La Buena Nueva y el Reino
1 Era Sábado y
Jesús entró en la sinagoga de Nazaret; en aquel día se leían los libros de los
Profetas, así que cuando se puso en pie, el encargado le entregó el rollo del
profeta Isaías, y leyó: “El espíritu del SEÑOR está sobre mi, pues él
me ha ungido para traer la buena nueva a los necesitados: me ha enviado
para anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, para redimir a los oprimidos y para proclamar el año
(el tiempo) de la clemencia del SEÑOR”. Después se
sentó mientras todos le miraban esperando una explicación al texto leído, y
entonces les dijo: “Hoy se cumple la escritura que habéis escuchado” (Lucas
4:18..21 e Isaías 61:1) Con la lectura de esta profecía, Jesús se
presentó ante el pueblo de Israel cómo el enviado de Dios, el Mesías anunciado
por los profetas, el que todos estaban esperando; no obstante, aquellos que se
consideraban justos por conocer, según creían, las Escrituras y los mandatos de
la Ley, esperaban a uno diferente, a uno que les liberase de la servidumbre a
Roma; y por no querer aceptar los designios de Dios, no le reconocieron. Aún
así, él mostró a quienes le escucharon, que si no había llegado todavía el
momento de que el reino de los cielos fuese establecido en la tierra,
verdaderamente se había acercado a los hombres, porque tenían entre ellos a
su rey. (Lucas 17:21)
2 La buena
nueva que Jesús trajo a los hombres, solo podía ser apreciada por aquellos que
se sabían espiritualmente necesitados, y cautivos de su condición pecaminosa;
por los que se entristecían al estar a ciegas en cuanto al propósito de Dios, y
se sentían oprimidos bajo la carga de los mandatos que no podían cumplir. Por
esta razón, cuando los fariseos criticaron a Jesús por el hecho de que comía y
bebía en compañía de gentes que ellos consideraban pecadores, él les dijo: "No son los
sanos quienes necesitan al médico, si no los enfermos; yo no he venido a llamar
a los justos, si no a los pecadores". (Marcos 2:17)
3 El apóstol Juan
escribió que: “…el Diablo fue el primero en pecar, y para deshacer la
obra del Diablo ha venido el Hijo de Dios”. (1Juan
3:5..8) Dios había pues enviado al mundo a su Primogénito: el Mesías
anunciado por los profetas a “los Israelitas, a quienes”, por ser
descendientes de Abraham, "corresponden las
promesas… y los antepasados de cuyo linaje nació Cristo”, (Romanos
9:4..5) con el fin de anunciar la redención que mediante la fe, les
liberaría de la muerte heredada y les permitiría disfrutar de la esperanza
de una vida perdurable, bajo los "nuevos cielos" que
representan al gobierno del Cristo, y en "una nueva
tierra", restaurada y en paz, "que alberguen
la justicia". (2Pedro 3:13) Jesús publicó estas cosas
a través de muchos ejemplos y parábolas, manifestando que Dios había dispuesto
conceder a la humanidad el “...generoso don de la redención de nuestros
pecados mediante la sangre de su amado Jesús Cristo”, (Efesios
1:6) y dio a conocer que sin considerar la condición pecaminosa de los
hombres, Dios los justificaba, atribuyéndoles la rectitud sobre
la base de la fe voluntariamente ejercida en su propósito, o sea, la fe
en el redentor que él enviaba, en la redención que les ofrecía, y
en la vida perdurable prometida. Él trajo pues una buena nueva que proporcionaba
una magnífica esperanza a todos los que comprendían su necesidad de
ser justificados generosamente por Dios, para estar en disposición de
alcanzar la vida; y puesto que era el mediador de esta justificación, cuando
llegó el momento, entregó su vida en favor de la vida de la humanidad. De
manera que si: “…el salario por el pecado es la muerte...
el don generoso de Dios mediante Jesús Cristo nuestro Señor, es
la vida eterna”, (Romanos 6:23) porque "...tal cómo
por la trasgresión de un solo hombre, muchos han sido constituidos pecadores,
por la obediencia de un solo hombre", también "muchos han sido
constituidos justos". (Romanos 5:19) Este es en síntesis el
sentido del mensaje profético de la Escritura, de la predicación de Jesús, y de la enseñanza apostólica.
4 El Hijo de
Dios concluyó con éxito la misión que le había sido confiada por el Padre. Y “…tras haberse
ofrecido una sola vez para abolir por siempre los pecados de muchos,
volverá a manifestarse en una segunda ocasión, aunque ya no en relación
al pecado, si no a los que le esperan para ser salvados”. (Hebreos
9:28) Entonces Dios, reunirá “…todas las cosas que están en los
cielos y sobre la tierra, bajo la administración de Cristo”. (Efesios
1:9..10)
5 Los discípulos
de Jesús pensaban que el retorno de Cristo cómo rey sería prácticamente
inmediato, y en algunas ocasiones, especulaban sobre quien de ellos sería
el mayor en el reino de los cielos; por este motivo, él les dijo: “Un hombre de
estirpe real, debe partir hacia un país lejano para recibir la realeza y
retornar luego. Y llamando a diez servidores suyos, les entrega diez minas
y les dice: ‘negociad con ellas hasta mi vuelta’. Mientras tanto, sus
conciudadanos que le odiaban, envían a una delegación para que difunda a
sus espaldas: ‘¡No queremos que este reine sobre nosotros!’ Pues bien, cuando
después de haber recibido la realeza, vuelve, hace llamar a
los servidores a quienes había confiado su dinero, para saber cuanto había
ganado cada uno de ellos al negociar. Llega el primero y le dice: ’Señor, con
tu mina he ganado diez minas’, y él responde: ‘¡Bien hecho, buen servidor!
Puesto que has sido fiel en lo poco, recibe el mando de diez ciudades’.
Y lo mismo ocurre con el segundo; pero llega otro y le dice: 'Señor, aquí está
tu mina, la he guardado envuelta en un paño porque tenía miedo de ti, que eres
un hombre severo que recoges donde no has depositado, y cosechas
donde no has sembrado'. Y él le contesta: 'Con tus propias palabras te
juzgo, siervo malo; si sabías que soy un hombre severo que recoge lo que no
deposita y cosecha lo que no siembra ¿Por qué no colocaste mi dinero en
el banco? A mi regreso lo hubiese recobrado con los intereses'. Y dijo a los
que allí estaban: 'Quitadle la mina y dádsela al que tiene las diez... y en
cuanto a mis enemigos, a los que no querían que yo reinase sobre ellos,
traedlos ante mí y ejecutadlos”. (Lucas 19:12..27)
6 En este mismo
relato, Mateo dice: “Mucho tiempo después, vuelve el señor de
aquellos servidores...” (Mateo 25:19)
Esta parábola da pues a entender, que la ausencia del señor que viaja para
obtener la realeza, se prolongaría hasta el momento en que le fuese otorgada.
Del mismo modo, la ausencia de Jesús debía prolongarse hasta el tiempo
designado por Dios para establecer su prometido reino. Pero refiriéndose a
aquel momento, él había dicho a sus discípulos: “...aquel
día y aquella hora no los conoce ninguno, ni los ángeles
del cielo, ni el Hijo, solamente el Padre”, (Mateo
24:36) pero “fijaos en la higuera y en todos los árboles: al
aparecer sus brotes sabéis que el verano está cerca; pues también vosotros,
cuando veáis suceder esto, (las señales que él mismo había
anunciado) sabed que el reino de Dios está cercano”. (Lucas
21:29..31) Mientras tanto, hasta que llegue aquel día, sus discípulos deben
cuidar del patrimonio espiritual que él les ha confiado, haciéndolo
fructificar, para recibir al retorno de su Señor la alabanza y la recompensa a
su fidelidad.
7 En estas
cosas consiste pues la buena nueva que Jesús y sus apóstoles predicaron,
la que sus discípulos creían y enseñaban, la que se ha conservado a través del
tiempo en las Escrituras. Por medio de ella, dice Pablo: “...se da a
conocer que Dios concede la justificación cómo resultado de la fe, pues
está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’, y que la ira de Dios se
manifestará desde el cielo contra toda la maldad y la hipocresía de los
hombres, que por sus prejuicios no quieren creer la verdad, porque lo
que puede percibirse acerca de Dios es evidente, él mismo lo pone de
manifiesto; sus cualidades invisibles, su eterna potencia y su divinidad, se
ven con claridad desde la creación del mundo, comprendiéndose a través de
las cosas creadas...” (Romanos 1:16..21)
En armonía con esto, escribe a Timoteo: “Te encomiendo
ante Dios y ante Jesús Cristo que tiene que juzgar a los vivos y a los muertos
durante su manifestación y su reino, que mientras el tiempo sea
favorable, prediques la palabra, puesto que se acercan tiempos desfavorables.
Organiza, reprende y exhorta con paciencia y con destreza en la enseñanza,
porque está al llegar el tiempo en que (los
discípulos) ya no soportarán la enseñanza sana; y según su
deseo, se rodearán de maestros para escuchar lo que les complace,
volviéndose a historias falsas y retrayéndose de oír la verdad.” (2Timoteo
4:1..4) Y animaba a los discípulos a permanecer “…firmes en
la buena nueva de Jesús Cristo, que yo declaro conforme a la revelación
del secreto sagrado guardado en los escritos proféticos, escondido
desde tiempos remotos, y desvelado ahora por disposición del Dios eterno, para
darlo a conocer a todas las naciones y que se hagan obedientes a la fe”. (Romanos
16:25..26)
8 También Pedro
advertía a los discípulos de estas cosas, diciendo: “Amados, esta
es ya la segunda carta que os escribo, y apelo con ambas a vuestra memoria,
para despertar vuestra mente, y recordéis correctamente las palabras de
los santos profetas y las instrucciones que el Señor y Salvador os ha transmitido
por medio de los apóstoles…” puesto que “en tiempos posteriores, surgirán
detractores de los que persiguen sus propios fines, y mofándose, dirán: ‘¿Dónde
está su prometida presencia? Porque nuestros antepasados murieron, y todas
las cosas siguen cómo al comienzo de la creación’… Pero estos, olvidan
voluntariamente que por la Palabra de Dios, fueron constituidos
en la antigüedad, unos cielos, y una tierra surgida del agua y circundada por
el agua, y que por orden de la misma Palabra, aquel mundo de entonces fue
destruido por el agua del diluvio… Pues bien, por la misma Palabra, los
cielos y la tierra actuales están destinados al fuego, y reservados para
el Día del juicio y de la destrucción de los impíos…”, pero “…según su
promesa, nosotros estamos esperando unos nuevos cielos y una nueva tierra
que alberguen la justicia…” (2Pedro 3:1..13) Esta antigua
promesa que forma parte de la buena nueva, está en perfecta armonía con
todas las Escrituras canónicas, y es la que fue publicada en el primer siglo
por los apóstoles y discípulos de Cristo, en toda la tierra entonces habitada.
9 Jesús había
dicho a sus seguidores: “Si os mantenéis en mi
palabra, verdaderamente seréis discípulos míos, y conoceréis la verdad,
y la verdad os hará libres”. (Juan 8:31..32)
En armonía con esto, Pablo instó a los discípulos a que mantuviesen la
enseñanza tal y cómo la habían recibido, sin “…ir más
allá de lo que está escrito...”, (1Corintios 4:6) y haciendo “…pública la
verdad, sin falsificar con astucia la Palabra de Dios...” (2Corintios
4:2) Ya en su día, hizo este reproche a los discípulos de Corinto: “…me temo que
tal cómo la serpiente sedujo a Eva con sus artimañas, también vuestras
mentes se alejen por algún motivo, de la sencillez y de la pureza que
tienen para con Cristo, pues cuando llega alguno predicando a otro Jesús,
uno distinto del que nosotros os hemos predicado, o cuando se trata de
recibir un espíritu distinto del que habéis recibido, y de aceptar una buena
nueva diferente a la que habéis aceptado, vosotros escucháis con gusto”. (2Corintios
11:3..4) Y escribió a los gálatas: "Me maravillo
de lo rápidamente que dais la espalda al que os ha llamado por medio del
generoso don del Cristo, y os volvéis a una buena nueva diferente, puesto que
en realidad no existe otra..." (Gálatas 1:6..7) Además,
refiriéndose a las cosas que debían acontecer, escribe a los discípulos de
Tesalónica: “Hermanos, en cuanto a la llegada de nuestro Señor Jesús
y a nuestra reunión con él, os ruego que no os dejéis confundir fácilmente… No
os dejéis engañar por nadie, ya que no puede llegar antes de la
apostasía…” (2Tesalonicenses 2:1..3) El hecho de que la apostasía
crecería y dominaría, era pues conocido por los apóstoles, que durante su vida
defendieron con empeño la integridad de la enseñanza de Cristo. No obstante, el
apóstol Juan que les sobrevivió, pudo ver cómo sobresalían entre los
discípulos, los que buscando protagonismo, torcían la enseñanza, y fomentaban
divisiones. Comprendiendo pues lo que inevitablemente sucedería a su muerte,
escribió: “¡Esta es la última hora hijitos! Vosotros habéis oído
que el anticristo tiene que venir, y ya han aparecido muchos anticristos,
de manera que sabemos que esta es la última hora. Ellos se han levantado de
entre nosotros aunque no eran de los nuestros, porque de haberlo sido,
hubiesen permanecido con nosotros…” (1Juan 2:18..19)
Y tal cómo los apóstoles habían anunciado, las divergencias entre los
discípulos, y las crueles persecuciones que provocaron la ejecución de tantos
cristianos fieles, señalaron el final de aquella Congregación que ellos habían
mantenido íntegra, que Dios había bendecido con su espíritu, y que se durmió,
cómo ellos, en la muerte.
10 Llegó
entonces el tiempo que Pablo había predicho cuando escribió: “…en tiempos
posteriores vendrán días llenos de violencia, porque los hombres (que se
declararán cristianos) serán egoístas, amantes del dinero,
presuntuosos y arrogantes… sin fe, incapaces de sentir amor, despiadados,
calumniadores, sin gobierno de si mismos, malvados, enemigos de quien
practica el bien, traidores… amantes de los placeres en lugar de
amar a Dios, y haciendo ostentación de una religiosidad aparente, la
demostrarán falsa con sus hechos…” (2Timoteo
3:1..5) Y: “…todos los que deseen vivir siendo fieles a
Jesús Cristo, serán perseguidos, mientras los malvados y los
impostores progresarán, engañando a los demás, y siendo engañados...” (2Timoteo
3:12) Sin embargo, “…quiero recordaros, hermanos, que la buena
nueva que yo os he anunciado, la que vosotros habéis escuchado y en la que
perseveráis, permitirá que seáis salvados siempre que os atengáis a ella tal
y como yo os la he declarado ¡De otro modo habríais creído en vano!” (1Corintios
15:1..2) Por esto “…si nosotros
mismos o un ángel del cielo, os declarase una buena nueva diferente
a la que ya os hemos declarado ¡Rechazadla! Y lo que decimos lo repito
de nuevo, si alguno os anuncia una buena nueva diferente de la que habéis
recibido ¡Rechazadla! pues ¿Tengo yo que buscar el favor de los
hombres o el de Dios? ¿Quiero acaso agradar a hombres? ¡Porque si quisiese
serles grato, ya no sería ministro de Cristo!” (Gálatas
1:8..10)
11 A pesar de las
advertencias de los apóstoles, la fe o la vía que lleva a la libertad en
Cristo, la que se basa en la buena nueva que la sana enseñanza
apostólica desvela, fue después del primer siglo, transformada y privada de
sentido. Durante aquel tiempo la filosofía había ido adquiriendo un carácter
cada vez más religioso, y muchos filósofos, cristianos o no, tomaron en la
sociedad las riendas de la instrucción doctrinal y moral. Con esto se adoptaron
en la iglesia unos postulados que incorporaban conceptos ajenos al Cristo, y
que sin gozar del apoyo de las Escrituras canónicas, se confirmaron y
ratificaron en diversos concilios eclesiásticos, que les concedieron autoridad
cómo ‘tradición de la Iglesia’. Este proceso provocó desde un principio
desacuerdos, intrigas, y muertes. Gradualmente, los cristianos fueron
constreñidos de buen grado o por la fuerza, a reconocer y confesar a otro
Jesús, a uno de una naturaleza diferente a la que los apóstoles habían
predicado; mientras la esperanza de la resurrección y del reinado del Cristo
sobre la tierra, quedaba despojada de sentido y caía en el olvido. Las
Escrituras fueron prácticamente arrinconadas, y la sana espiritualidad de la
instrucción apostólica, fue sustituida por el misticismo, la rigidez y el
fanatismo.
12 Durante casi
diecinueve siglos se ha impartido pues una enseñanza diferente a la de
Cristo, y se ha predicado una buena nueva distinta a la original,
una que no habla de la esperanza del reino de Dios en “…la futura
tierra habitada de la que nosotros hablamos”, (Hebreos
2:5) la futura tierra habitada que Jesús enseñó a pedir al Padre en
oración, diciendo: “…venga tu reino y hágase tu voluntad,
cómo en los cielos, también sobre la tierra”; (Mateo
6:9..10) una tierra y que bajo la autoridad la descendencia de Abraham,
(o sea, el Cristo) constituía la esperanza de los profetas y de los
hombres fieles de la antigüedad. Por este motivo, durante la visión del día del
SEÑOR, se le dice a Juan: “Debes volver a profetizar en cuanto
a pueblos, naciones y lenguas, y en cuanto a muchos reyes…” (Apocalipsis
10:11) Y puesto que en su visión, él representa a los discípulos de Jesús
que viven entonces, comprendemos que la buena nueva original debe difundirse
otra vez en toda su pureza. Así pues, cuando Jesús dijo “…se publicará
la buena nueva del reino en todo lo habitado cómo testimonio a todas
las naciones, y entonces vendrá el final”, (Mateo
24:14) no solo se refería al tiempo que precedería al fin del mundo judío;
hablaba también del que precedería al final de este mundo en general; de manera
que hasta el momento en que a su llegada, Cristo levante a la Congregación de Dios, todos los que permanecen fieles a su enseñanza deben volver a
difundirla, para dar a conocer los principios básicos de la fe de
Cristo.
13 En el libro de
los Proverbios leemos: “Todo dicho de Dios es fiel y es un
escudo para los que a él recurren”, pero: “no añadas nada
a sus palabras para que él no te reprenda, y para que tú no seas hallado
embustero”. (Proverbios 30:5..6) Es pues el momento
de buscar su enseñanza, y de mostrar confianza en él, difundiéndola en toda su
pureza, con el fin de preparar “…a los santos para la obra del
ministerio y la edificación del cuerpo de Cristo, de modo que cada
uno, sabiéndose hijo adoptivo de Dios, pueda alcanzar la unidad en la fe,
llegando a una madurez que esté al nivel del Cristo"; (Efesios
4:11..13) mientras recordamos en todo momento, que de hecho, “…somos solo
hombres, unos ayudantes de Cristo en la administración de las
revelaciones divinas…” y “lo que se le exige
a cada uno de los administradores, es la fidelidad”. (1Corintios
4:1-2)