La Parábola de Lázaro y el Hombre
Rico
1 Una de las parábolas de
Jesús, que narra el destino de un pobre llamado Lázaro y de un hombre rico, ha
sido y es objeto de controversia. Muchos consideran su relato cómo una
descripción realista del proceso que acontece tras la muerte y por otro lado,
hay quienes sospechan que por sus características, se debe a una posterior
interpolación en el texto. Un cuidadoso examen revela sin embargo, su íntima
relación con las otras cuatro parábolas que Jesús expone en aquella ocasión,
registradas en los capítulos 15º y 16º del evangelio de Lucas, porque todas
ellas, la de la oveja perdida, la de la moneda extraviada, la del hijo pródigo,
la del administrador infiel y la de Lázaro, constituyen una serie de ejemplos
cuya finalidad no es la de establecer doctrinas, si no la de hacer
razonar con respecto a la enseñanza moral que encierran.
Jesús las emplea para ilustrar con sencillez importantes principios morales,
a partir de las costumbres cotidianas y de las creencias populares de su día, una modalidad
que le permite llegar al corazón de su auditorio.
2 En realidad, este
conjunto de parábolas están especialmente dirigidos a un determinado grupo de
personas, los fariseos y los escribas, considerados cómo pastores y
maestros del pueblo “por poseer mediante la Ley, las bases del conocimiento y de la
verdad”, (Romanos
2:20) por esto Lucas las introduce con estas palabras: “… todos los publicanos y
los pecadores se acercaban a él (Jesús) para oírle, pero los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: ‘Este acoge a los pecadores y come con ellos’
…” (Lucas
15:1..3) Entonces Jesús responde a su murmuración con parábolas o
ilustraciones, cómo era su costumbre.
3 Las tres primeras hablan
de un pastor que teniendo 100 ovejas, pierde una y deja a las otras 99, para ir
a recuperarla; de una mujer que extravía una moneda y no para de buscarla hasta
hallarla, y también de un hijo que abandona la casa de su padre y dilapida su
herencia, para volver más tarde arrepentido, a su lado. Es evidente que estas
parábolas no se refieren en realidad a corderos, monedas o herencias literales,
si no que están destinadas a mostrar cuan importantes son para Dios cada uno de
sus hijos y cuanto agrado hay en los cielos cuando uno que se ha alejado, vuelve
de nuevo a él.
Tampoco la cuarta puede
tomarse literalmente y pretender que Jesús ensalza la conducta desleal del
administrador que roba a su señor; pero la historia le permite hacer una
comparación entre el discernimiento mostrado por aquel hombre para conseguir
los dones que le aseguraban la vida, y el discernimiento que los hijos de la
luz deben mostrar para conseguir el don de Dios que les asegura la vida eterna,
y al final del relato, Jesús da esta advertencia: “El que es fiel en lo
mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo
mínimo, también lo es en lo mucho. Y si no habéis sido fieles en cuanto al
Dinero injusto ¿Quién os confiará lo verdadero? Pues si no fuisteis fieles
con lo ajeno ¿Quién os dará lo vuestro?” (Lucas 16:10..12)
4 Después declara: “‘Ningún criado puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero’.”
Sin
embargo, “los
fariseos, que eran amigos del dinero, oían todas estas
cosas y se burlaban de él. Entonces les dijo: ‘Vosotros sois los que os la
dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros
corazones, y lo que es estimable para los hombres, es abominable
ante Dios’.” (Lucas 16:13..15) Y continúa diciendo: “La Ley y los profetas llegan
hasta Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios y todos se esfuerzan por entrar en él”. (Lucas 16:16) Así
les informa de que, con la manifestación del prometido Mesías, está para
acontecer un cambio importante, porque se dará “…a conocer el modo en
que Dios concede la justificación que la Ley y los Profetas declaran, aquella
que Dios concede mediante la fe en Cristo, y que está al alcance de todos
los que tienen fe, sin distinciones. Pues cómo todos han pecado y
están privados de la gloria de Dios, todos son justificados
gratuitamente, gracias a su generoso don: la redención mediante Jesús
Cristo…” (Romanos
3:21..25)
5 Ellos iban a dejar de
ser privilegiados; a partir de entonces, cada persona tendría que esforzarse
en buscar el Reino de Dios, para obtener el don de la justificación
que ninguno había podido alcanzar mediante la Ley entregada a Moisés; sin embargo Jesús declara que “es más fácil que el cielo y la tierra pasen, que no que caiga un
ápice de la Ley”, (Lucas
16:17) porque el objetivo y las declaraciones proféticas que
se encuentran en la Ley, estaban a punto de realizarse plena e íntegramente.
La Ley que había tutelado a Israel hasta el momento establecido por Dios para
la llegada del Mesías y había creado las bases que ponían al alcance del
pueblo, la justificación y la vida; había pues cumplido su propósito, y en
armonía con esto, el apóstol Pablo expresa la situación en la que poco después,
todos ellos se encontrarían; dice: “… ¿Estamos nosotros todavía en una situación privilegiada?
Ya no, puesto que hemos dicho que todos, judíos y griegos, están bajo el
pecado … Entonces ¿Tenéis todavía algún motivo para jactaros? ¡Ha
quedado eliminado! ¿Por que ley? ¿Por la Ley de las obras? ¡No! Por la ley de la fe, pues nosotros afirmamos que el hombre es
justificado mediante la fe, sin las obras de la Ley … ¿Abolimos entonces la Ley mediante la fe? No, por el contrario la confirmamos”. (Romanos 3:9;
27..28; 31)
6 Después de declarar: “lo que es estimable para
los hombres, es abominable ante Dios” y de confirmar la validez del espíritu y el
propósito de la Ley, Jesús dice: “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio;
y el que se casa con una repudiada por su marido, comete adulterio”. (Lucas 16:18)
Con esto introduce plenamente el tema de fondo de la quinta parábola,
pues aunque podría parecer que este versículo está simplemente intercalado en
el texto y no guarda relación con el tema tratado, no es así en absoluto. Jesús
cita la Ley, aún vigente, y se refiere alegóricamente al adulterio
espiritual, puesto que los fariseos, a pesar de considerarse y ser
considerados justos, y de estar unidos a Dios por el Pacto de la Ley, eran adúlteros, y no solamente por su gran amor al dinero, también por
el hecho de haber asimilado a la revelación recibida a través
de Moisés y los profetas, conceptos de origen netamente pagano, que
si bien resultaban estimables en todas las naciones y especialmente, en las
vinculadas a la filosofía derivada del platonismo, resultaban en realidad
abominables para Dios.
7 Verdaderamente, Dios
considera adúlteros a los que alejándose de la enseñanza pura, van tras las
cosas amadas en la tradición del mundo; por esta razón llamaba Jesús adúlteros
a los fariseos que se burlaban de él y de sus palabras, diciendo: “… quien se avergüence de
mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora,
también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su
Padre con los santos ángeles.” (Marcos 8:30)
Tanto el hecho de que
Jesús reprochase repetidamente a los fariseos su adulterio espiritual,
cómo la declaración de la introducción de su quinta parábola, revelan el verdadero
sentido del relato; por esto es interesante conocer con más precisión las cosas
que los fariseos pensaban y creían con respecto a lo que ocurría tras la muerte
y hallamos sus creencias, con algunas variaciones, en el llamado ‘Libro de Enoch’ y en los escritos del
historiador judío Josefo Flavio.
8 En el Libro de los Secretos
de Enoch, en los capítulos 8º, 9º y 10º, leemos:
“El Paraíso está
custodiado por ángeles luminosísimos, que con voz incesante, con un dulce
canto, sirven a Dios todos los días. Yo dije: ‘¡Cuan placentero es este lugar!’
y los ángeles me respondieron: ‘Este lugar, Enoch, está preparado para los
justos que sufren en su vida adversidades, que afligen sus almas, que
apartan sus ojos de la injusticia, hacen juicio justo, dan pan a los
hambrientos, cubren a los desnudos con una túnica, levantan al que ha caído,
ayudan a los afrentados; los que caminan delante del rostro del Señor y solo a
él sirven. Para ellos ha sido preparado este lugar en eterna herencia…
Aquellos ángeles me
alzaron de allí y me levantaron al Septentrión del cielo y allí me mostraron
un lugar muy terrible. En aquel lugar hay cualquier tormento y suplicio,
tinieblas y cenizas, y allí no hay luz, si no un fuego oscuro que
continuamente se renueva y un río de fuego que avanza contra todo
este lugar… …prisiones y ángeles malvados y crueles que llevan un arma y
atormentan sin piedad. Dije: ‘¡Cuan terrible es este lugar!’ Los ángeles me
respondieron: ‘Este lugar, Enoch, esta preparado para los impíos que
ejecutan sobre la tierra cosas sacrílegas, que practican sortilegios y
encantamientos y se glorían de sus obras, que roban secretamente el alma de los
hombres, que ligados al yugo, lo desatan, que se enriquecen con las propiedades
de otros por la injusticia, que han dejado morir de hambre al hambriento aún
pudiendo saciarlo, y aún pudiendo vestirles, han despojado a los desnudos; que
no han reconocido a su creador, si no que han adorado lo vacío, construyéndose
imágenes y adorando una obra de manos. Para todos estos está preparado este
lugar en posesión eterna’”.
Varias copias de este
libro perteneciente a la literatura judío-helenista, fueron halladas en las
grutas del Qumram. Tanto los esenios cómo los fariseos consideraban este
libro cómo inspirado y hoy en día forma aún parte de las Escrituras
empleadas por la Iglesia Copta Etíope.
9 Extracto del “Discurso a los
Griegos en relación al Hades” de Josefo Flavio
“Los justos obtendrán
un incorruptible y nunca menguado reino. Estos están ahora confinados en el
Hades, pero no en el mismo lugar donde los injustos están recluidos … mientras
están esperando aquel descanso y la nueva vida eterna en los cielos, que
sucederá a esta región. Nosotros llamamos a este lugar el Seno de Abraham.
… los injustos, son
arrastrados a la fuerza a mano izquierda por los ángeles elegidos para el
castigo … estos ángeles están colocados sobre aquellas almas para arrastrarlas
hasta las cercanías del mismo infierno … no se libran del vapor ardiente, pero
cuando contemplan de cerca este espectáculo, un visión terrible y enormemente
grande de fuego, son sacudidos por la aterradora perspectiva de un futuro
juicio … y al contemplar el lugar de los padres y de los justos, son
también castigados, puesto que un profundo y grande abismo esta fijado
entre ellos, por lo que aún si un justo siente por ellos compasión, no
puede llegarse a ellos ni tampoco podría atravesarlo un injusto”.
No es sorprendente que
Josefo Flavio defienda las creencias del ‘Libro de los Secretos de Enoch’, porque si bien era
sacerdote, él no pertenecía a la secta mayoritariamente constituida por
sacerdotes, la de los saduceos, si no a la de los fariseos, aunque
extraoficialmente.
10 Ahora bien, cuando en
su parábola, Jesús se refiere a esta creencia tan ajena a los libros de la Ley y los Profetas ¿Quería tal vez acreditarla cómo verdadera? ¡Absolutamente no! Hemos ya
dicho que los fariseos se consideraban a sí mismos justos y espiritualmente
ricos, y decían con desprecio a las gentes que escuchaban a Jesús: “¿Acaso ha creído en él
algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos.”
(Juan 7:48..49) Esta actitud queda bien reflejada cuando Jesús dice: “… a algunos que se tenían
por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: Dos hombres subieron al
templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie,
oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy
cómo los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco cómo este
publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias.”
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios! ¡Ten
compasión de mí, que soy pecador!” Os digo que éste bajó a su casa justificado
y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille,
será ensalzado.” (Lucas 18:9..14)
11 Siglos antes de la
llegada del Mesías, el profeta Isaías había ya anunciado que la finalidad de su
predicación y de su ministerio sería la de anunciar la buena nueva del Reino de
Dios a todos los que se consideraban espiritualmente necesitados; por
este motivo, cuando Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret cómo el Mesías
de Israel, lee las palabras de Isaías 61:1..2, y dice: “El Espíritu del Señor
está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a
los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar el
año de gracia del Señor” (el tiempo del don de Yahúh). (Lucas 4:18..19)
Estos pobres a
quienes iba destinada la buena nueva, son aquellos que Jesús identifica
diciendo: “Felices los que buscan lo espiritual, porque de ellos es el Reino
de los Cielos”.
(Mateo 5:3) Es verdad que muchos han vertido este versículo cómo: “Bienaventurados los
pobres de espíritu …”, la palabra griega Ptôkoi, que ellos traducen cómo ‘pobres’, da en
realidad a entender uno que mendiga, uno que pide o busca afanosamente.
Jesús se refería pues, a aquellos que mendigaban para su
espíritu, buscando la voluntad y el propósito de Dios, mientras esperaban
al anunciado Mesías, desatendidos y abandonados por aquellos que aún siendo
responsables de darles a conocer la Ley y los Profetas, les despreciaban y les
consideraban malditos y pecadores.
El profeta Oseas
escribió: “Perece mi pueblo por falta de conocimiento; y ya que tú
has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio;
pues tú has olvidado la Ley de tu Dios”. (Oseas 4:6) Sus palabras podían
aplicarse perfectamente a los pastores altaneros e infieles del tiempo de Jesús,
pues cómo escribe Marcos: “…los escribas y los Fariseos, viéndole comer con los
publicanos y con los pecadores, dijeron á sus discípulos: ¿Qué es esto, que él
come y bebe con los publicanos (recaudadores de impuestos) y con los pecadores? Y oyéndolo Jesús,
les dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, mas los que tienen mal. No
he venido á llamar á los justos, sino á los pecadores”. (Marcos 2:16)
12 Estas cosas nos
muestran que en tiempos de Jesús, Israel estaba dividido en dos categorías o clases
bien definidas, la de los considerados espiritualmente ricos y por
tanto, justos, y la de los que por su ignorancia con respecto a la Ley y los Profetas, eran considerados espiritualmente pobres y pecadores.
Diferenciándolas, Jesús se había dirigido a las gentes que le escuchaban, para
decirles: “Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados”. (Mateo 5:6) “Pero ¡Ay de vosotros, los ricos!
porque ya habéis recibido vuestro consuelo ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque
tendréis hambre ¡Ay de los que reís ahora! porque tendréis aflicción y
llanto”. (Lucas
6:25)
13 Eran pues dos clases
espirituales bien definidas, los ricos y los pobres; tener
esto en cuenta es importante para poder enfocar el relato de Jesús desde un
punto de vista correcto, porque estas dos clases espirituales se
identifican con los dos protagonistas de esta parábola, que por otra
parte, no pretende describir en absoluto lugares y acontecimientos literales:
En primer lugar, por el hecho de que el
Seno de Abraham, como lugar donde las almas de los justos acuden tras la
muerte, es una idea totalmente desconocida en la Ley, en los Profetas y en todas las Escrituras del canon reconocido y
aceptado como inspirado.
En segundo lugar, por el hecho absurdo
de que aquellos que están en la sublime y eterna felicidad del paraíso y
aquellos que están inmersos en el fuego y las torturas eternas del hades, puedan, según
se dice, verse, ponerse en contacto y conversar cómo si nada.
En tercer lugar, por el hecho de que se
afirma que tanto el pobre cómo el rico van directamente al paraíso del Seno de
Abraham y al infierno ardiente, unos conceptos opuestos a toda la Escritura canónica hebrea y cristiana, donde se afirma que los muertos duermen hasta
ser resucitados en el Día del Juicio de Dios.
Estas tres razones
deberían bastar, por ser concluyentes, pero pueden también hallarse otras
muchas. Sin embargo, la principal y más importante, es que la atribución de un
significado literal a la historia, la empobrece simplificando y falseando su profundo
sentido; mientras que su correcta interpretación alegórica, la
presenta en perfecta armonía con el resto de las Escrituras.
14 Leámosla:
“Había un hombre rico
que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y
uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de
llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico; hasta los
perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue
llevado por los ángeles al seno de Abraham… Murió también el rico y fue
sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos
y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y gritando, dijo: “Padre
Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su
dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama.” Pero
Abraham le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y
Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú
atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo,
de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí
puedan pasar donde nosotros.” “Replicó: “Con todo, te ruego, padre, que le
envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé
testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento.” Díjole
Abraham: “Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan.”
El dijo: “No, padre Abraham; si no que si alguno de entre los muertos va donde
ellos, se convertirán.” Le contestó: “Si no escuchan a Moisés y a los
profetas, tampoco se convencerán aunque un muerto resucite”. (Lucas 16:19..31)
15 Preguntémonos ahora qué
es lo que el rico hacía para merecer el castigo de un tormento eterno ¿Acaso se
dice que sus riquezas eran robadas? ¿Enviaba tal vez a sus servidores a
desalojar y maltratar a los mendigos que esperaban alimentarse con lo que a él
le sobraba? No. Solo se dice que el rico vestía lujosamente y se divertía
espléndidamente todos los días; en ningún lugar se dice que sus diversiones
consistiesen en orgías u otras cosas detestables. Y de Lázaro ¿Qué se dice?
¿Que era un pobre muy ‘bueno’, obediente, humilde y paciente? No. Solo se
dice que era pobre y estaba enfermo. Y es que esta parábola nada tiene que
ver con la bondad y la maldad ni con la descripción de la condición de los
muertos; es
una lección expresamente dirigida a los fariseos, para revelarles el
destino de las dos clases de personas que había en Israel: la de los considerados
ricos y sabios, y la de los considerados pobres y pecadores. Por esto, después
de advertirles de su adulterio espiritual, Jesús emplea las creencias
adúlteras que ellos habían adoptado, y termina su lección con estas
palabras: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se
convencerán aunque un muerto resucite”.
Y así ocurrió en
realidad, porque poco tiempo después, Jesús resucitó de la muerte a su amigo
Lázaro, el hermano de Marta y de María. Y sin embargo, este milagro que
causó sensación y un gran revuelo entre el pueblo, solo indujo a los guías
religiosos judíos, a los que eran ricos y alardeaban de sabios, a cerrar un
acuerdo para matarle, y no solo a él, porque también querían, de ser posible,
matar a Lázaro. Ellos, cómo en la parábola, ni siquiera con la evidencia que
la resurrección de un muerto ofrecía, estaban dispuestos a escuchar
a Moisés y a los Profetas.
16 Este es el verdadero
sentido del relato de Jesús, que a través de una alegoría, ilustra
perfectamente la enseñanza que él quería transmitir. No es por tanto, el
resultado de una interpolación en el texto original ni pretende tampoco ser
testimonio del tormento de un infierno de fuego, que por otra parte ¿Cómo
podría estar en armonía con la personalidad del Dios descrita en la Ley y los Profetas? Pues dice Moisés que mientras contemplaba en el Monte Sinaí la gloria de
Yahúh, escuchó esta declaración: “Yahúh, Yahúh, Dios misericordioso
y clemente, tardo para la ira y pródigo en amor y en
fidelidad”.
(Éxodo 34:6) Y también el rey David, que era profeta, escribe: “Pero tú, Señor, eres un
Dios misericordioso y clemente, lento para la ira y
grande en misericordia y veracidad”. (Salmos 86:15)
La condena a una tortura
de duración eterna, incluso en el caso del peor de los pecadores, es absolutamente
incompatible con las cualidades que en tantos textos de las Escrituras, se
atribuyen a Dios.
17 El apóstol Juan
escribe: “Amados,
el amor proviene de Dios, amémonos pues unos a otros. Todo aquel que ama
conoce a Dios y ha sido generado por él, pero el que no ama, tampoco puede
conocer a Dios, porque Dios es amor. Y Dios manifestó el amor que
siente por nosotros enviando a su Hijo unigénito al mundo, para que por medio
de él obtuviésemos la vida.” (1Juan 4:7) Dios proporcionó a la
humanidad una redención a través de su Hijo, para poder otorgar a los hombres
una vida sin fin, el castigo por la maldad es no poder alcanzar este don que
nos ha concedido y ser merecedor de la muerte total y permanente, que es el
destino reservado para los malvados. Dice el apóstol Pablo que: “… el salario por el
pecado es la muerte, pero el don generoso de Dios mediante Cristo Jesús
nuestro Señor, es la vida eterna”. (Romanos 6:23) Dios pone pues ante el
hombre estos dos destinos, pero es el hombre quien con las decisiones que toma
durante su vida, elige el que le corresponderá. Nada tiene que ver con el
propósito de Dios para la humanidad, la idea de un tormento eterno.
18 La bondad de las
promesas de Dios y el mensaje de la salvación mediante la fe en Cristo, son las
consideraciones que deben mover a las personas al arrepentimiento y a la
búsqueda de la enseñanza verdadera, no el miedo a una desproporcionada e irreal
exageración de su ira. Él mismo dice a través de las Escrituras: “Yo no me complazco en la muerte
de nadie,
sea quien fuere”. (Ezequiel 18:32) ¡Cuanto menos entonces en una
terrible y eterna tortura! La amenaza de este castigo estimula temor y
sentimientos de culpabilidad, originando efectos negativos, porque nada
positivo puede aportar a la personalidad de quienes creen en su existencia;
mientras que la motivación que el amor de Dios promueve, despierta profundos
sentimientos de esperanza, gratitud, altruismo y respeto, que levantan el ánimo
y estimulan a seguir libremente sus mandatos y los buenos ejemplos.
19 En el mundo han llegado
a originarse muchas creencias diversas, pero a pesar de lo que las personas
crean, la verdadera expectativa de los hombres es desde el principio, siempre
la misma. De acuerdo con las Escrituras, después de una muerte que es
inevitable por ser congénita a la vida que recibimos de nuestros antepasados,
solo existe la esperanza de la resurrección y las dos posibilidades prometidas
en las Escrituras: la vida eterna o la muerte eterna.
El apóstol Pedro nos
dice que: “…
el SEÑOR no se retrasa en el cumplimiento de su promesa, cómo piensan algunos,
más bien nos muestra su paciencia, porque quiere que todos tengan la
oportunidad de llegar a la conversión, sin que ninguno sea destruido”. (2Pedro 3:9)
La voluntad de Dios es por tanto, que todos alcancen la vida que la redención
por él preparada, ha puesto al alcance de la humanidad, y por este motivo
dirige a todos y cada uno de nosotros por medio de Moisés, esta exhortación: “… pongo ante ti la
vida y la muerte, la bendición y la maldición, elige pues la
vida”.
(Deuteronomio 30:19)