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La Congregación de Dios

 

Una Congregación única y unida

 

1 Jesús había dicho a sus discípulos: “Yo soy la vía, la verdad y la vida, y ninguno llega al Padre si no es por medio de mí”. (Juan 14:6) Por lo tanto, cuando en las Escrituras se habla de la Congregación de Dios, debe entenderse que comprendía a todos los bautizados en el nombre de Jesús; a todos los que, en palabras del apóstol Pablo, “…en todas partes confiesan tener fe en el nombre de Jesús Cristo, Señor nuestro y suyo...” (1Corintios 1:2) Durante su ministerio, Pablo visitó sin cesar las diferentes comunidades cristianas, que si bien alejadas territorialmente unas de otras, constituían una congregación única,  puesto que todos los discípulos participaban en la esperanza de una resurrección a la vida perdurable, y caminaban unidos en una misma fe, compartiendo una misma enseñanza.

 

2 Las Escrituras nos muestran que tras la muerte de Jesús, las comunidades o congregaciones cristianas surgidas en la Judea, en la Samaria, y en las otras naciones, crecieron bajo la autoridad de unos apóstoles que combatían cualquier creencia ajena a la fe, mantenían pura la enseñanza, y defendían la unidad de la Congregación de Dios. En una ocasión, dirigiéndose a algunos discípulos que pretendían polemizar, Pablo escribe: “…hermanos, en el nombre de nuestro señor Jesús Cristo, os exhorto a que estéis todos de acuerdo en lo que habláis, para que no haya entre vosotros divisiones, y se restablezca la unión de pensamiento y de entender las cosas.” (1Corintios 1:10) Y dice en otra de sus cartas: “...hay un solo cuerpo y un solo espíritu, y habéis sido llamados a una sola esperanza, pues hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, y un solo Dios que es el Padre de todos, que está por encima todos, y que obra a favor de todos y en todos”; (Efesios 4:4..6) porque: “...Dios nos a adquirido para sí, y nos ha generado espiritualmente por medio de Jesús Cristo, para que obremos de acuerdo con lo que ha dispuesto para nosotros. (Efesios 2:10) También cuando escribe a Timoteo, un fiel epíscopo que asistía a las congregaciones de ciudad en ciudad, dice: “...espero ir a ti lo antes posible, pero te escribo estas cosas para que si me tardase, tú sepas cómo comportarte dentro de la casa de Dios, que es la Congregación del Dios viviente, columna y soporte de la verdad...” (1Timoteo 3:14) Y recomendaba a los discípulos: “Os envío a Timoteo, mi hijo amado y fiel en la Congregación del SEÑOR, y él refrescará en vuestra memoria las enseñanzas de Cristo que yo os he transmitido, las mismas que yo enseño en todas las congregaciones…” (1Corintios 4:17)

 

3 Con el fin de sostener la fe, Pablo viajó pues incansablemente de una comunidad a otra, y cuando el viaje le resultaba físicamente imposible, les enviaba sus cartas a través de colaboradores leales cómo Timoteo, Apolo, Marcos, Silvano, Tito, Epafrodito, Tíquico, Febe y otros. Por esto, en casi todas ellas, hallamos frases cómo: “De momento me ha parecido oportuno enviaros a Epafrodito, mi hermano y compañero, tanto en la obra, cómo en los debates… Os lo envío porque siente un gran deseo de volver a veros”, (Filipenses 2:25..26) O también: “Avisa a Marcos y tráelo contigo, me es muy útil para el ministerio porque he enviado a Tíquico a Éfeso”. (2Timoteo 4:11..12) Y: “Os encomiendo a nuestra hermana Febe, que es diaconisa en la congregación de Cencrea, recibidla en el nombre del Señor, cómo debe hacerse con los santos, dándole asistencia en cualquier cosa que pueda necesitar, puesto que también ella ha asistido a muchos, incluyéndome a mí”. (Romanos 16:1..2) De esta manera, Pablo se mantenía siempre al corriente de todo lo que sucedía entre los hermanos, y si bien en general dirigía sus cartas a las comunidades que necesitaban consejo sobre asuntos o problemas puntuales, hay en ellas tantas advertencias, recordatorios, mandatos, y enseñanzas útiles a toda la Congregación, que al recibirlas, los discípulos las copiaban y las pasaban de una comunidad a otra para que todos pudiesen leerlas, tal cómo él mismo recomendaba a los colosenses, escribiéndoles: Cuando se os haya leído esta carta, haced que también les sea leída a los de Laodicea, y vosotros leed la que os llegue de allí. (Colosenses 4:15..16)

 

La apostasía

 

4 Cuando los apóstoles se durmieron en la muerte y las primeras persecuciones segaron la vida de tantos discípulos, se revelaron en las comunidades desavenencias ya latentes, que causaron divisiones, adulteraron la enseñanza, y favorecieron la aparición de sectas. Pedro había escrito: “...tal cómo hubo falsos profetas entre el pueblo, también habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán disimuladamente herejías destructivas y renegarán del Señor que los ha rescatado, atrayendo sobre si mismos una ruina que no esperan. Y muchos les seguirán en su corrupción, de modo que por su culpa se hablará injuriosamente de la ‘Vía de la verdad’, ya que por causa de su codicia, os defraudarán con palabras falsas. (2Pedro 2:1..2) Y también Pablo predijo: “El espíritu nos dice explícitamente, que en días posteriores algunos apostatarán de la fe, atendiendo a espíritus seductores y a doctrinas de demonios, y siendo desviados por la hipocresía de unos impostores que tienen la conciencia tan insensible cómo la cicatriz de una quemadura. Estos prohibirán el matrimonio, y mandarán abstenerse de alimentos que han sido creados por Dios, para ser consumidos con agradecimiento por los que tienen fe y han conocido la verdad”. (1Timoteo 4:1..5)

 

5 Juan, que sobrevivió a los demás apóstoles bastantes años, pudo ver en su día, cómo progresaban los que considerándose sabios, interpretaban la Escritura y polemizaban sobre algunos puntos de la enseñanza apostólica; por esta razón quiso advertir a los discípulos aún fieles: “Ellos se han levantado de entre nosotros pero no eran de los nuestros, porque de haberlo sido, hubiesen permanecido con nosotros; pero tenía que manifestarse que no todos son de los nuestros...”, (1Juan 2:19) sin embargo: “...el mundo les escucha a ellos, porque ellos son parte del mundo y hablan cómo los que pertenecen al mundo...” (1Juan 4:5) Y Pablo, que había predicho el desarrollo de esta corriente, advertía: “Que nadie se engañe a si mismo, si hay entre vosotros alguno que se crea sabio por conocer la filosofía del mundo, que se considere ignorante para que pueda llegar a ser verdaderamente sabio, puesto que Dios juzga vana la sabiduría de este mundo. Y de hecho, está escrito que ‘él hace tropezar a los sabios en su misma sapiencia’, y también que ‘el SEÑOR conoce el razonar de los sabios y sabe que es vano’. Por esto, ninguno de vosotros debe buscar la gloria entre los hombres… vosotros pertenecéis a Cristo, y Cristo a Dios”. (1Corintios 3:18..23) Y exhortaba insistentemente: Aunque nosotros mismos, o un ángel del cielo, os declarase una buena nueva diferente de la que nosotros os hemos anunciado ¡Rechazadla! Y lo que decimos lo repito de nuevo, si alguno os anuncia una buena nueva diferente de la que habéis recibido ¡Rechazadla!” (Gálatas 1:8..9)

 

6 Además, escribe a Timoteo: “Te encomiendo ante Dios, y ante Jesús Cristo que tiene que juzgar a los vivos y a los muertos durante su manifestación y su reino, que prediques la palabra mientras el tiempo sea favorable, porque se acercan tiempos desfavorables. Tú organiza, reprende, y exhorta con paciencia, y con destreza en la enseñanza, porque está para llegar un tiempo en que (los discípulos) no soportarán la doctrina sana, y según su deseo, se rodearán de maestros para escuchar lo que les complace, volviéndose a historias falsas, y retrayéndose de oír la verdad. Pero tú sé vigilante en todas las cosas; soporta los sufrimientos, y cumple con el deber de divulgar la buena nueva, mientras llevas a cabo tu ministerio con fidelidad. (2Timoteo 4:1..5) Y efectivamente, así sucedió. Con el tiempo la filosofía adquirió un carácter cada vez más religioso, y los filósofos se convirtieron así, en guías espirituales y en maestros de la vía divina. Aquellos que ejercían autoridad en iglesia aceptaban de buen grado su instrucción, y la incorporación en su enseñanza de postulados y conceptos evolucionados del platonismo, que favorecieron una interpretación mística de las Escrituras, e imprimieron en la doctrina y en la moral oficial de la iglesia, algunas facetas que la conducirían a un autoritarismo dogmático en su aspecto más negativo. Todo este proceso que originó el repudio de una parte de la enseñanza apostólica, provocó fuertes controversias y litigios entre los cristianos, determinando la segregación y la desaparición de muchas comunidades procedentes de la primitiva Congregación de Dios.

 

7 Anticipando lo que con el tiempo ocurriría entre sus seguidores, Jesús había referido esta parábola: “El reino de los cielos llega a ser cómo un hombre que ha plantado semilla buena en su campo, pero cuando sus hombres se duermen, llega un enemigo, siembra en el campo cizaña, y se va. Mientras el trigo brota y madura, crece también la cizaña…”, al verla, los labradores preguntan al amo si deben arrancarla, pero él les contesta: “No, porque arrancando la cizaña podríais también arrancar el trigo; dejadlos crecer juntos hasta la siega…” (Mateo 13:24..30) Y más tarde, explicó privadamente a sus discípulos: “…El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, y la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del inicuo y el enemigo que la siembra es el diablo. La siega es el final del mundo, y los segadores son los ángeles…” (Mateo 13:37..39) De acuerdo con estas palabras, comprendemos que el trigo y la cizaña deben permanecer confundidos en el campo del mundo hasta el final, hasta que durante la siega, Cristo mismo, por medio de los ángeles, recoja a los suyos. En armonía con esta situación, Pablo escribió: “…en tiempos posteriores vendrán días llenos de violencia, porque los hombres serán egoístas… amantes de los placeres en lugar de amar a Dios, y aún haciendo ostentación de una religiosidad aparente, con sus hechos la demostrarán falsa…” (2Timoteo 3:1..5) Entonces: “…todos los que quieran vivir siendo fieles a Jesús Cristo serán perseguidos, mientras que los malvados y los impostores progresarán, engañando a los demás y siendo engañados...” (2Timoteo 3:12)

 

8 Estas condiciones debían permanecer hasta el retorno de Cristo, por esta razón Pablo dice a los que creían que el Día del SEÑOR había ya llegado, y que el reino de Dios había sido establecido en la tierra mediante la Congregación: “Hermanos, en lo que se refiere a la presencia de nuestro Señor Jesús, y a nuestra reunión con él, os ruego que no os dejéis confundir fácilmente, ni os desconcertéis por discursos, por presuntas declaraciones inspiradas, o por cualquier carta que se haga pasar por nuestra, en la que se diga que ya se ha iniciado el Día del SEÑOR. No os dejéis engañar por nadie, porque no puede llegar antes de que venga la apostasía, antes de que se manifieste el hombre de pecado, el hijo de la destrucción, el opositor que se ensalza sobre cualquier cosa considerada divina y objeto de reverencia, y que sentándose en el lugar divino, ostenta divinidad ¿Acaso no recordáis que yo os decía estas cosas cuando estaba con vosotros? Sabéis bien lo que ahora le retiene para que solo pueda manifestarse en el tiempo establecido; no obstante este desconocido trasgresor ya está obrando, y cuando lo que le retiene sea retirado, el trasgresor, que el Señor declarará espiritualmente muerto y que aniquilará en el tiempo de la manifestación de su presencia, se dará a conocer…” (2Tesalonicenses 2:1..8)

 

9 La figura de este hombre de pecado, de este opositor que debía surgir y crecer cuando desapareciesen aquellos que combatiendo su progreso con autoridad y poder, le retenían, era la personificación de la apostasía que, a medida que la congregación desaparecía, crecería entre los discípulos, y reinaba sobre ellos en el lugar del Cristo, mediante una manifestación de religiosidad que sus hechos demostrarían falsa. En armonía con esto, la última vez que Pablo fue a Jerusalén, se detuvo en Mileto y reunió a los presbíteros para infundirles ánimo, y despidiéndose de ellos, les recomendó una vez más: Mantened la vigilancia sobre vosotros mismos, y sobre todo el rebaño en el que el espíritu santo os ha constituido pastores para que apacentéis a la Congregación del SEÑOR, adquirida por él con la sangre de su Hijo. Porque yo sé que después de mi partida, se introducirán entre vosotros lobos rapaces que no tendrán compasión del rebaño. Y que surgirán de entre vosotros, algunos que impartirán doctrinas perversas con el fin de arrastrar a los discípulos tras de sí. Vigilad por tanto, y recordad, cada uno de vosotros, que durante tres años, os he avisado sin cesar día y noche con lágrimas...” (Hechos 20:28..32)

 

10 También Pedro escribía a los discípulos: Todo está a punto de acabarse, vosotros orad, y sed prudentes y vigilantes…” (1Pedro 4: 7) Y algunos años más tarde, Juan les avisaba: “¡Esta es la última hora hijitos! Vosotros habéis oído que el Anticristo tiene que venir, pero ya han aparecido muchos anticristos, de manera que sabemos que esta es la última hora...” (1Juan 2:18) Y aquella fue verdaderamente la última hora de la Congregación de Dios, que desapareció de la tierra al caer en un sueño tan profundo cómo la muerte; una muerte que sin embargo no la retendría para siempre, puesto que Jesús había prometido: “…edificaré mi congregación y las puertas del hades (el sepulcro) no prevalecerán sobre ella”. (Mateo 16:18)

 

La estructura Jerárquica en la Congregación

 

11 Cristo había asegurado a sus apóstoles: “De verdad os digo, que todo lo que vosotros atéis sobre la tierra, será también atado en los cielos, y todo lo que vosotros desatéis sobre la tierra, será también desatado en los cielos”. (Mateo 18:18) Estas palabras expresan el alcance de la autoridad y de la responsabilidad que sobre la Congregación concedió a sus apóstoles, para que la defendiesen de los ataques del mundo y la mantuviesen moralmente limpia, salvaguardando la pureza de su enseñanza. Por esta razón Pablo escribe a Timoteo: “Para los fieles debes mostrarte un ejemplo en las palabras, en la manera de vivir, en el amor, en la fe, y en la castidad. Mientras esperas mi llegada, dedícate a la lectura, a la exhortación y a la enseñanza, sin descuidar el privilegio que posees, y que por indicación de los profetas, te fue conferido por los ancianos mediante la imposición de las manos. Ocúpate de estas cosas, y dedícate a ellas completamente, para que tu progreso sea manifiesto ante todos. Cuídate y cuida de tu enseñanza; persevera en estas cosas, porque al hacerlo te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan”. (1Timoteo 4:12..16)

 

12 Con el fin de facilitar los diferentes cometidos de los miembros de la Congregación, los apóstoles dispusieron un orden. Ellos, cómo legados de Cristo, intervenían con la autoridad que el mismo Jesús les había entregado, pero delegaban muchas responsabilidades en los presbíteros o ancianos, que en función de los dones del espíritu que a través de ellos habían recibido, presidían y cuidaban de las comunidades en los distintos lugares. Algunos presbíteros reunían las condiciones necesarias para desempeñar el encargo de epíscopo, que conllevaba las funciones de administrador y de maestro; mientras que los diáconos y las diaconisas ministraban en  la comunidad, ocupándose de todas las tareas pertinentes. Con respecto a estas cosas, Pablo escribió a Tito, que cómo Timoteo, desempañaba el encargo de epíscopo: “Te he dejado en Creta para que pongas en orden las cosas que quedan por resolver, y establezcas de acuerdo con mis instrucciones, presbíteros en cada ciudad... Es imprescindible que el epíscopo, cómo administrador de la casa de Dios, sea irreprensible... (Tito 1:5..8) Y repetía también a Timoteo: “Si alguno desea llegar a ser epíscopo, ciertamente aspira a una actividad encomiable, sin embargo es necesario que el epíscopo sea irreprensible, marido de una sola mujer, dueño de si mismo, sabio, digno y hospitalario; debe estar capacitado para impartir la enseñanza, y ser comprensivo y pacífico, sin inclinación a embriagarse, ni a ser violento o tacaño. Debe presidir adecuadamente su propia familia, y tener hijos obedientes y respetuosos, porque ¿Como podría cuidar de la Congregación de Dios, uno que no sabe cómo gobernar a su propia familia? Tampoco debe ser alguno que se haya convertido recientemente, para que no se vuelva arrogante e incurra en el mismo juicio emitido contra el Diablo. Es además necesario que tenga una buena reputación ante los de afuera, para que no caiga en el descrédito y se encuentre en dificultades por causa de los calumniadores... Los diáconos deben ser dignos y sinceros... Primero deben ser probados en cuanto a su aptitud, y si están capacitados, pueden desempeñar su ministerio. Y también las diaconisas deben ser dignas... y fieles en todas las cosas…” (1Timoteo 3:1..11)

 

13 Todos los encargos en la Congregación, representaban ante Dios una gran responsabilidad, y puesto que se legitimaban mediante la imposición de las manos, Pablo advertía a Timoteo: “…Tú no impongas las manos con ligereza sobre ninguno, no vayas a hacerte cómplice de los pecados de otros ¡Mantente puro!” (1Timoteo 5:22) Y aconsejando a los discípulos el modo en que debían comportarse con quienes ejercían estas responsabilidades, escribe: “Hermanos, os rogamos que sintáis un profundo respeto por aquellos que se fatigan entre vosotros, y que han sido constituidos por el Señor para presidir e instruir, tenedles gran consideración y afecto por causa de su trabajo. (1Tesalonicenses 5:12..13) Recomendando a todos: “Por el encargo que generosamente me ha sido otorgado, os exhorto a cada uno de vosotros, a que no os tengáis en un concepto más elevado del necesario. Consideraos con un criterio sensato, de acuerdo con la medida de fe que Dios os haya concedido a cada uno. Porque igual que en un mismo cuerpo hay muchos miembros y no todos tienen la misma función, nosotros, que también somos muchos, nos pertenecemos unos a otros formando un solo cuerpo (equipo) junto con Cristo, y gracias a su favor, se nos han asignado distintos dones. Entonces, si son de profecía, profeticemos en relación a la fe, y si son de servicio, dediquémonos a tales ministerios: el que sea maestro, a la enseñanza; el que exhorta, a animar, y aquel que hace participar a los demás, que lo haga con sencillez. El que presida debe trabajar con diligencia, y el que distribuye la ayuda, debe hacerlo con alegría...” (Romanos12:3..8) “...No deseéis honores para vosotros mismos, y no os consideréis sabios. Dejaos atraer por las cosas humildes, y no devolváis a ninguno mal por mal. Sed afables, y si es posible, en lo que de vosotros dependa, vivid en paz con todos”. (Romanos 12:16..18) Porque Cristo: “...ha establecido a algunos cómo apóstoles, a otros cómo profetas y a otros cómo pastores y maestros, con el fin de preparar a los santos para la obra de ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo, de manera que cada uno, sabiéndose hijo adoptivo de Dios, pueda alcanzar la unidad en la fe y llegar a una madurez que esté al nivel del Cristo”. (Efesios 4:11..13) Y también el apóstol Pedro transmitía a los presbíteros las instrucciones que había recibido de Jesús, escribiéndoles: “Pastoread al rebaño de Dios, pero no cómo por obligación, si no de buen grado, y no para vuestra propia ventaja, si no con desvelo. De esta manera, cuando llegue el pastor principal, recibiréis la corona imperecedera de la gloria. Y vosotros, jóvenes, sed sumisos a los presbíteros, y sed todos modestos al tratar unos con otros, porque Dios se opone a los que son altivos pero concede su favor a los que son modestos.” (1Pedro 5:2..5)

 

14 Además, Pablo, dando a entender que algunos de los discípulos eran considerados dignos de intervenir con autoridad para solucionar de común acuerdo asuntos que suscitaban discusiones entre los hermanos, escribe: “Aquellos... que gozaban de mayor consideración, no me recomendaron nada, porque se percataron de que a mí se me había confiado la buena nueva para los incircuncisos, igual que a Pedro para los circuncisos, y que el mismo que le ha dado poderes cómo apóstol de los circuncisos a Pedro, a mí me ha dado poderes cómo apóstol de las naciones. Reconociendo el encargo que me ha sido concedido, Santiago, (que no era apóstol, si no uno de los hermanos de Jesús) Cefas y Juan, que son los que tienen autoridad, nos dieron la mano derecha a mí y a Bernabé, cómo una demostración de que estaban de acuerdo en que nosotros fuésemos a las naciones, mientras que ellos, a los circuncisos.” (Gálatas 2:6..9)

 

15 No obstante, ya durante su ministerio, algunos discípulos recurrían a la autoridad de su encargo, para gobernar sobre sus hermanos. Para combatir esta tendencia, Pablo, refiriéndose al gobierno del Cristo, les escribe: “Vosotros… os creéis ricos y pensáis estar reinando sin nosotros y ¡Ojalá hubieseis llegado a reinar! Puesto que junto a vosotros reinaríamos también nosotros”. (1Corintios 4:8) Y exhorta a todos: “…avancemos en una misma dirección hermanos, mientras seguís mi ejemplo y mantenéis la mirada en aquellos que caminan según el modelo que han recibido de nosotros; porque os he dicho muchas veces, y os lo repito ahora con lágrimas en los ojos, que muchos se comportan cómo enemigos del sacrificio de Cristo; y su fin será la destrucción, porque su dios es la aspiración de cosas materiales. Cuando alardean de lo que debiera avergonzarles, solamente tienen en mira las cosas terrenas; y sin embargo, nuestra ciudadanía está en los cielos, desde los que estamos esperando a un salvador, al Señor Jesús Cristo, que transformará la humilde condición de nuestro cuerpo, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para reinar sobre todas las cosas”. (Filipenses 3:16..21) Así pues, ya en su día se manifestaba una subyacente propensión a transformar la autoridad moral que el orden jerárquico establecido por los apóstoles otorgaba, en un ejercicio de poder temporal, que con el tiempo involucraría a los discípulos en contiendas partidistas y en violentas luchas internas, siempre en el nombre de Dios.

 

16 Jesús había dicho a sus discípulos ante los judíos que le escuchaban: “…vosotros no queráis ser llamados Rabí; porque uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos hermanos… el mayor de entre vosotros será aquel que os sirva, porque el que se ensalce será humillado y el que muestre humildad, será ensalzado…” (Mateo 23:8..12) Y en otra ocasión, después de lavar los pies a los que iban a compartir con él su última cena, les habló así: “¿Comprendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy; pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Yo os he dado el ejemplo para que vosotros hagáis cómo yo… el que sirve no es mayor que su señor, ni es el enviado mayor que quien lo envía; sabiendo estas cosas, felices vosotros si las hacéis. (Juan 13:12..17) Más tarde, cuando durante la cena  los discípulos se preguntaban cual de ellos sería considerado el mayor en su reino, Jesús les reprendió diciendo: “Los reyes de las naciones las gobiernan y los que sobre ellas ejercen el poder, se hacen llamar benefactores, pero no debe ser así entre vosotros; que el mayor de vosotros sea cómo el menor, y el que gobierna cómo el que sirve, pues ¿Quién es de hecho mayor, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿Acaso no es mayor el que está sentado a la mesa? Pero yo estoy entre vosotros cómo el que sirve…” (Lucas 22:25..27)

 

17 En los Hechos de los Apóstoles, Lucas narra que cuando Pablo se despidió de la congregación de Mileto pensando que tal vez no volvería a verlos, les dijo: “Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros desde el día en que llegué al Asia; y durante todo este tiempo he servido al SEÑOR con toda humildad… y sabéis que nunca me he sustraído a lo que fuese necesario para hablaros e instruiros públicamente y en vuestras casas, suplicando a judíos y a griegos que se convirtiesen a Dios y pusiesen fe en nuestro señor Jesús. Pues bien, ahora voy a Jerusalén empujado por el espíritu, y sin saber lo que allí me ocurrirá… pero no considero importante guardar mi vida, si no poder terminar mi trayectoria, y el servicio que el señor Jesús me ha confiado, de testificar en cuanto al don de Dios…” (Hechos 20:18..24) Y es verdad que Pablo nunca había puesto su vida por delante de su encargo; en una de sus cartas explica: “…he recibido de parte de los Judíos cinco veces los cuarenta golpes menos uno, tres veces he sido azotado con varas, tres veces he naufragado, y una vez he sido lapidado, quedando cómo muerto durante un día y una noche. Casi siempre estoy en los caminos; en peligro en los ríos, en peligro por los ladrones, en peligro por mis compatriotas, en peligro por la gente de las naciones, en peligro en las ciudades, en peligro en los desiertos, en peligro en el mar, y en peligro entre falsos hermanos. Casi siempre en fatigas y penalidades; tantas veces sin dormir, sin alimento y sin bebida; tantas veces en ayunas, en el frío, y sin tener con que cubrirme. Y además de esto, siempre preocupado por los asuntos que me llegan de todas las congregaciones, porque cuando alguno está en dificultades, yo sufro con él, y cuando alguno está débil en la fe, yo me preocupo por él…” (2Corintios 11:24..29)

 

18 Y escribía a los discípulos que vivían en Tesalónica: “…Dios nos es testigo de que nunca hemos usado palabras aduladoras o trucos inspirados por la codicia, y cómo bien sabéis, nunca hemos buscado la gloria humana ni a través vuestro ni de otros, a pesar de que cómo enviados de Cristo, teníamos autoridad para hacernos considerar personas importantes. Con vosotros hemos sido tan afectuosos cómo una madre que alimenta y cuida de sus pequeños, porque habéis llegado a sernos tan amados, que por la ternura que sentimos, hubiésemos deseado entregaros, no solo la buena nueva de Dios, también nuestra vida… Ciertamente hermanos recordaréis nuestras fatigas y nuestro afán, mientras os predicábamos la buena nueva de Dios, trabajando día y noche para no llegar a ser una carga sobre vosotros, y sois junto con Dios, testigos de la rectitud, la justicia, y la integridad de nuestro comportamiento para con vosotros los que habéis creído. Recordad que verdaderamente hemos sido para cada uno de vosotros, cómo un padre para sus hijos, exhortándoos, consolándoos, y conminándoos a vivir de un modo digno de Dios, que os ha llamado a su reino y a su gloria”. (1Tesalonicenses 2:5..12)

 

19 Puede realmente decirse, que la conducta de Pablo en la Congregación de Dios, fue para sus hermanos un modelo de servicio. Él, que comprendía bien la responsabilidad de su ministerio, decía que quienes lo ejercían, simplemente eran: “...unos ayudantes de Cristo en la administración de las revelaciones divinas, y lo que se exige a cada uno de los administradores, es la fidelidad...” (1Corintios 4:1..2) Una fidelidad que debe manifestarse a través del amor por los demás, pero también, a través del amor sin concesiones a la verdad, porque cómo Juan escribió: “Observando su enseñanza demostramos conocerle, pero el que dice: ‘yo le conozco’, y no la observa, es un mentiroso... Aquel que observa su palabra posee el amor de Dios, un vínculo de unión perfecto que nos confirma que estamos en unión con él. (Cristo) Pero quien afirme que está en unión con él, debe caminar cómo caminó él”. (1Juan 2:3..6) Por tanto: “...retened en vosotros todas las cosas que habéis escuchado desde el principio, porque si permanecen todas en vosotros, también vosotros permaneceréis en unión con el Hijo, y con el Padre que nos ha hecho la promesa de la vida eterna”. (1Juan 2:24..25)

 

20 En una ocasión en que Jesús rogaba al Padre en favor de sus discípulos, le pidió: “…Santifícalos mediante la verdad: tu palabra es la verdad… que todos ellos sean uno solo, cómo tú, Padre, conmigo, y yo contigo…” porque “…la gloria que tú me has dado, yo se la doy a ellos, para que sean uno solo, cómo nosotros… para que sean perfectos en la unidad, y que el mundo sepa que tú me has enviado, y que a ellos les amas cómo me amas a mí… Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos saben que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu nombre, y se lo haré conocer, para que el amor con el que tú me amas, permanezca en ellos…” (Juan 17:17..26) Aquel orden que con ayuda del espíritu de Dios, establecieron los apóstoles para el buen funcionamiento de la Congregación, se basaba en una estrecha unión de los discípulos entre sí y con Cristo, cimentada en el amor que proviene de Dios. Este amor les estimulaba a interesarse sinceramente los unos por los otros, mientras los que gozaban de una mayor autoridad y responsabilidad, atendían con solicitud a la edificación espiritual de todos sus miembros, manteniendo la unión en el modo de pensar mediante la fidelidad a la verdadera enseñanza. Pero además, cuidaban también de su salud y de sus necesidades materiales, de manera que podría decirse que la función de esta jerarquía se asemejaba en cierto modo, a la del sacerdocio Levítico, establecido por Dios para cuidar de la salud física y espiritual de su pueblo, y para salvaguardar la integridad de las Escrituras.

 

El regreso de la Congregación de Dios

 

21 En la actualidad, Dios no ha levantado todavía a su Congregación verdadera: la que está bendecida con los dones del espíritu; pero cuando esto suceda, el espíritu mismo dará testimonio de ella con gran poder, cómo lo hizo en el primer siglo. Verdaderamente, este testimonio se hace hoy  tan necesario cómo entonces, puesto que entre todos los creyentes de las distintas confesiones religiosas de este mundo, existe un desconcierto generalizado en cuanto a la voluntad de Dios y a sus designios. Por esto dice la Escritura que en su día, Dios derramará nuevamente su espíritu, y sus “…hijos y” sus “hijas profetizarán”, mientras los “ancianos soñarán sueños y los jóvenes contemplaran visiones”. Y dice Dios por boca de Joel: “También sobre los siervos y las siervas derramaré en estos días mi espíritu, y realizaré prodigios en los cielos, y en la tierra sangre, fuego y columnas de humo. El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, ante la llegada del Día de Yahúh…” (Joel 2:28..31) Y si bien el apóstol Pedro se refirió a estas palabras cuando en el día de Pentecostés, los discípulos de Jesús recibieron el espíritu de Dios, la profecía de Joel se refiere explícitamente al momento del anunciado retorno de Cristo cómo rey, ya que él mismo la citó mientras explicaba a sus discípulos las señales que precederían a su retorno, diciendo: “…habrá señales en el sol, en la luna y las estrellas, y en la tierra, angustia de las naciones…” (Lucas 21:25) Y no solo, pues, también en el relato de la visión que le fue mostrada a Juan en relación con las cosas que debían suceder en el tiempo final, leemos: “…el sol se oscureció cómo si estuviese dentro de un saco de crin y la luna se tornó del color de la sangre, mientras las estrellas del cielo caían sobre la tierra, cómo caen los frutos aún verdes de la higuera sacudida por el vendaval”. (Apocalipsis 6:12..13) La Congregación será pues levantada de nuevo en aquellos días de la siega, y entonces: “…diez hombres de todas las lenguas de las naciones, se asirán a la vestidura de un hombre judío (uno de la Congregación de Dios) para decirle: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros. (Zacarías 8:23)

 

22 Sin embargo, aunque a la muerte de los apóstoles, la Congregación de Dios desapareció del mundo cómo organización, siempre ha habido quienes han deseado por amor a Dios y a la verdad, acercarse a Cristo y conocer la verdadera enseñanza apostólica. Por esto, cuando después de su resurrección, Jesús se despidió de sus seguidores, les dijo: “Id y haced discípulos de todas las naciones en el nombre mío, enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he confiado... y yo estoy con vosotros todos los días hasta el final del mundo”, (Mateo 28:19..20) porque: “…donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy con ellos. (Mateo 18:19..20) Y durante su última cena con los apóstoles “…el Señor tomó un pan y después de dar las gracias, lo partió y dijo ‘Esto es mi cuerpo que he entregado en favor vuestro, haced esto en memoria de mí’. Después de haber cenado, también tomó la copa y dijo: ‘Esta copa significa el nuevo pacto en virtud de mi sangre, cada vez que la bebáis, hacedlo en memoria de mí’. De manera que cada vez que coméis el pan y bebéis la copa, estáis recordando la muerte del Señor hasta que él venga. (1Corintios 11:23..26) También las personas que a través de los siglos quisiesen ser sus discípulos y observar, conocer, y cumplir sus mandatos, debían reunirse y recordar su muerte hasta que él retornase en su gloria.   Pablo había escrito: “El amor nunca se acabará, mientras que la profecía pasará, las lenguas cesarán, y las revelaciones terminarán... (al morir la Congregación) Sin embargo hay tres cosas que permanecen inmutables, y son la fe, la esperanza y el amor...” (1Corintios 13:8,13) Estas tres cosas debían por tanto permanecer todo tiempo hasta su llegada, e identificar a las personas que por lealtad a Cristo, asumiesen el deber de reunirse para compartirlas, confortarse unas a otras, y buscar la verdadera enseñanza, con el fin de difundir la auténtica buena nueva.

 

23 Hablando de este retorno suyo, Jesús había dicho: “¿Quién es pues el administrador fiel y prudente, que el Señor nombrará sobre sus domésticos para distribuirles su porción de alimento en el tiempo apropiado? Feliz aquel servidor que su Señor halla haciendo esto al llegar. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su hacienda” (Lucas 12:42..44)  Estas palabras indican a los que desean servirle con fidelidad, el deber de compartir con sus hermanos una medida plena y sin adulterar, de la sana enseñanza que representada por el alimento, proporciona a los que se nutren con ella, la fuerza que les permite crecer y llegar a una madurez espiritual.  Sin embargo, siempre ha habido quienes afirman ejercer esta administración, y por este motivo, Jesús mismo previno con insistencia a sus seguidores: “…‘Vigilad que no os engañen, porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ‘Soy yo, y el momento está cerca’”, (Mateo 24:4) y puntualizó: “Entonces si alguno os dice: ‘Aquí está el Ungido’ (Cristo) o ‘allá está’, no os lo creáis, porque surgirán falsos ungidos y falsos profetas, que harán grandes señales y cosas prodigiosas, para engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos ¡Mirad que os lo he predicho! Por esto, si os dicen: ‘¡Allí está, en el desierto!’ no vayáis; o: ‘¡Allí está, en sus aposentos!’ (se hace referencia a lugares alejados o privados, donde no puede ser visto; o sea, se indica el anuncio de una presencia invisible) no os lo creáis; porque tal como el relámpago sale del levante y brilla hasta el poniente, así será la llegada del hijo del hombre, y allí donde esté el cadáver, se reunirán las águilas”. (Mateo 24:23..28) Jesús declara aquí que su llegada será evidente a todos, y compara la agudeza del discernimiento espiritual de sus seguidores para identificar desde lejos las señales de su llegada, con la agudeza de la vista de las águilas para distinguir el alimento, ya que para ambos representa el mantener la vida.

 

24 En armonía con estas cosas, Juan escribía a los discípulos de su día, y también a los del futuro: “Amados, vosotros no pongáis fe en cualquier persona que se declare inspirada, ponedla a prueba para comprobar si su inspiración viene de Dios, pues han salido al mundo muchos profetas falsos, y vosotros debéis discernir si su inspiración proviene de Dios...” (1Juan 4:1..2) Del mismo modo, también Moisés aconsejó al pueblo de Israel: “…si piensas ¿Cómo reconoceremos las palabras que el SEÑOR no ha dicho? Cuando el profeta hable en el nombre del SEÑOR y la cosa no suceda y no se realice, la palabra no proviene del SEÑOR, proviene del profeta por su vanidad…” (Deuteronomio 18:21..22) Respetemos entonces “…el principio de no ir más allá de lo que está escrito, para que ninguno se sienta superior a los demás”. (1Corintios 4:6

 

25 Debemos además tener presente, que el número de los congregados ni es relevante, ni representa una bendición de parte de Dios, porque sabemos que cuando llegue el momento de la siega, Cristo recogerá a los suyos que están esparcidos en el mundo, y levantará para siempre a la Congregación que es su cuerpo. Contemplemos el ejemplo de Jesús, que a pesar de su integridad, su sabiduría, sus años de ministerio y sus numerosísimos milagros, solo contaba a su muerte con unos pocos discípulos, que sin embargo, cuando recibieron el espíritu de Dios se llenaron de poder, establecieron y multiplicaron la Congregación, y difundieron la buena nueva por toda la tierra entonces habitada.  Nuestro deber es solamente buscar la verdad que da la vida, para asociarnos con los que la aman, y compartirla respetando en todo las Escrituras sin intentar torcer su sentido.  Porque en realidad, nosotros “…solo somos hombres, unos ayudantes de Cristo en la administración de las revelaciones divinas” y “lo que se le exige a cada uno de los administradores, es la fidelidad; (1Corintios 4:1..2) recordemos entonces que, cómo dijo nuestro señor Jesús: “El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, pero el que es infiel en lo poco, es también infiel en lo mucho”. (Lucas 16:10)