año 93, el historiador Josefo Flavio publicó los 20 volúmenes de su obra ‘Antigüedades
Judaicas’, escritas
con el fin de que los romanos estuviesen mejor informados de la historia de los
hebreos y de su religión, se pronunció brevemente en cuanto al juicio y a la
resurrección del Señor Jesús, escribiendo: “En aquel tiempo, (el tiempo de Pilato) se presentó Jesús, un
hombre sabio, un taumaturgo que realizó muchas obras milagrosas y fue un
maestro para los hombres que aceptaban con gusto la verdad. Ganó a su causa
muchos hebreos y muchos griegos… y después de que incitado por nuestros propios
principales, Pilato lo condenase a muerte, aquellos que lo amaban no le
abandonaron y él volvió, mostrándose a ellos vivo después de tres días...” (Antigüedades Judaicas
libro XVIII)
Es cierto que varios
críticos han puesto en duda la autenticidad de este pasaje, pero cómo ya se ha
dicho, hay otros expertos, cómo el Doctor H. St. John Thackeray que está
especializado en los escritos de Josefo Flavio, que apoyan su genuinidad.
Más de 500 testigos
oculares
30 Puede también decirse
que hubo en conjunto, más de quinientos testigos oculares de la resurrección de
Jesús; uno de ellos, Pablo, escribe: “De las cosas esenciales que yo mismo recibí,
os he transmitido esto: en cumplimiento de las Escrituras, Cristo murió por
nuestros pecados y después de ser sepultado, resucitó al tercer día. Fue
visto por Cefas y luego por los doce; pero más tarde, fue
visto por más de quinientos hermanos a un tiempo, y aunque algunos de estos
ya han muerto, la mayoría aún vive. Después de que Santiago y todos los
apóstoles le viesen, en último lugar, se me apareció también a mí, a uno
que no merecía vivir, al más insignificante de los apóstoles, porque no soy
digno de ser llamado apóstol ya que he perseguido a la congregación de Dios”. (1Corintios 15:3-9)
Este es un testimonio
que no puede ser considerado dudoso, porque no podría declararse impostores a
Pablo y a todos los que dieron en su día, testimonio de la resurrección de
Cristo. Además, la insinceridad está en contradicción total con las Escrituras
a las que ellos se atenían con firmeza, aunque esto significase para muchos,
una condena a muerte.
Sin resurrección, no existe el
cristianismo
31 Reflexionemos también
en este hecho. Hacia el año 57 de nuestra era, el apóstol Pablo escribió a los
Corintios, que la certeza de la fe cristiana se basa en la realidad de la
resurrección de Cristo, o sea, si la resurrección del Señor no resultase un
hecho indiscutible, la fe de los cristianos carecería de fundamento. Pablo
dice: “Ahora
bien, si se predica que Cristo ha sido resucitado de entre los muertos ¿Cómo es
que algunos de vosotros decís que no hay resurrección de los muertos? Pues si
no existe la resurrección de los muertos ¡Tampoco ha sido resucitado
Cristo! Y si Cristo no ha sido resucitado, nuestra
predicación y nuestra fe no tienen sentido. Es más, si fuese verdad que
la resurrección de los muertos no existe, cuando nosotros declaramos que Dios
ha resucitado a Cristo, se nos puede considerar cómo falsos testigos de Dios,
porque si los muertos no van a resucitar, tampoco ha resucitado Cristo. Y si
él no ha sido resucitado, vuestra fe es inútil, aún estáis
inmersos en vuestros pecados y aquellos que murieron en unión con Cristo están
perdidos. Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo para esta
vida, somos más dignos de lástima que cualquiera ¡Pero Cristo ha
resucitado de entre los muertos cómo primicia de los que duermen en la
muerte! Porque si la muerte llegó por medio de un hombre, la
resurrección llega también por medio de un hombre, para que del mismo modo que
mueren todos por la culpa de Adán, vuelvan a la vida todos por medio de Cristo;
aunque cada cual de acuerdo con el orden establecido: Cristo cómo primicia,
más tarde, cuando él vuelva, aquellos que pertenecen al Cristo y después
todos los demás”. (1Corintios 15:12-23)
Los testigos oculares
de la resurrección no podían engañar ni ser engañados, y no hubiese sido
posible que todos hiciesen depender la veracidad de su predicación partiendo de
una mentira y ofreciesen su vida basándose en ella. La realidad de la
resurrección de Cristo era para ellos una evidencia inquebrantable y no solo
esta confirmada por los testimonios de Pedro, de Mateo, de Lucas, de Juan y de
los otros apóstoles, también por el de más de quinientas personas, muchas de
las cuales vivían aún cuando Pablo escribió la carta.
La importancia de la
resurrección
32 Dios había manifestado
desde el principio, la voluntad de redimir a los descendientes de Adán, y lo
había dado a entender con estas palabras, entonces misteriosas, dirigidas a la Serpiente de Edén: “...pondré
enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia. Él
aplastará tu cabeza y tú herirás su talón”. (Génesis 3:15) La resurrección de Cristo fue la confirmación de
que Dios había aceptado el sacrificio de la descendencia para que todos los que
mostrasen fe en su propósito pudiesen ser justificados y obtener la vida. Su
Mesías había sido herido, pero había triunfado en la misión encomendada y fue
resucitado por Dios cómo primicia de la resurrección de la humanidad. Por esto
dice Juan: “...Jesús
Cristo, el testigo fiel, el primero que ha sido resucitado de entre los
muertos...” (Apocalipsis 1:4)
La redención y la resurrección
de Cristo, proporciona a los “que ponen en práctica sus mandamientos… derecho a su porción
en los árboles de la vida, y entrarán por las puertas de la gran ciudad...” (Apocalipsis 22:14)
Conclusión
33 Se han analizado aquí
unas pocas profecías que testifican en favor de que Jesús fue verdaderamente el
Mesías descendiente de Abraham, que Israel estaba esperando y por medio de
quien serían “...bendecidas
todas las naciones de la tierra”. (Génesis 12:3) Pero hay que decir que recopilar y
analizar con detalle todos los testimonios que las Escrituras ofrecen a su
favor, ocuparía libros enteros.
Aún así, creemos haber
demostrado razonablemente la veracidad del cumplimiento en la persona de Jesús
de Nazaret, de las profecías mesiánicas recogidas en el Antiguo Testamento; así
cómo el hecho de que la vida de cada una de las personas del mundo depende
exclusivamente del poder redentor del Mesías elegido y nombrado por Dios, “porque la fe en el
poder redentor de su sangre, es la base para que Dios, por su
misericordia, atribuya la justificación”. (Romanos 3: 25)