La
Pascua y
la Cena del
Señor
1
El apóstol Pablo escribió a la congregación que se reunía en
Corinto: “…purificaos del fermento viejo para que podáis ser una masa nueva;
pues vosotros tenéis que ser panes ácimos, porque Cristo,
nuestra Pascua, ha sido sacrificado. Celebremos entonces la
fiesta, no con fermento viejo o con levadura de maldad, que es una disposición
malvada, sino con panes no fermentados de sinceridad y de
verdad…” (1Corintios 5:7..8) Estas palabras recordaban a los
discípulos, que tal como la primera Pascua representó para el pueblo de Israel
una liberación de la esclavitud a Egipto, y les abrió el camino a la tierra
prometida y a la bendición de Dios mediante el Pacto de la Ley, Cristo, nuestra
Pascua, representa para la humanidad una liberación de la esclavitud a este
mundo inicuo, y abre ante todos el camino a la vida perdurable prometida, y a la
bendición eterna de Dios, mediante el Nuevo Pacto de la fe.
2 Desde los días de Moisés, la Pascua había sido para los Israelitas
una festividad solemne, destinada a rememorar la salvación de los primogénitos
de Israel, mediante la sangre del cordero sacrificado antes de su éxodo de
Egipto. En la
Escritura leemos: “En la tierra de Egipto, habló el ETERNO a Moisés y a Aarón para
decirles: Este mes será para vosotros el comienzo de los meses, el primero de
los meses del año. Debéis pues decir a toda la congregación de Israel, que en el
día décimo de este mes, todo padre de familia debe proveerse de un cordero, uno
por cada familia… Debéis guardarlo hasta el día catorce del mes,
y entre las dos tardes, la entera congregación de Israel debe inmolarlo
y recoger la sangre para aplicarla sobre los dos postes y el dintel de toda
casa donde vaya a ser comido. En aquella noche debéis comer la carne asada
al fuego y los panes sin levadura, y tenéis que comerlo junto con las hierbas
amargas… apresuradamente, con la cintura ceñida, los pies calzados y el cayado
en la mano, puesto que es la
Pascua de Yahúh. Y pasaré aquella noche por la tierra de Egipto
hiriendo a todos los primogénitos que hay en ella, tanto a hombres como a
bestias; porque yo, Yahúh, ejecutaré un juicio contra todos los
dioses de Egipto. La sangre señalará las casas en donde os
encontréis, y donde la vea pasaré de largo, y no sobrevendrá daño alguno
contra vosotros cuando yo hiera a la tierra de Egipto. Este día tiene que ser
para vosotros un recordatorio, y celebraréis esta fiesta para Yahúh cada
año. Por ley debéis siempre celebrarla”. (Éxodo 12:1..14)
3 La salvación de los primogénitos de Israel mediante la sangre del
cordero sacrificado, fue en virtud de la fe mostrada por el pueblo en
las disposiciones de Dios transmitidas mediante Moisés; por otra parte, la
carne asada, el pan ácimo y las hierbas amargas, debían recordarles
año tras año por ley, aquel éxodo de Egipto que puso fin a su larga
esclavitud. Sin embargo, como Pablo declara: “…la
Ley solo contiene una sombra de los bienes futuros,
y no la realidad misma de las cosas”, (Hebreos 10:1) por esto, “todo aquello prefiguraba cosas futuras, pero la realidad es
Cristo”. (Colosenses 2:17) Era pues importante que mientras los
israelitas permaneciesen bajo la
Ley, recordasen generación tras generación, que por el
designio de Dios, ellos y sus primogénitos habían sido liberados de la muerte y
de la esclavitud, gracias a la sangre del cordero sacrificado en aquella
primera Pascua, porque estas cosas les anunciaban una salvación mayor: la
redención de la muerte heredada, que la sangre de Jesús, el Cordero de
Dios, proporcionó a la humanidad, poniendo al alcance de todos una vida
perdurable en el reino de Dios. En armonía con esto, Juan escribe que durante su
visión, oyó en los cielos que, alabando a Cristo, todos decían: “…fuiste sacrificado y con tu sangre recompraste para Dios a
personas de toda tribu, lengua, pueblo y nación…” (Apocalipsis 5:9) mientras le identificaban como al
'Cordero que fue sacrificado'. (Apocalipsis 5:12)
4 En relación a la figura profética de la Pascua, hay que señalar que los días
del calendario judío se cuentan de tarde a tarde; el día comienza pues al
anochecer y termina en la siguiente tarde con la puesta de sol. Por esto se
especifica en la
Ley que el cordero debía ser sacrificado y preparado
entre las dos tardes, o sea, entre la que terminaba el día trece y la del
día catorce del mes de Nisán. Este día catorce, pasó con el tiempo a denominarse la parasceve, un término que hace referencia a la preparación del cordero;
porque si es verdad que la celebración de la pascua conmemoraba el éxodo de
Egipto, en realidad, la festividad estaba esencialmente vinculada con el cordero
que se sacrificaba y preparaba durante el día catorce, y se comía tras la puesta
de sol, o sea, al inicio del día quince del mes de Nisán. Ahora bien, Jesús y
sus apóstoles celebraron la última cena pascual tras el crepúsculo del día
trece, o sea, al inicio del día catorce de Nisán, y por tanto, veinticuatro
horas antes que el resto de los judíos; y no podía ser de otro modo,
puesto que el día catorce, día de la parasceve o de la preparación y sacrificio del cordero pascual, Jesús, el
esperado Cordero de Dios, fue arrestado, juzgado y sacrificado entre
las dos tardes, como durante tantos años había sido prefigurado.
5 En el evangelio de Mateo
leemos: “En
el día anterior a los ácimos (los ácimos comenzaban el día catorce
con la preparación del cordero, y duraban siete días)
los discípulos fueron á Jesús y le dijeron: ¿Dónde quieres que te dispongamos
la
Pascua?” (Mateo 26:17)
Alguna traducción vierte las palabras
"Tê de prôtê tôn
azumôn...” como “en el primer día de los panes ácimos", no obstante debemos
advertir que la palabra prôtê, nominativo de
prôtos, va acompañada por el artículo genitivo tôn y por el sustantivo
azumôn, también en genitivo;
esta frase debe pues traducirse como ‘en el de antes de los ácimos’, ya que no expresa un
número ordinal, sino una precedencia o anterioridad, por lo que
correctamente, debe verterse como:
“en el día anterior a los
ácimos”.
Dice la
Escritura que después de aquella anticipada cena
pascual, Jesús fue llevado ante Caifás; y ya de madrugada, presentado ante
Pilatos. Mientras todo esto sucedía, los judíos se estaban preparando para comer
por la noche la
Pascua, de manera que los que le acusaban no entraron con él en
el pretorio, para no quedar contaminados.
6 Eusebio de Cesárea, historiador cristiano que vivió entre los siglos
III y IV, argumenta: “...tampoco el Salvador celebró la Pascua con los judíos… Ellos
celebraron la
Parasceve (la preparación del cordero) en el día en que el
Salvador sufrió su pasión…" y “…no comieron la
Pascua aquella tarde, porque si la hubiesen comido, se hubiesen
abstenido de perseguirle (por respeto a las purificaciones previas a la Pascua) Inmediatamente después de haberle prendido lo condujeron a casa de
Caifás, donde paso la noche, y al hacerse de día, se reunieron y lo juzgaron por
primera vez. Tras esto se levantaron, y junto con la muchedumbre, lo condujeron
ante Pilatos. Pero dice la
Escritura que ellos no entraron al Pretorio para no
contaminarse, como creían, bajo un techo pagano... y poder comer la Pascua aquel mismo
anochecer… sin embargo nuestro Salvador había celebrado aquella fiesta tan
deseada por él, no entonces, (puesto que murió aquella misma tarde) sino el día anterior, sentado a la mesa con sus discípulos”. (De Solemnitate Paschali, Eusebio de Cesárea) El apóstol Juan
había escrito: “...llevaron a Jesús desde la casa de Caifás hasta el pretorio. Era ya
de madrugada, y ellos (los judíos) no entraron en el pretorio para no quedar contaminados y poder así
comer la
Pascua…” (Juan 18:28) Después de esto, dice: "...en el día de la parasceve (o preparación), hacia la hora sexta,
(mediodía) Pilatos dijo a los judíos: ‘Aquí tenéis a vuestro
Rey’...” (Juan 19:14) Y en el transcurso de aquel día catorce de Nisán,
Jesús fue condenado y ejecutado, y murió a la hora nona, o sea, a las tres de la
tarde, mientras los judíos sacrificaban y preparaban el cordero que debían comer
por la noche, al inicio del día quince de Nisán. Él había dicho a sus
seguidores: “No creáis que he venido para destruir la Ley y los Profetas; no he venido a
destruirlos sino a cumplirlos”. (Mateo 5:17) Y verdaderamente, cumplió con el sacrificio que
la celebración de la
Pascua simbolizaba, estableciendo el Nuevo Pacto con Dios que
los profetas habían anticipado.
7 Siglos antes de estos sucesos, Jeremías había anunciado este pacto
diciendo: “'He aquí que vienen tiempos’, dice el ETERNO, ‘en los que estipularé
con la casa de Israel y con la casa de Judá un pacto nuevo, uno que no
será como aquel que estipulé con sus padres en el día en que les tomé de la mano
para sacarlos de Egipto, el pacto que quebrantaron a pesar de que me
pertenecían’, dice Yahúh. ‘Porque este es el pacto que cerraré con la casa de
Israel después de estos tiempos”, dice Yahúh, ‘pondré en su mente mis leyes y
las escribiré en sus corazones. Entonces yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo; ya no tendrá cada uno que instruir a su vecino y a su hermano, diciendo
“conoce a Yahúh”, puesto que desde el menor al mayor, todos ellos me conocerán.
Y en aquel día tendré misericordia de su iniquidad y no recordaré sus
pecados.” (Jeremías 31:31..34) Y Pablo, que cita esta profecía en una
de sus cartas, concluye: “…al hablarles de un nuevo pacto declara anticuado el anterior, y lo
anticuado envejece y está próximo a desaparecer”. (Hebreos 8:13) Consecuentemente, tanto las observancias
religiosas como las festividades que la Ley establecía, dejaron de tener sentido
cuando entró en vigor el Nuevo Pacto; Cristo nuestra Pascua ha sido ya
sacrificado, (Ver articulo "Pascua judia y Pascua
cristiana").
8 Durante la última cena pascual, Jesús dió a sus apóstoles el mandato
de reunirse para compartir su enseñanza con los discípulos, y recordar su muerte
hasta su retorno, participando del pan, y del vino que simbolizaba la sangre que
sellaba el Nuevo Pacto con Dios. Mateo escribe: “Cuando aún estaban comiendo, Jesús tomó un pan, y después de
bendecirlo, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo: ‘Tomadlo y comed, pues
es mi cuerpo’. También tomó una copa, y después de dar las gracias, la pasó y
dijo: ‘bebed todos de ella porque es mi sangre del Pacto, que ha de ser
derramada a favor de muchos para el perdón de los pecados’…” (Mateo 26:26..28) El evangelio de Mateo, originalmente escrito
en arameo y traducido luego al griego, emplea en este pasaje el verbo
estì que significa literalmente es, para verter las palabras de Jesús ‘es mi cuerpo’ y ‘es mi sangre’. Esta traducción que armoniza con la de los demás relatos que de la
cena del Señor encontramos en las Escrituras, no significa que el pan y el vino
se transformen materialmente en carne y en sangre, pero aún así, tras la
bendición, son realmente considerados por Dios como el cuerpo y la sangre de
Cristo, y por esto dice la
Escritura que quien participe de ellos indignamente o sin el
debido respeto, comete una ofensa contra el Señor. Pablo escribe: “aquello que yo os he transmitido, lo recibí del Señor, y es que en la
noche que fue entregado, el Señor tomó un pan y después de dar las gracias, lo
partió y dijo ‘Esto es mi cuerpo, que he entregado en favor vuestro; haced esto
en memoria de mí’. Después de haber cenado, también tomó la copa y dijo: ‘Esta
copa es el nuevo pacto en virtud de mi sangre, cada vez que la bebáis, hacedlo
en memoria de mí’. Cada vez que comáis el pan y bebáis la copa, estáis
recordando la muerte del Señor hasta que él venga. No obstante, el que come el
pan y bebe la copa sin estar en una condición apropiada, esta cometiendo una
ofensa contra el cuerpo y la sangre del Señor. Que cada uno haga primero un
examen de conciencia y después, coma el pan y beba la copa, porque el que come y
bebe, come y bebe un juicio contra si mismo si considera el cuerpo como de
poco valor, y por este motivo hay entre vosotros muchos que están débiles o
desanimados y algunos, como muertos”. (1Corintios 11:23..30)
9 La participación del pan y del vino, representa una rememoración que
aviva la esperanza en las promesas de Dios, pues nos recuerda que mediante la fe
en Cristo, tenemos a nuestro alcance la justificación y la vida perdurable
rescatada por él para la humanidad, y también el disfrute de los beneficios de
su reinado, cuando el reino de los Cielos sea establecido; promesas que todos
sus seguidores comparten. Jesús dijo a los que en aquella Pascua le
acompañaban: “Desde ahora no beberé el jugo de la vid hasta el momento en que lo
beba con vosotros de nuevo, en el reino de mi Padre”. (Mateo 26:29) Además hay que señalar que él no
estableció ni ceremonias ni días señalados para compartir el
pan y el vino. Jesús había dicho a sus discípulos: “Donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy entre
ellos…” (Mateo 18:20) y por esto, en aquella ocasión les dijo
simplemente: “…haced esto en memoria de mí” pues “…cada vez que comáis el pan y bebáis la copa, estáis recordando la
muerte del Señor hasta que él vuelva”. (1Corintios 11:26)
10 Varias referencias apoyan esta afirmación; por ejemplo, el apóstol
Pablo escribe a los Corintios censurándoles por su comportamiento en las
reuniones que en el primer día de cada semana efectuaban para compartir el pan,
y les dice: “...cuando os reunís todos, lo que hacéis no es participar
en la cena del Señor, pues al sentaros a la mesa, cada uno de vosotros se
apresura a consumir sus propias provisiones, de manera que mientras uno ayuna,
otro se harta…” (1Corintios 11:17..22) Hallamos también otra aún más explícita
en los Hechos de los Apóstoles, donde Lucas relata: “Nosotros, después de los días de los
Ácimos, (que son los siete días de la Pascua judía) nos embarcamos en Filipos, y al cabo de cinco días nos unimos
a ellos (los discípulos) en Tróada, donde pasamos siete días. En el primer día de la
semana, estando nosotros reunidos para la fracción del
pan...” (Hechos 20:6..7) Estas palabras nos demuestran sin lugar a
duda, que transcurridos varios días desde los de la Pascua judía, los discípulos se
reunían para la fracción del pan. Es verdad que en una versión de
la Biblia,
hemos encontrado que las palabras klasai arton se traducen como una comida, pero literalmente significan
la fracción del pan, y aunque esta sustitución de términos queda señalada en una nota
marginal, la falsedad de la traducción favorece una interpretación equívoca del
versículo que desvirtúa su sentido. Quede claro por tanto, que Lucas afirma que
los discípulos estaban reunidos para la fracción del pan muchos días
después de la
Pascua judía y de la fecha de la muerte de Jesús.
11 En lo que al modo de efectuar la reunión se refiere, nos remitimos
de nuevo a las palabras de Lucas: “En el primer día de la semana, estando nosotros reunidos
para la fracción del pan, Pablo dialogaba con ellos (los discípulos de aquella región), y como debía partir al día siguiente, prolongó su discurso
hasta la medianoche...” (Hechos 20:7) Más tarde, el escritor cristiano conocido como
'Justino mártir', describía en el año 165 las costumbres de las
congregaciones, y en el libro 67 de su Apología, dice: “en el día llamado ‘del sol’ (el primer día de la semana, que se denominó luego Día del Señor o
Domingo) todos los que habitan en las ciudades o en los campos se reúnen en un
mismo lugar, y se leen las cartas de los apóstoles o las escrituras de los
Profetas mientras el tiempo lo permite. Luego, cuando el lector ha acabado,
aquel que preside exhorta e incita de palabra a la imitación de estas
cosas excelsas. Después, todos nos levantamos y oramos, y… cuando
terminamos de orar, se presentan el pan y el vino…” Este relato que concuerda con el de Lucas, nos confirma que desde el
principio, los discípulos de Jesús celebraron sus reuniones semanalmente,
participando todos del pan y del vino, el cuerpo y sangre de Jesús,
puesto que “…Cristo se dio a si mismo en sacrificio propiciatorio por nuestros
pecados, aunque no solamente por los nuestros, también por los de todo
el mundo…” (1Juan 2:2) y gracias a él, todos los hombres pueden gozar de
“…la esperanza de la vida eterna prometida desde la antigüedad por el
Dios que no puede mentir…” (Tito 1:1..2)
12 Estas cosas deben servir como pauta, en las reuniones de los que hoy
día desean seguir a Cristo, y “…adorar al Padre con espíritu y con verdad…”, (Juan 4:23) ya que como Pablo dice, “Cristo es el mismo ayer, hoy y para siempre, de manera que no os
dejéis desviar por historias y por enseñanzas diferentes…” (Hebreos 13:8..9) Permanezcamos pues en la enseñanza recibida
de los apóstoles, evitando los añadidos que puedan desvirtuar su sentido
original; y mediante las reuniones, animémonos unos a otros a mantenernos
“sin vacilar en la esperanza que profesamos, pues aquel que nos ha
hecho la promesa, es fiel”, mientras nos consideramos “unos a otros, para incitarnos al amor y a las obras
excelentes…” mientras “…contemplamos como se acerca el Día”. (Hebreos 10:23..25) Cuando todos compartimos el mismo pan,
manifestamos que compartimos también la esperanza que Cristo rescató para la
humanidad, porque “…estamos esperando unos nuevos cielos y una nueva tierra, que
alberguen la justicia…” (2Pedro
3:13)